El candidato de Movimiento Semilla a la presidencia de Guatemala, Bernardo Arévalo, ha obtenido la victoria en las elecciones presidenciales del país centroamericano. Él y su compañera de fórmula, Karin Herrera, han dado la sorpresa tras vencer a Sandra Torres y a la Unión Nacional de la Esperanza (UNE), la candidatura de la derecha burocrático-judicial guatemalteca, con casi un 60% de los sufragios. De esta forma, Arévalo –que había sido previamente embajador en España– se convierte en el primer presidente declaradamente de izquierdas de Guatemala en décadas.
Arévalo había dado la sorpresa en la primera vuelta al superar el 11% y obtener una segunda posición que le habilitaba, a priori, a competir en el balotaje contra la propia Torres. Sin embargo, el Movimiento Semilla sufrió una intensa campaña de lawfare impulsada por varios partidos de la amplia y fáctica alianza de la derecha guatemalteca. En primera instancia, el partido fue acusado de fraude electoral, pero la Corte de Constitucionalidad dio por válida la revisión de escrutinios realizada por el Tribunal Supremo Electoral.
Posteriormente, Semilla fue acusado de “irregularidades en el registro de miembros del partido” –incorporación de firmas de ciudadanos fallecidos–, ordenándose temporalmente la suspensión de su personalidad jurídica. El candidato y su bloque político denunció que se trataba de una estrategia político-judicial destinada a tumbar la candidatura de Arévalo en segunda vuelta e impedir su participación; a lo largo del país, se sucedieron movilizaciones en defensa de su figura y contra la judicialización de su movimiento político.
Esta avanzada judicial personificada en María Consuelo Porras, fiscal general de Guatemala y jefa del Ministerio Público, pudo haber impulsado una concentración del voto de impugnación en torno a la figura de Bernardo Arévalo. Habiendo sido el voto nulo la principal opción de los ciudadanos guatemaltecos en primera vuelta, el peso de la mirada antiinstitucional se presumía crucial en la instancia del balotaje. Allí, Arévalo tenía el reto de movilizar al electorado desvinculado del proceso político nacional y estructurar en torno a su partido un discurso capaz de apelar a los votantes de formaciones políticas que habían sido judicializadas y negadas poco antes de la celebración de la primera vuelta -algunas incluso asociadas a la derecha ideológica, como la de Carlos Pineda.
El Movimiento Semilla efectivamente ha logrado superar a la derecha concentrada en torno a la candidatura de Sandra Torres y afronta ahora una presidencia en la que tendrá enfrente al poder legislativo, con un Congreso eminentemente copado por los partidos de la derecha nacional. Arévalo tratará de impulsar su agenda progresista, socialdemócrata, de defensa de las diversidades LGTB+ y de lucha contra la corrupción pese al rechazo de un importante sector de las Fuerzas Armadas, de los evangélicos y de buena parte de la burguesía nacional y los propietarios de tierras.
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