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La Bélgica ingobernable (I): 650 días de desgobierno

Primera parte – Segunda parte

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Charles Michel y Sophie Wilmès, ex primeros ministros de Bélgica. Fuente: Belga.

Por Alejandro López.

Bélgica ha vivido un periodo de interinidad sin precedentes a nivel mundial. Desde la dimisión el 21 de diciembre de 2018 del Primer Ministro liberal Charles Michel, posteriormente nombrado presidente del Consejo Europeo, el país se ha visto inmerso en la búsqueda de un nuevo gobierno que ha llegado hasta octubre de 2020. Bélgica lleva sin presupuestos desde 2017, superando el récord mundial de un país sin gobierno en plenitud de funciones durante un periodo pacífico. El anterior récord también lo ostentaba Bélgica, con 589 días entre 2010 y 2011. A pesar de ello, durante la anterior etapa de desgobierno entre 2010 y 2011 no se vio resentida la economía, que creció al 2% y se redujo incluso el desempleo.

Durante el periodo 2018-2020, sin gobierno definitivo, se han sucedido 3 gobiernos interinos, 25 liderazgos políticos y 16 perfiles que han encadenado fracasos hasta que Alexander de Croo ha logrado ser investido el día 1 de octubre de 2020. En Bélgica la figura política negociadora adopta formas propias para “informar” o para “pre-formar” las posibles coaliciones, pero no son tan relevantes los candidatos a Primer Ministro hasta que no se negocia quién ocupará esa posición. La tragedia belga está plagada de intrigas, giros inesperados de guion y una odisea parlamentaria digna de Homero. Para entender todo se van a ofrecer esbozos sociales y culturales de las diferentes comunidades lingüísticas, nacionales y electorales belgas explicadas empleando como hilo conductor a todos y cada uno de los personajes políticos que han ido protagonizando las negociaciones.

Charles Michel, primer liberal valón

Charles Michel fue la primera pieza del tablero en caer, a causa del pacto migratorio de la ONU, rechazado por la derecha nacionalista belga de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA). Michel renunció y llevó el gobierno interino hasta las súper-elecciones regionales, federales y europeas del 27 de mayo de 2019. Aun así, la fragilidad del ejecutivo permitía contemplar la posibilidad de un adelanto electoral. Charles Michel pertenecía al partido liberal valón, MR. La salida de los nacionalistas flamencos de la coalición de gobierno dejaba al MR y a Michel sin capacidad de sostener un ejecutivo, con sus otros socios democristianos flamencos de CD&V y liberales flamencos de Open VLD. El gobierno belga siguió con la intención de sacar adelante la ratificación del acuerdo migratorio de la ONU firmado en la ciudad de Marrakech, Marruecos; llevando consigo el apoyo de todas las fuerzas opositoras salvo el partido ultraderechista Vlaams Belang y los nacionalistas flamencos de N-VA. El gobierno de Michel dimitió tras la amenaza a las derechas de una moción de censura por parte de los socialdemócratas y los verdes valones de Ecolo.

Esta suerte de confluencia de las derechas nacionalistas terminó por plantear escenarios post-electorales donde todos los partidos de derecha e izquierda se unieran para establecer un cordón sanitario frente a la ultraderecha de Vlaams Belang y, posteriormente, se ampliara en parte a los nacionalistas flamencos de N-VA, es decir a los partidos independentistas o más partidarios de postulados confederados. Una situación claramente amenazante para las negociaciones, ya que tras las elecciones supondría establecer un cordón sanitario frente a los dos partidos con más apoyo de Bélgica. Y así fue. Bélgica se sumió en una aparentemente eterna crisis de liderazgo tras las elecciones de 2019 con un cordón sanitario frente a la primera fuerza y frente a la segunda fuerza.

Sophie Wilmès, segundo liberal valón

Con la caída de Michel, le sustituyó la hasta entonces ministra Sophie Wilmès, que pasó a ejercer de primera ministra –por primera vez en femenino en la historia de Bélgica- de manera interina. Michel siguió en Bruselas, pero como presidente del Consejo Europeo. El país entró de lleno en la difícil tarea de armar una mayoría de 76 diputados. Wilmès formaba parte del mismo partido que Michel, el MR (Movimiento Reformador), la formación de corte liberal para la región de Valonia.

