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Los bicentenarios de las independencias latinoamericanas y el papel de España (II)

Primera parte / Segunda parte

La segunda recepción de los bicentenarios (2021-2025)

En esta ocasión las celebraciones han tenido aun menor coordinación, con la pandemia y las crisis políticas internas que vive cada país ha habido poco tiempo para mirar hacia fuera de lo nacional. En el caso de Perú vivió el año del bicentenario sumido en una profunda crisis política con una polarizada campaña presidencial entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo. La celebración el 28 de julio se hizo coincidir con la toma de posesión del nuevo presidente Pedro Castillo, que esta tratando de impulsar la vía constituyente. Pero algo que puede destacarse, a diferencia de los anteriores bicentenarios, fue la participación de los reyes de España en los festejos como invitados.

El presidente de Colombia, Iván Duque; el expresidente de Bolivia Evo Morales; el rey de España Felipe VI; el mandatario ecuatoriano Guillermo Lasso; el presidente de Chile, Sebastián Piñera; y el presidente de Bolivia Luis Arce, asisten a la ceremonia de Investidura del presidente entrante de Perú, Pedro Castillo | Foto Agencia EFE

En Centroamérica, por otra parte, el bicentenario tiene por su propia naturaleza un sentido más regional e integracionista que invitan a reflexionar en torno a figuras históricas como José Cecilio del Valle, pero en general sobre la región, su identidad, su futuro y el cambio de época que vive en estos momentos. Lo cierto es que desde 2014 el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) se encuentra “en una nueva fase de atonía provocada por la pasividad de los estados miembros y la frustración ante los resultados de la Conferencia Internacional de apoyo a la ESCA y ante la falta de eficacia de los proyectos y políticas regionales”. La ESCA es la estrategia de seguridad de Centroamérica, un instrumento que aspira a orientar las acciones coordinadas que en materia de seguridad adopten los países de la región.

El anterior marco de cooperación en los Acuerdos de Esquipulas (en los años 1980) permitió reducir la injerencia externa y dar una solución a los conflictos de Nicaragua, El Salvador y Guatemala mediante procesos de paz con la construcción de estados más inclusivos. Pero al mismo tiempo este proceso formó parte de la implantación de un nuevo modelo neoliberal “excluyente que sigue condicionado por los intereses de las élites”. Este modelo, traído con el Consenso de Washington de ajustes estructurales fue la respuesta a la crisis del modelo agroexportador basado en la sustitución de importaciones.

En 2021, ante los bicentenarios y los retos que ha planteado la pandemia, parece claro que es un momento oportuno para plantear un nuevo marco regional para Centroamérica; con el agotamiento de Esquipulas y la evidente crisis del modelo neoliberal. Por eso algunos autores plantean que: “Doscientos años después de la independencia, Centroamérica tiene la oportunidad de reinventarse y conseguir que esta coyuntura de cambio la lleve a un marco de instituciones inclusivas que garantice un bienestar suficiente para todos”.

Además, los desafíos de los Estados centroamericanos son comunes, desde la corrupción de las élites al crimen organizado, la pobreza o la migración hacia Estados Unidos. Y “los Estados no han desarrollado las capacidades e instrumentos necesarios para convertirse en mediadores efectivos de los intereses, aportando los equilibrios en la construcción del interés general”. En Guatemala el presidente consiguió eliminar la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) de la ONU. En Nicaragua las últimas elecciones se vivieron con toda la oposición perseguida. En Honduras la elección de Xiomara Castro marca un punto de ruptura con los corruptos gobiernos del Partido Nacional, muy vinculados al narcotráfico, pero a principios de enero de 2022 ya estabamos viendo una crisis institucional.

Los Jefes de Estado y de Gobierno asisten a la ceremonia e inauguración de la XXVII Cumbre Iberoamericana que tuvo en el centro de su agenda los bicentenarios de Centroamérica | Foto Casa Real española

El bicentenario presentaba antes de la pandemia una oportunidad para definir una nueva hoja de ruta para Centroamérica, tarea que se hace ahora aún más urgente pues la Covid-19 ha demostrado de manera aún más clara las necesidades de cambio de la región. El propio Secretario General del SICA, Vinicio Cerezo lo planteaba en su Carta por el Futuro de la Integración Centroamericana con varias propuestas. Así lo han expresado también otros autores en que “el escenario post pandemia de los próximos años invita a trabajar con una agenda de objetivos factibles, progresivos, sin planteamientos maximalistas y jugando con una articulación flexible pero explícita de intereses y competencias que permita aclarar las funciones y competencias de las instituciones regionales y de los países miembros en este marco”.

Por último, en el año 2021 México celebró otra de las fechas clave con el Bicentenario de la Consumación de la Independencia de México en conmemoración de la entrada del Ejército Trigarante en la Ciudad de México. Pero este acontecimiento estuvo marcado por otro aniversario, el de los 700 años de la fundación de Tenochtitlan y los 500 años de la caída de la capital de la civilización azteca México-Tenochtitlan. El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) utilizó este momento, bautizado como “500 años de Resistencia Indígena” para reclamar de nuevo que España pidiese disculpas por los desmanes de la conquista.

