No existen indicios para afirmar que la crisis entre Lituania y China vaya a finalizar en un futuro cercano. Lo que empezó siendo un conflicto bilateral ha acabado convirtiéndose en un obstáculo para el acercamiento sino-europeo, un desafío para la unidad de la Unión Europea y una causa de división política en el país báltico. Cada parte involucrada ha lanzado un órdago en un intento de salir victoriosa, dificultando sobremanera alcanzar un acuerdo de desescalada que satisfaga a todos. La disputa, provocada por las connotaciones políticas inherentes a la palabra Taiwán, también se presenta como una prueba para medir el poder real que tiene China para imponer su voluntad más allá de sus fronteras, así como la capacidad de Bruselas y Washington para evitarlo.
La disputa vista desde Lituania
- 20 de mayo: el parlamento lituano aprueba una resolución condenando los “crímenes contra la humanidad” y el “genocidio uigur” en China.
- 21 de mayo: Vilna abandona la iniciativa 17+1 argumentando la falta de beneficios
- 25 de mayo: El gobierno lituano prohíbe la participación de proveedores “poco fiables” en el desarrollo de la red 5G nacional, en clara alusión a Huawei.
- 18 de noviembre: se inaugura en Vilna la Oficina de Representación taiwanesa con el nombre de “Taiwán” en lugar de “Taipéi”.
- 28 de noviembre: una delegación de diplomáticos lituanos, estonios y letonios viaja a Taipéi para reunirse con la presidenta Tsai Ing-wen.
- 3 de diciembre: Lituania anuncia un boicot diplomático a los Juegos Olímpicos de Beijing
- 16 de diciembre: todos los diplomáticos lituanos en China abandonan el país debido a la “intimidación” por parte de las autoridades locales.
Lituania ha sido el país europeo que más ha endurecido su política hacia China en los últimos meses, especialmente desde que abandonó la iniciativa 17+1 en mayo de 2021. Vilna ha adoptado una serie de medidas que han irritado a la élite política china y ahora amenazan con romper el frágil equilibrio que intenta mantener la Unión Europea con Beijing. El último episodio, el desencadenante de la disputa diplomática, la apertura de la oficina de representación taiwanesa en la capital lituana con el nombre de “Taiwán” en lugar de “Taipéi”. Para Beijing, esta acción supone cruzar una línea roja al considerar que incita a la independencia taiwanesa. “El gobierno chino advirtió repetidamente a Lituania que no actúe de mala fe. Lamentablemente, ha optado por ignorar los intereses más amplios de las relaciones bilaterales y las normas básicas que gobiernan las relaciones internacionales. Vilna debe asumir todas las consecuencias subsiguientes”, advirtió el ministerio de Exteriores del gigante asiático antes de imponer un boicot comercial no oficial.
La decisión de Lituania ha de analizarse desde un prisma más amplio para poder entender sus motivaciones.
En primer lugar, Vilna lleva años quejándose de que los intentos de establecer unos vínculos económicos más estrechos con China en el marco del formato 17+1 no han dado sus frutos. El ministro de Exteriores, Gabrielius Landsbergis, declaró el año pasado que la iniciativa ha ofrecido “casi ningún beneficio” a Lituania. El comercio bilateral en 2019 apenas superó los 1.500 millones de dólares y el gigante asiático únicamente representa el 1% de las exportaciones del país báltico. La escasa dependencia existente ofrece al gobierno de Ingrida Šimonytė una enorme flexibilidad para poder endurecer su postura hacia Beijing y buscar nuevos socios que aporten mayores beneficios económicos.
Para ampliar: La iniciativa 17+1: ni dividir ni gobernar Europa
En segundo lugar, Lituania previsiblemente se coordinó con Taiwán y Estados Unidos antes de oficializar la apertura de la embajada de facto taiwanesa. Poco después de la inauguración, Taipéi anunció la creación de un fondo de 200 millones de dólares y una línea de crédito de 1.000 millones de dólares para financiar o invertir en proyectos conjuntos en el campo de la biotecnología, los satélites, las finanzas, la investigación científica y los semiconductores. Estados Unidos también informó que el Banco de Exportación e Importación establecería un crédito de 600 millones de dólares para apoyar al país báltico.
En tercer lugar, Vilna quiere sacar partido de la “diplomacia de los semiconductores” del gobierno de Tsai Ing-wen para convertir al país en un importante hub dentro de la Unión Europea. Taipéi también tiene un especial interés en Lituania y por este motivo creará un “grupo de trabajo a nivel de gabinete”. El país báltico es un líder mundial en tecnología láser, clave para desarrollar chips fotónicos de silicio, más económicos y eficientes a nivel energético que los tradicionales. Dado que hasta la fecha Taiwán solo representa el 1.6% de las exportaciones de tecnología láser y que Intel es el pionero en el campo de la fotónica de silicio, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) ambiciona fortalecer la cooperación con compañías lituanas para no quedarse rezagada.
