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El regreso de la extrema derecha a Brasil

Escrito por Àngel Marrades

Jair Messias Bolsonaro ganará hoy la primera vuelta de las elecciones presidenciales. En un escenario convulso de gran polarización política, Brasil se debate entre Bolsonaro o Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores. Esta contienda se enmarca en un largo proceso que viene gestándose desde hace 4 años.

Slogan de campaña de Bolsonaro: “Brasil sobre todo y Dios por encima de todos”

Jair Bolsonaro es un militar en la reserva y diputado federal desde 1991, habiendo pasado por distintas formaciones políticas, algo habitual en Brasil debido a su complejo sistema federal en el cual coexisten numerosos partidos políticos, claro ejemplo de ello es que tan solo en 2017 el 31,5% de los diputados cambiaran de partido y que en una cámara de 513 escaños ninguna formación supere los 70 asientos. Bolsonaro aglutina el voto evangelista y conservador que se ha extendido en los últimos años fruto del aumento de la pobreza y del abandono de la iglesia católica de las zonas más marginales, donde han aparecido un gran número de iglesias pentecostales; su lema de campaña lo deja claro: “Brasil sobre todo y Dios por encima de todos” haciendo que su apellido Messias parezca casi premonitorio. 

Esto también quedó patente en su bautizo en el río Jordán durante su gira internacional en pos de obtener una imagen presidenciable. Durante esta gira visitó Estados Unidos, donde buscó mostrar su cercanía a Trump, tratando de enmarcar su candidatura junto a las de una larga lista de figuras que desean reformar el orden internacional actual y no están conformes con el ideario cultural liberal de la globalización. Pero más importante aún fue su intento de dejar patente su programa económico ultra liberal, cambio radical ya que sus postulados originales eran dar más peso al estado en la economía y realizar una centralización, gracias al cual Bolsonaro ha conseguido el apoyo de los mercados.

“Las mujeres tienen salarios más bajos porque quedan embarazadas”-Jair Bolsonaro (febrero de 2015).

Otra pieza clave en su popularidad es su cercanía a los militares, para quienes ya tendría reservados algunos de los ministerios más importantes del gobierno, sonando nombres como los de los generales Augusto Heleno, Alessio Ribeiro Souto u Osvaldo Ferreira, además de llevar como Vicepresidente al general Hamilton Mourão. Es destacable también su popularidad entre la tropa debida entre otras razones a que en 1986 escribió un artículo en la revista Veja bajo el título “El salario está bajo” donde reclamaba un aumento de la paga para las tropas por el cual fue arrestado durante 15 días. Entre sus políticas se encuentran la militarización completa del país, extendiendo la ya existente intervención en Rio de Janeiro, la ampliación del número de escuelas militares hasta tener un Colegio Militar en cada una de las capitales de la República en tan solo dos años o reformar el Estatuto de Desarmamento para otorgar el derecho a portar armas de fuego a todos los ciudadanos.

Estas políticas forman parte de su programa para uno de los problemas más importantes de Brasil: la violencia. El aumento de la violencia se encuentra en números históricos, en 2017 hubo 63.880 homicidios, lo que se traduce a 175 asesinatos al día a una media de 7 por hora, cifras que superan las de varios países inmersos en conflictos armados. Bolsonaro propone así atajar este problema histórico, que ha alcanzado cifras record a raíz de la crisis, pero esto genera considerables dudas ya que uno de los principales factores detrás de esta alta tasa de muertes es la actuación de las fuerzas de seguridad del estado. La tasa de homicidios a manos de la policía se ha incrementado en un 21,4%, hasta los 5.144, en 2017 lo que equivale a 14 asesinatos a manos de la policía al día; su única propuesta a este respecto es exculpar a la policía en el marco de su acción competente.

“No voy a combatir ni a discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle, los golpeo”-Jair Bolsonaro (mayo de 2002).

