Con una flota de 27 furgonetas la organización de voluntarios Eventroom deja atrás las últimas líneas de defensa de las fuerzas de Ucrania para adentrase en la “zona gris”. Entre las tropas rusas y ucranianas quedan todavía civiles que intentan sobrevivir a los bombardeos diarios, muchos de ellos solo pueden abandonar sus pueblos gracias a los convoyes que organizan los voluntarios.
Los jóvenes de Eventroom se encargan, junto a otras organizaciones locales, de realizar estas peligrosas tareas. Tienen su centro logístico en la ciudad de Járkiv y desde aquí realizan recorridos de unos 300 kilómetros, entre la ida y la vuelta, para trasladar a todas aquellas personas que quieran abandonar el infierno de la artillería constante. Eugene es uno de los voluntarios que participa en estas evacuaciones. Desde el 24 de febrero tuvo muy claro que quería hacer su aportación a “la victoria de Ucrania”, sentencia, confiado en las capacidades de su país para vencer a las fuerzas rusas. “Yo no tengo experiencia militar y tardaría meses en adquirirla”, reconoce, pero esto no le impidió crear una organización junto a sus amigos para paliar los efectos de la guerra entre los que más las sufren. “No teníamos ninguna estrategia, simplemente comenzados a trabajar”, apunta.
La primera evacuación la hicieron por iniciativa propia sin ningún tipo de ayuda, aunque actualmente la asociación está en contacto con el gobierno de Kiev y el ejército ucraniano. Para poder circular por esa “tierra de nadie” necesitan un permiso especial de las tropas ucranianas. Cuando están realizando las evacuaciones “no tenemos el apoyo de nuestros soldados, ellos se quedan atrás” subraya Eugene. Los trayectos no son sencillos y su caravana fue bombardeada varias veces durante las operaciones. Por fortuna ni los voluntarios ni los evacuados sufrieron daños. Sin embargo, sus vehículos necesitan reparaciones constantes y el combustible también es escaso, explican desde la organización. El gobierno de Járkiv les facilitó el combustible en varias ocasiones, pero no es suficiente para cubrir sus necesidades y lamentan que no haya un apoyo mayor por parte de las autoridades de la región. Las dificultades no los frenan a la hora de llevar a cabo su labor, pero con mayor implicación pública su trabajo tendría menos complicaciones y sería más efectivo.
Para poder sacar a los civiles de territorios peligrosos se concreta un día a la semana. Tanto las fuerzas ucranianas como las rusas están sobre aviso y suelen disminuir la intensidad del combate. Sin embargo, no siempre es así. Eugene explica que hay ocasiones en las que se agrupan hasta un total de 5.000 personas para salir de una determinada zona, “pero los rusos solo permiten que salgan unas 100 o 150 de cada vez”.
Voluntarios y civiles se ponen en contacto gracias a la iniciativa de una organización humanitaria de la República Checa, “Happy for leaving”. Esta asociación creó un chatbot de Telegram donde los residentes de estas áreas reciben la información para poder iniciar el proceso de evacuación. Al principio fue complicado porque muy poca gente conocía este servicio y había otro problema añadido: las personas mayores no manejan las redes sociales. A pesar de ello y gracias al boca a boca muchos residentes conocen la iniciativa y pueden salir del frente de guerra. En el convoy de las evacuaciones siempre va una ambulancia y vehículos para personas con movilidad reducida. Además, esta asociación cuenta con una docena de sillas de ruedas para poder trasladar a los ancianos. “Las personas mayores tienen que recorrer uno o dos kilómetros hasta que llegan a los puntos de evacuación. Para ellos esto supone un gran esfuerzo. Por este motivo siempre llevamos abundante agua, medicinas y a nuestros paramédicos para atenderlos”, apunta Eugene.
Después de salir de la zona más peligrosa las fuerzas armadas de Ucrania registran los documentos de los civiles por cuestiones de seguridad. Es el gobierno ucraniano el que pone a disposición de todas estas personas autobuses que los llevan a diferentes ciudades. Aproximadamente un 80% de los evacuados se van a vivir con familiares cercanos, pero hay personas que no tienen ni parientes, ni un lugar donde quedarse. Los refugios de Járkiv están saturados, así que desde Eventroom, y con la ayuda de Polonia, han creado un programa para ayudar a los que tienen menos recursos tras abandonar sus hogares. Y es aquí donde toda la infraestructura que la sociedad civil ha creado tras la invasión rusa comienza a funcionar. Los voluntarios de Járkiv contactan con sus homólogos de Lviv para que se encarguen de recibir a estas personas. Una vez allí cruzan la frontera para llegar Polonia donde se han habilitado dos grandes centros desde los que conectan a los civiles con organizaciones de otros países europeos dispuestos a prestarles ayuda. La mayoría de estas iniciativas son de carácter privado, destaca Eugene.
