La frontera imposible: Artsaj – Transcarpatia
Escrito por Alejandro López.
Se han cumplido 100 años de la firma del Tratado de Trianón, que dividió el Reino de Hungría surgido tras la caída del Imperio Austrohúngaro en la I Guerra Mundial. Las heridas de aquel tratado aún hoy dejan huella en Europa, sobre todo en los Balcanes y en los Cárpatos. La región de Transcarpatia mantiene su designación actual pero solapa parcialmente con otros territorios históricos de compleja adscripción fronteriza, como Rutenia o Gallitzia.
¿De dónde viene la disputa?
Ya ha pasado más de un siglo desde que, en 1919, el Tratado de Versalles acabara con dos grandes imperios como fueron el Imperio Otomano y el Imperio Austrohúngaro, confirmado con Austria en el Tratado de Saint-Germain-en-Laye (1919), con Hungría en el Tratado de Trianon (1920) y con Turquía en el Tratado de Sèvres (1920) –que no entraría en vigor y sería enmendado por el Tratado de Lausana (1923)-. Con aquellas rupturas surgieron muchos de los Estados que componen la Europa actual y se produjo el advenimiento de los conflictos multiétnicos que, en pleno siglo XXI, siguen lejos de resolverse.
Los intentos de convivencia en la Europa mixta del siglo XX chocaron con la II Guerra Mundial en Europa occidental, mientras que en la Europa oriental el mayor problema llegó con la deriva nacionalista de muchos regímenes en vías de su aperturismo o en contrarrevoluciones de corte neofascista o liberal-nacionalista. Con este panorama nacionalista, en mayor auge desde las crisis económicas de 2008 y 2012, Europa oriental se encuentra un mapa étnicamente mixto pero con gobiernos parciales que aspiran a la homogeneidad étnica, recordando el final de las Guerras de los Balcanes. Aunque la idea de la Gran Hungría ha sido tan fuerte en la región como controvertida tras la atomización estatal y nacional de los restos del Reino de Hungría y la antigua Austria-Hungría.
¿Qué región es Rutenia?
Rutenia es un término que ha cambiado su identificación territorial con el tiempo, pasando de la extensión en la Rutenia Blanca (Bielorrusia) a parte de la actual Ucrania, situada en el extremo occidental de la misma. La partición del Reino de Hungría en el siglo XX concedió a Checoslovaquia en el periodo de entreguerras la ya reducida región habitada por los rutenos o rusinos. Para los húngaros y checoslovacos la región era conocida como Sub-Carpatia (Rus o Ucrania Subcarpatia) mientras que para los rusos y ucranianos era conocida como Trans-Carpatia, al atravesar la cordillera de los Cárpatos.
La región se encuentra parcialmente subsumida en otro territorio sin Estado como es Gallitzia o Galicia, que solapa en su parte ucraniana pero extiende su identidad hasta el sureste de Polonia. La región se dividió entre Polonia y Ucrania con la caída del Imperio Austrohúngaro. En cualquier caso, la población rusina de Rutenia lo que buscaba era autonomía frente a la política húngara de asimilación cultural magyar. La población residente en Norteamérica presionaba para una independencia en unión con la Galiltzia bajo dominio polaco y la adyacente región de Bukovina, de población rumana en Ucrania.
La complejidad de tal aspiración se vio convertida en la aspiración por la anexión a Checoslovaquia ya que permitiría alcanzar esa autonomía al conformar una región propia junto a Bohemia, Moravia y Eslovaquia. Pero desde la zona checa se limitó tal posibilidad. A pesar de ello, Rutenia logró un gran desarrollo a nivel de infraestructuras y a nivel sociocultural bajo el gobierno checoslovaco, sobre todo al permitirse el uso de la lengua ucraniana.
En la Eslovaquia austrohúngara la población húngara llegaba al 30%, pero en el este también quedaron otras etnias una vez cayó el Reino de Hungría, a saber una gran población germana remanente del Imperio Austrohúngaro y una importante población rusina como etnia principal. La zona de la actual República Checa, además, había sido ocupada por la Alemania nazi tras la crisis de los Sudetes y el apaciguamiento de las potencias occidentales, abarcando completamente el país en mitad del impulso por la germanización de Centroeuropa.
¿Qué ocurrió con la población?
