A lo largo de su historia, el cristianismo ha sido un elemento de gran importancia para la identidad rusa, aunque para algunos, en el siglo XIX, esto se fue desvaneciendo con la adopción de valores occidentales. Algunas vertientes de pensamiento vigentes en la Rusia contemporánea continúan considerando que el cristianismo es una de las piezas fundamentales de la identidad nacional y lo demuestran resaltando su influencia en la política exterior.
Salvo por la época de la Unión Soviética la religión ha jugado un rol importante, siempre cuestionado como más instrumental que genuino, en los movimientos de Rusia en Oriente Medio. El más claro ejemplo de esto fueron las guerras ruso-otomanas, especialmente el conflicto conocido como la Guerra de Crimea, librado entre 1853 y 1856, en la que Rusia empleo como uno de sus principales casus belli el trato dado por los otomanos a los cristianos en sus dominios, principalmente los ortodoxos. Para algunas voces en Moscú, las críticas occidentales de su campaña en Siria son un recuerdo de las alianzas de las monarquías europeas con el Imperio Otomano, en contra de la Rusia Zarista, que era un imperio cristiano ortodoxo.
Putin ha sabido utilizar la religión para consolidar su poder, o deslegitimar a su oposición, como en el caso de las protestas de 2011, en contra de un tercer periodo de Putin. Cuando se vio falto de apoyos acudió a los monjes del Monte Athos, donde se encuentra un monasterio considerado uno de los más importantes para el cristianismo ortodoxo, quienes le dieron su apoyo público. El discurso religioso también ha sido utilizado en la política exterior siendo uno de los casos más conocidos el de la anexión de Crimea. En este caso, Putin afirmó que se había recuperado una tierra de “importancia sagrada”, ya que dicha península fue la tierra del bautismo de San Vladimir, un gobernante pagano de la Rusia medieval convertido al cristianismo.
El cristianismo ortodoxo es clave para entender el putinismo. Para Alexander Dugin, quien habitualmente es señalado uno de los ideólogos preferidos de Putin, dicha rama del cristianismo es clave en su visión del mundo ruso que pretenden construir. Asimismo también considera a esta como una fuente de influencia rusa en el exterior. Dugin afirma que Occidente ve las acciones de Putin en Ucrania y Siria, junto con sus discursos anti occidentales como un legado de la Guerra Fría, mientras que la visión de Putin se basa en aquella época antes del comunismo, en la que los sacerdotes y los zares definían el rol de Rusia en el mundo. La ortodoxia le ha servido a Putin como vestido de su ideología nacionalista mesiánica, adoptando él el rol de salvador. Por ello, el mandatario tiene la aprobación de la Iglesia Ortodoxa. El patriarca ruso, Kirill, aplaudió la reelección de Putin en 2012, y ha definido sus mandatos como “milagros de Dios”.
Putin afirma haberse convertido al cristianismo después de haber tenido una carrera como agente de la KGB en Alemania Oriental. Su religiosidad es genuina, de acuerdo con algunos escritores bien documentados. Ellos basan estas afirmaciones en la influencia que la religión ortodoxa ha tenido en su visión del mundo, ya puesta en práctica en Ucrania, la cual se compone de:
- Cristianismo oriental
- Nacionalismo ruso
- Conspiracionismo
Su visión incluso ha tenido impacto entre los cristianos conservadores en occidente, quienes han aceptado la propaganda del Kremlin que representa a Putin como un “modelo de masculinidad, valentía y virilidad”. Hay sitios web católicos tradicionalistas que lo presentan como el enemigo número uno de un “nuevo orden satánico mundial”. Este sector también ha caído en la retórica que afirma que Putin está librando una guerra santa en Siria, viendo esto como la única alternativa contra la Yihad. Sin embargo, también hay quienes han criticado esto, emitiendo quejas de otro bando en la guerra en Siria que usa a Dios como excusa.
