Javier Armando Alonso Pancorbo
En una fría mañana de diciembre de 1941, la armada imperial japonesa atacó la base naval de los Estados Unidos en Pearl Harbor. Este suceso introdujo a los Estados Unidos de lleno en la Segunda Guerra mundial, de la que se había mantenido al margen tanto en el Pacífico como en Europa. En este contexto, Estados Unidos se encontraba presidido por Franklin Delano Roosevelt. El cual, mantuvo durante los primeros años de su presidencia la política aislacionista que heredo del presidente Hoober.
Casi una década antes del ataque, se aprobaron en Estados Unidos las Leyes de neutralidad. En ellas, figuraban una serie de prohibiciones contra los países beligerantes como vender armas para que Estados Unidos no tuviera una postura clara en el conflicto. El presidente Roosevelt quiso convencer a la opinión publica de que un cambio en la política exterior americana era necesario, por tanto, comenzó por conseguir en el parlamento la aprobación para aumentar y mejorar la marina del país.
De tal forma, podemos ver como las políticas presidenciales iban encaminadas a preparar al país para la guerra. Tal hecho podemos verlo reflejado en las leyes aprobadas por el congreso en 1940 con la ley de reclutamiento en tiempos de paz. Pues, “era el momento”, “la nación elegida”, la nación de la democracia tenía un “nuevo destino” y era “liberar al mundo de las manos de los dictadores con ansias de imperialismo” y “devolver” la democracia allí donde se había perdido o en otros casos imponerla como nuevo modelo surgido tras la guerra. Toda esta ideología se ve claramente reflejada en el discurso de las cuatro libertades que ofreció el presidente Roosevelt despertando a la población de su letargo neutral.
Teniendo en cuenta este breve contexto histórico, este trabajo pretende analizar los hechos que acontecieron durante los años del conflicto dentro de las fronteras estadounidenses, donde los valores democráticos y de igualdad que ofrecía la nación norteamericana se vieron violentados al crear “campos de internamiento” para la población americano-japonesa o japoneses de segunda generación a los que se denominó como Nissei.
Margaret Shimada y su familia en la entrada de su barraca en el Campo de Internamiento deTopaz, Utah, 1944.
Fuente: nippon.com
Los Campos
Los campos de internamiento, estuvieron activos de 1942-1948, fruto de un momento: “de extremo placer y de histeria colectiva que se produjo cuando los norteamericanos recibieron un ataque directo en sus tierras. Desde ese momento, se tomaron medidas concretas contra la población de la costa este, quizá se temió por un futuro desembarco de las tropas japonesas apoyado por la población de la misma ascendencia. Por tanto, estas poblaciones fueron reubicadas al interior del país. El flujo de esta emigración comenzó en la Era Meiji donde tuvo lugar la restauración de una ideología que reforzó el nacionalismo japones denominada Tenno dándole relevancia y reconocimiento a la figura del Emperador tanto política, religiosa e ideológicamente en la estructura de poder.
La idea de concentrar a la población de ascendencia japonesa comenzó a materializarse tras el ataque de Pearl Harbor. Fruto de estas políticas podemos ver una de las primeras noticias que recogieron estos hechos, en “The San Francisco News” que nos ayudaran a comprender el pensamiento de la época, En ella, se defendía como la ciudad de San Francisco por primera vez en 80 años se encontraba limpia “de asquerosos japoneses” siendo privados de sus negocios, sus posesiones vendidas y sus cuentas bancarias bloqueadas dejándoles en una situación de pobreza extrema.
En 1941 la sociedad norteamericana sufrió una nueva convulsión, la noticia de un posible levantamiento de la población de origen japones. Esto hizo posible la idea de detener a todos los japoneses de primera generación, pero un comunicado del FBI desmintió tales afirmaciones. Por otro lado, organizaciones como la Legión Estadounidense (veteranos de guerra) y los hijos nativos del dorado oeste, ambas entidades de veteranos de guerra pidieron el encarcelamiento de toda la población quizá fruto del dolor por la pérdida de 2.500 vidas norteamericanas en el ataque a Pearl Harbor.
Junto a estas afirmaciones, William Franklin Knox (secretario de la armada), declaró según fuentes secundarias que el ejército del Japón había llevado a cabo la captación de parte de la población hawaiana convirtiéndola en desleal. Permitiéndoles crear una quinta columna que llevó a Knox a pedir la evacuación de toda la población japonesa ubicada en las islas de mayor superficie que conforman Hawai.
