Manifestación contra Nicolás Maduro, 26 de octubre de 2016. Fuente: Carlos García Rawlins/Reuters
Por Alberto García
Henrique Capriles, Leopoldo López y Juan Guaidó son probablemente los líderes opositores venezolanos más conocidos. Y aunque son las cabezas más visibles fuera de las fronteras venezolanas, no son la totalidad de la oposición. Si hace unos años podíamos agrupar a casi todos los grupos opositores en torno a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), las peleas internas hacen que hoy hablemos de una realidad más compleja. Aunque todos están de acuerdo en descabalgar a Nicolás Maduro de la presidencia de la República, no todos defienden la misma vía para hacerlo y los fuertes liderazgos han sido un obstáculo para sus propósitos.
Existen multitud de partidos opositores, aunque cuatro son los de mayor relevancia, Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular. En general, se caracterizan por ser profundamente personalistas y dependientes de líderes carismáticos.
Acción Democrática: el viejo pilar de la Cuarta República
Con 79 años de historia, y oficialmente de ideología socialdemócrata, Acción Democrática es uno de los partidos más antiguos de Venezuela y el que más tiempo ha gobernado el país caribeño. El partido del histórico dirigente venezolano Rómulo Betancourt, contó con hasta cinco presidentes electos: el propio Betancourt (1945-1948/1959/1964), el novelista Rómulo Gallegos (1948), Raúl Leoni (1964-1969), Carlos Andrés Pérez (1974-1979/1989- 1993) y Jaime Lusinchi (1984-1989).
La primera vez que Acción Democrática ocupó la presidencia fue entre 1945 y 1948 de la mano de Rómulo Betancourt primero y Rómulo Gallegos después. Apenas un año después de la asunción del cargo por parte del segundo, un golpe de Estado puso fin a su gobierno y una junta militar se hizo cargo del país. Uno de los militares de la junta, Marcos Pérez Jiménez, impulsó una Asamblea Constituyente en 1952 que le proclamó presidente. En 1958 cuando en teoría debían celebrarse elecciones, Pérez Jiménez decidió organizar un referéndum para perpetuarse en el poder. Ante esta situación, la clandestina Junta Patriótica, formada por Acción Democrática, COPEI, Unión Republicana Democrática y el Partido Comunista de Venezuela, pidió a las Fuerzas Armadas que terminasen con la usurpación de Pérez Jiménez. También convocaron una huelga general el 22 de enero de 1958, que unida al alzamiento militar puso fin a la dictadura.
Ese mismo año se firmó el Pacto de Puntofijo, en el que AD, el democristiano COPEI y la centrista URD, se comprometieron a respetar los resultados electorales y el establecimiento de un programa mínimo común de gobierno. Del pacto quedó excluido el PCV a pesar de su importancia en la resistencia contra la dictadura. La firma no dio inicio a la Cuarta República como tal, que realmente había sido proclamada en 1953, pero si comenzó la etapa democrática de esta.
Tras las elecciones de 1958, Acción Democrática regresó al gobierno de nuevo con Rómulo Betancourt al frente. Durante el sistema puntofijista fue la formación política hegemónica, no solo en términos electorales sino también de implantación territorial. La base electoral del apodado “partido del pueblo”, estaba fundamentalmente compuesta por las clases medias urbanas emergentes, así como de los obreros de la importante industria petrolera, cuyos sindicatos eran próximos a AD.
Precisamente el sector petrolero, del que depende extremadamente la economía venezolana, fue impulsado notablemente por los gobiernos adecos, dando lugar a lo que se conoció como la “Venezuela saudita”. Un modelo que quebró con la crisis petrolera de la década de los ochenta en la que el desplome de los precios condujo al endeudamiento y recesión de Venezuela. Las medidas económicas neoliberales aplicadas bajo la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez (1989-1993) para hacer frente a la crisis, unidas al propio deterioro generado por la recesión, fueron causa de eventos como el Caracazo. El estallido social que tuvo lugar del 27 de febrero al 8 de marzo de 1989, reflejó el quiebre socioeconómico del sistema puntofijista.
La destitución de Pérez en 1993 por parte del Congreso Nacional, debido a un caso de corrupción, representó el quiebre moral de la clase política venezolana de la época. La corrupción se convirtió en una cuestión sistémica en buena medida causada por el modelo económico.
