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El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní: Garante y partícipe del Régimen (I)

El Líder Supremo de Irán, Alí Jamenei, junto a la Guardia Revolucionaria Islámica | Fuente: khamenei.ir

Parte I | Parte II

Introducción

Desde sus inicios, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní (IRGC) ha desempeñado un papel fundamental en la vida política de la República Islámica de Irán. En este sentido, la IRGC es un actor polifacético encargado de tareas diversas y con distintas atribuciones tanto a nivel interno como externo que abarcan más allá de las funciones convencionales que se les otorgan a las fuerzas armadas y de seguridad de un Estado. Dicha variedad ha repercutido y coadyuvado hacia una progresiva politización del cuerpo armado, involucrándose en tareas radicalmente opuestas a las que en un principio cabría haber esperado de una organización cuya finalidad última es la preservación del régimen islámico que da a luz la Revolución de 1979. Este artículo aborda la evolución de la IRGC desde su fundación hasta el mandato de Ahmadinejad.

El papel formal de la Guardia Revolucionaria Iraní

El papel internacional de la IRGC es precisamente uno de tantos atributos que ella posee entre sus amplias competencias. De tal forma, reducir y centrar el estudio de la IRGC a su influencia internacional únicamente puede llevar a una visión unilateral y superficial de la verdadera importancia que la IRGC tiene dentro del sistema político iraní y lo determinante que es para su supervivencia tal y como ahora existe. Desde su creación en 1979, la IRGC ha desarrollado un papel fundamental en el mantenimiento del orden interno estatuido tras la proclamación de la República Islámica y la difusión de su visión ideológica. Asimismo, dichas tareas fueron sancionados por la constitución iraní al reconocer en el artículo 150 que: “[l]os Guardianes de la Revolución [Sepah Pasdaran], que fueron instituidos en los días subsiguientes al triunfo de la Revolución Islámica, seguirán en pie continuando y desempeñando su papel para salvaguardar la revolución y sus logros”. Pese a ello, este reconocimiento, como se aprecia, es ciertamente ambiguo, más aún si se considera que la continuación del mismo artículo viene a afirmar en todo caso “[l]a ley determinará los límites de las obligaciones y las competencias de este Cuerpo, en conexión con las de las otras Fuerzas Armadas, insistiendo en la cooperación y la coordinación fraternal entre ellos”.

De tal modo, esta misma ambigüedad e imprecisión acerca del papel formal que ocupan la IRGC ha dado lugar a numerosas controversias y discusiones políticas dentro de Irán respecto a cuál debiera ser su función política y social, así como su relación y jerarquía para con otras instituciones que poseen las mismas competencias.

En este sentido, dado que la Constitución persa delega en una ley de rango inferior la necesidad de establecer y delimitar las competencias de la IRGC y otros cuerpos del Estado, fue un año más tarde, en 1980, que la propia IRGC cerró unilateralmente el asunto al declarar que entre sus competencias se encuentran aquellas de orden interno bajo la supervisión del Consejo de la Revolución y con autorización del Gobierno. A esto, un año más tarde se le añadió la declaración de que la labor de la IRGC cumple dos tareas esenciales: preservar el principio islámico que dictamina que el gobierno recae sobre el jurista supremo, el ayatolá; y la defensa de la yihad. De esa forma, se concluía que la IRGC no podía ser despojada de su dimensión política ni de su sustrato ideológico.

En lo que respecta a la estructura de seguridad y defensa iraní (figura 1), la IRGC se encuentra formalmente en igualdad de condiciones respecto a la actividad realizada por el Ejército de la República Islámica, de ahí la necesidad de cooperación entre sendas instituciones; ambas subordinadas simultáneamente al Mando General Conjunto de las Fuerzas Armadas desde 1988 y quien a su vez depende del Ministerio de Defensa y Fuerzas Armadas. Finalmente, por encima del Ministerio de Defensa y Fuerzas Armadas, así como por encima del resto de ministerios, se encuentra el Consejo Superior de Seguridad Nacional, institución a la que deben rendir cuentas.

Asimismo, dentro del conjunto de los cuerpos que conforman las fuerzas armadas y de seguridad iraní se encuentra también la Fuerza Disciplinaria de la República Islámica de Irán, quien depende del Ministerio de Interior. En conjunto, se puede observar por tanto que, desde el punto de vista jurídico, la IRGC es una de entre varias organizaciones que deben velar por el mantener el orden público.

