Primera parte – Segunda parte
La cuestión de la guerra de Ucrania ha tenido sus ecos en la política europea. La fatiga no se contempla solo en la ayuda militar y la escenificación diplomática con Ucrania, Moldavia o Georgia. El enfado de los Balcanes y la crisis política fuera de ellos también llegaban como consecuencia de la guerra de Ucrania. La inestabilidad retornaba a su curso normal en países como Italia o Bulgaria. El primero de ellos se encontraba directamente relacionado con Ucrania.
Tras semanas y meses de tensiones internas, el 21 de junio se rompía el Movimiento 5 Estrellas (M5S) en Italia. El ministro de Exteriores del gobierno de cuasi-concentración de Mario Draghi, Luigi di Maio, anunciaba su abandono del M5S para liderar su propia formación, Insieme per il futuro (Juntos por el futuro) de carácter institucional, moderado, europeísta y atlantista. El movimiento presumía así la continuidad con el proyecto de Draghi y la competición futura con sus antiguos compañeros del M5S. La tensión se vivía dentro del partido entre los moderados y los que querían sobrepasar el límite de dos mandatos autoimpuesto por el M5S, frente a los más cercanos al entorno del fundador, Beppe Grillo, y del fichaje del ex primer ministro Giuseppe Conte.
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Un grupo de senadores pertenecientes al segundo sector pretendía presentar una propuesta para frenar el envío de armas a Ucrania, soliviantando a los primeros. Aunque finalmente no se presentó, la tensión de los últimos meses se transformó en rumores sobre la expulsión de Di Maio, que acusaría a su partido de romper con los valores de UE y OTAN, poniendo en riesgo la seguridad de Italia en favor de Putin. También se ha contemplado que la propuesta sobre Ucrania haya sido empleada como pretexto para una ruptura que ya venía fraguándose por desavenencias internas. Finalmente con la salida anunciada del partido de Luigi di Maio, más de una cincuentena de diputados y una quincena de senadores se marchaban también al nuevo grupo. El gobierno de Draghi seguía contando con solidez parlamentaria pero la inestabilidad típica de Italia asomaba al señalar Di Maio que la Liga era ahora la fuerza principal de la coalición, en detrimento del M5S, y Salvini en que Di Maio quizá no debería seguir ocupando un puesto tan relevante como el de Exteriores representando ahora a la quinta fuerza de la coalición. Draghi quedaba ligeramente más débil, con una posible reestructuración de su gabinete en ciernes y con el riesgo de depender a nivel parlamentario de la Liga, presionada desde dentro para ganar peso político frente a Fratelli d’Italia, el único partido de oposición.
Prácticamente quedaba un consenso en torno al apoyo a la política de la UE y la OTAN sobre Ucrania que abría una incógnita sobre el parecer del M5S en el futuro inmediato. Pero la búsqueda de esta clase de consensos era un objetivo en todos los países, siendo más destacado en los países más cercanos a Estados Unidos como España, Polonia o Reino Unido; y menos claro en los países que han llevado la línea europea durante años, como Francia o Alemania. Sin embargo, los únicos países donde se han vivido movilizaciones en las calles de valor significativo en favor de Rusia son Serbia y Bulgaria.
Además, en Bulgaria se desató una importante crisis política con la ruptura de la coalición de cuatro partidos que trató de mantener a Boiko Borissov fuera del poder, del partido conservador GERB. El partido regeneracionista ITN sacó a sus ministros del gobierno por la cuestión irresuelta de Macedonia y por la falta de partidas presupuestarias para sus propósitos sociales. ITN criticaba que las medidas del gobierno de Kiril Petkov solo aumentarían la inflación, que ya venía disparada en toda Europa. El caso búlgaro ofrecía una inflación interanual del 14.4% en abril y del 15.6% en mayo, representando una de las más disparadas del continente. Aunque Petkov logró sacar adelante algunas medidas presupuestarias, finalmente caería en una moción el día 22 de junio, pero pretendía reeditar su gobierno en minoría con los socialdemócratas y los liberales para evitar unas nuevas elecciones. La situación agravada por las sanciones europeas a Rusia ante su invasión de Ucrania exacerbó los ánimos parcialmente congelados por la crisis con Macedonia del Norte. Pero en el contexto de las tensiones y la fatiga europea, los sondeos advertían de que las fuerzas euroescépticas y partidarias de un entendimiento con Rusia crecían hasta duplicar sus previsiones de voto en el escenario de un adelanto electoral. Sería vital para evitar la grieta europea por Bulgaria el cierre de la negociación con Macedonia, permitiendo obtener un balón de oxígeno a Petkov.