Las elecciones dejaron un panorama que representaba bien lo fragmentada que se encontraba la sociedad belga: dos partidos socialdemócratas (PS y sp.a), dos partidos liberales (MR y Open VLD), dos partidos verdes (Ecolo y Groen) y dos partidos democristianos (cdH y CD&V), siendo los primeros valones y los segundos flamencos. Todo ello representaba la separación cada vez más fuerte que se ha vivido en Bélgica en las últimas décadas, con instituciones cada día más individualizadas para cada una de las comunidades lingüísticas, donde pudieran crecer y vivir como si de distintos países se tratara, con la culminación en la inexistencia de partidos políticos lingüísticamente centrales. La única excepción a esta situación sería la región y ciudad de Bruselas, que será objeto de debate por su punto de confluencia y conflicto entre ambas comunidades.

Además la primera fuerza destacada serían los ya conocidos nacionalistas flamencos de N-VA y la segunda (en voto directo) los ultraderechistas Vlaams Belang, con presencia en Flandes y Bruselas. A pesar de esta segunda posición, el reparto parlamentario dejó como segunda fuerza parlamentaria al PS, primera fuerza en Valonia. La gran fuerza no regional sería el partido comunista PTB-PVDA.

Resultados electorales de las elecciones federales de Bélgica en mayo de 2019. Fuente: Crisp.

El pequeño partido DéFI representa bastante bien la política que descose cada día más al país europeo. Este partido podría ser calificado de nacionalista valón pero con reservas. Mientras Flandes y Valonia se dan la espalda y la descentralización convierte a las regiones en los verdaderos sujetos administrativos, el país sigue unido por una cuestión: Bruselas acoge a ambas comunidades y a las instituciones europeas. La flamenca tradicionalmente ha contado con Bruselas como si fuera su capital, ya que incluso sus instituciones de gobierno regional se encuentran en la capital belga, ajena a la jurisdicción flamenca. Mientras tanto, Valonia sí tiene sus instituciones en suelo propio. Además, desde los siglos XIX y XX, Bruselas ha vivido un fuerte afrancesamiento debido a los cambios económicos que se han vivido en Bélgica, perdiendo Valonia la fortaleza económica tradicional en favor de Flandes. Pero el crecimiento de Bruselas como capital no solo belga sino europea, ha llevado a que su Área Metropolitana desborde sus límites y la población francófona se asiente en territorio flamenco.

DéFI apoya el empleo del francés en la administración de los municipios de Flandes que rodean al enclave bruselense, motivo por el que rompió con el gobierno de Charles Michel en su momento. Un temor clásico de apoyar esta posibilidad es que una independencia de Flandes basada en la salvaguarda de una nación flamenca haga perder Bruselas del todo ante los francófonos, dado que habría conexión territorial lingüística con Valonia. En definitiva, que Bruselas deje de ser un enclave en el Brabante flamenco supondría la posibilidad no solo de que Bruselas se quede del lado valón sino de perder parte del Brabante si el Área Metropolitana de Bruselas sigue creciendo en Flandes con población francófona.

De hecho, la gran cruzada flamenca se orienta a imponer el flamenco como lengua necesaria y vehicular en la administración y parte de la educación, así como en otros ámbitos empresariales, en el Área Metropolitana de Bruselas y el área circundante para evitar que los francófonos lleguen a la zona sin el conocimiento del neerlandés flamenco y se produzca ese cambio social y demográfico que está facilitando el afrancesamiento de Bruselas. Las comunidades atienden a sus sociedades salvo para competir por la convivencia de Bruselas o garantizar el futuro nacionalista flamenco de Brabante.

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Mapa de Bélgica con las tres regiones diferenciadas por colores. Flandes en naranja, Valonia en rojo y Bruselas en azul. Se puede distinguir que Bruselas forma un enclave dentro del Brabante flamenco. Aquí reside gran parte de la importancia del nacionalismo en ambos bandos para permitir o limitar el afrancesamiento de Bruselas y del Área Metropolitana que pueda abarcar partes de Flandes y conectar lingüísticamente con el Brabante valón. Fuente: Wikimedia.

Didier Reynders, tercer liberal valón. Johan Vande Lanotte, primer socialdemócrata flamenco

El 27 de mayo comenzaría una carrera de fondo para encontrar un gobierno capaz de manejar el rompecabezas electoral que había aflorado en Bélgica. El 30 de mayo de 2019, el Rey Felipe realizó las consultas con los partidos. Ante la aparente complicación para poner de acuerdo a enemigos confrontados, la tarea recayó sobre el viceprimer ministro saliente Reynders (MR liberal valón) y el exministro Vande Lanotte (sp.a socialdemócrata flamenco) para organizar las negociaciones en busca de un gobierno pactando con las derechas y las izquierdas donde estén representadas ambas regiones.

