La XXVIII Cumbre Iberoamericana, que tuvo lugar los pasados días 24 y 25 de marzo en República Dominicana, recibió en los medios de comunicación el seguimiento habitual, preocupado por los acuerdos internacionales que se alcanzarían durante las dos jornadas. Del mismo modo, se insistió en la ausencia de los presidentes de México y Brasil, a la sazón representativos de las dos naciones con el PIB más elevado de toda Latinoamérica. No obstante, da la impresión de que el foco mediático estaba planteado de manera que se pudiese disimular un acontecimiento de extrema gravedad que sucedía entonces en el país: el recrudecimiento de la política migratoria frente a Haití, mediante la construcción de un muro fronterizo cuya finalidad, en apariencia, es frenar la “oleada masiva” de migrantes procedentes de aquel país. Un Haití que, como he tenido ocasión de indicar en publicaciones previas, vive en los últimos años en una permanente crisis institucional, agravada tras el asesinato de Jovenel Moÿse, presidente de aquella república, en julio de 2021.
Desde el gobierno dominicano, presidido por el Partido Republicano Moderno de Luis Abinader desde 2020, se ha justificado la iniciativa alegando que semanalmente se produce la entrada en territorio dominicano de más de 20.000 haitianos. El ejecutivo de Abinader, por consiguiente, denuncia la apa
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