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El debate más importante para la Unión Europea

Por Pablo del Amo

La Unión Europea se enfrenta en menos de una década nuevamente a un dilema existencial. Lo que decidan sus estados miembros determinará el futuro del proyecto europeo. Más allá de los diferentes instrumentos para afrontar la crisis económica, la UE debe plantearse una  respuesta a una pregunta fundamental ¿qué clase de actor quiere ser en el nuevo paradigma mundial? Dependiendo de cómo actúe ante esta cuestión el peso será uno u otro en la balanza internacional, con las  importantes implicaciones en su interior.

¿Qué papel ha tenido la Unión Europea en la crisis del COVID19?

Los principales actores en la Unión Europea son por un lado los estados miembros y por el otro las instituciones europeas, cada parte ha tenido un rol diferente en lo que respecta a la crisis del coronavirus.

Por un lado tenemos a los estados miembros, que actuaron en un inicio individualmente sin tener en cuenta a los demás países europeos con medidas como cierre de fronteras y confinamientos. Cada país ha actuado sin coordinación, lo que ha causado en muchas ocasiones fricciones entre las diversas naciones europeas. El ejemplo más paradigmático lo tenemos en los primeros compases de la crisis cuando Francia y Alemania se negaron a prestar ayuda a Italia, con la consiguiente prohibición de exportar material sanitario a los demás países. Esto causó una fuerte impresión en Italia que se ha hecho notar negativamente en la percepción ciudadana hacia la UE.

Aunque, en honor a la verdad, esta actitud inicial de los países ha ido cambiando durante el transcurso de la crisis sanitaria, con un aumento progresivo de la solidaridad y la cooperación dentro del espacio europeo. Este cambio se ha podido ver en los envíos de material médico entre estados o el ofrecimiento alemán y checo de acoger pacientes franceses e italianos, en un intento de paliar el colapso de sus respectivos sistemas de salud.

En cuanto a las instituciones europeas tendríamos la división entre las federales (Comisión, Banco Central Europeo…) y las consensuales (Consejo, Eurogrupo…). Las instituciones federales han demostrado ser más efectivas, jugando un rol más activo en la crisis, mientras que en el caso de las consensuales no ha sido así. Esto es principalmente debido a la profunda división entre los estados miembros a la hora de tomar decisiones, destacando el bloqueo continúo de Países Bajos a las propuestas provenientes de los países del sur (Italia, España…) suponiendo un claro retraso en la toma de decisiones.

Dentro de las instituciones federales hay que destacar el papel que ha jugado la Comisión Europea, si bien en los primeros momentos actuó con titubeos, posteriormente se ha podido apreciar un cierto liderazgo con la puesta en marcha de numerosas propuestas sociales y económicas. El organismo europeo también ha sido consciente de la poca coordinación de los distintos estados miembros a la hora de tomar las restricciones de movilidad. En un intento de que esto no se repitiera, la Comisión ha presentado una hoja de ruta para intentar poner orden a la salida de los confinamientos.  Otra cuestión destacable ha sido el apoyo de Bruselas a un “Plan Marshall europeo” en un alineamiento con los países del sur.

Es importante destacar el corto recorrido de esta Comisión Europea liderada por Ursula Von der Leyen, lo que se refleja en su actuación, es decir, es un equipo con poca experiencia dependiente de los estados miembros, al contrario de la anterior Comisión Juncker. La Comisión debe decidir el camino que quiere seguir ¿quiere ser una institución fuerte con poderes reales y autonomía? ¿o un títere que se mueve al antojo de las luchas internas de los estados miembros en el seno de la Unión?

Para ver más; Comisión Von der Leyen

Dentro de las instituciones consensuales hay que destacar al Consejo Europeo y al Eurogrupo. Como ya se ha comentado, las grandes fricciones  respecto a la respuesta económica a la crisis entre los distintos países miembros se hicieron notar en las distintas reuniones. Las cuestiones importantes para afrontar el COVID19 se han tomado en ambos órganos, demorando una respuesta contundente de la UE, al necesitar la unanimidad, los acuerdos se hacen imprescindibles, pero el bloqueo de los países ha demostrado que estas instituciones son menos efectivas que las federales al ser tan dependientes de los estados miembros.