Se reunieron con todos los partidos menos los que eran vistos como radicales y debían ser, bajo su punto de vista, excluidos del ejecutivo: el ultraderechista Vlaams Belang y el comunista PTB-PVDA. El plazo, sin embargo, resultó insuficiente y tuvieron que darse sucesivas prórrogas hasta octubre de 2019. En ese plazo, lo único que se logró fue la pérdida de apoyos negociadores. Los socialdemócratas y los liberales negociaron con los verdes, con los democristianos flamencos de CD&V y los nacionalistas flamencos de N-VA. La presencia de estos últimos terminó por ser incompatible con los verdes: primero se retiró el partido valón Ecolo y, posteriormente, se retiró la parte flamenca de Groen. Los democristianos valones de cdH decidieron directamente formar parte de la oposición evitando entrar en las turbulencias.

Geert Bourgeois, primer nacionalista flamenco. Rudy Demotte, primer socialdemócrata valón

Los cimientos de la negociación estaban sentados. En base a los documentos de entendimiento presentados por sus predecesores con los 6 partidos (N-VA, PS, sp.a, MR, Open VLD y CD&V), el Rey designó a dos políticos de diferentes partidos. Tratando de acercar más las posturas y manteniendo los equilibrios ideológicos y territoriales lingüísticos, los elegidos fueron Geert Bourgeois, del nacionalista flamenco N-VA, y Rudy Demotte, del partido socialdemócrata PS de Valonia. La presencia de estos partidos en la vanguardia de las negociaciones es muy relevante ya que son los dos partidos más votados en sus respectivas regiones, necesarios para una hipotética unidad federal.

Las conversaciones entre PS y N-VA se complicaron, aunque retornaron los verdes a las mismas. Las figuras de los presidentes de los partidos fueron ganando más peso: Paul Magnette, quien fue elegido nuevo líder del PS sustituyendo al exprimer ministro Elio di Rupo (2011-2014); y Bart de Wever, el alcalde nacionalista flamenco de Amberes, chocaban eventualmente. Las negociaciones se han visto como una cumbre entre Valonia y Flandes, donde el PS rechazaba las fuertes demandas nacionales del N-VA. Los flamencos prácticamente pretendían convertir la federación en una confederación a cambio de aceptar las demandas sociales del sur. No querían gobernar juntos, más bien uno de espaldas al otro. Pero tampoco querían gobernar separados: el PS se negaba a seguir manteniendo en el gobierno a la coalición Suecia, como amenazó con la moción de censura cuando Charles Michel perdió la confianza de la N-VA.

Magnette y De Wever finalmente en acción para la formación de un gobierno
El Rey Felipe (centro) con Paul Magnette (izquierda) y Bart de Wever (derecha), los candidatos del PS y N-VA. Fuente: Belga.

La coalición Suecia recibe su nombre por los colores amarillo y azul de los nacionalistas flamencos (N-VA) y los liberales de ambos territorios (MR y Open VLD), estampados con la cruz de los democristianos (CD&V). El gobierno de Wilmès mantuvo estos apoyos con la salvedad de la N-VA mientras el PS se negaba a volver a los términos derechistas de la coalición Suecia en la etapa de Michel. Los nacionalistas flamencos entraron por primera vez en un gobierno belga por la gran presencia flamenca que arrojaba Suecia (tres partidos flamencos frente a un valón), sin embargo la jefatura del ejecutivo recayó sobre el único partido valón, el MR de Charles Michel. Esto no podía volver a ocurrir dado el enorme peso de los nacionalistas tras las elecciones de 2019.

La parte socialdemócrata siguió confiando en que podía alcanzar un acuerdo aparentemente imposible con los nacionalistas flamencos, mientras Bart de Wever, el líder de N-VA, se mostraba pesimista y el posible acuerdo con el PS era calificado de “suicidio electoral”. Sobre la mesa se encontraban las vías morado-verde y morado-amarillo, de 76 y 80 escaños respectivamente. El morado era por la ineludible confluencia entre azules y rojos: los liberales y los socialdemócratas, de ambas regiones para mantener un equilibrio. En la primera opción se apostaba por lograr el apoyo de los verdes y en la segunda el de los nacionalistas flamencos, caracterizados por el color amarillo como se ha comentado previamente. Sin embargo, el gran peso de derechas de una coalición morado-amarillo hacía pedir al PS la salida, al menos, de un partido liberal, apuntando a Open VLD. La vía morado-verde contaba con apoyo externo del francófono DéFI, por lo que los flamencos lo veían una coalición con un excesivo peso valón. En cualquier caso parecía que los verdes eran los únicos dispuestos a vetar a N-VA en ese momento.