No obstante, la apuesta es muy arriesgada. El capital procedente de Taiwán y Estados Unidos puede tardar años en dar sus frutos dada la complejidad de los sectores mencionados. Mientras tanto, China continúa presionando a las empresas europeas para que dejen de usar componentes fabricados en Lituania, una medida que sí podría perjudicar a su economía. La Cámara de Comercio Germana-Báltica advirtió que los inversores alemanes podrían cerrar sus fábricas en el país si no se “encuentra una solución constructiva para reestablecer las relaciones”. La Federación de Industrias Alemanas, si bien denunció la “coerción económica”, criticó a Vilna por no coordinar sus políticas con sus socios europeos.
La disputa con el gigante asiático también ha originado una división interna. El presidente lituano, Gitanas Nauseda, calificó como un “error” permitir poner “Taiwán” en el nombre de la oficina de representación. Funcionarios del gobierno, no obstante, aseguran que Nauseda había sido informado sobre la denominación y que, de hecho, había dado su aprobación. Este desacuerdo ha de entenderse como una pugna de intereses políticos en el marco del sistema semi-presidencialista imperante en Lituania entre Nauseda, un independiente, y el gobierno de Šimonytė, formado por una coalición de tres partidos: la Unión Nacional-Demócratas Cristianos de Lituania (TS-LKD), el Movimiento Liberal (LRLS) y el Partido de la Libertad (LP).
La Unión de Agricultores y Verdes de Lituania (LVŽS), la principal formación de la oposición, pidió al gobierno que cambiase el nombre de la oficina de representación y que se adhiera al principio de “Una sola China”. Cabe destacar que el LVŽS representa los intereses de la industria agrícola y alimentaria lituana, sector que puede verse perjudicado por el boicot chino dado que el cereal es el producto más exportado al gigante asiático -más de 75 millones de dólares en 2020-. El Partido Socialdemócrata (LSDP) también se ha pronunciado en contra al declarar que “en cooperación con la UE y otros socios internacionales, Lituania podría corregir el error y considerar cambiar el nombre de la misión a Taipéi”. Asimismo, el 60% de los lituanos valora negativamente la política de Vilna hacia China, según una encuesta publicada en diciembre.
En este contexto, funcionarios lituanos están considerando pedir a Taipéi que modifique la traducción al chino del nombre de su oficina de representación para referirse al “pueblo taiwanés” en lugar de “Taiwán”. Estados Unidos también ha sugerido a Vilna que considere cambiar la denominación para no socavar los intentos de Taipéi de incrementar sus vínculos diplomáticos, según informa el Financial Times. Si bien ambas partes lo niegan, estos rumores reflejan la complejidad de llevar a cabo un mayor acercamiento a Taiwán.
La disputa vista desde China
- 10 de agosto: China retira a su embajador en Lituania y exige al gobierno lituano que haga lo mismo.
- 18 de agosto: China detiene los trenes de carga directos a Lituania “hasta nuevo aviso”.
- 22 de noviembre: China rebaja sus relaciones diplomáticas reduciendo su representación en Vilna a “encargado de negocios”.
- 16 de diciembre: Beijing cambia el nombre de la embajada lituana en el país a “oficina encargada de negocios”.
- Diciembre: el gigante asiático elimina a Lituania de su sistema aduanero, impidiendo a las empresas del país báltico procesar las exportaciones e importaciones.
- Diciembre: China intensifica su boicot al presionar a varias empresas europeas para que dejen de usar componentes fabricados en Lituania.
A medida que el apoyo diplomático hacia Taiwán aumenta, también se intensifica la respuesta de Beijing. Si bien China ha llevado a cabo medidas similares en otras ocasiones -Australia, Corea del Sur, Noruega o Filipinas-, nunca antes había aplicado un boicot de tal envergadura: en diciembre las exportaciones de Lituania a China cayeron un 91.4% interanual, de 43.1 millones de dólares a 3.8 millones. Asimismo, tampoco existe un precedente de que haya presionado a empresas extranjeras para que reduzcan sus vínculos comerciales con el país al que quiere sancionar. Esta coyuntura podría agudizarse si acaba presentando un ultimátum obligando a elegir entre el mercado lituano o el chino.