Figura 1: Estructura y jerarquía en el sistema de seguridad nacional iraní. Fuente RAND.

Sin embargo, la situación real contrasta totalmente con el esquema burocrático delineado. La capacidad efectiva de la IRGC trasciende lo mandatado jurídicamente y su impacto e influencia de sus decisiones en la política iraní es en ocasiones superior al de los diferentes ministerios. Una situación que, consecuencia de la existencia de unas redes informales de poder que, son las que permiten ventilar los disensos y fricciones originadas entre las fracciones políticas; a lo último además se le añade la presencia de diferentes miembros de las IRGC en distintas posiciones de importancia política dentro del sistema de toma de decisiones iraní, amplificando, en primera instancia, aún más su capacidad real de influencia. De todas formas, esto último no implica de por sí que todo antiguo miembro de la IRGC comparta los intereses de la IRGC

Debido a este contraste entre lo dispuesto legalmente y la situación efectiva entre las diferentes instituciones burocráticas y políticas, los conflictos políticos y discusiones alrededor del papel que la IRGC debe desempeñar se han prolongaron en el tiempo. Estas discusiones tenían de fondo las luchas y tensiones entre las visiones más conservadoras y dogmáticas sobre la Revolución Islámicas y aquellas más moderadas y reformistas. Con ello, de la misma manera que desde el inicio la IRGC se perfiló como un agente político clave dentro de Irán, su papel como bastión de los sectores conservadores quedó delineado rápidamente en tanto que el primero sirvió de resorte a los segundos para conquistar mejores posiciones políticas. Sobre esta cuestión se volverá más adelante.

Quienes defendía la necesidad de mantener a la IRGC alejada de la política iraní se han apoyado en la propia visión que el Ayatolá Ruhollah Jomeini tenía acerca de las funciones de este cuerpo en tanto que abogaba por mantenerlo alejado de la política con el fin evitar una posible desorganización y pérdida de la disciplina y efectividad militar. No obstante, y tal y como se ha señalado, estas afirmaciones contradicen lo expuesto en la carta magna iraní, de la cual se desprende un contenido netamente político-ideológico en lo que respecta a la IRGC en la medida que debe ser educada y entrenada en estos ámbitos además de en el militar. En cualquier caso y a pesar de las advertencias del primer ayatolá, la IRGC fue adquiriendo progresivamente mayor poder y capacidad política conforme su papel en la guerra entre Irán e Iraq avanzaba. Tras la muerte de Jomeini, la IRGC se consolidó como actor político integrado en el sistema iraní debido al apoyo recibido, así como dado al nuevo ayatolá: Alí Jamenei´.

De tal forma, la consolidación de la IRGC como árbitro y actor del sistema político iraní, con sus avances y retrocesos en función de la correlación de fuerzas entre las diferentes facciones dentro de la clase política iraní, fue paralela al asentamiento en el poder por parte de los sectores principalistas. Ahora bien, de ello no debe desprenderse inmediatamente que la IRGC sea una simple herramienta al servicio de los principalistas, sino que esta posee capacidad de negociación y autonomía, presentando incluso intereses contrapuestos a ellos.

La presencia real de la Guardia Revolucionaria Iraní en la política y la economía iraní

La presencia de la IRGC en la sociedad iraní y sus competencias trascienden claramente las previstas en el texto constitucional. Junto a su papel político, la IRGC es uno de los principales actores económicos del país, estimándose que más de un 50% de las actividades económicas desarrolladas en Irán ocurren bajo supervisión y dirección de este cuerpo o de una de sus filiales. En este sentido, es definitivamente durante el periodo de gobierno de Jatamí (1997-2005) que la IRGC se constituye además de como actor político elemental en el funcionamiento del sistema político iraní, como grupo de presión articulado sobre unos intereses económicos particulares y enfrentados a de otros sectores de la sociedad iraní.

La génesis del desorbitado poder político acumulado por la IRGC se encuentra en el conflicto bélico producido entre Irán e Iraq entre 1980 y 1988. Durante su transcurso, la IRGC se perfiló como una de las fuerzas determinantes para la victoria iraní, logrando adquirir centralidad y referencialidad al progresivamente, durante y tras el conflicto, desplazar y despojar de sus funciones a otros cuerpos paramilitares con los que competía y en la medida que lograba demostrar su mayor efectividad en calidad de garantes del nuevo orden islámico surgido al calor de la Revolución de 1979. De igual forma, no sólo la Guerra irano-iraquí es el origen histórico de la situación actual de la IRGC, sino también la base de su narrativa que le permite justificar su actividad y existencia de cara tanto hacia la sociedad como hacia otros grupos políticos. Así, el desempeño de la IRGC durante esta contienda es utilizado por la propia IRGC como un ejemplo de arrojo y valentía en la defensa de la República Islámica.