Una gran parte de estas evacuaciones las realizan equipos de voluntarios como Eventroom. Kiev ya había ordenado la evacuación obligatoria de Donetsk y el pasado 26 de agosto viceprimera ministra y ministra para la Reintegración de los Territorios Ocupados Temporalmente, Iryna Vereshchuk, anunció los preparativos para realizar una evacuación obligatoria de algunas zonas de los óblast de Járkiv, Zaporiyia y Mikolayiv.
“A Kutuzivka solo llegan nuestros voluntarios”
Las fuerzas de Rusia continúan ocupando un 30% de todo el territorio de la región de Járkiv, tras una retirada parcial de sus tropas en mayo. La imposibilidad de tomar y ocupar la capital regional no ha liberado a la población civil de estar al alcance de la artillería rusa y los bombardeos son casi diarios en la metrópoli. Es esta una región especial, dice Eugene, antes de la invasión de Rusia muchas personas podrían considerarse “prorrusas” –sobre todo aquellos que habían vivido en la Unión Soviética– pero “después de lo que hicieron en Járkiv todo el mundo apoya a Ucrania; ha sido un gran cambio”. Resulta irónico ver murales soviéticos, todavía en perfecto estado cerca de edificios residenciales destruidos por misiles lanzados desde la vecina ciudad rusa de Belgorod.
Tampoco las pequeñas localidades como Kutuzivka respiran tranquilas, aunque los soldados ucranianos controlan la zona desde finales de abril. En las inmediaciones de esta pequeña aldea se pueden ver todavía los restos de las fuerzas que ocuparon esta zona. Una pequeña furgoneta blanca destartalada y con la marca “Z” es testigo de lo ocurrido en este lugar durante la ocupación. Allí siguen viviendo unas 100 personas, muchas de ellas se han instalado en el sótano de una guardería ya que sus casas han sido totalmente destruidas por los bombardeos rusos. La mayoría de los vecinos son gente de mediana edad y ancianos que sobrevivieron a más de 42 días de ocupación y asedio. Cuando comenzó la invasión a gran escala por parte de Rusia había más de 30 niños en la aldea. Ahora ya no queda ninguno, todos han sido trasladados a lugares más seguros.
Konstantin es unos los residentes del pueblo y se encarga de ayudar a distribuir la ayuda que le llevan los voluntarios. Mantiene el ánimo alto y confía en que la guerra terminará pronto. Ha estado en su pueblo desde el 24 de febrero sin salir y recuerda que en lo peores momentos escuchaban la radio ucraniana para seguir las instrucciones y así poder sobrevivir. Estuvieron un mes sin agua y la comida escaseaba.
Aunque la artillería rusa barrió su hogar, él está alegre: “sigo vivo y seguiremos luchando”. Konstantin explica que a su pueblo fueron enviadas tropas de la autoproclamadas Repúblicas de Donetsk y Lugansk: “Rusia envió a ucranianos para que matasen a sus hermanos”. No hubo mucha comunicación entre los residentes y los milicianos durante la ocupación, sin embargo, Konstantin afirma que no llegaron a maltratar a nadie, pero sí robaron en las casas. “No podíamos hablar con ellos. No se puede hablar con quien sostiene un arma contra ti”.
La falta de transporte de los residentes de este lugar y la amenaza de bombardeos dificulta el abastecimiento de productos básicos: “solo nuestros voluntarios llegan hasta aquí”, señala Konstantin. Un par de veces a la semana los jóvenes de Eventroom les llevan comida y productos de higiene. Pero el invierno está cerca y todos saben que habrá más problemas.
En Kutuzivka no hay electricidad ni gas. Los vecinos se las van arreglando, tienen pequeñas baterías y el equipo de voluntarios está tratando de conseguir generadores eléctricos. Konstantin apunta que no le preocupa el frio y muestra orgulloso toda la leña que han recolectado para poder pasar el inverno. Sin embargo, la situación de los civiles que todavía siguen viviendo en sótanos empeorará cuando el mercurio llegue a temperaturas bajas.
Ha transcurrido más de medio año desde el inicio de la invasión a gran escala rusa de Ucrania y la guerra ya no abre las portadas de los principales medios del mundo. La recepción de ayuda internacional también ha ido disminuyendo a medida que la atención mediática se reducía. Actualmente son las empresas ucranianas las que proveen a estos grupos de voluntarios de paquetes de ayuda humanitaria. La ayuda exterior comienza a escasear. El trabajo de los grandes organismos de las Naciones Unidas o la Cruz Roja sobre el terreno es insuficiente, afirman desde Eventroom. Eugene es muy escéptico con el papel que han jugado estas grandes agencias: “creo que tras este conflicto hay que repensar la forma de trabajar de estos organismos”.
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