Sin duda Bolsonaro es el candidato de los militares, que ya se encargaron junto al aparato judicial de eliminar a su principal rival, Lula Da Silva, quien actualmente se encuentra en prisión preventiva por un controvertido juicio en el que el juez Sérgio Moro ha sido acusado de utilizar toda clase de artimañas para asegurar que se le culpara: desde pinchar teléfonos móviles ilegalmente, monitorizar los movimientos del abogado de Lula o utilizar pruebas no incriminatorias. Lula con una enorme popularidad figuraba en las encuestas a presidente como el favorito absoluto a ocupar el Palacio de Planalto, pero la decisión del Supremo Tribunal Federal de que se le encarcelara y la posterior decisión del Tribunal Electoral de que desde prisión no podía presentarse a las elecciones sellaron su destino. Estos procesos estuvieron rodeados de fuertes presiones por parte de los militares, como dejan claro las declaraciones del jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Villas Boas, en redes sociales: “En esta situación que vive Brasil, resta preguntar a las instituciones y al pueblo quién está pensando realmente en el bien del país y de las generaciones futuras y quién solo en sus intereses personales”.

La fiera campaña por parte de los militares, con Bolsonaro como su portavoz, contra el PT no es algo nuevo como demuestran las declaraciones del actual candidato a la presidencia durante el histórico impeachment de 2016 a Dilma Rousseff quien fue desalojada de la presidencia por sus aliados de coalición para que asumiera el cargo su vicepresidente Michel Temer, quien ha realizado una profunda serie de reformas de carácter liberal.

“¡Dedico mi voto (a favor del impeachment) a la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el terror de Dilma Rousseff!”-Jair Bolsonaro (agosto de 2016, en referencia a un icono de la tortura durante la última dictadura, Dilma fue torturada durante este periodo por militares).

Volviendo al presente y con Lula ya en la cárcel el Partido de los Trabajadores decidió aceptar la situación y optó por la estrategia de presentar a su candidato a la vicepresidencia, Fernando Haddad, y vincular todo lo posible la imagen de este a la de Lula. De esta forma Haddad, sin ser muy carismático y siendo un candidato bastante moderado, ha conseguido posicionarse como segundo en las encuestas, aunque lejos de Bolsonaro.

Cartel de campaña del Partido de los Trabajadores: Haddad es Lula.

Sus posibilidades pasan por una segunda vuelta que le dé la presidencia a través de una campaña polarizada, al estilo de Francia, que le muestre como la mejor opción frente a un candidato de extrema derecha filofascista. Si bien esta estrategia ha funcionado al principio está empezando a desmoronarse e incluso jugando en su contra, pues Bolsonaro también sabe jugar muy bien la carta de tensar y de sacar rédito al voto antipetista (contra el Partido de los Trabajadores, que acumula una gran cantidad de escándalos de corrupción). Durante la campaña además no ha acudido a los debates presidenciales, por voluntad propia al principio y por su hospitalización debido a la puñalada que recibió durante un acto electoral después. Esto ha obligado a sus adversarios a enfrentarse entre ellos y manteniendole al margen de unos debates donde podía sufrir momentos incómodos, y en los cuales cualquier ataque contra él podía verse mal al estar recuperándose en el hospital, desde donde ha dirigido la campaña hasta hace pocos días, sin poder realizar grandes actos públicos.

“En la etapa de la dictadura (brasileña) deberían haber fusilado a unos treinta mil corruptos, empezando por el presidente Fernando Henrique Cardoso” (mayo de 1999). 

Contra la creencia general sobre el voto ultraderechista el apoyo que recibe no viene de los estratos más bajos de la sociedad, donde el rechazo al candidato supera el 50%, al igual que entre la población negra. Sus votantes pertenecen principalmente a clases medias y altas con estudios superiores, sin apenas distinción de género a pesar de las grandes manifestaciones encabezadas por mujeres que se han producido estos días contra él bajo el lema “Ele Não”, de hecho puede decirse que estas protestas le han propulsado y hay encuestas que le ponen como líder entre el voto femenino. Estos sectores de la población entienden que hay una crisis de valores en el país, que la izquierda ha sobrepasado ciertos límites y los ha traicionado (la aprobación del matrimonio homosexual), y Bolsonaro será quien ponga orden. Además es un candidato sin manchas de corrupción en un país profundamente corrupto.

