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La crisis en Myanmar divide a la ASEAN

Fuente: US Mission to ASEAN

La entidad que agrupa a los principales países surasiáticos intenta tomar una postura común más activa hacia Naypyidaw sin que esto afecte a su política de no interferencia en los asuntos internos. Las distintas posturas entre países, no obstante, ralentizan una respuesta rápida y efectiva

Con un escueto comunicado de apenas 4 puntos, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés), pidió la vuelta a “la normalidad, la reconciliación y el diálogo” en Myanmar después de que el Tatmadaw -las Fuerzas Armadas birmanas- perpetrara un golpe de Estado contra el Gobierno de Aung Sann Suu Kyi el pasado 1 de febrero, arrestara a esta y a otros miembros de su partido, la Liga Nacional de la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés), y decretara el estado de emergencia en el país hasta la celebración de nuevas elecciones.

Más de un mes después, la política de no injerencia en los asuntos internos de Myanmar -así como de cualquier otro país- sigue estando presente en la ASEAN, y descarta de este modo una intervención conjunta de la organización para poner orden en el país. Aun así, la evolución de los acontecimientos y el reguero de fallecidos que están dejando las manifestaciones en las principales ciudades del país como Rangún, preocupan cada vez más a países miembros como Indonesia o Singapur, que temen que el conflicto en Myanmar se agrave con el paso del tiempo y retumbe en el resto de países de la región -frágiles en términos democráticos- provocando una fuerte desestabilización en el sudeste asiático.

Paloma Almoguera, colaboradora de El País en Myanmar, confirma el suplicio que históricamente le ha supuesto a la ASEAN lidiar con Naypyidaw.

“La crisis en Myanmar ya le está afectando a la ASEAN en su rol en la región. Myanmar ha sido un reto para la ASEAN toda la vida: la dictadura militar, el éxodo rohingya, y ahora esto. Lo lleva siendo desde su integración (1997), salvo la breve etapa en la que Aung Sann Suu Kyi estuvo en el Gobierno”.

En la misma línea se expresa Marta Nuevo-Falguera, analista de Asia-Pacífico, quien asegura que la deriva “antidemocrática” que se está viviendo en la región no solo preocupa a los países de la ASEAN, sino también a otros países como Bangladesh o La India. “Cuando un país está en conflicto los países vecinos a corto plazo van a recibir refugiados, pueden contagiarse de la inestabilidad de otro país por el tema de que la violencia se les puede ir de las manos o que la deriva antidemocrática puede llevar a conflictos en países vecinos. Es por eso por lo que a la ASEAN le interesa que se marche la Junta militar y vuelva el Gobierno democrático de Aung Sann Suu Kyi”.

Almoguera, no obstante, asegura que el conflicto en Myanmar puede significar “una crisis o una oportunidad” no solo para mantener el prestigio y futuro de la entidad, sino para evitar que el país se convierta en un “patio trasero” entre China y Estados Unidos. “Estamos todavía en una situación que evoluciona todos los días para decidir cualquier cosa, pero parece haber una iniciativa y un compromiso por parte de la ASEAN para tener una voz en el conflicto. En esta nueva Guerra Fría que parece haber entre China y Estados Unidos la ASEAN ha defendido su neutralidad, y si quiere mantenerla no puede dejar a Myanmar ni a otros países de la región en manos de una de las superpotencias”, arguye.

Protestas en Rangún | Getty Images

A pesar de que China no ha calificado al golpe de Estado como tal ni lo haya condenado abiertamente -basándose en su línea de no interferencia en asuntos internos-, esto no significa realmente que se encuentre cómoda con los militares en el poder. Durante los cincos años en los que la NLD estuvo en el Gobierno bajo el liderazgo de Aung Sann Suu Kyi, las relaciones diplomáticas y económicas entre Myanmar y China fueron notablemente mejores que las que Pekín mantuvo con la Junta durante décadas.

