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La Bélgica ingobernable (II): Un país roto y descosido

Primera parte – Segunda parte

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Sophie Wilmès, primera ministra en funciones de Bélgica (2019-2020). Fuente: EFE/EPA/Olivier Hoslet.

Por Alejandro López.

Bélgica se asomaba a la pandemia con un gobierno interino que renovó su mandato en situación emergencia por la pandemia de COVID-19, pero seguía rota y cada día más descosida tras descabalgarse todas las negociaciones entre socialdemócratas valones y nacionalistas flamencos, quienes resultaron ganadores de sus respectivas regiones y comunidades lingüísticas tras las elecciones de 2019. La vía Suecia cayó por la fragilidad de sus números sin los nacionalistas flamencos y su fuerte derechismo, la vía morado-verde cayó por el bajo peso flamenco, la vía morado-amarillo cayó por la lucha descarnada entre PS y N-VA, así como la tensión entre liberales y nacionalistas flamencos, y la vía Vivaldi cayó ante el rechazo interno de los democristianos flamencos por la falta del N-VA.

No solo seguía siendo urgente la conformación de una mayoría rompecabezas entre enemigos acérrimos ideológicamente y entre dos comunidades de espaldas la una a la otra, sino que además era imperiosa la necesidad de que Bélgica hiciera frente a la pandemia en lugar de continuar mirándose a sí misma. La cuestión identitaria en este país imposible ha seguido irresoluta hasta el punto de que la nación y la propia forma del Estado ha podido opacar cualquier otro aspecto de baja política, incluso en situación de emergencia.

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Resultados electorales de las elecciones federales de Bélgica en mayo de 2019. A la izquierda de la tabla se muestra el porcentaje de voto y a la derecha se muestra el número de parlamentarios. Se puede ver cómo Vlaams Belang logró un mayor porcentaje de voto y se puede considerar segunda fuerza a pesar de quedar como tercera fuerza en el reparto parlamentario. Foto: Jules Rohault.

Paul Magnette, tercer socialdemócrata valón. Conner Rousseau, segundo socialdemócrata flamenco

Los poderes especiales de Sophie Wilmès, a pesar de lo que había costado armarlos, tenían fecha de caducidad y los partidos seguían desconfiando entre sí de cara a conseguir una mayoría para septiembre de 2020. Dada la técnica funcionalidad del gobierno de Wilmès, el Rey ya no tenía la iniciativa legal para proponer candidaturas ni mediaciones. Así que los partidos socialdemócratas tomaron la iniciativa informalmente para hablar con todas las partes y simplemente lograron presentar a Wilmès la posibilidad de extender el apoyo a su gobierno en septiembre. Wilmès seguía gobernando con la coalición derechista de tres partidos que resultó de la salida de N-VA de Suecia, es decir, con MR, Open VLD y CD&V.

Y en el fondo ese gobierno, casi 300 días después de las elecciones, solo contaba con 38 escaños de los 150 totales en el Parlamento. La propuesta de los líderes socialdemócratas Magnette (PS) y Rousseau (sp.a) fue de conformar un tripartito ideológico clásico: liberales, democristianos y socialdemócratas; lo cual implicaba unir al gobierno de Wilmès al PS, sp.a y cdH. Pero entre los 6 partidos del tripartito solo llegaban a 71 escaños de los 76 necesarios, por lo que la propuesta era la de un gobierno de coalición en minoría pero con apoyos parlamentarios puntuales. Wilmès animó a los socialdemócratas a continuar las negociaciones a partir de ese marco para lograr esos 5 votos resultantes, pero Magnette y Rousseau dieron por concluida su ronda.

Egbert Lachaert, segundo liberal flamenco. Joachim Coens, tercer democristiano flamenco. Georges-Louis Bouchez, séptimo liberal valón

Entraron en escena los líderes de los partidos que sostenían el gobierno de Wilmès para continuar las conversaciones. Junio y julio de 2020 serían del mismo color que el final de 2019 cuando Magnette también había fracasado al tratar de armar una coalición morado-verde sin N-VA y fue relevado por los mismos Coens y Bouchez. Pues en esta ocasión al dúo se unía Egbert Lachaert, quien había sido recientemente elegido como nuevo líder del partido liberal Open VLD y era ya la decimosegunda persona en buscar la formación de gobierno, si no se cuenta a Charles Michel ni a Sophie Wilmès.