El paso de Austria-Hungría a Checoslovaquia y, posteriormente a Alemania traería un nuevo cambio poblacional. La región checa de Checoslovaquia quedó en manos germanas mientras Eslovaquia –incluyendo Rutenia- fue dividida entre la Hungría colaboracionista y un Estado títere eslovaco. Polonia obtuvo algunas partes pequeñas de Silesia. Pero con respecto al territorio que nos ocupa, Rutenia declararía su independencia en la breve República de Cárpato-Ucrania (1939), hasta que fue anexionada por Hungría, país que ya se había adjudicado una pequeña parte de la región rutena antes de anexionarla por completo. Así que esta mezcla étnica fue abordada por el gobierno de Checoslovaquia en el exilio, quien ordenó la deportación de 2’6 millones de ciudadanos a Alemania, Austria y Hungría mediante los Decretos de Beneš.
Tras la guerra, Checoslovaquia quedó como un Estado más homogéneo étnicamente frente a los invasores como consecuencia de la limpieza étnica. En pleno siglo XXI siguen las disputas sobre los célebres decretos. El Presidente de la República Checa, Miloš Zeman, asegura que no se contempla la revocación simbólica de los mismos, para no abrir las puertas a posibles reclamaciones de restitución, así como se argumenta que muchos países de Europa realizaron movimientos de población durante el siglo XX.
Por su parte, Eslovaquia, reafirmó en 2007 los decretos de Beneš en el Parlamento ante la oposición del SMK-MKP, la minoría húngara. Hungría, por su parte, aseguró que se tensarían sus relaciones con Eslovaquia. Sin embargo, desde 2004 con la entrada de los países del grupo de Visegrado en la Unión Europea –Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia-, la sintonía no ha decaído gravemente.
¿Por qué se descongela la cuestión de Transcarpatia?
El territorio habitado por los rusinos fue anexionado por la Unión Soviética dentro del Oblast de Zakapartia (Transcarpatia) de la RSS de Ucrania, llegando hasta nuestros días. Con el tiempo, la población rusina fue asimilada a su terminología étnica ya que son el pueblo eslavo de los Cárpatos y se consideran mayoritariamente “ucranianos” de los Cárpatos, a pesar de quedar una minoría de esa población asentada en Rutenia que sigue considerándose “rusina” (<1%).
A pesar de que el choque por la región se centra en la población húngara, es importante señalar que varios países consideran a los rusinos una etnia diferenciada. Sin embargo, existe controversia aún sobre la adscripción de esta etnia y su estatus dentro de los pueblos eslavos. La relevancia actual de la cuestión rusina reside en el creciente nacionalismo ucraniano desde antes de la caída de la URSS. Ucrania reconocía la etnia rusina pero desde 2008 se viven choques en pro de la “integridad territorial ucraniana”. En la historia reciente, el conflicto con la población húngara ha seguido coleando, pues la principal oposición al ingreso de Ucrania en las instituciones internacionales occidentales viene de parte de Hungría.
Tras el golpe del Maidan en Ucrania en 2014, su acercamiento a la órbita occidental ha sido continuo. Pero una de las principales leyes del nuevo gobierno ucraniano fue la que eliminaba los derechos lingüísticos –sobre todo en la educación- de las minorías étnicas. La medida fue impulsada en el marco de la lucha contra la influencia de Rusia y para reafirmar la identidad ucraniana, como parte del programa nacionalista, pero afectó también a la minoría húngara que vivía en Rutenia y otras zonas de la Transcarpatia ucraniana, hasta 150.000 personas. También hubo protestas desde Rumanía y Bulgaria. Según Newsru, también a raíz de la ruptura entre Ucrania y Rusia en 2014, algunos rusinos habrían buscado que Rusia apoyase su autonomía frente a la ultraderecha ucraniana. Estos pequeños movimientos sentaron las bases para que Ucrania les acusase de separatismo. Rusia intercedió en este contexto pero solo sobre Crimea y Sebastopol de manera directa, ya que eran étnicamente rusos casi al completo, y en Donetsk y Lugansk de manera indirecta.
Por otro lado el nacionalismo húngaro se ha reforzado en la década de los 2010, con sucesivas mayorías cualificadas de la derecha de Fidesz y su choque contra Bruselas por las reglas de cumplimiento del “Estado de derecho”. Como consecuencia del acercamiento de Ucrania a las instituciones europeas, Hungría ofreció su respuesta unilateralmente, reactivando las pretensiones de unir a los húngaros en la región de Transcarpatia.
Pero la escalada ultranacionalista a ambos lados de los Cárpatos se saldaría con apelaciones a la reconstrucción de la Gran Hungría por el uso velado de símbolos por parte de Viktor Orban, sobre todo en referencia a la Transilvania rumana; y con acusaciones de secesionismo y de amenaza a la integridad territorial por parte de los líderes ucranianos. Ambas situaciones han contribuido a descongelar la cuestión magyar. La minoría húngara, tras la asimilación de los rusinos, se había convertido en la más numerosa de Transcarpatia, y dichas acusaciones secesionistas se repitieron sobre ellos.