A finales de la Cuarta República, AD se convirtió, al igual que COPEI, en una mera etiqueta tóxica para cualquier candidato al que respaldaran. Una vez colapsado el sistema y proclamada la Quinta República tras la Asamblea Constituyente impulsada por Hugo Chávez, tras su victoria en las elecciones de 1998, los popularmente conocidos como “adecos” vagaron por el desierto de la irrelevancia electoral. No fue hasta las elecciones parlamentarias de 2015, que resurgió con fuerza convirtiéndose en la segunda fuerza política opositora, y tres años después en el único partido opositor al mando de algún Estado, concretamente Táchira, Nueva Esparta, Mérida y Anzoátegui. Aunque lejos de glorias pasadas, todavía queda algo de la fuerte implantación territorial y la maquinaria electoral que tuvo durante la Cuarta República.
Actualmente y en el plano orgánico el partido está en una situación complicada, y es que el pasado mes de junio el Tribunal Supremo destituyó a la cúpula encabezada por Henry Ramos Allup, y puso al frente al secretario de Organización, Bernabé Gutiérrez. A diferencia de Ramos Allup, que está alineado con Guaidó, Gutiérrez se mostró favorable a participar en las elecciones parlamentarias. Un suceso que no solo ha dividido a la dirigencia sino también a la militancia, habiendo tenido lugar incluso enfrentamientos entre partidarios de uno y otro.
Primero Justicia: la primera oposición nacida en el siglo XXI
Un año después del ascenso de Chávez a la presidencia, Primero Justicia, que primero había sido una asociación civil surgida en los noventa en el contexto de la crisis económica y social que azotaba al país, decidió transformarse en un partido político, primero de carácter regional y a partir de 2003 de ámbito nacional. Precisamente dos de sus fundadores han sido y continúan siendo dos de los líderes opositores más conocidos, Henrique Capriles y Leopoldo López. Sin embargo, las diferencias entre ambos terminaron con la salida del segundo de la formación política en 2007, pasando a formar en 2009 el partido que lidera actualmente, Voluntad Popular.
Ideológicamente, PJ se autodefine de centro, aunque entre su propia dirigencia existen ciertas diferencias. Capriles tiene una mayor tendencia liberal que el otro principal dirigente del partido Julio Borges, más escorado a la derecha conservadora. Entre la dirigencia más importante también destaca Juan Requesens, Delsa Solorzano y Tomás Guanipa.
Capriles pertenece a una de las familias más ricas de Venezuela, dedicada a los medios de comunicación y al sector inmobiliario. Alcalde de la localidad de Baruta primero, y gobernador del estado de Miranda después, su liderazgo fue adquiriendo cada vez mayor importancia hasta terminar siendo el candidato presidencial de la coalición electoral opositora, la Mesa de la Unidad Democrática, en 2012 contra Chávez y en 2013, tras su fallecimiento, contra Nicolás Maduro; siendo el candidato opositor con mayor respaldo electoral desde la llegada del chavismo al poder. Tras las elecciones de 2013 y las protestas que las siguieron, su liderazgo fue paulatinamente decayendo en favor de figuras más radicales como su eterno rival Leopoldo López. En las elecciones parlamentarias de 2015 se convirtió en el principal partido opositor en número de escaños.
Recientemente, el exgobernador de Miranda ha conseguido recuperar parte del protagonismo perdido. Junto con el exdirigente de Un Nuevo Tiempo, Stalin González, negoció con el gobierno de Nicolas Maduro, y con la mediación del canciller turco, la liberación de 50 presos. También se mostró favorable a negociar un aplazamiento de las elecciones parlamentarias, eso sí al margen de PJ, abriendo la puerta a participar en ellas si se daban mejores condiciones, postura apoyada por la Unión Europea, aunque finalmente no lo hizo. Estos hechos han ahondado en la división opositora y le ha alejado de Guaidó que mostró su rechazo a las gestiones llevadas a cabo por Capriles.
Orgánicamente sufrió una escisión a principios de 2020. Cuando varios diputados encabezados por Luis Parra, que anteriormente habían sido expulsados de la formación por una trama de corrupción, conformaron un nuevo partido denominado Primero Venezuela, que sí acudió a la cita electoral del pasado día 6 de diciembre.
Voluntad Popular: la oposición intransigente
El partido de Leopoldo López y Juan Guaidó, fundado por antiguos miembros de Primero Justicia, se ha erigido como la oposición más intransigente al chavismo llegando a alentar protestas violentas contra el gobierno. Ideológicamente no dista mucho de Primero Justicia y electoralmente su desempeño ha sido más bien flojo, siendo la cuarta fuerza opositora y la quinta de la Asamblea en número de escaños en 2015.