El acercamiento que ‘la Dama’ -como la conocen en Myanmar- hizo con Pekín durante su mandato buscaba un fortalecimiento de las relaciones económicas entre ambos países que permitiera favorecer el desarrollo económico de Myanmar mediante acuerdos comerciales, algunos sumamente importantes como la Asociación Económica Global Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) o la implicación de Myanmar en el Corredor Económico con China, el cual forma parte del proyecto de Pekín de la Nueva Ruta de la Seda. Así pues, durante la etapa de Gobierno de Suu Kyi las relaciones sino-birmanas cultivaron esta estrategia win-win en la que, por un lado, Myanmar experimentó un gran crecimiento económico y, por otro lado, China afianzó sus intereses en Naypyidaw, los cuales no están centrado exclusivamente en los recursos naturales del país, sino también en encontrar en Myanmar un mercado en el que vender sus productos.

De este modo, ese clima de seguridad, confianza y prosperidad económica que se cosechó durante ese tiempo corre el riesgo de desaparecer con el golpe de Estado. A los recelos que despierta en Pekín el Tatmadaw -al que considera “incompetente, corrupto y un mal socio comercial”- se les une la inestabilidad y un fuerte sentimiento de ‘sinofobia’ que arrastra el país desde que los militares tomaran el poder, y que han acabado por perjudicar a los intereses chinos en Myanmar tras el incendio de varias fábricas textiles en Rangún la semana pasada. Un hecho que ha provocado la reacción inmediata de Pekín pidiendo a la Junta “medidas efectivas para garantizar la seguridad de las vidas y los bienes de las empresas chinas” en el país.

“Si a China le tocan sus intereses, la Junta va a tomar las medidas necesarias para protegerlos, y es lo que ha hecho para proteger las empresas chinas y que no haya más altercados”, apostilla Nuevo-Falguera, en referencia a la ley marcial que la Junta militar ha impuesto en seis municipios de Rangún y partes de Mandalay en respuesta a estos ataques mientras las protestas contra el golpe se agravan en Myanmar.

En una entrevista para The Diplomat, Le Hong Hiep, becario del Programa de Estudios sobre Vietnam y del Programa de Estudios Estratégicos y Políticos Regionales del Instituto ISEAS-Yusof Ishak, señaló que en lo referente a la rivalidad entre Estados Unidos y China hay una especie de “consenso general” en el que la ASEAN y sus países miembros deberían mantener una “postura neutral” de la que puedan beneficiarse de sus relaciones con ambas potencias. No obstante, subrayó que llegado el caso de que la competición entre Washington y Pekín se acentuase hasta el punto de tener que elegir bando, estos harán “lo que sea para proteger sus intereses nacionales”.

Y China parte con ventaja en este caso.

“China es muy importante a nivel comercial para todos los países de la ASEAN, y para la organización también, pero esta se encuentra dividida entre los países que tienen enfrentamientos abiertos con China, como Vietnam o Filipinas, y los que son aliados acérrimos como Camboya o Laos. A pesar de estas diferencias, estos países tampoco van a dejar que China se salga siempre con la suya, o al menos no van a decir siempre sí a China. Si Myanmar acaba gobernada por la Junta militar más allá de las elecciones, si es que las hay, para la ASEAN constituiría una inestabilidad al tener un régimen militar entre sus miembros”, explica Nuevo-Falguera.

Indonesia toma la iniciativa

Desde el primer momento, Indonesia se mostró como uno de los países más preocupados por la situación en Myanmar. Como hemos mencionado anteriormente, el riesgo desestabilizador que puede suponer para el sudeste asiático la cronificación del conflicto es una de las razones que ha empujado a Yakarta a buscar una solución consensuada entre las partes enfrentadas: la Junta y el Gobierno civil de Aung Sann Suu Kyi.

“La ASEAN está más centrada en la mediación política. Aunque está dividida, porque hay algunos países más implicados que otros, como es el caso de Indonesia y Singapur, la postura de la organización es la de mediar políticamente entre el Gobierno civil y los militares”, recalca Almoguera.

Le Hong Hiep recordaba en la entrevista las experiencias fallidas que ha habido en la organización en anteriores ocasiones para fraguar un “consenso” en determinadas cuestiones políticas y de seguridad regional. Así pues, subraya que tener una política exterior común será “esencial” para que la ASEAN desempeñe un papel “mayor y más sustantivo” en los asuntos de seguridad regional.