La cuestión macedonia sería clave puesto que se habría roto la vía de la adhesión que Bulgaria se había comprometido a hacer avanzar. La tensión siguió creciendo dentro del gobierno de Skopje tras haber perdido terreno tanto desde el partido oficialista SDSM (Unión Socialdemócrata de Macedonia) como desde sus aliados albaneses en las principales ciudades del país en noviembre. Es relevante señalar que el gobierno de Zoran Zaev cayó por el carácter plebiscitario de las elecciones locales tras un periodo de dos años después de que el Consejo Europeo bloquease el proceso de adhesión normacedonio. En enero llegó al poder Dimitar Kovacevski, sucediendo desde el mismo partido a Zaev. Pero sus socios liberales amenazaron con abandonarle si se cedía en posiciones clave ante Bulgaria. Finalmente dos días después de la caída del gobierno búlgaro, el parlamento levantaba el veto para la apertura de negociaciones con Skopje a cambio de la garantía europea de que Macedonia cumpliría con las demandas búlgaras. A pesar de ello, Macedonia del Norte puso sus límites en la identidad de la lengua macedonia, la negativa a cambiar su Constitución previamente al inicio de negociaciones y en que Bulgaria no realice nuevas peticiones. Frente a ello, los nacionalistas búlgaros buscaban un reconocimiento de la minoría búlgara o de la identidad búlgara en cuestiones políticas, lingüísticas e históricas vinculadas a Macedonia del Norte. Cualquier acuerdo de este calado podría suponer un shock como el firmado con Grecia para el cambio de nombre oficial del país.
La Unión Europea veía así la esperanza de un desbloqueo no tan lejano a la cuestión de Macedonia mientras se abrían grietas potencialmente fuertes en Alemania, Hungría, Bulgaria y, en menor medida, Italia. Las candidaturas oficiales de Ucrania y Moldavia quedaban como una escenificación sin posibilidades inmediatas, la de Georgia se alejaba ante el equilibrio tan complejo que adolecía con Rusia y continuaba la presión sobre Serbia. Belgrado debía sumarse a los paquetes de sanciones contra su gran socio, Rusia, mientras se les presionaba por un arreglo con Kosovo. El camino euroatlántico de Pristina también estaba bloqueado, igual que el de Bosnia y Herzegovina, tensionado tanto por Serbia-Kosovo como por Croacia. Albania representaba la primera voz contraria a seguir bloqueando a los Balcanes mientras se daban gestos hacia Ucrania, por ejemplo.
Para ampliar: La Segunda Balcanización (I): Bosnia y Herzegovina, protectorado europeo
Pese a que el fuerte peso del apoyo con armas a Kiev pesaba entre sectores crecientes de la política alemana o italiana, el factor determinante era el efecto rebote que mostraban sobre Europa las sanciones contra Rusia. Capas cada vez más extensas de Francia apoyaron opciones contrarias a una ruptura con Rusia –más de un 40% de voto a Le Pen- por la creciente crisis energética y alimentaria en el continente. Sin embargo, los efectos más destacados estarían por llegar al Magreb y Oriente Medio. Aun así, Francia y Alemania se irían abriendo a una solución negociada. Que la tempestad pasase cuanto antes y poder recuperar las relaciones de pragmatismo comercial de Merkel, pero con el tono atlántico que añadía Die Grünen. El ejemplo de la supermayoría renovada y reforzada en Hungría podía calar en países como Bulgaria y es que Orbán logró hacer virtud de su principal flaqueza, la cercanía que había mostrado con Putin. El mensaje de que su pactismo y su descontento con ciertas sanciones mantendría a Hungría alejada de la guerra caló entre el electorado. Pero las medidas sociales que permitía el Estado de Emergencia en Hungría para el control de precios amenazaba con desabastecimientos, que el gobierno trató de atajar. A pesar de todo, Budapest pudo evitar con su intervencionismo que su base social se rompiera por la inflación rampante que llegaba al 10’7% en mayo. Su mano se reforzó más si cabe cuando Hungría logró una exención al embargo petrolero que garantizase su flujo desde Rusia mediante oleoducto o por vías sancionadas si se imposibilitaba la primera.