A pesar de ello, sus principales dirigentes, Leopoldo López y Juan Guaidó, gozan de un enorme protagonismo en la escena política. López, al igual que Capriles, también proviene de una familia adinerada. Su salto a la política comenzó en el 2000 tras ser elegido alcalde de una de las localidades más ricas del país, Chacao. En el año 2002 formó parte del golpe de Estado contra Hugo Chávez, siendo posteriormente juzgado por haber sido partícipe de la detención del entonces Ministro de Interior, Ramón Rodríguez Chacín, aunque posteriormente indultado. En 2008 su carrera política se truncó al ser inhabilitado tras haber sido acusado de malversación de fondos hacia una fundación dirigida por su madre, cuando este trabajaba en la petrolera estatal, PDVSA, entre 1996 y 1999.
Después de seis años con un perfil más bajo, en 2014 alentó las movilizaciones contra el gobierno de Maduro que se saldaron con 43 muertos, y de las que fue considerado autor intelectual, motivo por el que fue posteriormente encarcelado. Regresa aquí con fuerza al primer plano político dándose a conocer fuera de las fronteras venezolanas y desplazando a Capriles.
Guaidó, por su parte, hasta 2019 era un diputado prácticamente desconocido en la Asamblea Nacional. Pero cuando la oposición ganó las elecciones legislativas de 2015 decidió que cada año del período legislativo sería un miembro de un partido diferente el que asumiría las riendas de la Asamblea. Tras la presidencia de Henry Ramos (AD), de Julio Borges (PJ) y de Omar Barboza (UNT), en 2019 llegó el turno de Voluntad Popular, y es ahí cuando Guaidó entró en escena.
La oposición progresista: Un Nuevo Tiempo y Avanzada Progresista
El primero de ellos, Un Nuevo Tiempo, fue fundado en 1999 tras la escisión de miembros de Acción Democrática. Originalmente se constituyó como un partido regional del estado de Zulia, pero posteriormente dio el salto a la escena nacional. Se le considera enmarcado en el centro-izquierda y está liderado por el ex alcalde de Maracaibo, ex gobernador de Zulia y excandidato presidencial, Manuel Rosales. Tras las elecciones a la Asamblea Nacional de 2015 se consagró como el tercer partido opositor en número de escaños. En las pasadas elecciones del día 6 de diciembre decidieron no participar al considerarlas fraudulentas.
El otro partido de corte progresista, aunque de menor importancia, es el liderado por el antiguo dirigente chavista, ex gobernador de Lara, y candidato presidencial en 2018 de los sectores opositores que decidieron participar en la contienda, Henri Falcón. En su caso si participó en las elecciones parlamentarias de este año bajo el paraguas de la coalición Alianza Democrática, junto con Esperanza por el Cambio, Cambiemos, y los sectores de Acción Democrática y COPEI dirigidos por las directivas interinas.
Otros sectores de la oposición
Aunque con menor apoyos entre los venezolanos, existen otros líderes que a pesar de que sus partidos son irrelevantes electoralmente son bastante conocidos a nivel nacional e incluso internacional. Es el caso de Antonio Ledezma, antiguo dirigente de Acción Democrática y exalcalde metropolitano de Caracas, y líder del partido minoritario Alianza Bravo Pueblo. También el de la ultraderechista María Corina Machado, líder del movimiento Vente Venezuela, la más conservadora de todos los dirigentes opositores.
Por su parte, el democristiano COPEI también forma parte de esta lista de partidos minoritarios, y es que a pesar de haber sido la otra parta del bipartidismo venezolano durante la Cuarta República, actualmente cuenta con muy poco apoyo entre la población. La llegada del chavismo al poder con la consiguiente ruptura del bipartidismo, hundió a COPEI, que ya de por sí arrastraba malos resultados desde la elección presidencial de 1993, y que nunca llegó a tener la potencia de Acción Democrática.