Los tres partidos formaban los restos de Suecia y plantearon que la minoría arrojada por el tripartito clásico ofrecido por PS y sp.a era insuficiente. No podían pasar toda esta odisea para acabar conformando el mismo gobierno con 71 apoyos en lugar de 76. Así que los tres plantearon la posibilidad de negociar una hoja de ruta y contar con los partidos que no hubieran ofrecido vetos sobre otros partidos (los verdes y el PS eran los que habían vetado a N-VA hasta entonces). En ese contexto, MR, Open VLD y CD&V buscaron el acuerdo con sp.a, cdH y N-VA.

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Bandera del Estado norteamericano de Arizona. Su uso en la política belga obedece a los colores azul, amarillo, rojo y naranja. Fuente: Wikimedia.

Esta coalición recibió el nombre de Arizona, en referencia a la mezcla de colores de la bandera del Estado norteamericano: azul liberal, rojo socialdemócrata, naranja democristiano y amarillo nacionalista. Arizona ofrecía una mezcla explosiva: 4 partidos flamencos copaban la coalición (19 escaños valones por los 58 flamencos) y solo 1 de los 6 partidos era de centro-izquierda, frente a los 5 de derecha. El sp.a, por tanto, debía romper la unidad de la familia socialdemócrata y dejar fuera al PS, por lo que exigió que el gobierno tuviera fuertes tintes sociales para permitir ese desequilibrio. Los puntos planteados por sp.a eran una mayor inversión sanitaria y una fuerte recaudación fiscal sobre los ricos y las multinacionales.

¿La situación podría ofrecer más giros extraordinarios? Por supuesto. En vista de lo que parecía un inevitable éxito por los 76 escaños que lograba Arizona, el PS valón retiró sus vetos para no quedar excluido del gobierno y así presionar para un gobierno más social, evitando que Bélgica se enfrascara en la deriva derechista que arrojó la etapa de la coalición Suecia.

El PS levantó el veto a los nacionalistas flamencos de N-VA y planteó la posibilidad de hablar sobre todos los temas, incluyendo una reconfiguración del Estado belga a nivel federal y regional. Paul Magnette, líder del PS, afirmó que “El Estado ya no funciona correctamente, hay una fragmentación de poderes alucinante”. Los líderes Coens, Bouchez y Lachaert buscaron mantener las negociaciones por Arizona pero el levantamiento del veto socialdemócrata reabrió un antiguo cajón. Un cajón morado-amarillo.

Paul Magnette, cuarto socialdemócrata valón. Bart de Wever, segundo nacionalista flamenco

El panorama belga finalmente logró algo impensable hasta entonces: situar conjuntamente a los líderes socialdemócratas valones (Paul Magnette) y nacionalistas flamencos (Bart de Wever) en la misma mesa de negociación. El Rey les ofreció la posición negociadora aunque técnicamente existiera un gobierno formado en el país. La propuesta, que se alargó hasta agosto de 2020, era importante para el establecimiento de un gobierno en el país porque el PS seguía haciéndose valer como el partido líder en la región de Valonia, más empobrecida; mientras el N-VA era el ganador destacado a nivel federal y en el conjunto de Flandes. Por eso un gobierno conjunto podría entenderse en los términos de necesidad superior e interés general de Bélgica, como símbolo de convivencia entre las dos comunidades lingüísticas. Sin embargo, los apoyos serían insuficientes.

Los socialdemócratas valones lograrían el apoyo de su contraparte flamenca, el sp.a socialdemócrata flamenco, mientras el N-VA lograría atraer a los democristianos de ambas regiones (CD&V flamenco y cdh valón). Esta coalición se llamaría rojo-amarillo-romano en referencia a los colores de cada sección: rojo (socialdemócrata), amarillo (nacionalistas flamencos) y “romano” como se conoce a los democristianos en Bélgica y Países Bajos.

Entre los 5 partidos solo llegarían a 71 escaños de los 76 necesarios. Para sondear los otros 5 votos necesarios, N-VA trató de atraer a los liberales, que entonces chocaban con las políticas de los socialdemócratas y venían de un periodo de tensión con sus socios democristianos a causa de una ley para avanzar en la despenalización del aborto. Ahora era al MR de Bouchez –liberal valón- a quien se acusaba de torpedear la formación de un gobierno porque este desacuerdo permitía mantener a Sophie Wilmès en el poder, donde los liberales tenían amplio dominio.

