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Nativismo e integración regional en la presidencia brasileña de Jair Bolsonaro

Jair Bolsonaro, antiguo presidente de Brasil e impulsor del nativismo, en una comparecencia en la Cámara de los Diputados.
Jair Bolsonaro, antiguo presidente de Brasil e impulsor del nativismo, en una comparecencia en la Cámara de los Diputados. Fuente: Marcos Brandão/Senado Federal – bajo CC BY 2.0

América Latina está transitando la cuarta ola de gobiernos populistas, que confluyen en un sistema internacional donde resurgen partidos políticos y liderazgos de ultraderecha. La irrupción de Bolsonaro en Brasil tras la crisis socio-económica se conjugó con una crisis política y de representación en el sistema de partidos políticos que permitió la aparición de un supuesto candidato outsider de la política tradicional del gigante sudamericano.

El auge de una ideología denominada por el autor Cas Mudde como “derecha radical populista” refleja un síntoma de la propia globalización neoliberal que se impulsó en las últimas décadas por parte de Occidente. Como plantea Sanahuja, son tanto factores estructurales como de agencia los que explican la aparición de esta nueva extrema derecha, que tras la crisis de Lehman Brothers en 2008 no dejó de crecer exponencialmente a lo largo del mundo. Ya sea el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos en 2016, como el Brexit o el propio triunfo de Bolsonaro en Brasil –asunto sobre el cual tratará este ensayo– no son más que ejemplos de esta tendencia global.

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Dichos gobiernos de derecha radical populista se caracterizan por tener una posición claramente ideologizada en lo que respecta a la dimensión cultural y económica del proceso globalizador, siendo fuertemente críticos del mismo. En el caso de Bolsonaro, este carácter ideologizado lleva a estos a ser críticos de lo que denominan el bolivarianismo o los gobiernos de izquierda en nuestra región, asociándolos a la lucha ideológica contra el marxismo cultural.

En ese sentido, analizar la incidencia de la ideología y el discurso nacionalista/nativista en la política exterior del gobierno de Jair Bolsonaro y su impacto en lo que respecta a la integración regional es central para comprender la actual política internacional latinoamericana. El propósito es partir de un análisis de uno de los tres componentes ideológicos que hacen a la derecha radical populista –junto con el populismo y el autoritarismo–, es decir, el nativismo. En ese sentido, conforme a la tesis de Mudde, se entiende por tal a:

“(…) una combinación de nacionalismo y xenofobia. Se trata de una ideología que defiende que en cada Estado deberían vivir únicamente miembros del colectivo nativo —la nación—, y que los elementos no nativos –o «foráneos»–, ya sean estos personas o ideas, constituyen una amenaza para la pervivencia del Estado nación homogéneo”.

Siguiendo a Moffitt, la utilidad del término nativismo radica en el hecho de que es más específico que hablar únicamente de nacionalismo, y a su vez más amplio que hablar únicamente de líderes o partidos políticos racistas o anti-inmigrantes. Pereyra Doval argumenta como el nativismo en tanto elemento ideológico presente en Bolsonaro busca establecer un nosotros necesario –es decir, partiendo de una lógica política de un nosotros-ellos en clave schmittiana–. El nativismo privilegia los derechos de los nativos sobre la población no nativa. También establece que los no nativos son una amenaza para la cohesión nacional. El nativismo da como resultado la xenofobia, la discriminación y el racismo, que en Brasil puntualmente tienen un precedente en la esclavitud colonial y en el integralismo durante el Estado Novo. Así, el nativismo mismo se funde en un nacionalismo restringido.

En este sentido, cabe preguntarse cómo permea la ideología nativista/nacionalista en la acción externa de un Estado. Jenne propone que el nacionalismo es una forma de soberanismo, es decir, una ideología o doctrina política que exige la adquisición o aumento de la independencia política de una comunidad definida territorialmente. En términos retóricos, los líderes soberanistas utilizan marcos nativistas o etno-nacionalistas para inscribir líneas firmes entre el grupo interno y los grupos externos que violan la soberanía del primero.

Estos marcos discursivos cumplen dos funciones: primero, establecen los límites de la auténtica comunidad soberana; en segundo lugar, sirven como modelos generalizados de resolución de problemas en asuntos exteriores. De esta forma, los líderes nativistas se concentran en elevar los intereses del grupo interno nacional, a menudo con el efecto de avivar el conflicto en la vecindad inmediata. La vinculación entre nativismo/nacionalismo e integración es central a la hora de comprender ese primer elemento ideológico de la derecha radical populista.