 Remarcar el hecho de que países como Alemania o Países Bajos no quieren que las instituciones federales tengan ninguna competencia respecto al gasto, al funcionar por mayoría cualificada temen que se forme un apoyo suficiente para sacar adelante las propuestas de los países del sur. Otro detalle ligado a esto, es el papel inexistente que ha tomado el Parlamento Europeo en la crisis, Berlín y La Haya han apartado dicha institución, presidida por el italiano David Sassoli, para restar un apoyo al sur en el ecosistema europeo.

El Norte vs el Sur ¿vuelta a 2012?

En el trascurso de la crisis del COVID19 se ha demostrado la gran división que existe en el seno de la Unión Europea. Como en la anterior crisis, los principales choques se han producido entre los estados del sur y los del norte. Sin embargo,esta vez es importante señalar que la gran mayoría de los países, junto con las instituciones europeas se han alineado con las posiciones del sur. Por tanto, es un error denominar a este grupo “países del sur” ya que estados como Francia, Bélgica o incluso Irlanda están encuadrados en él, pero por motivos de simplificación, serán denominados así.

Tenemos por tanto dos bloques, por un lado los países del norte representados principalmente por Alemania y Países Bajos y por el otro los países del sur donde destacan Italia, Francia, España y Portugal. La respuesta económica a la crisis del COVID19 es el motivo por el que se ha originado esta divergencia, el grupo del sur (países más débiles financieramente) piden un plan solidario con la creación de instrumentos de emisión de deuda conjunta, los coronabonos por ejemplo. Mientras los del norte rechazan esta opción, optando por mecanismos como el MEDE, una línea de crédito de emergencia con condiciones.

Si bien ambos grupos están diferenciados, no son bloques monolíticos, es decir hay matices en las diversas posiciones. Mientras que Alemania defiende una postura “más moderada”, Países Bajos, sin duda es el país más beligerante dentro del grupo del norte. El gobierno de La Haya se ha mostrado en muchos momentos inflexible en las negociaciones llegando incluso a pedir que se investigara la inexistencia de margen fiscal en países como España. Esta actitud le ha valido multitud de reproches y hasta un cierto grado de aislamiento durante el Eurogrupo del 9 de abril. Para entender la posición holandesa es preciso detenerse en su situación interna; el año que viene se celebran elecciones en el país, el Primer Ministro Rutte junto con el Ministro de Finanzas Hoekstra se disputarán el liderazgo de una futura coalición de gobierno. No es extraño pensar que ambas figuras no quieren parecer frente a su electorado como “débiles” en la UE. Es importante destacar también que los coronabonos no es una idea que tenga arraigo en el público holandés, de hecho el Parlamento apoyó la posición “dura” del gobierno en Bruselas. Aunque sí que es cierto que ya han surgido voces discordantes dentro de la coalición llamando a una mayor solidaridad con el sur. Cabe destacar además el rol que están teniendo los partidos verdes dentro de este bloque, sobre todo en Alemania, (cada vez más importantes) apostando por una mayor integración y apoyando la solidaridad con los países del sur.

Dentro del bloque del sur también tenemos una división entre posiciones más moderadas como Francia y España y otras más “radicales”, principalmente Italia, pero también Portugal (véase las declaraciones del Primer Ministro Costa). Al igual que con Países Bajos, hay que entender la posición italiana dentro de su política interna.  El gobierno italiano está sometido a una gran presión, el país vive una y la oposición encarnada en la figura de Matteo Salvini, aprovecha cualquier muestra de debilidad en la postura de Roma en Bruselas para minar al ya frágil ejecutivo italiano. Por no hablar del crecimiento del euroescepticismo en el país debido a la respuesta inicial de los países europeos al comienzo de la crisis. Todos estos factores explican en gran medida la dura postura que está mostrando Italia en Europa.