La intervención no sólo ha sido popular con los católicos, sino que también con los evangélicos. Los sucesos los han llevado a preguntarse si Rusia está en el lado correcto en el conflicto de Medio Oriente, o usa a los cristianos perseguidos en la región con intereses políticos. Representantes de las iglesias evangélicas en Rusia afirman escuchar que “las tropas rusas están llevando la paz a la región” y que “no han escuchado algo que pruebe lo contrario”. Los evangélicos en Rusia ven a Putin como alguien que está asumiendo el rol de proteger el cristianismo. La popularidad de Putin ha también ha llegado a cristianos estadounidenses de todas las denominaciones, incluyendo evangélicos que no necesariamente aprecian la ortodoxia o a Rusia. Entre ellos está el predicador Franklin Graham, ligado a los neoconservadores, y que en su momento aplaudió la invasión a Iraq en 2003. Para Graham, la intervención rusa salvaría cristianos, como ya lo estaba haciendo el régimen de al-Assad, protegiéndolos junto a otras minorías de la persecución yihadista.
La “marca Putin” ha estado impregnada por el nacionalismo religioso, teniendo muy presente a la iglesia ortodoxa, que ha emergido como un pilar importante en el estado nación ruso después de la caída de la Unión Soviética. La iglesia ha sido clave a la hora de hacer propaganda amigable del Kremlin en temas de patriotismo o propaganda anti LGBT. Además, para el padre Vsevolod Chaplin, la visión del mundo en la ideología de Putin se extiende al Medio Oriente, evocando el rol que siempre han jugado en la región. Desde inicios del conflicto en Siria, la Iglesia Ortodoxa Rusa enfatizó acerca de la necesidad de proteger a los cristianos en la región. Además, estuvo apoyando a los patriarcados presentes en el país. De acuerdo con un portavoz del patriarcado ortodoxo de Moscú, los cristianos de Medio Oriente sabían que ninguna potencia vería por ellos como Rusia.
A veces, la Iglesia ortodoxa le da a Putin un trato de santo en vida, y hay muchos íconos que así lo describen. Hay documentales que describen a Putin como un hombre que resucitó la espiritualidad en Rusia. Kiril I, Patriarca de Moscú, y líder de la Iglesia Ortodoxa, ha descrito el liderazgo de Putin como un milagro de Dios. La opinión del patriarca tradicionalmente ha sido compartida por muchos clérigos ortodoxos de Rusia, que afirman que Vladimir Putin es “un santo en potencia”. Esto ha influido en los fieles de la Iglesia Ortodoxa, en la que se espera que el mandatario lleve a un resurgimiento ortodoxo. Sin embargo, no todos los sacerdotes ortodoxos piensan así. Un sacerdote del Monte Athos, en Grecia, a diferencia de muchos de sus compañeros de monasterio, es escéptico de la genuinidad de la fe religiosa de Putin. Afirma que sus años en la KGB, la cual fue responsable de enviar a muchos sacerdotes a los gulags, no son fácilmente perdonados por Dios. El sacerdote afirma que no existe algo como un ex KGB, y Putin tiene que dar cuentas a Dios por los años que fungió como agente.
El uso que Moscú le da a la Iglesia Rusa Ortodoxa es una táctica que apela a la minoría cristiana de Siria durante un tiempo en la que la influencia de la República Islámica de Irán ha crecido. La mayoría de los cristianos en Siria son ortodoxos como en Rusia, aunque hay una minoría que son católicos. Principalmente pertenecen a la Iglesia Griega Ortodoxa.
En 2012 el patriarca ortodoxo de Moscú visitó Siria. Durante esta visita, adoptó el mismo lenguaje que ha adoptado el Kremlin, rechazando el intervencionismo. Sin embargo, para algunos el lenguaje del patriarca reflejaba mayor preocupación. La declaración oficial del patriarcado ortodoxo hablaba de las preocupaciones por el ascenso del radicalismo islámico en la región, que “podía amenazar la integridad del mundo árabe”. Con integridad, hablaba de la capacidad de los gobiernos para incorporar a los diversos grupos religiosos, étnicos y culturales, en la comunidad nacional. Con esos temas, Kiril enfatizó que las minorías debían ser incorporadas en un posible escenario post Assad, y en los arreglos políticos que llevaran a esto.
Es en este contexto que Putin se presenta como “el defensor, y potencial salvador de los acosados cristianos en Medio Oriente”. Anteriormente, el mandatario ruso había prometido ser el protector del mundo cristiano, y hacer de esto un rol en su política exterior. Putin ha mostrado un habil uso de esta retórica a la hora de dar apoyo al gobierno de Bashar al-Assad, que también se muestra a si mismo como el defensor de los cristianos, que, junto con los drusos, los alauitas, y otras minorías, generalmente son partidarios del gobierno.