Como fruto de esta política de López Obrador, que busca energizar una base social junto a las celebraciones como parte de su proyecto de la Cuarta Transformación, España fue el gran ausente en los actos conmemorativos de los 200 años de la independencia de México. Esto ha llevado a que se resienta las relaciones hispano-mexicanas, a pesar de los intentos posteriores de AMLO de repararlas con el nombramiento de un nuevo embajador en Madrid.

Como parte del año 2022 que entra se debe reseñar a Brasil, que celebrará este año su bicentenario de independencia en medio de unas elecciones presidenciales cruciales. Como instrumentalice las celebraciones el presidente en el cargo Jair Messias Bolsonaro tendrá especial relevancia. Se debe tener en cuenta la amenaza de golpe ante la profunda crisis institucional y las consecuencias de la pandemia en el país. También la vuelta de Lula da Silva al ruedo político tras su periodo en prisión preventiva por los cargos de Lava Jato.

El papel y los intereses de España ante los bicentenarios

El papel de España en los bicentenarios comienza desde el sector privado en 2001, con la Fundación de Estudios Históricos Mapfre Tavera, y alcanza el nivel institucional poco después siendo política de Estado. Madrid fue así de los primeros países en plantear la celebración y dar un impulso amplio a los bicentenarios por encima del ámbito nacional gracias a los organismos del sistema iberoamericano. Fue en el contexto de las cumbres iberoamericanas, en los márgenes de una Conferencia Iberoamericana de Ministros de Cultura, dónde surge el Grupo Bicentenario.

Esta es sin duda una muestra de la influencia e importancia que han tenido y siguen teniendo las Cumbres Iberoamericanas. Desde la Cumbre de Guadalajara de 1991 este es un organismo que ha demostrado una gran resiliencia a pesar de los profundos cambios políticos que se han producido en Latinoamérica en sus tres décadas. Es una institución al margen de otras panamericanas como la OEA que ha conseguido a grandes rasgos mantenerse despolitizada y sin incidentes, salvo por el ‘¿por qué no te callas?’ de Juan Carlos I en la cumbre de Santiago de 2007. Esta presencia e importancia de Comunidad Iberoamericana de Naciones se ha podido ver en la reciente elección del canciller chileno, Andrés Allamand Zavala, como nuevo Secretario General Iberoamericano en una reñida votación.

Continuando con los bicentenarios, el Gobierno español trató de «iberoamericanizarlos» mediante una celebración conjunta de los procesos de independencia que incluyese tanto a España como a América Latina. La propuesto de «Iberoamérica: Doscientos Años de Convivencia Independiente» fue similar a la de 1992 por el 500 aniversario de la Conquista de América «Encuentro de Dos Mundos». Pero este intento de “unir en una sola conmemoración los eventos de la península y del continente americano (…) mediante la creación de una instancia conmemorativa común, denominada Comisión Iberoamericana para los Bicentenarios (tal como funcionó el V Centenario de la invasión) (…) fue frenado en seco por el Grupo Bicentenario, que no permitió que se creara esta instancia paralela que introducía una profunda distorsión en el sentido del Bicentenario”.

Después de que se cerrara la puerta a esta propuesta en 2007 el Gobierno español optó por un cambio de estrategia diplomática optando por el «acompañamiento». Cada nación latinoamericana tendría sus propias “agendas conmemorativas transformándose en protagonistas y dejando solo en un segundo plano la actuación de España y Portugal”. La decisión de tomar esta estrategia se debió a que España no podía tomar el riesgo de quedar aislada, ni intentar situarse por encima de quienes celebraban sus propias independencias. Pero a pesar de la derrota sobre «iberoamericanizar» los bicentenarios España logró a su vez situarse como miembro pleno del Grupo Bicentenario en 2009 con un acto institucional en la Casa América bajo la presidencia de los Reyes.

La razón de este gran interés de la diplomacia española por ser partícipe de estos eventos se debió en primer lugar a sus objetivos geopolíticos por convertirse en una potencia global, aunque de tamaño medio. Para España el pivote que le puede permitir alcanzar esa posición no es otro que América Latina y los vínculos políticos, culturales y económicos que tiene con la región. Es por esta razón que desde 1982 la diplomacia española ha tratado de potenciar la «relación especial» con América Latina según lo establecido desde el Palacio de Santa Cruz, pues es lo que le permitiría a Madrid aumentar su influencia en el ámbito global a través de instituciones como la Unión Europea. El instrumento de poder blando para conseguir demostrar su peso en América Latina y situarse como interlocutor de los intereses de estos países es el concepto de «comunidad iberoamericana».