Su cúpula al igual que la de Acción Democrática también ha sido intervenida por la justicia, por lo que en las elecciones del pasado 6 de diciembre la nueva dirección postuló al partido en la mencionada coalición Alianza Democrática. Pese a su actual decadencia, llegó a la presidencia del país en dos ocasiones, la primera de la mano de Rafael Caldera (1969-1974), que repitió en el periodo 1994-1999 aunque en aquella ocasión al margen de las siglas de COPEI. Y posteriormente, entre 1979 y 1984, con la presidencia de Luis Herrera Campíns. Sufrió el mismo descrédito que Acción Democrática, con la diferencia de que su arraigo en la población venezolana era sustancialmente menor.
Una historia de encuentros y desencuentros
A pesar de que la división entre facciones ha sido una constante en la historia de la oposición venezolana, en ocasiones han conseguido unirse temporalmente y orientar sus esfuerzos en un mismo sentido. El primer precedente de unión fue en 2005, cuando optaron por no presentarse a las elecciones legislativas de aquel año, esgrimiendo que no había garantías suficientes y que no confiaban en la neutralidad del CNE. Finalmente, las elecciones tuvieron lugar sin su presencia, aunque obtuvieron solo un 25% de participación, fueron consideradas válidas y reconocidas sin que se demostrase la acusación de fraude.
Tres años después conformarían la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), una coalición que agrupaba a la mayoría de la oposición al gobierno chavista y que en 2012 presentó como candidato unitario a las presidenciales a Henrique Capriles, que sin embargo perdió por 10 puntos de diferencia respecto a Hugo Chávez. En la repetición electoral de 2013 tras el fallecimiento del mandatario venezolano, consiguió recortar la distancia con Nicolás Maduro posicionándose a tan solo a 1,5 puntos porcentuales por debajo de él.
Sin duda su mayor logro llegó en las elecciones legislativas de 2015 cuando consiguieron acabar con la mayoría chavista en la Asamblea Nacional, haciéndose con 112 de 167 asambleístas. La posibilidad de impulsar su agenda legislativa, principalmente la Ley de Amnistía, para sacar de la cárcel a presos como Leopoldo López, y la idea de impulsar un referéndum revocatorio para expulsar a Maduro de la presidencia, mantuvieron a la alianza opositora unida durante un tiempo más, aunque no demasiado.
La convulsa legislatura, en la que la bancada chavista abandonó la AN cuando la mesa del parlamento decidió incorporar a tres candidatos opositores que habían sido elegidos de forma fraudulenta; y en la que el TSJ declaró en desacato a la AN, desembocó en el impulso de elecciones constituyentes por parte del presidente Maduro. Ante la negativa opositora de participar, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) solo contó con representación chavista. Al situarse por encima del resto de poderes públicos, tal y como dictamina la constitución venezolana, ha sido una herramienta útil para anular la actividad legislativa de la oposición en la Asamblea Nacional.
En este contexto, y apenas dos meses después de haberse constituido, tuvo lugar una nueva cita electoral, las elecciones regionales. Esta cuestión situó a la MUD ante el dilema de presentar candidatos o no. Finalmente, y a excepción de algunas facciones minoritarias como el movimiento Vente Venezuela de María Corina Machado, optaron por hacerlo y se hicieron con 5 de las 23 gobernaciones. Laidy Gómez en Táchira, Antonio Barreto Sira en Anzoátegui, Ramón Guevara en Mérida y Alfredo Díaz en Nueva Esparta, por parte de Acción Democrática, como señalamos anteriormente. El candidato de Primero Justicia, Juan Pablo Guanipa ganó la gobernación de Zulia.
Las denuncias de fraude electoral no se hicieron esperar, pero no todos en la MUD opinaban igual al respecto, ni lo que debían hacer los gobernadores electos. Aunque el relato mayoritario de los principales dirigentes de la MUD fue en la línea del fraude electoral, hubo voces disidentes. Dirigentes como el gobernador saliente del Estado de Lara, Henri Falcón (AP), y su homólogo del Estado de Amazonas Liborio Guarulla reconocieron los resultados y apuntaron a un fallo en la estrategia opositora. El caso de Amazonas, en el que además del candidato oficial de la MUD, llegaron a presentarse otros cuatro candidatos opositores al margen, favoreció la división del voto que terminó dando la victoria al candidato chavista.
Si el primer dilema era participar o no en la cita electoral, y el segundo reconocer o no los resultados, el tercero fue si los gobernadores electos debían ir a juramentar su cargo ante la Asamblea Nacional Constituyente, lo que implicaría darle legitimidad a un resultado electoral que en su mayoría consideraban fraudulento y a un organismo que consideraban ilegítimo. Aun así, los cuatro gobernadores electos de Acción Democrática optaron por juramentar el cargo, mientras que el de Primero Justicia rehusó hacerlo.