“Indonesia es como la capital de la región, y la capital de ASEAN. Es el líder de la organización y la que se está moviendo más, junto con otros países como Malasia, para encontrar una solución. Es la que tiene que abanderar cualquier tipo de acción en conjunto que pueda hacer la ASEAN con respecto al golpe de Estado y la violencia en Myanmar. Además, se ven empujados por intereses nacionales, porque si el conflicto se alarga les va a perjudicar a largo plazo para su estabilidad”, aclara Nuevo-Falguera.

Más allá de su reputación y dotes de liderazgo dentro de la entidad, la “propia experiencia” de Indonesia en cuanto a la transición a la democracia tras la caída de la dictadura militar de Suharto en 1998 puede situar a Yakarta como la nación “mejor posicionada” para liderar cualquier acción conjunta de la ASEAN en la crisis de Myanmar.

El presidente indonesio Joko Widodo (derecha), y el primer ministro malasio Muhyi Yassin (izquierda) | Agus Suparto / Reuters

La cuestión rohingya, la minoría musulmana considerada apátrida por los birmanos, constituye otro quebradero de cabeza para Yakarta, quien teme que la crisis en Myanmar perjudique aún más su delicada situación y se produzcan nuevas oleadas de refugiados a sus costas que buscan protección en Indonesia y Malasia. No obstante, y a pesar de que les une la fe islámica -Indonesia es el mayor país musulmán del mundo con 229 millones de creyentes-, Yakarta forma parte del selecto club de países que no son firmantes de la Convención Internacional de los Refugiados (1951) ni del Protocolo relacionado con el Estatus de los Refugiados (1967), al igual que Malasia o Tailandia, lo cual es un hándicap a la hora de gestionar la acogida y cuidado de los rohingyas en el país que ya ha provocado que se produzcan situaciones de abandono y desaparición en campos de refugiados como el de Lhokseumawe, en la provincia de Aceh, donde cientos de refugiados rohingyas desaparecieron sin dejar rastro en septiembre de 2020.

A pesar de ello, y desde que empezaron a llegar las primeras embarcaciones en 2015 a “escala masiva”, estos tres países no han tenido inconveniente en coordinarse con ACNUR para gestionar el flujo de refugiados e inmigrantes durante estos últimos cinco años. De hecho, en 2016 el presidente indonesio Joko Widodo firmó un decreto presidencial en el que describía el compromiso de su Gobierno con los refugiados y solicitantes de asilo. En dicho decreto se ordenaba el traslado de refugiados a centros de inmigración y se comprometía a no repatriarlos a la fuerza a un país en el que sufrieran persecución.

Aun siendo consciente de la situación de peligro y vulnerabilidad a la que se enfrentan los rohingyas si deciden volver al lugar en el que hace 3 años el Ejército birmano los persiguió cometiendo un “genocidio -tal y como lo calificó la ONU- contra ellos, Indonesia se niega a permitir que se asienten permanentemente en el país y desde el primer momento está buscando fórmulas para encontrar una repatriación segura a Myanmar a pesar de los riesgos a los que se enfrentan.

Ya a principios de año, y antes de que se produjera el golpe de Estado, Indonesia solicitó al Gobierno de Aung Sann Suu Kyi “condiciones seguras” para el retorno al Estado de Rakhine (Myanmar) de cientos de miles de refugiados que viven afincados en el campo de refugiados de Cox´s Bazaar (Bangladesh), el más grande del mundo. Pero a medida de que la opción de realojarlos en su hogar se aleja, Malasia se está convirtiendo en la opción preferente para un “eventual asentamiento” de los rohingyas desde Indonesia. Un destino que ha pasado de alojar a un gran número de estos refugiados a rechazarlos, y hasta expulsarlos, para evitar la propagación de la pandemia del coronavirus en el país.