Ante la negativa de los liberales, N-VA quiso romper el conjunto de voto liberal atrayendo al partido Open VLD, aumentando el peso flamenco en el gobierno. Los liberales flamencos, sin embargo, se negaron a romper la unidad de negociación MR-Open VLD. Por su parte los socialdemócratas trataron de lograr esos 5 votos entre los partidos verdes, pero ellos volvieron a declararse incompatibles con los nacionalistas flamencos y pidieron fuertes reformas climáticas sobre la hoja de ruta de Magnette y Bart de Wever. No habría rojo-amarillo-romano, no habría morado-amarillo, no habría morado-verde y no habría Arizona. El PS había acabado con Arizona cuando los números daban y el MR había acabado con una ampliación del rojo-amarillo-romano cuando ya había principio de acuerdo. El 14 de agosto de 2020 la vía naufragó, Magnette y de Wever renunciaron y se devolvió la pelota al Rey Felipe con la intención de que esta vez la iniciativa recayera sobre liberales y verdes.

Egbert Lachaert, tercer liberal flamenco

Egbert Lachaert, candidato del Open VLD. Fuente: Isopix.

Y así fue. El mandato regresó a Egbert Lachaert. El candidato por el partido liberal flamenco Open VLD recibió la misión el 18 de agosto de 2020. La cuestión de la formación de gobierno se había vuelto urgente por la cercanía de la fecha límite para la expiración de los poderes especiales que había obtenido el gobierno interino de Sophie Wilmès: el 17 de septiembre. La negociación pronto retomaría la vía conocida como Vivaldi, aparentemente muerta, para poder establecer un gobierno con los socialdemócratas, liberales, verdes y el democristiano CD&V; es decir, la coalición que dejaría fuera a los nacionalistas flamencos.

Las negociaciones no contaron esta vez con el veto de CD&V, que en la anterior ocasión exigían la presencia de los nacionalistas flamencos, hiriendo de muerte a Vivaldi. Los democristianos querían más poder en manos de las comunidades, lo cual sería una profundización de la autonomía flamenca, francófona y alemana. Ya que las tres regiones federales no se corresponden con las tres regiones lingüísticas: Flandes es flamenca –derivada del neerlandés- salvo en algunos municipios que desbordan el Área Metropolitana de Bruselas, Valonia es francófona salvo en una franja en la frontera oriental con Alemania –de habla germana- y Bruselas es mixta –aunque destaca la presencia francófona-. En definitiva, sin los miembros de N-VA, los líderes verdes levantaron sus reticencias al gobierno y el final de esta historia pudo fluir hacia un acuerdo gracias a la mencionada retirada del veto de CD&V.

Egbert Lachaert, cuarto liberal flamenco. Conner Rousseau, tercer socialdemócrata flamenco

Sorprendentemente, se había llegado a un nuevo principio de acuerdo. Bélgica tendría gobierno bajo la vía Vivaldi. Los partidos ya habían batido más que de sobra el anterior récord mundial de tiempo sin gobierno para un país en paz, superándose a sí mismos, ya que Bélgica ocupaba el segundo puesto con su crisis política dilatada entre 2010 y 2011. Ni siquiera un periodo de emergencia con una pandemia crítica para el país había puesto de acuerdo a los partidos políticos belgas. Pero ahora tenían un principio de acuerdo incluso con la espinosa cuestión de quién ocuparía el puesto de primer ministro. La jefatura del ejecutivo estaba a punto de pasar de los liberales valones a los liberales flamencos de Lachaert, del Open VLD. Sería la primera vez que Bélgica no estaba gobernada por la figura de un liberal valón como primer ministro desde 2014. Ahora las negociaciones se llevaban a cabo bajo la dirección de Lachaert junto con el líder del sp.a flamenco, Rousseau, tras el nombramiento real.

Conner Rousseau (sp.a) et Paul Magnette (PS) en janvier dernier.
Conner Rousseau (izquierda) y Paul Magnette (derecha), líderes socialdemócratas de sp.a y PS. Fuente: Belga.