Por lo tanto, como hemos visto hasta ahora, la división interna es uno de los principales factores a la hora de explicar la falta de respuesta de la UE ante la inminente crisis económica. La necesidad de alcanzar un acuerdo común, algo de notable dificultad debido a las reticencias de los países del norte, hace que el sur tenga que llevar una política de negociar y convencer. El problema radica en la falta de un plan concreto que presentar en el Consejo, ya que  en muchos casos el sur está centrándose en un discurso moralizante de solidaridad y ética, algo que evidentemente es importante, pero es necesario ser más prácticos. Es decir, ser precisos en lo qué se quiere hacer, cómo y por qué, resaltando que el Mercado Común beneficia a todos, en palabras del presidente de la Eurocámara David Sassoli :“¿y quién os comprará los tulipanes?”. El círculo vicioso austeridad-falta de crecimiento-mayor endeudamiento-riesgo soberano  terminará por acrecentar y perpetuar las divergencias reales y la sostenibilidad de la eurozona, y con ella la del proyecto europeo España ya ha puesto sobre la mesa una propuesta interesante; un fondo de recuperación económica de 1.5 billones de euros que dure 3 años. El fondo estaría dentro del presupuesto europeo que deberá financiarse con deuda perpetua de la UE avalada por las instituciones comunitarias.

El documento español podría ser una buena forma de empezar las negociaciones y presionar al norte para que actúe ante lo que parece que puede ser una depresión económica nunca vista anteriormente, a favor está que el consenso de la austeridad como respuesta como ocurrió en 2008, ha desaparecido. Este juego de presiones en el panorama europeo promete ser largo, ahora mismo solo estamos en el principio.

La UE y su dimensión internacional

La Unión Europea es el actor más débil políticamente dentro del marco de las grandes potencias, esto es debido principalmente a su gran división interna, como ya se ha explicado. Ahí reside la gran debilidad europea, en la falta de un proyecto común. Esta divergencia no es nueva, sino que se ha acentuado con la crisis del coronavirus. Otro gran problema que existe dentro de la UE es el frágil sentimiento europeo de las sociedades, en algunos casos inexistente, siendo un factor importante a la hora de afrontar crisis pues debilita su cohesión interior.

En la introducción del artículo se ha destacado la importancia de que la UE se haga la pregunta de qué clase de actor quiere ser en el nuevo paradigma internacional. Hasta el momento Bruselas sigue en una mentalidad del pasado que simplemente está reforzando su declive. Pero cabe otra posibilidad, la puesta en marcha de un plan ambicioso para salir de la crisis económica lo mejor posible, y un cambio de concepción a gran potencia cuyo objetivo sea defender los intereses de los europeos.

Tenemos por tanto dos grandes alternativas, si la UE decide seguir por el mismo camino sin realizar cambios estructurales, en definitiva está apostando por el statu quo actual, que llevará a un declive que se verá acentuado por la crisis del coronavirus . En este escenario, no se puede descartar en un medio plazo una Europa cada vez más disuelta en un mapa dividido en zonas de influencia. Por ejemplo un aumento de la influencia china en países como Hungría o incluso Italia (se ha producido un claro acercamiento durante esta pandemia).

La UE necesita vender su discurso al público, Bruselas tiene graves problemas a la hora de comunicar, esto lo hemos podido atestiguar con “la batalla por el relato de la ayuda sanitaria”. Las imágenes del ejército ruso por las calles de Italia o la llegada de suministros y expertos sanitarios chinos a Europa han sido potentes. En cambio en las mentes de mucha de la población ha quedado una imagen de una UE dividida, que no ayuda a sus estados miembros en los momentos de mayor necesidad. Esto se ha intentado paliar con más apariciones públicas de Ursula Von Leyen o la creación de gráficos detallando lo que ha realizado la UE y los estados miembros. Sin embargo no es suficiente y estos episodios han servido para mostrar la fragilidad de la imagen exterior de Bruselas.

Un ejemplo que sirve para ilustrar este hecho lo tenemos en los inicios de la pandemia en China, cuando Pekín pidió ayuda a la UE y esta envió toneladas de ayuda humanitaria al país. Fuentes europeas han asegurado recientemente que el gobierno chino pidió a Bruselas que no publicitara esta ayuda, para que Pekín no se mostrase débil tanto en el exterior como en el interior. En cambio cuando fue al revés, Pekín ha aprovechado inteligentemente sus envíos de ayuda para aumentar su “soft power”. Este error de Europa es producto de no tener una mentalidad de gran potencia, como sí tiene China, un actor mucho más preparado para competir en el nuevo paradigma mundial.