Un reto para la estabilidad de ASEAN

La ASEAN nació con ciertos “defectos” cuando fue fundada en 1967 por Indonesia, Malasia, Singapur, Filipinas y Tailandia. Una organización compuesta por 10 países divididos, sobre todo, en aspectos políticos. Pero el conflicto en Myanmar la ha colocado en una difícil situación que, tal y como advierte Nuevo-Falguera, si bien no llega a fracturarla, puede hacerle perder “credibilidad y relevancia a nivel internacional”.

“Ya hay quien dice que si este conflicto no se resuelve o se vuelve más violento, ASEAN tendrá que pagar el pato a nivel internacional, porque es una organización que funciona para favorecer el desarrollo económico y de cooperación en la región. Es una organización hecha por conveniencia. Y una mala gestión de esta crisis le puede pasar factura”, enfatiza.

Y en estas aguas turbulentas China puede ver su oportunidad para ensanchar la brecha y aumentar su influencia en la organización. Una estrategia de aproximación que puede verse favorecida teniendo en cuenta que Myanmar ocupará durante los próximos tres años el puesto de coordinador de la ASEAN con China.

Durante estos últimos meses, las visitas diplomáticas chinas al sudeste asiático se han intensificado considerablemente para apuntar alianzas en temas de cooperación económica y exportación de vacunas contra la covid-19 aprovechando el contexto provocado por la pandemia, pero la crisis en Myanmar y las indecisiones en la ASEAN pueden crear el escenario propicio para que Pekín explote aún más su influencia en el bloque. Almoguera, sin embargo, cree improbable que esta “conexión directa” se produzca.

“ASEAN va a intentar siempre mantener buenas relaciones con las dos superpotencias. Muchos países siguen siendo muy dependientes de EEUU en materia de seguridad y quieren que haya un equilibrio de poderes en la zona. Que Myanmar se acerque más a China no quiere decir que otros países lo hagan, al menos no por efecto dominó”, matiza, y señala además que mientras la ASEAN no vaya “en la misma dirección” no va a tener “la misma capacidad de presión” sobre Myanmar. “China quiere que la ASEAN se involucre en el conflicto y alcance acuerdos entre las partes (la Junta y el Gobierno civil) que tomar un rol mucho más activo”, aclara.

Fuente: Ulises Noyola Rodríguez (Centro de Investigación sobre Globalización)

La reunión celebrada el pasado 2 de marzo encabezada por Indonesia ha supuesto hasta la fecha el movimiento más significativo de la ASEAN para encontrar una solución consensuada al conflicto en Myanmar. Pero incluso desde una posición abierta y con la mejor disposición posible, la cumbre acabó en fracaso. Las diferencias existentes entre los países miembros de la organización se vieron reflejadas en el encuentro acerca de qué postura se debía adoptar en el conflicto.

Todos se mostraron de acuerdo en buscar una “solución pacífica” al conflicto sin interferir en sus asuntos internos ni imponer sanciones económicas -algo que sí ha hecho Estados Unidos-, pero tan solo han sido cuatro –Indonesia, Singapur, Malasia y Filipinas– los que han condenado el golpe de Estado y han pedido la liberación de todos los presos políticos, la restauración del orden democrático previo a la asonada y fomentar el diálogo “entre las partes interesadas”. Mientras que el resto de los países miembros como Vietnam, Camboya, Laos o Tailandia permanecieron en silencio.

“Creo que habrá elecciones dentro de un año y están en conversaciones para que éstas se celebren con unas ciertas garantías democráticas. Lo que veo más improbable es que liberen a Suu Kyi, porque es la única persona que puede hacer frente a la Junta militar, tanto por popularidad como por votos. Y están haciendo todas las maniobras para que en el caso hipotético Suu Kyi no se pueda presentar”, pronostica Nuevo-Falguera, quien adelanta a su vez que va a ser “más difícil de negociar” que los militares abandonen la represión contra los manifestantes en Myanmar ante el temor de “perder poder” en la crisis.

Por el momento, Indonesia y Malasia han pedido una nueva reunión entre los países de la ASEAN para tratar de encauzar una situación cada vez más inestable en Myanmar.

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