Mudde, en ese sentido, arguye que si bien los ultraderechistas no se oponen a la cooperación internacional, ni que no les importen otros países o naciones, este tipo de preocupación siempre es secundaria con respecto a la nacional: de ahí la política de “Brasil encima de todo” de Bolsonaro como eslogan de campaña, similar al “America First” de Trump. Por lo tanto, los líderes políticos imbuidos por este marco ideológico suelen tener un posicionamiento cercano a un soberanismo exacerbado, que los lleva al rechazo de las instancias multilaterales, de los procesos de integración regional y organismos internacionales.

La percepción nativista del nosotros de la cual parte el discurso de derecha radical constituye un elemento clave en la estrategia que radica en destacar la soberanía y control de la comunidad nativa ante una élite transnacional. De este modo, no es de extrañar que la ultraderecha sea crítica de los organismos internacionales como la ONU y de procesos de integración regional, percibiendo a estos como una amenaza a la soberanía nacional.

En ese sentido, la política exterior brasileña a partir de 2019 profundiza lo que se entiende como una des-sudamericanización de Brasil. Siguiendo a Frenkel y Azzi, se observa cómo la avanzada sobre Cancillería y sobre la diplomacia profesional de los sectores olavistas, más cercanos a la matriz ideológica del propio Bolsonaro, puede simbolizarse con el relegamiento hacia la región por parte de dicho gobierno.

El fin de la política sudamericanista de Brasilia no solo refleja un quiebre con la política externa reciente del gigante sudamericano, sino que tiene implicancias concretas para el futuro del regionalismo sudamericano, al agudizar y profundizar las tendencias de fragmentación y desintegración regional. De esta forma, se da un giro hacia una opción norteamericana y un abandono de América del Sur como espacio prioritario de la proyección internacional brasileña.

Para ampliar: Breve análisis de la política exterior de Jair Bolsonaro (2019-2022)

Desde entonces y hasta la llegada de Bolsonaro, Brasil jugó un rol protagónico en las distintas iniciativas orientadas a consolidar a América del Sur como un espacio político y económico. Tras su llegada al poder en 2019, el gobierno de Bolsonaro resignificó el código geopolítico de Brasil, des-sudamericanizando la política exterior y priorizando, en cambio, el ámbito panamericano promovido por Estados Unidos. Siguiendo el planteo de estos autores, los elementos que permiten explicar la desaparición de América del Sur del imaginario geopolítico brasileño y las implicancias de dicho alejamiento hacia la región se encuentran en tres factores explicativos: el alineamiento con Estados Unidos, la consolidación de un nuevo consenso neoliberal y la marginación de Itamaraty en el diseño de la política exterior.

Jair Bolsonaro y Donald Trump, antiguos presidentes de Brasil y Estados Unidos, reunidos en la Casa Blanca.
Jair Bolsonaro y Donald Trump, antiguos presidentes de Brasil y Estados Unidos, reunidos en la Casa Blanca. Fuente: Isac Nóbrega/PR – bajo CC BY 2.0

El sector olavista, imbuido por la ideología de derecha radical, influenció dentro de Itamaraty para impulsar una política de relegamiento de América del Sur como prioridad geopolítica, llevando al gigante sudamericano a un alineamiento con Estados Unidos. Aun así, más allá de este relegamiento sistémico que presenta el bolsonarismo hacia la región, cabe destacar que Bolsonaro llegó a la presidencia en un momento en que la integración sudamericana ya se encontraba en crisis. En efecto, el proceso de disolución de la Unasur había comenzado en abril de 2018. Bolsonaro agudizó las tendencias de desintegración preexistentes, a punto tal de llevarlas al borde de la ruptura y terminar de asumir el imaginario geopolítico tradicional de América Latina, esto es, el de una región periférica en el sistema mundo, marginal en los modelos geopolíticos dominantes y subordinada al proyecto panamericano conducido por Estados Unidos.

El regionalismo y las instituciones multilaterales fueron entrando en crisis, demostrando los límites del propio multilateralismo a la hora de solucionar problemas sin el consenso de los Estados poderosos. El surgimiento de liderazgos i-liberales, síntoma de la crisis del orden liberal internacional, llevó a que se cuestionase la existencia misma de la arquitectura internacional y su propia eficiencia.

Así, en la administración Bolsonaro, se profundiza una des-sudamericanización de Brasil, relegando su participación en los asuntos regionales, y dando así un giro hacia una opción norteamericana. Se opta de esta forma por patrones de relacionamiento por fuera de una lógica multilateral, y un rechazo a la profundización de instancias de integración, que tendrá inexorablemente ecos en la política regional latinoamericana, profundizando así la fragmentación regional.

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