Paul Magnette, segundo socialdemócrata valón

La negociación había fracasado. Y lo que era peor, había desgastado de manera inusitada a todos los partidos. En noviembre de 2019, Paul Magnette, líder del PS, tomó las riendas ante la única certeza obtenida en meses: no confiaban en los nacionalistas flamencos. Además, cuatro partidos cambiaron de líder: CD&V, sp.a, DéFI y MR. A pesar de haberse apuntado al bando opositor, incluso los democristianos valones de cdH dijeron estar dispuestos a negociar si era necesario para desencallar la situación. Magnette logró ver en qué puntos estaban de acuerdo los partidos, habló con hasta 10 partidos y personalidades de la sociedad civil. El problema para el PS se situaba en que Open VLD y CD&V no se decidían por olvidar la conjunción morado-amarillo para saltar a la morado-verde, en la que los nacionalistas flamencos quedarían fuera. Magnette volvió a reunir al grupo morado-verde y se unieron los democristianos y los nacionalistas. El objetivo era que los partidos acordaran unos puntos comunes de gobierno y, posteriormente, se vería quién entra en el gobierno y quién no. Eso sí, marcó la línea roja de negar la negociación sobre la confederación de Bélgica.

Su rol era solo informativo pero Magnette tomó la iniciativa hasta el punto de sondear la conformación de una coalición morado-verde, lo cual se discutió en una reunión secreta en noviembre de 2019 –a la que habría asistido Open VLD-, soliviantando a los democristianos y los nacionalistas flamencos, ya que Magnette no había recibido ese mandato por el Rey Felipe. También criticaron a los liberales por unirse a las conversaciones sobre un gobierno morado-verde, en lugar de apostar por una coalición Suecia o un morado-amarillo. La relación entre los flamencos N-VA y Open VLD se estropeó sustancialmente a pesar de compartir posición derechista, lingüística y formar parte de la coalición Suecia original. Open VLD acusó a N-VA de torpedear la entrada de los flamencos al gobierno, mientras N-VA acusó a Open VLD de estar en manos de los socialdemócratas. Los partidos liberales, especialmente el flamenco, recibieron numerosas protestas internas, contestaciones de base y movilización de alcaldes en contra del grupo morado-verde. Finalmente, el nuevo líder liberal valón que sustituía a Charles Michel acabó viendo poco operativo el margen de la coalición morado-verde y Paul Magnette terminó pidiendo el relevo en su tarea negociadora ante el Rey Felipe.

Joachim Coens, primer democristiano flamenco. Georges-Louis Bouchez, cuarto liberal valón

Joachim Coens (izquierda) y George-Louis Bouchez (derecha), nuevos líderes de CD&V y MR, respectivamente. Fuente: Isopix.

Tras el fracaso informativo de Magnette, el Rey nombró nuevos informadores para la búsqueda del anhelado ejecutivo. Tan irresoluble que recurrió a dos personas recién llegadas al cargo para darle aire fresco a las negociaciones. Los nuevos líderes de CD&V –primera vez que entra en escena el partido democristiano- y de MR –el sucesor de Charles Michel-. Estos eran, respectivamente, Joachim Coens y Georges-Louis Bouchez. El mismo Magnette estalló contra N-VA asegurando que era un partido “peligroso” para Bélgica. Los puentes estaban completamente rotos tras el fracaso de la vía morado-verde y el intento de Magnette por acordonar a los nacionalistas flamencos.

La principal conclusión de la nueva dupla fue que las coaliciones morado-amarillo y morado-verde no eran viables. Las conversaciones se alargaron hasta enero de 2020 y contaron de nuevo con los 10 partidos que consideraban elegibles, manteniendo el cordón sanitario frente a los comunistas y los ultraderechistas de Vlaams Belang. A pesar de que morado-verde estaba descartada, el informe de Coens y Bouchez viró a la derecha el de Magnette y abrió la puerta a un morado-amarillo con N-VA de nuevo, ya que estos habían hecho algún acercamiento a posturas sociales como el incremento de las pensiones. Además se mantuvieron reuniones entre N-VA y el PS, con la presencia de los socialdemócratas flamencos como mediación y, en ocasiones, sin los líderes, para acercar posiciones. Pero el binomio de informadores también abrió la puerta a un acuerdo morado-verde con la incorporación de los democristianos, es decir 7 partidos en lugar de 6: los dos liberales, los dos verdes, los dos socialdemócratas y los democristianos flamencos. Esta coalición a cuatro colores se llamaría Vivaldi, por sus ‘Cuatro Estaciones’: rojo, naranja, azul y verde.