Las divisiones no han dejado de existir entre los cristianos, no solamente de Siria, sino de la región, a la hora de discutir la intervención. Por lo general, en Siria han aprobado la intervención rusa, siendo que la mayoría de los cristianos sirios han apoyado a al-Assad en el conflicto, aunque algunos se han ido con los kurdos, y una muy pequeña minoría, con los rebeldes. El arzobispo católico de Siria aprobó la intervención de Rusia, afirmando que era una fuente de esperanza, y por fin la causa cristiana era servida, a la vez que resolvían el conflicto de raíz. Por otra parte, los cristianos de Líbano no han reaccionado igual, pidiendo que no se les usara como propaganda política, especialmente señalando que la intervención rusa estaba disfrazada de intenciones humanitarias. Estas posiciones fueron resonadas por el obispo metropolitano ortodoxo en Líbano, que incluso mostró argumentos teológicos e históricos contra la guerra patrocinada por el estado ruso. Es importante señalar en este sentido que el cristianismo ortodoxo no tiene una doctrina de guerra justa, a diferencia del catolicismo, sino que ve la guerra como algo intrínsecamente malo, pero a veces inevitable, un mal necesario. Además, los cristianos ortodoxos árabes no tienen memoria colectiva de librar guerras en nombre de Dios, como los rusos con los zares, los griegos en tiempos bizantinos, o los católicos con las Cruzadas, la Reconquista, o incluso la Guerra Cristera.
El ascenso del Estado Islámico y de otros grupos yihadistas en Iraq y Siria ha significado un golpe duro hacia los cristianos de dichos países, llevándolos a una crisis, empeorando la situación que han estado viviendo desde la invasión a Iraq en 2003. Los políticos occidentales tardaron en reconocer la crisis de los cristianos en Medio Oriente, mientras Putin ya pretendía mostrarse como la solución a la crisis, preparándose para golpear con dureza a los islamistas que pretendían eliminar al cristianismo en la región.
El Patriarca ortodoxo de Moscú, calificó la decisión de Rusia de intervenir como “responsable”, y señalo que dicha intervención protegería a las personas inocentes de los terroristas. También calificó la intervención de necesaria, porque el proceso político no estaba llevando a ningún lado, mientras se seguían perdiendo vidas inocentes, las cuales necesitaban protección militar. En 2012, el patriarca escribió una carta al entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pidiendo que dejara de armar a los rebeldes, que perseguían a los cristianos. En esa carta, el Patriarca también afirmaba que los países pertenecientes a la civilización cristiana tenían una responsabilidad por la suerte de los cristianos en Medio Oriente.
De acuerdo a Robert Wargas, reportero de The Catholic Herald, Putin estaría de acuerdo con el uso de la retórica de la guerra santa, sin llegar a cruzar la línea anti Islam, para no incomodar a las minorías musulmanas en la Federación Rusa. El mismo reportero recomienda sin embargo precaución a la hora de describir la intervención rusa en Siria como un genuino rescate de los cristianos del país, y aceptar esa narrativa, afirmando que es extremadamente difícil obtener información fiable acerca de las acciones de Putin. Para él, se puede desechar esa visión del mandatario ruso como el salvador de los cristianos en Siria. Más bien, de acuerdo a él, lo que necesitan esos cristianos es estabilidad para sobrevivir.
La campaña de explotación de los sufrimientos de los cristianos de parte de al-Assad y Putin va dirigida a las sensibilidades occidentales, y tienen un toque antioccidental, en especial público estadounidense y en El Vaticano, vendiéndose como los únicos defensores de la cristiandad en Oriente. Sin embargo, estos movimientos van más allá de ese mensaje. Al lado de la propaganda positiva de ellos, va la propaganda negativa acerca de occidente, sus líderes y políticos, para así llegar a las poblaciones occidentales, y minar la resolución y confianza que ellas tienen en sus gobiernos. Si se hace caso a este planteamiento, nuevamente estamos ante el uso del sharp power. Rusia hace uso de sus medios para culpar a occidente del sufrimiento de los cristianos en Medio Oriente, y proyectarse como salvador de estos. Y, precisamente, minar la confianza en los gobiernos occidentales es el objetivo del sharp power.
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