Por otro lado, el final de la guerra entre ambos países dejó un Irán devastado. Ante esta situación, la IRGC se implicó plenamente en la reconstrucción del país dada la experiencia adquirida durante la guerra a la hora de edificar construcciones e infraestructuras. Ello sumado a la plena institucionalización de la IRGC para 1990 permitió la introducción del cuerpo en la economía iraní en cuanto que agente corporativo con una actividad inicialmente centrada en proyectos de grandes infraestructuras, pero que rápidamente se expandió a otros sectores de la economía. Asimismo, en todo momento la IRGC justificó su penetración en economía iraní bajo el amparo de la propia Constitución iraní, donde se afirma que en tiempos de paz las instalaciones técnicas del ejército pueden ser utilizadas para labores de asistencia, enseñanza y producción. Esta etapa, que coincide con la presidencia Rafsanyaní (1989-1997) agudizo aún más la intervención económica de la IRGC.

Cuadro de los Guardias Revolucionarios iraníes asaltando un búnker iraquí durante la guerra Irán-Iraq, 1986

Las políticas que Rafsanyaní promovió durante su presidencia respecto a la IRGC tenían como objetivos despolitizar al cuerpo y asegurar su independencia económica de manera que Estado aliviase sus gastos. Aunque el segundo objetivo puede afirmarse que se alcanzó en buena medida, el primero lejos de despolitizar a la IRGC sentó paradójicamente las bases para una futura mayor politización una vez sus intereses económicos se viesen amenazados. Durante la década de los 90 la IRGC gozó de una tranquila expansión económica a través de contratos informales que obtenía a través del uso de las mencionadas redes informales de poder que para el final de la guerra habían comenzado a florecer. De esta forma, el carácter corporativo de la IRGC se complementó con la erección de una amplia red clientelista y de patronazgo mediante las fundaciones revolucionarias denominadas como bonyads.

Más aún, desde 1989, la actividad de la IRGC contó con el respaldo del nuevo ayatolá, Alí Jamenei, lo cual implicó un desplazamiento del estamento clerical sobre el que su antecesor se había apoyado en favor de la IRGC. De tal modo, mientras el ayatolá Jomeini se apoyó en los sectores tradicionalistas y clericales para impulsar un gobierno teocrático basado en la aplicación de la sharía y que evitase el deterioro de las posiciones sociales de dichos sectores ante la expansión de las relaciones sociales capitalista, el ayatolá Jamenei, manteniendo dicho gobierno teocrático, se apoyó sobre la IRGC principalmente, cuyos intereses apuntaban hacia una política que permitiese un desarrollo de las relaciones sociales de producción capitalistas de forma controlada y amparada por el Estado con el fin de asegurar su espacio dentro del mercado iraní. No obstante, la diferencia entre las decisiones que tomar y las políticas que aplicar provocó un escenario de tensiones dentro del campo conservador el cual para final del mandato de Rafsanyaní terminó por escindirse en dos.

Esta situación revela el inicio de ciertas tensiones dentro del bloque dominante iraní y que se irán progresivamente acentuando conforme la Revolución islámica y el movimiento de masas que ella desata se estabilice en el Estado, bien a través de su captación y cooptación o bien a través de su represión. Así mismo, lo importante aquí es señalar un hecho fundamental a la hora de comprender la política iraní: el bloque dominante iraní, lejos de ser monolítico, está fracturado de distintas fracciones políticas con intereses político-inmediatos divergentes y contrapuestos; así, aunque si bien entre todas existe consenso sobre la necesidad de mantener la República islámica y sus bases fundamentales en la medida que se benefician de él y participan en el sistema político iraní, las mismas fracciones políticas se disputan el control y hegemonía, dentro de unos límites, por el control de las instituciones estatales en tanto que mecanismos para plantear un reparto de la riqueza conveniente a sus intereses.

Ahora bien, es también necesario señalar que el sistema político iraní se articula de tal manera que gracias el Consejo Superior de Seguridad Nacional quede siempre en manos de la fracción más conservadora; esto permite que a priori esta última institución siempre tenga asegurada cierta preeminencia y control sobre el proceso de toma de decisiones.

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