El encargado de llevar a cabo todo este proceso fue el teniente general John L. DeWitt pronunciando su discurso más relevante el 5 de junio de 1943 respecto a los campos de internamiento. En él, expresaba que esta evacuación se había llevado a cabo por necesidades militares y esgrimió como acusación que la mayoría de nissei habían viajado a Japón para recibir adoctrinamiento. Como justificación para el embargo de sus cuentas aludió que miles de dólares habían sido enviados a Japón permitiendo engrosar las arcas japonesas y, por tanto, contribuir a la guerra contra la nación americana, todo ello para mantener medidas anti-espionaje y anti-sabotaje.
Todos estos discursos debieron de terminar calando en el presidente Roosevelt pues pese a la oposición que tuvo en su círculo más próximo terminó por realizar la Orden ejecutiva 9066 autorizando los internamientos durante la II Guerra Mundial. A su vez, exigió la colaboración de países latinoamericanos para enviar a la población japonesa de estos países a los campos de internamiento.
Cabe destacar que, aunque también se usaron estos campos contra alemanes e italianos, el número de detenidos fue menor; en el caso de los italianos además se libraban de ser detenidos los descendientes de italianos nacidos en EE. UU. (no hay que olvidar que la comunidad de origen italiano es una comunidad muy importante dentro de EE. UU.).
El funcionamiento de estos campos lo veremos más adelante pero el más conocido de todos recibía el nombre de Manzanar. Pues el terreno en el que se construyeron los demás campos se caracterizó por ser terrenos pantanosos, pero este se construyó en un terreno duro por sus características ambientales en la Sierra Nevada de California. Cabe destacar que en estos campos no se produjo el asesinato ni la experimentación con seres humanos como en los campos de concentración nazi, más adelante analizaremos como hubo una lucha de conceptos ideológicos para referirse a estos lugares.
Volviendo al Campo del Manzanar, el 21 de marzo de 1942 llegaron los primeros prisioneros, destinados a construir el campo.
Un mes después llegaban 1.000 personas a diario, y en julio la población del campo ya se acercaba a las 10.000, bastantes más de los que podían alojarse en los 504 barracones improvisados para ellos.
Construcción de barracones
Fuente: Anónimo, AP
Cuando los internos querían abandonar los centros, al conseguir un un trabajo fuera de ellos, tenían que contar con una serie de requisitos. Estos eran: aprobar un “examen de comportamiento”, que realizaban los encargados del centro y que el Estado no tuviera ninguna evidencia de que el ciudadano pudiera poner en peligro la seguridad de la nación, que los vecinos donde se trasladara esa familia japonesa no se mostraran hostil a su llegada. Además, los funcionarios se debían sentir seguros con su presencia y cualquier ciudadano japones que saliera del campo debía mantener informado de cualquier cambio de residencia, trabajo, etc al gobierno.
Cualquier negativa de estos requisitos resultaba en la negación indefinida de los permisos, por tanto, solo se tenía una oportunidad para salir de ellos.
Los que allí habitaron en el período que estuvieron activos estos campos no eran fanáticos imperialistas o soldados capturados por el ejército, fueron personas en su mayoría de origen cosmopolita llegada de las grandes ciudades de la costa este, nacidos en América y educados en los valores de la nación como cualquier otro norteamericano. Pero no solo eso, podemos afirmar que la mayoría de estos ciudadanos contribuyeron comprando bonos de guerra aportando densas sumas de dinero a la Cruz Roja para contribuir a la guerra y su único pago fue el aislamiento y la negación de su ciudadanía mediante nuevas leyes en tiempos de guerra.
Modo de vida en los campos
De izquierda a derecha: Bob Takamoto, Bruce Sansui y Mas Ooka en el Manzanar.Fuente: abc.es
Las condiciones de vida que tuvo que soportar la población que allí se internó podríamos
caracterizarla de primitiva en muchos sentidos, pues las construcciones de las casas estaban hechas de cartón y alquitrán, los barracones estaban superpoblados, no contaban con agua corriente y tampoco cocinas.
Comenzaban el día formando a la espera de recibir los alimentos diarios para los cuales podemos establecer la media de 48 centavos (arroz con verduras) según los diferentes datos que se ofrecen. Estos, estaban construidos de forma que pudieran ser autosuficientes, algunos internos se dedicaban al cultivo de verduras, otros cuidaban de animales sobre todo pollos y cerdos. Incluso tenían su propio periódico dentro de los campos. Los prisioneros recibieron trabajo en Manzanar para mantener al campo funcionando. Los trabajadores sin habilidades recibían 8 dólares al mes; los trabajadores con habilidades medias, $12; los trabajadores con habilidad, $16; y los profesionales, $19. Además, todos los prisioneros recibían $3,60 mensuales como complemento para gastos de vestimenta.