La decisión unilateral de los gobernadores adecos hizo saltar las alarmas en la MUD. Algunos dirigentes como Henrique Capriles fueron muy duros con AD y con su líder Henry Ramos, al que acusó de estar detrás de esa decisión a pesar de que este se había desmarcado de los gobernadores de su propio partido. Ante ello Capriles decidió salirse a título personal de la coalición. La desconfianza se impuso y las acusaciones de traición no cesaron. La desunión volvía a estar a la orden del día.
El fracaso de Guaidó
Con la elección de Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional y su autoproclamación como Presidente Encargado de Venezuela, la oposición volvió a estar unida en torno a un nuevo líder. El menor protagonismo de Capriles y el encarcelamiento de López, dejó a la oposición sin un liderazgo claro por lo que la figura del joven Guaidó, parecía ser al menos un parche para sus problemas internos.
El desgaste de Guaidó sin embargo comenzó pronto. El intento de golpe de Estado de 2019 llamado “Operación Libertad” tan solo consiguió liberar a Leopoldo López de su prisión domiciliaria, resultando un fracaso por lo demás. Esto unido a la también fallida incursión militar que tuvo lugar en 2020, la “Operación Gedeón”, y cuyos vínculos con Guaidó no han sido del todo esclarecidos, ha supuesto un enorme daño a su credibilidad entre la ciudadanía.
Además de las fallidas operaciones militares, a Guaidó se le complicaron más las cosas a principios de año cuando tocaba renovar la mesa directiva de la Asamblea Nacional. Inesperadamente el diputado Luis Parra, expulsado de Primero Justicia por corrupción, fue designado presidente del órgano legislativo con el apoyo de algunos diputados opositores y del bloque oficialista. Guaidó, por su parte, desconoció esta votación y fue ratificado como presidente de la AN por los diputados que se mantuvieron fieles a él, en la sede del periódico opositor, El Nacional. Dando así lugar a tres cámaras legislativas, la ANC, la Asamblea Nacional liderada por Parra y la Asamblea Nacional dirigida por Guaidó.
Intervención judicial y las elecciones legislativas del 6D
El pasado 6 de diciembre llegó el momento de renovar la Asamblea Nacional, por lo que el debate sobre la participación en la cita electoral regresó a las filas opositoras. La oposición liderada por Guaidó, decidió no participar al considerarlas fraudulentas. El sector encabezado por Henrique Capriles optó por abrir la puerta a la participación si observadores de la Unión Europea acudían a monitorear las elecciones. El Consejo Nacional Electoral invitó a la UE a enviar una misión electoral, pero el gobierno venezolano rechazó las condiciones que pedía la Unión Europea, entre ellas el aplazamiento de las elecciones. Al no haber observadores de la UE, Capriles también rechazó participar.
En cuanto a las formaciones políticas que decidieron acudir a las urnas, el escenario es verdaderamente complejo. Cuando los venezolanos fueron a votar, pudieron encontrar las papeletas de Acción Democrática, Voluntad Popular y COPEI. Esto se debe, como apuntábamos anteriormente, a la reciente intervención del Tribunal Supremo en la cúpula directiva de estos partidos como también ha sucedido con antiguos aliados del oficialismo, Patria para Todos y Tupamaro. Por lo tanto, parte de los miembros de los partidos opositores nombrados han participado en las elecciones parlamentarias mientras que los miembros afines a las directivas anteriores a la intervención judicial se han mantenido al margen de la cita electoral.
Las directivas ad hoc de Acción Democrática y COPEI inscribieron a los partidos en la coalición electoral Alianza Democrática, de la que también forman parte Avanzada Progresista, El Cambio, que es la formación del pastor evangélico Javier Bertucci, y el centrista Cambiemos Movimiento Ciudadano. Por su parte, la dirección intervenida de Voluntad Popular, y el nuevo partido Primero Venezuela (escisión de Primero Justicia) formaron la coalición Venezuela Unida.
El resto de la oposición, conformada por Juan Guaidó, las direcciones de los partidos anteriores a la intervención del TSJ (Acción Democrática, COPEI y Voluntad Popular), y otros partidos como Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia y Proyecto Venezuela, rechazó acudir a las urnas al considerarla una elección fraudulenta. En contraposición convocaron la denominada “Consulta Popular” buscando legitimar su hoja ruta. En ella abordaron tres cuestiones orientadas a primero, rechazar las elecciones del 6 de diciembre; segundo, solicitar nuevas elecciones presidenciales y parlamentarias; y tercero, pedir el respaldo de la comunidad internacional.