He ahí el verdadero interés de la Moncloa por aumentar su peso en las celebraciones y si fuera posible darles un sentido iberoamericano. Otra de las ideas asociadas a esta política exterior de España es el concepto de un «Nuevo Occidente» con la adhesión de América Latina. Lo que coincide con el proyecto de establecer una relación triangular España-Iberoamérica-Unión Europea. Sin embargo, los éxitos de esta política no son plenos por varias cuestiones. En primer lugar, América Latina no es homogénea, y por más que haya un idioma compartido el recorrido histórico de cada país es único, por lo que esta idea de una patria compartida que intenta impostar un sentimiento iberoamericano se encuentra con muchas dificultades.

Presencia de multinacionales españolas en América Latina | Gráfico de La República (abrir en una pestaña aparte para ampliar la imagen y ver mejor)

En segundo lugar, hay dos tendencias que confluyen en Latinoamérica. Por un lado, el aumento de la multipolaridad en las relaciones internacionales, Europa y Estados Unidos ya no son los únicos socios comerciales ni diplomáticos para los Estado Latinoamericanos, que encuentran en países como Rusia, China, India, Turquía o Corea del Sur nuevos socios. Por otro lado, la gravedad de la economía mundial se está desplazando del Océano Atlántico a la Cuenca del Pacífico, donde se encuentran ya las mayores economías del mundo con el auge de China como nueva gran potencia mundial. En conclusiones podemos ver una diversificación de los polos de interés de los países latinoamericanos. En este contexto Latinoamérica se presenta como un escenario decisivo en la geopolítica si España y la Unión Europea no quieren ser desplazados por las potencias emergentes.

Por esta razón, los bicentenarios adquirieron tanta importancia para la política exterior española, que además se encontraba en un proceso de reorganización para alcanzar ese objetivo de «potencia media de alcance global», estrategia en la que las relaciones con América Latina son el punto pivote para dar ese salto. Esta idea seguiría además la misma estela que siguieron las multinacionales españolas en su proceso de internacionalización, utilizando los mercados latinoamericanos para conseguir una proyección internacional. Empresas como Telefónica, Santander, BBVA, Repsol o Naturgy entre muchas otras adquirieron su posición mediante la compra a saldo en subastas públicas de empresas estatales privatizadas durante los años 1990.

La estrategia diplomática y empresarial española, que van de la mano en el Estado como garante de los intereses de sus monopolios en el extranjero, tiene como piedra angular presentar esta amplia presencia en el mercado latinoamericano como natural. De ahí la insistencia en la Comunidad Iberoamericana o la idea de que “España es una nación americana” que dijo Felipe VI en Harvard. La imagen de la marca España es por lo tanto imprescindible para acompañar a la labor de estas empresas y que su implantación sea apoyada por la sociedad, pues siempre existe el peligro de renacionalizaciones o de los discursos del «nuevo colonialismo español» o de los «nuevos conquistadores». Para proteger a sus empresas de estas críticas el Estado español ha desarrollado nuevas estrategias en la que se pone énfasis en la labor social y medioambiental de las multinacionales. Pero desastres ecológicos como el reciente de Repsol en Perú con el derrame de seis mil barriles de petróleo no ayudan a mantener esa imagen.

En el actual contexto global, con el aumento de la presencia de China en Latinoamérica, incluso en una región tradicionalmente cercana a Taiwán como Centroamérica, el Estado español necesita redoblar sus esfuerzos si quiere continuar teniendo una posición privilegiada, ya en 2010 se señalaba que:

“El Gobierno debe respaldar la proyección económica exterior de España, pero también debe promover entre las multinacionales españolas la idea de una mayor responsabilidad social. Si las compañías españolas, actuando conjuntamente con el Gobierno, no comienzan a desarrollar iniciativas que muestren cierto compromiso social (más allá de la mera creación de empleos), los gobiernos latinoamericanos pueden plantearse que da igual recibir el capital español que el de China, que hoy es con diferencia el más pujante” (negrita propia).

Y si en 2010 ya había avisos, en 2020 con la pandemia se pueden ver los resultados del avance de China:

“Con el objetivo de reducir deuda, Naturgy —que entró en Chile en 2014— vendió en noviembre de 2020 su participación en CGE Chile por 3.000 millones de dólares a la empresa china State Grid Corporation of China (SGCC), que ya tiene numerosas inversiones en Brasil. La agresividad de las inversiones chinas en Latinoamérica en electricidad, banca o start-ups se ha hecho sentir con fuerza en los últimos 10 años. China es ahora un nuevo competidor, desconocido hasta hace poco. Aparte de SGCC, la petrolera Sinopec, el Industrial & Comercial Bank of China (ICBC) o las tecnológicas Tencent y Huawei han llegado a América Latina para quedarse. Compiten con las españolas, como es el caso del banco ICBC en Argentina o Brasil”.

En conclusión, los bicentenarios se presentaron como una oportunidad para el poder blando español en avanzar sus intereses en la región. Si bien el gobierno no consiguió la difícil tarea de imponer su agenda, si consiguió mantener un buen perfil, evitar ataques a sus intereses y formar parte de los procesos de celebración situándose como un actor de interés para la región.

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