Hasta este momento hemos podido ver porque se establecieron los campos, donde y como era su funcionamiento interno. Pero no debemos olvidar que donde se impone la privación
de la libertad siempre encontraremos una pequeña resistencia que se niega a aceptar las condiciones impuestas por el gobierno. Aunque a lo largo del texto no se ha mencionado ningún tipo de incidente en los campos, no debemos sobreentender que los habitantes fueron sumisos y se mantuvieran a la espera del fin del conflicto. Podemos encontrar una pequeña resistencia, así como actores relevantes durante los años de internamiento.
La resistencia y sus líderes
El soldado Ben Hatanaka, de permiso del ejército de Estados Unidos, se sienta bajo el cartel de entrada en Manzanar, durante una visita a familiares encarcelados allí.Fuente: nippon.com
En muchos de los campos se generaron disturbios por los sueldos que percibían como hemos podido ver anteriormente, el mercado negro o por los informadores internos que tenía el propio FBI donde muchas veces la información era falsa y las personas castigadas inocentes. Pero el motín más importante tuvo lugar en el Campo del Manzanar.
Para entender el origen de este motín debemos tener en cuenta que había dos tipos de ciudadanos internados, por una parte, los denominados Kibei (japoneses estadounidenses pero educados en Japón) y la Liga de ciudadanos japoneses estadounidenses (organización consagrada a la lucha por los derechos civiles). Ambas facciones recibieron noticias de que habría escasez de azúcar y carne por el mercado negro que llevaban a cabo los administradores de los campos. Este hecho tiene correlación con el asalto de Fred Tayama (líder de La liga de ciudadanos) del que fue culpado Harry Ueno (Líder Kibei) que fue encarcelado y separado del resto de internos en el Manzanar. Fruto de este conflicto y por el descontento por la corrupción que se mantenía en el área administrativa, cerca de cinco mil personas marcharon hacia el edificio administrativo para pedir la liberación y reintegramiento de Ueno en el campo. Fruto de este conflicto resultaron muertos 10 ciudadanos norteamericanos a manos de su propia policía.
Este fue el mayor conflicto vivido en los campos, pero el mayor drama que vivieron fue cuando se cerraron los campos, pues privados de todo cuanto tenían antes de ser trasladados no tuvieron donde ir y muchos se negaban a marcharse teniendo que ser expulsados por la fuerza. En total, 146 prisioneros murieron en Manzanar.
En los campos, podemos encontrar figuras relevantes que estuvieron ocultas por sus actividades hasta que salió su trabajo a la luz con el fin del internamiento. En primer lugar, Aiko Yoshinaga fue internada con 17 años en diferentes campos. Fruto de ello, se convirtió en activista dedicando su labor a la investigación minuciosa de toda la documentación disponible de las Autoridades de Reubicación. Gracias a esta investigación Aiko descubrió que el gobierno durante la época de guerra había cometido perjurio en la Corte Suprema (1944), pues encontró diferentes casos donde se planteó la inconstitucionalidad de las reubicaciones y el internamiento.
Fotógrafo Toyo Miyatake. Fuente: Toyo Miyatake Studio
El gobierno destruyó y falsifico diferentes pruebas y ocultó información para que el proyecto de los campos fuera aprobado. Esta investigación cristalizó en la base como apoyo para pedir compensaciones y reparos por los daños sufridos por el internamiento durante la guerra.
Por otro lado, tenemos a Toyo Miyatake, fue el único fotógrafo de los campos y gracias a él tenemos testimonio visual de lo que allí aconteció.
Debates en torno a los Campos
El confinamiento de esta parte de la población americana terminó con la Orden 4417 firmada por el presidente Gerald R. Ford. Pero el tema siguió teniendo repercusión entre los historiadores y las fuentes documentales. ¿Qué denominación se le puede dar a estos lugares de confinamiento? En los documentos oficiales que he consultado para la redacción de este ensayo se refieren a ellos como campos de internamiento, si es un texto de alguien que parece estar de acuerdo con las medidas que se tomaron reciben el nombre de campos de reubicación y otros hablan directamente de campos de concentración.
La Comisión sobre Confinamiento y Reubicación de Civiles durante la Guerra creada por el Congreso de los Estados Unidos explicó en un informe de 1983 acerca de la denegación de justicia su decisión de llamarlos campos de reubicación con estas palabras:
La Comisión ha mantenido por lo general los términos y frases tal y como fueron entonces empleados, en un esfuerzo por reflejar adecuadamente el contexto de la época y evitar la confusión y controversia que una nueva terminología podría provocar. Dejamos al lector que decida por sí mismo hasta qué punto la retórica de la época confirma la observación de George Orwell: En nuestra época, el discurso político consiste por lo general en la defensa de lo indefendible… Así el lenguaje político está repleto de eufemismos, peticiones de principios y oscura vaguedad.
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