Koen Geens, segundo democristiano flamenco

La reapertura de la vía morado-amarillo se resquebrajaba a cada reunión. El Rey decidió relevar a Coens y Bouchez para dar el mandato a otro democristiano flamenco, el viceprimer ministro Geens. El anuncio pilló por sorpresa a Bélgica. Bart de Wever, al fin, estaba listo para asumir el rol de candidato pero el Rey prefirió seguir explorando perfiles que puedan lograr un consenso interterritorial para mantener unido el país, en este caso mediante la vía morado-amarillo mientras se conversa con los 10 partidos. Esta vía se esfumó de un plumazo entre la prensa con el rechazo de Paul Magnette a pactar con la N-VA, al tiempo que resonaban los órdagos sobre una repetición electoral entre los partidos. Ante la ruptura morado-amarillo, Geens rechazó continuar con las consultas.

Patrick Dewael, primer liberal flamenco. Sabine Laurelle, quinto liberal valón

Las segundas elecciones se cernían sobre Bélgica mientras el hastío apagaba todas las esperanzas de formar un gobierno, con una crisis institucional al nivel de la de 2010-2011. El Rey decidió contar con dos figuras de alto perfil político como Patrick Dewael y Sabine Laurelle, líderes de las cámaras legislativas -Cámara de Representantes y Senado respectivamente-.

Los liberales buscaron restaurar la coalición Suecia que mantenía el gobierno de Wilmès en la interinidad, pero sin el N-VA, para poder formar un gobierno de emergencia a las puertas del estallido de la pandemia del coronavirus en febrero y marzo de 2020. Para lograr los números que se pierden al no contar con los nacionalistas flamencos, se apostaba por incluir a socialdemócratas y verdes, es decir, apostaban por una vía morado-verde añadiendo a CD&V. Como se ha explicado, esta vía se conocía como Vivaldi, al contar con las cuatro alas. Sin embargo, CD&V apostaba por un gobierno de mayoría flamenca, imposible sin N-VA, así que, tras una consulta interna, rechazó la vía Vivaldi. La emergencia por la pandemia hizo que los partidos pequeños se ofrecieran de nuevo para suplir los votos del CD&V flamenco. Los democristianos valones de cdH y los francófonos de DéFI propusieron sendas vías para mantener un gobierno Vivaldi modificado. La incorporación de cdH con abstención de DéFI se conocía como ‘pequeño Vivaldi’, ya que sustituiría a los democristianos flamencos por su contraparte menor valona; mientras que la incorporación de DéFI con la abstención de cdH se conocía como ‘coalición 77’ haciendo referencia al número de escaños que tendría. Ninguna de estas vías contentaba a los flamencos, ya que implicaba una mayoría valona.

Sophie Wilmès, sexto liberal valón

Ante la emergencia por la pandemia de COVID-19, hasta 10 partidos aliviaron la crisis institucional uniéndose para dar poderes especiales al gobierno interino de manera temporal y extraordinaria, durante 3 meses, ampliables por otros 3 meses. El líder de la N-VA, Bart de Wever, pretendía aprovechar la emergencia para proponerse a sí mismo como un candidato que liderase un gobierno de urgencia, en lugar de prolongar a la interina Wilmès en un segundo mandato sin plenitud de funciones. Sin embargo, el PS y el MR apostaban por la renovación en las negociaciones a 10. De esta manera Wilmès podría extender una actividad gubernamental en funciones parciales desde marzo de 2020 hasta el mes de septiembre. La complicación residió en armar una mayoría temporal, con el PS, socialdemócrata valón, en contra de compartir gobierno con los confederados flamencos. El N-VA flamenco expresó su descontento ante el rechazo a un gobierno de concentración por la emergencia sanitaria.

Finalmente, Wilmès logró sus poderes especiales, pero la coyuntura sanitaria hacía impensable volver al régimen de interinidad sin una alternativa de gobierno, ya que una vez acabara el plazo seguiría siendo necesario que un gobierno en plenitud de funciones afrontara la contingencia epidemiológica, que, por cierto, ha tocado muy de cerca a Bélgica. La odisea no había terminado con esta tregua de emergencia. Y seguiría coleando aún muchos meses hasta batir ese record histórico de desgobierno a nivel mundial.

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