¿Cabe algún impedimento más? En efecto. En septiembre de 2020, Lachaert dio positivo por COVID-19. Hubo que continuar las negociaciones de manera telemática para el grupo de Vivaldi, ya que todos los líderes fueron aislados nueve días para guardar la cuarentena, dado que habían estado en estrecho contacto repetidas veces. Los poderes especiales de Wilmès se ampliaron de manera excepcional hasta el 30 de septiembre pero se hizo necesaria otra fórmula de consenso, ya que la figura del primer ministro era una de las piezas en negociación entre MR y Open VLD. Aparentemente los liberales valones se negaban a ceder la jefatura del gobierno y Bouchez, líder del MR, proponía que fuera Sophie Wilmès la que siguiera liderando el ejecutivo con los partidos de Vivaldi. El sp.a hizo incluso un conato de ruptura de negociaciones con el MR por interponer tantas trabas, también en el programa económico, a la coalición y los términos de presidencia. De nuevo, como ocurrió en la vía rojo-amarillo-romano, es el MR quien ve peligrar su posición de dominio amplio en el gobierno y apuesta por tensar las negociaciones para dilatar la alternancia en el poder y mantener la interinidad de su candidata Wilmès.

Vivaldi estaba en los días previos a su entierro. Lachaert y Rousseau pretendían abandonar su posición negociadora ante el Rey la semana final de septiembre, pero éste extendió su mandato a la espera de un gesto de acercamiento por parte de los liberales valones del MR. Matemáticamente, el MR podía ser sustituido por los democristianos valones de cdH, pasando Vivaldi de 88 a 79 escaños, pero Open VLD no se mostraba conforme con un gobierno sin su contraparte liberal aunque se redujera así el peso valón.

En un contexto de extrema desconfianza, no entre dos partidos sino entre todos, como se ha visto, no queda claro cuánto podría durar cualquier gobierno armado en estas condiciones. Pero al fin se produjo el acercamiento. El líder del MR, Bouchez, se disculpó con Lachaert, de Open VLD, por haber asegurado que Wilmès seguiría siendo primera ministra sin consensuarlo con Vivaldi.

Alexander de Croo, quinto liberal flamenco. Paul Magnette, quinto socialdemócrata valón

La última semana de septiembre, el Rey nombró a Alexander de Croo y a Paul Magnette para cerrar las negociaciones. La elección de Magnette no gustó entre los partidos de derecha y, tras muchas conversaciones, los 7 partidos acordaron que el primer ministro fuera de Croo, liberal flamenco del Open VLD. A pesar de la jefatura en manos de la derecha, fueron estos partidos los que más resistencia interna mostraron. Los partidos sometieron a procesos internos la validación de Vivaldi resultando en un mayor apoyo entre la izquierda: PS (100%), sp.a (94%), Ecolo (98%), Groen (98%), MR (100%), Open VLD (84%) y CD&V (74%).

El día 1 de octubre de 2020, al fin, Bélgica armó un gobierno. Sophie Wilmès entregó el poder al liberal flamenco Alexander de Croo, pasando del MR al Open VLD. De Croo formaba parte del mismo partido que Egbert Lachaert, la figura que había logrado un aparente consenso y era la decimocuarta persona que lideraba la odisea belga –decimosexta contando a Michel y Wilmès-. La sesión de investidura se realizó en el Parlamento Europeo, en Bruselas, para poder mantener la distancia de seguridad sanitaria entre los parlamentarios. A continuación, de Croo nombraría a la misma primera ministra interina saliente Sophie Wilmès como Ministra de Exteriores. Y los partidos de Vivaldi llegaron al gobierno multicolor tras 650 días repartidos en más de cuatro estaciones.

Belgien Brüssel | Vorstellung der neuen Regierung
Alexander de Croo presenta su nuevo gobierno en octubre de 2020. Fuente: Frederic Sierakowski/Belga/Imago Images.

La extremada complicación para sostener el gobierno se debe a que debe manejarse a 7 bandas con 4 colores diferentes, 2 comunidades lingüísticas y territoriales enfrentadas por sus líderes y por sus bases, una pandemia, una crisis económica y una oposición donde confluyen los dos primeros partidos del país: los nacionalistas de N-VA y la ultraderecha de Vlaams Belang, que además pueden jugar la carta del cordón sanitario que ha sido impuesto sobre ellos.

Todo ello hace que este gobierno nazca con todas las papeletas para morir joven, sin embargo la misma existencia de este escrito nos hace ver que en Bélgica ocurren cosas extraordinarias. Finalmente Bélgica ha logrado un gobierno, frágil como nunca; y el gobierno tiene el reto de unir a Bélgica, rota como siempre.

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