“Con la enseñanza a distancia se puede ayudar a combatir al marxismo y la ideología de género. Muchas familias ya prefieren que sus hijos se eduquen en casa y se puede empezar con eso una vez por semana. Eso va a ayudar también a hacer más barata la enseñanza en Brasil” –Jair Bolsonaro (agosto de 2018).

Programa político de Jair Bolsonaro

En esta contienda quienes han quedado divididos y fuera de juego han sido los liberales, ninguno de los candidatos de este sector alcanzará el 10% de los votos según las encuestas, aunque mantendrán un importante número de escaños en la Cámara de los Diputados algo que tendrá que tener en cuenta quien quiera que sea el ganador. Como representante de este sector el gigante de la comunicación Globo deberá tener cuidado con los pasos a dar ya que esta empresa que desde la época de la dictadura ha llevado las riendas de la opinión pública convirtiéndose en la práctica en la televisión estatal, ahora se encuentra frente a dos adversarios.

Enfrentó al PT alentando las protestas por los supuestos casos de corrupción y dirigió una importante campaña contra Dilma durante el impeachment primero y contra Lula en el juicio después.

Contra Bolsonaro también dirigió una campaña de desprestigio quien ya ha amenazado con hacer una profunda reforma a la legislación sobre medios de comunicación, que favorece enormemente a Globo con fondos a la empresa, algo que no se atrevió a hacer Lula durante sus gobiernos.

Globo incluso se enemistó con el Presidente Michel Temer a quien retiró su apoyo ante la baja popularidad de este (alrededor de un 2-4%). Ante la imposibilidad de poner a un candidato liberal moderado en segunda vuelta que hiciera frente a Bolsonaro, reeditando lo ocurrido en Francia entre Macron y Le Pen, Globo confía en su peso como monopolio para mantener su poder. Sin embargo los militares aún recuerdan que la dictadura militar cayó en gran parte por los designios de esta cadena y se aseguraran de que esta vez no pueda enfrentarlos. Bolsonaro es un fuerte defensor de la dictadura militar, y sobre las torturas características de este periodo ha dicho estar a favor.

“El error de la dictadura fue torturar y no matar”-Jair Bolsonaro (julio de 2016).

Aún debemos esperar a los resultados, pero los hechos dejan patente que hay una fuerte alianza entre Bolsonaro y los militares. Esto lo vemos especialmente, no solo en la manera en que los favorece al ejército, sino en el cambio de rumbo en su programa económico. Hace 4 años Jair Bolsonaro defendía un nacionalismo económico, pero los rumores afirman que tras una serie de contactos con la cúpula militar esto cambió, y desde entonces defiende los postulados más liberales uniendo la defensa de despidos masivos y dejar hacer a las grandes empresas con su lucha contra las organizaciones obreras y de trabajadores con el anticomunismo como bandera.

“Por lo que veo en las calles, yo no voy a aceptar ningún otro resultado que no sea mi elección. Ese es un punto de vista cerrado. (Sobre) si las instituciones militares aceptarán o no el resultado, yo no puedo hablar por los comandantes (…), pero podría haber (una reacción) ante el primer error del PT. Nosotros, las Fuerzas Armadas, avalamos la Constitución. No existe democracia sin Fuerzas Armadas”-Jair Bolsonaro (septiembre de 2018).                           

Intervención militar en Rio de Janeiro, foto de Ivan Alvarado © REUTERS

Aunque la idea de que el ejército pueda dar un nuevo golpe de estado parece lejana, a pesar de las declaraciones de algún que otro general retirado, sí es muy posible que quieran instaurar un nuevo régimen en el que tengan mucho más peso en las decisiones del estado. Si Bolsonaro gana habría que discernir hasta qué punto este puede ser una marioneta en manos de los militares para sus intereses, o si en realidad aspira a más y el programa económico que ha aceptado es una mera tapadera.                                  

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