En 2018 se hizo público un vídeo en el que se veía al consulado de Hungría en Transcarpatia entregando pasaportes a ciudadanos ucranianos de origen húngaro, recomendando no informar a la propia Ucrania de la doble nacionalidad. Aquel momento supuso un nuevo foco de tensiones entre Ucrania y Hungría, ya que el gobierno amenazó con expulsar al cónsul húngaro. Ucrania cifró en un millón el número de pasaportes que se habrían entregado, calificando el acto de intento para desestabilizar políticamente el país. Las autoridades ucranianas también introdujeron a 20.000 personas de origen húngaro ucranianas en la lista de amenazas potenciales para Ucrania. A pesar de la disparidad de datos, el último censo arroja que la población húngara de Ucrania apenas supera los 150.000 habitantes.
¿Cuáles son las posturas actuales de cada bando?
Hungría ha establecido la defensa del magyar (húngaro) como una de las líneas maestras de la política exterior. Por ello ha bloqueado las negociaciones para la incorporación de Hungría a la OTAN desde 2017 hasta 2020, cuando el Ministerio de Exteriores de Hungría lo ha calificado de ser “más importante que cualquier otro problema geopolítico” para Hungría a día de hoy.
En 2020 se sumó un nuevo pulso en las tensiones, tras producirse el registro de algunas instituciones húngaras en Transcarpatia por parte del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), entre ellas la Federación Cultural Húngara de Transcarpatia y la vivienda de su presidente. El Ministro de Exteriores húngaro llamó a consultas al embajador ucraniano y consideró una intimidación contra la minoría húngara la actitud “inaceptable” de Ucrania, sobre todo si pretendía entrar en la OTAN junto a su vecina Hungría.
Por su parte, el SBU ucraniano aseguró que querían corroborar la “participación extranjera en actividades destinadas a violar la soberanía de Ucrania” como sería la subversión por la promoción de ideas sobre la Gran Hungría y de una autonomía étnica en Transcarpatia. De hecho, no sería la primera ocasión que Hungría promociona autonomías étnicas en otros países ya que precisamente en 2020 se ha vivido una crisis política en Rumanía relacionada con la minoría húngara de Transilvania.
En el escenario de renovación del choque en 2020, que realmente vivió su cumbre con la aprobación de limitaciones lingüísticas en 2017 tras el asentamiento nacionalista post-Maidan, ambas partes se encontraban a la defensiva como por la polémica ante el uso del himno húngaro en actos oficiales en Transcarpatia. La Embajada de Hungría en Ucrania respondió asegurando que el vídeo era interesado ya que no se grabó la utilización rutinaria del himno ucraniano para poder acusarles de emplear solo el húngaro, que habría sido entonado posteriormente. Todo ello también pasó a estar bajo investigación del SBU, lo que demuestra la escalada de las tensiones.
Ucrania vive una época de fortaleza nacionalista sin igual desde la II Guerra Mundial y se demuestra en los múltiples choques con sus vecinos, no solo con Rusia. Mientras trata de mejorar sus relaciones con Turquía, múltiples son las minorías étnicas que habitan Ucrania y las autoridades se topan con la queja de Rumanía, Polonia o Hungría por el uso exacerbado de simbología de extrema derecha e incluso colaboracionista nazi.
Hungría es un verso libre. No tiene contrapesos en Bruselas y cada choque apuntala más a sus líderes nacionalistas y a la extrema derecha. Más bien Hungría ha logrado articular una coalición de países y liderar ideológicamente un ala muy importante de la Unión Europea, aun con un bajísimo peso económico efectivo. El veto en la OTAN es absoluto y unilateral por parte de Hungría. Ucrania se ha visto impulsada por los vientos favorables de la arena internacional gracias al fuerte apoyo de Estados Unidos, especialmente con Barack Obama y Joe Biden, pero aun así no contaba con la crisis profunda de la OTAN y la UE.
El país que más está logrando alejar a Ucrania de su idilio occidental no es Rusia sino Hungría, o quizás Ucrania se aleja a sí misma pues el veto húngaro es muy concreto y atañe a la situación única de Transcarpatia, un asunto que Ucrania podría abordar fácilmente sin menoscabo de sus pretensiones lingüísticas sobre las zonas rusófonas. Estas organizaciones supraestatales han perdido cohesión y, aunque el empuje de ambas ha sido por la integración ucraniana, no contaban con toparse con el resurgimiento de Hungría.
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