Las grietas asomaban y los candidatos seguirían apareciendo en un rosario de datos inflacionarios (interanuales) que superaban los dos dígitos en mayo en República Checa (16%), Rumanía (14’5%), Eslovaquia (12.6% en mayo y 12.5% en junio), Grecia (11.3% y 12%) o Croacia (10.8%). Estonia (20% y 22%), Letonia (16.9% y 19%), Lituania (18.9% y 20.5%) y Polonia (13.9%) superaban algunos de estos datos pero su implicación geopolítica particular frente a Rusia les hacía ser partidarios incluso de sanciones más duras, medidas que sobrepasasen las líneas rojas de Rusia e incluso de operaciones militares en Ucrania o el bloqueo de Kaliningrado. Fuera de carta se encuentra el Reino Unido, con su peor dato en 40 años (9.1%), como uno de los actores más fuertes frente a Rusia pero más débiles a nivel interno, con una legislación lista para reescribir unilateralmente el Protocolo de Irlanda del Norte, tensionar su relación con Bruselas y dejar caer a su líder entre los escándalos de las fiestas ilegales. Pero el problema en Europa solo crecería, asomando en junio datos de inflación interanuales de récord casi en 4 décadas, como el caso británico, para España (10.2%). Los datos de ese calibre no se circunscribían solo al flanco oriental, con Bélgica (10.5%) o Luxemburgo (10.3%) marcando también datos de doble dígito en junio.
Toda esta crisis en la cadena de suministros y el precio de los bienes se retroalimentaba con varias crisis locales como las mencionadas y el desplome de los marcadores como consecuencia de las sanciones energéticas. El mejor ejemplo es el desplome del euro hasta acercarse a la paridad con el dólar, el del barril de petróleo después de una gran escalada, manteniendo altísimos precios de la energía que amenazaban a Europa, y los datos de inflación. Entre las crisis locales destacaban las protestas de agricultores en Italia, Polonia, Alemania y, sobre todo, Países Bajos. Esta última logró el bloqueo de infraestructuras y el desabastecimiento, endureciendo el efecto de la inflación y la rotura de la cadena de suministros por las sanciones, la crisis post-pandemia y la guerra en sí. Pero la causa proximal era la intención del gobierno liberal neerlandés de reducir drásticamente las emisiones de nitrógeno, suponiendo el cierre de gran parte del sector agrícola. A esto había que sumar la huelga que se vivió en el sector gasístico en Noruega, que hizo temer en Europa por la imposibilidad de acudir a los mercados alternativos al ruso, que se pretendía sancionar. Como se ha visto, las voces en Alemania crecían, desde antiguos cuadros de Die Linke se decía que las sanciones contra Rusia eran insostenibles para Alemania mientras la balanza comercial ofrecía datos temibles para la burguesía industrial, escuchándose voces temerosas en AfD y estados como Sajonia, con un déficit comercial por el mayor coste de la energía. A petición del vicecanciller de Die Grünen, Robert Habeck, Canadá se disponía a facilitar la turbina de Siemens que Gazprom requería para aumentar la operatividad del gasoducto Nord Stream 1, tiempo en el cual se cerraría el gasoducto principal del Báltico. Todo se seguía moviendo en Alemania y cualquier crisis por un factor local podía resucitar los efectos más duros de las sanciones en economías interconectadas, asomando el fantasma de la recesión en toda Europa si hasta Alemania veía venir balanzas negativas.
Ucrania podría resistir mientras contase con el apoyo cerrado y creciente de Occidente, cuestión que cabía poner en duda por la actitud de Berlín e incluso los retrasos y menores remesas estadounidenses, pero también a causa de la fatiga que las sanciones estaban causando en la Unión Europea. Y que parecía ir en aumento si no se conseguía un control de los precios del petróleo, un tope al precio internacional para dejar de comprar crudo ruso refinado y encarecido por terceros países, o un aumento de la producción. Macron descartó en una conversación con Biden la posibilidad de que Emiratos Árabes Unidos fuese a incrementar sustancialmente su producción, así que en cuanto entrase en vigor el embargo petrolero a Rusia, este se sumaría al de carbón y podría coincidir con un decrecimiento sustancial de las importaciones de gas natural. El lento pero abierto camino al apagón nuclear y la falta de desarrollo de las energías alternativas dejaba el camino de la fatiga abierto si no se lograba un respiro en la cadena de suministros y en la crisis inflacionaria que todavía tenía recorrido por delante. Para el cese de la escalada, aun con muchos líderes europeos dispuestos a asumir las consecuencias, era necesaria una negociación seria entre Rusia y Ucrania, imposible mientras ambos actores siguieran en posicionamientos de juegos de suma cero.
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