La alternativa para la UE es actuar con una gran potencia que defiende sus intereses dentro de sus capacidades. Poner en marcha una respuesta ambiciosa a la crisis económica que implique una mayor cooperación entre los estados miembros. Una salida asimétrica de la recesión solo implicaría un debilitamiento de todos los estados europeos. Una respuesta en positivo podría ser pensar en Europa no solo como un mercado común sino como un proyecto político que defienda una mayor cohesión social, sanitaria, económica…en definitiva una institución que sea capaz de sobresalir en el nuevo sistema mundial y cubrir las necesidades de sus sociedades.

¿Es posible una ruptura de la UE en un medio plazo?

Desde hace años se ha augurado el fin de la UE argumentando entre otras cosas, y con razón, su fuerte división interna, sin embargo, el proyecto europeo ha demostrado ser más resiliente de lo que muchos esperaban. Resulta muy difícil aventurar el futuro de Europa, pero lo más probable es que no se produzca tal fractura, la incertidumbre que causaría en los estados miembros sería muy alta, sumado a que no está claro que salir de la UE suponga un beneficio, más bien al contrario.

A la Unión Europea le unen rivales externos importantes, como es el caso de Turquía en el Mediterráneo Oriental. Una salida de la Unión supondría para muchos países un shock económico tremendo que no podrían aguantar, mientras que en el plano político, los estados europeos son conscientes que individualmente  no tienen prácticamente ningún peso importante en el sistema internacional. El Mercado Común ofrece además grandes beneficios a los países, especialmente a las potencias exportadoras como Alemania y Países Bajos. Todos estos factores juegan a favor de que continúe la existencia del proyecto europeo, que claro está, tiene grandes deficiencias siendo imprescindible realizar grandes reformas, como se ha explicado anteriormente.

Si bien la Unión tiene grandes argumentos de peso para mantenerse, tampoco es descartable  la opción de la fractura, retomando la variable de la gran división entre los estados miembros, que se ha podido acentuar, sobre todo inicialmente, en la crisis del COVID19. Es importante tener en cuenta que esta división existe desde prácticamente el principio del proyecto europeo y se explica en gran parte por la existencia de múltiples planes de integración que en muchos casos son antagónicos. Esta cuestión se enlaza por cómo se ha vendido la Unión Europea en cada país, es decir no es lo mismo como fue presentada en España (la llegada de la prosperidad y la modernidad) que el caso finés donde es visto como un mercado común.

Nos encontraríamos una vez más con dos grandes grupos (cada uno con sus matices), que serían por un lado los que no desean una mayor integración, es decir, estos países consideran que la UE debe de ser un proyecto económico y nada más. Hablamos de los países de la llamada Liga Hanseática (Países Bajos, Finlandia, Dinamarca…) que son a la vez los más reticentes a llevar a cabo un plan económico ambicioso y solidario para afrontar la crisis. 

En el otro grupo se encontrarían los países que apuestan por una mayor integración, este bloque ha estado liderado simbólicamente en los últimos años por el Presidente de Francia Emmanuel Macron, pero recientemente España, Italia y Portugal han defendido más enérgicamente esta opción. En medio de estos grupos, ejerciendo de contrapeso encontraríamos a Alemania, el país con más peso dentro de la UE. Su papel dentro de la crisis del coronavirus ha ido variando de apoyar las tesis de Países Bajos, a un acercamiento de las posiciones francesas, españoles e italianas. Berlín ha sintonizado más con los planes propuestos por España y Francia, advirtiendo de la necesidad de una respuesta que favorezca un escenario de recuperación simétrico por el bien del futuro del mercado único. También destacables las palabras del presidente alemán Steinmeier, asegurando que Alemania no podía salir fuerte de la crisis sin sus vecinos, apelando a la solidaridad.

Por último, debido a la actitud de los países del norte y la falta de coordinación inicial en la crisis del coronavirus, se ha apuntado la posibilidad de que la ruptura de la Unión Europea provenga del sur, destacando Italia y su aumento del escepticismo. Sin embargo, es ciertamente más plausible que dicha ruptura se produzca por el norte,  recordemos que La Liga Hanseática es y siempre ha sido reticente a una mayor integración, por ejemplo Países Bajos votó en contra de la Constitución Europea en 2005.

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