Carles Grau Sivera | El Cairo
Una semana después de las primeras protestas antigubernamentales en Egipto desde 2016, el centro de El Cairo amaneció en silencio y abarrotado de coches blindados, soldados y policía. Las avenidas que conducen a la icónica plaza Tahrir, yermas, estaban bloqueadas por camiones de las fuerzas de seguridad, que acordonaron el epicentro de la revolución egipcia de 2011.
La capital de Egipto estaba irreconocible y el bullicio que la caracteriza se apagó de golpe: comercios cerrados y calles sin coches ni gente. Las pocas almas que paseaban por las aceras del centro de El Cairo susurraban, y el silencio solo era perturbado por los gatos que hurgaban entre la basura que se amontona en las esquinas de la ciudad.
Tras las protestas del día 20 de septiembre, que pillaron al presidente egipcio Abdelfattah Al Sisi en Nueva York con motivo de la 74 Asamblea General de Naciones Unidas, el régimen quiso aplacar toda forma de disidencia. Para el viernes 27, el actor y contratista Mohamed Ali, desde su autoexilio en Barcelona, había vuelto a llamar a los egipcios a las calles. Pero ese mismo día, Al Sisi regresó a El Cairo. Estaba tranquilo.
“Nada debe preocuparos”, dijo el ex mariscal a un grupo de simpatizantes que esperaban su llegada el viernes en el aeropuerto de la capital. “Lo que pasó en el pasado no volverá a ocurrir”, aseguró, en referencia a la revolución de 2011 que derrocó al expresidente egipcio Hosni Mubarak.
El aparato estatal estaba preparado para aplacar otro viernes de la ira. Durante todo el día, la plaza Tahrir fue inaccesible, y no solo a nivel de calle: las estaciones de metro más céntricas fueron clausuradas y ninguna embarcación navegó por ese tramo del Nilo.
La paranoia del gobierno llevó a que decenas de agentes de paisano formaran puntos de control y acceso en las inmediaciones de Tahrir. Estos días no solo revisaron los documentos de los transeúntes, las mochilas y los bolsillos. Su máxima preocupación era el teléfono móvil de los ciudadanos y su actividad en las redes sociales. Inspeccionaban las aplicaciones de mensajería, Twitter, Facebook, el registro de llamadas y la galería de imágenes. Todo quedaba al descubierto ante la atenta mirada de unos agentes en busca de cualquier signo que, a su juicio, representara una amenaza a la estabilidad del país.
El resultado: más de 2.000 personas arrestadas desde el pasado viernes 20, entre las cuales figuran representantes de la oposición, académicos y activistas, según el Centro Egipcio para los Derechos Sociales y Económicos. De la oleada de detenciones no se escapa nadie. Al menos seis extranjeros han sido detenidos por, presuntamente, haber sacado imágenes de las protestas. Uno de ellos, un turista holandés, fue arrestado por las autoridades egipcias, que alegaron que el hombre utilizó un dron en el centro de la capital.
Sin embargo, la represión no detuvo a unos pocos centenares de vecinos cairotas, que tomaron las calles en la empobrecida isla de Warraq, donde se está llevando a cabo un polémico plan urbanístico que pretende expulsar del barrio a la gran mayoría de los residentes, y en el suburbio sureño de Helwan. En el Alto Egipto, las ciudades de Qena y Qus también fueron escenario de pequeñas protestas.
Para el régimen, controlar a las 100 millones de almas egipcias es una tarea imposible, pero según la prensa local, Mahmoud Al Sisi, el hijo del presidente, ya lo tenía todo listo para limpiar y legitimar la imagen de su padre.
El plan del hijo de Al Sisi: la contraprotesta
Mahmoud Al Sisi egipcio no estaba satisfecho con la actuación de las fuerzas de seguridad durante las primeras protestas contra su padre y calificó la gestión del Ministerio de Interior de “laxa”. Por eso, él mismo quiso intervenir.
Según fuentes del medio Al Araby Al Gedeed, los días previos al 27 de septiembre, el hijo del ‘rais’ se reunió con importantes hombres de negocios del país para ganarse su apoyo y pedirles un favor: que le ayudaran a organizar una manifestación a favor de Al Sisi y que dirigieran la cobertura mediática del evento. Quería limpiar la imagen de su padre.
Llegó el viernes y centenares de autobuses fueron fletados desde distintos puntos de Egipto para llenar las concentraciones, en El Cairo y Alejandría. Los organizadores, voluntarios del partido pro-Sisi Futuro de la Patria y estudiantes de la academia militar repartieron todo tipo de refrigerios entre los asistentes, un incentivo para atraer a los más desfavorecidos.
En la capital, la contraprotesta fue convocada en el distrito de Nasr City. La ubicación: muy cercana a la plaza de Raba’a Al Adawiya, donde en 2013 las fuerzas de seguridad, comandadas por Al Sisi, segaron alrededor de 1.000 vidas, según organizaciones de derechos humanos.
La matanza de Raba’a se tuvo lugar durante una manifestación a favor de Mohamed Mursi, el por entonces presidente del país y líder de los islamistas Hermanos Musulmanes, un grupo declarado como organización terrorista en Egipto. Para Al Sisi, la hermandad es la responsable de todos los males del país.
Seis años después, cerca de Raba’a se alzó un escenario para amenizar una concentración pro-Sisi. Centenares de miles de asistentes -la mayoría de ellos familias y varones de entre 30 y 60 años de edad- corearon al unísono “Tahya Masr” (Larga vida a Egipto, en árabe) o “Estamos contigo, Sisi”. Mientras, ondeaban banderas naciones y agitaban fotos del presidente.
“No a los traidores y no a las organizaciones terroristas”, se podía leer en las pancartas de los simpatizantes de Al Sisi.
El Cairo estaba dividido entre el silencio y el jolgorio. Por un lado, las fuerzas de seguridad protegían a los manifestantes en Nasr City. En cambio, su rol en el centro de la ciudad era muy diferente y dar una vuelta por el centro de la ciudad te podía llevar a comisaría.
La manifestación pro-régimen se alargó hasta el atardecer, cuando tuvo lugar un concierto del célebre rapero egipcio Mohamed Ramadán, un declarado partidario del exmariscal. La contraprotesta se convirtió en una fiesta.
“Estamos aquí porque no queremos más caos ni terroristas. Queremos estabilidad y queremos a Al Sisi”, dijo a este medio Gamal, un manifestante cairota de 42 años que aseguró haber ido a la concentración voluntariamente.
Las cadenas de televisión egipcias retransmitieron durante todo el día la manifestación. Las consignas a favor del ‘rais’ resonaron por todas las emisoras de radio y Twitter estaba plagado de hashtags de apoyo a Al Sisi.
El aparato propagandístico del régimen vuelve a estar engrasado y las fuerzas de seguridad desplegadas por todo el país. Abdelfattah Al Sisi hará todo lo posible para aplacar otra revolución.
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