Las medidas están dirigidas a mandar una advertencia al resto de países, como Eslovenia, Estonia, Letonia o República Checa, que también se han acercado a Taipéi en los últimos meses. China quiere dejar claro cuáles son sus líneas rojas y que no dudará en castigar a aquellos que las cruzan. Es probable que el gobierno esloveno, que en un primer momento consideró a Taiwán como un “país democrático”, haya tenido esto presente al confirmar que la futura presencia diplomática taiwanesa en Liubliana llevará el nombre de “Taipéi” en lugar de “Taiwán”. Beijing también busca poner a prueba a Bruselas, que se encuentra en una encrucijada: actuar en defensa de Lituania para no exponer la división interna existente en el bloque comunitario o enfrentarse a China con el riesgo que eso podría conllevar para la relación comercial.
No obstante, la coerción económica puede ser contraproducente para China especialmente por tres motivos. Primero, supone un obstáculo para el acercamiento sino-europeo que ambas partes querían materializar tras congelarse los vínculos diplomáticos en marzo de 2021. A Berlín, París y otras capitales europeas, asimismo, les resultará cada vez más complicado defender un enfoque suave en sus relaciones con China. Segundo, su imagen internacional seguirá deteriorándose al responder, según muchos críticos, de forma desproporcionada contra una decisión soberana del gobierno lituano. Tercero, si la coerción económica no acaba siendo efectiva, otros países podrían ver una oportunidad para fortalecer sus vínculos con Taiwán. Si varios Estados, por muy pequeños que sean, se coordinan, a Beijing le resultará más difícil responder.
Para ampliar: Las relaciones sino-europeas un año después del Acuerdo Integral de Inversiones
La disputa vista desde la Unión Europea
Con todos los focos dirigidos hacia la posible ofensiva militar de Rusia sobre Ucrania, la disputa entre Lituania y China se presenta como otro gran desafío para la Unión Europea. Como declaró Franziska Brantner, secretaria de Estado del Ministerio de Economía de Alemania, la crisis “no solo afecta a Lituania, también a Alemania y otros países de la UE. El propio mercado único está siendo puesto a prueba”.
La respuesta de Bruselas ha sido lenta y no ha estado exenta de división interna. Hay quienes consideran que Vilna ha ido demasiado lejos con la denominación de la oficina de representación de Taiwán. Otros creen que Estados Unidos ha presionado al gobierno lituano para que diera luz verde a la apertura de la embajada de facto sin consultarlo con sus socios europeos. Países como Alemania y Francia también son escépticos de endurecer demasiado su retórica hacia China para que no afecte a las relaciones comerciales. La administración Olaf Scholz, según informa Politico, ha intentado socavar los esfuerzos de la UE de acordar una respuesta común por miedo a que la estrategia europea se esté volviendo “demasiado agresiva”.
Sea como fuere, la Unión Europea se ha visto obligado a reaccionar. Tras semanas recopilando pruebas y apoyando discursivamente a Lituania, Bruselas denunció a China ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) “por sus prácticas comerciales discriminatorias contra Lituania” tras no alcanzar una “solución diplomática”. Si no hay avances sustanciales en las consultas iniciales, podría solicitar la creación de un panel de jueces para que intervengan en la disputa. No obstante, el procedimiento podría tardar meses en completarse y será complicado demostrar que existe una coerción económica debido a que se trata de un boicot no oficial.
Por otro lado, Bruselas está elaborando el borrador del Instrumento de la lucha contra la Coerción que permitirá “aplicar restricciones comerciales, de inversión o de otro tipo a cualquier país no perteneciente a la UE que interfiera indebidamente en las decisiones políticas de la UE o de sus Estados miembros”. Valdis Dambrouskis, vicepresidente de la Comisión Europea, reconoció que esta propuesta estaba vinculada a las medidas adoptadas por China contra Lituania. El problema, de nuevo, es que el mecanismo tardará varios meses en entrar en vigor y no es seguro que pueda aplicarse en este contexto.
Taiwán, mientras tanto, juega sus cartas intentando seducir a la UE con su poderosa industria de semiconductores. Hay que tener en cuenta que Bruselas ambiciona duplicar su cuota de mercado en este sector al 20% para 2030. En este sentido se pronunció Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en la presentación de la Ley Europea de Chips. “La participación de Europa en toda la cadena de valor, desde el diseño hasta la capacidad de fabricación, se ha reducido. Dependemos de chips de última generación fabricados en Asia. Así que esto no es solo una cuestión de competitividad. Esto también es una cuestión de soberanía tecnológica. Así que concentrémonos en ello”. Por esta razón Taiwán es visto como un socio muy útil para la UE. De hecho, hay rumores de que TSMC tiene planeado construir una fábrica de chips en Alemania.
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