En cuanto a los resultados de las elecciones parlamentarias, según los datos ofrecidos por el Consejo Nacional Electoral, con una participación del 30,5%, el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar (GPPS), la alianza chavista, se alzó con la victoria obteniendo el 69,25% de los votos. La Alianza Democrática quedó en segundo lugar con el 18,76%, la Alianza Venezuela Unida el 4,19% y la Alternativa Popular Revolucionaria el 2,73%.
Los partidos que rechazaron participar tacharon de fraude la cita electoral, desconocieron los resultados y se felicitaron por la alta abstención. Continúan reclamando la convocatoria de nuevas elecciones parlamentarias, y mientras tanto, para seguir legitimando a Guaidó como Presidente Encargado, abogan por lo que ellos llaman “continuidad administrativa”. Esto es, la presunta base legal sobre la que la Asamblea Nacional podría extender su mandato hasta la convocatoria de nuevas elecciones, en tanto que no reconocen las celebradas. Lo cierto, es que, de acuerdo con la Constitución venezolana, el mandato de la Asamblea Nacional termina el próximo día 5 de enero. Al margen de si se reconoce como legítimo presidente de la AN a Guaidó o a Luis Parra, y al margen de si se reconocen como legítimas las elecciones del pasado domingo, el próximo día 5 de enero Guaidó dejará de ser diputado. Al no ser diputado, no puede ser presidente de la AN, y si no es presidente de la AN, no cuenta con la supuesta legitimidad que tenía para autoproclamarse Presidente Encargado.
En otros sectores del bloque opositor los movimientos no se han hecho esperar. Henrique Capriles, en una entrevista concedida a la BBC el pasado día 9 de noviembre, abogó por un cambio de estrategia para reconstruir la oposición. Para empezar, achacó el hartazgo de los venezolanos no solo al chavismo sino al conjunto de la clase política. Se posicionó contra la “continuidad administrativa” y criticó el capital político perdido por la gestión de Guaidó, que no dudó en tachar de chapucera en algunas cuestiones como el Golpe de Estado de 2019. Habló de la necesidad de reconstruir un nuevo liderazgo y no cerró puertas a volver a ser candidato presidencial en el futuro, a pesar de que en 2017 se le inhabilitó durante 15 años.
Un futuro incierto
La reciente llegada de Leopoldo López a Madrid tras su estancia en la embajada española en Caracas, es considerada ventajosa por sus partidarios, que ven la oportunidad de que López se convierta en “embajador” de su causa ante los gobiernos y organizaciones internacionales. Desde que llegó a España ha mantenido una actividad política frenética. Se ha entrevistado con varios políticos españoles, entre ellos, el presidente Pedro Sánchez, Pablo Casado, Santiago Abascal e Inés Arrimadas. También se ha reunido con venezolanos afincados en Madrid y ha mantenido una intensa actividad en los medios de comunicación. La utilidad que todo esto pueda tener para la oposición, o al menos para la oposición que le respalda, el tiempo lo dirá.
Capriles ha regresado a la arena política y se espera que su protagonismo vaya en aumento en los próximos meses. Además, pocos días después de la cita electoral, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, afirmó que había estado en contacto con miembros de la oposición que rechazaron acudir el 6 de diciembre a las urnas, y le trasladaron su intención de concurrir a las elecciones regionales y locales de 2021. De hacerlo, significaría un cambio de estrategia, aunque está por ver si no sucede como en 2017, y en caso de ser derrotados desconocen los resultados.
La mayor parte de la oposición está en un periodo de reflexión, de recalcular sus estrategias. La rivalidad entre Capriles y Leopoldo López regresa una vez más. Pero como explicábamos, la oposición va más allá de ellos dos, aunque indudablemente son figuras de gran importancia. La posición que adopte la Administración Biden hacia Venezuela, que no se espera que cambie sustancialmente, también será importante en el devenir de la oposición, así como la de otros actores como la Unión Europea.
La desunión sigue imperando y hasta ahora sus estrategias han estado condenadas al fracaso. La relativa unidad del chavismo tampoco ayuda a sus propósitos. De momento parece que el sueño de llegar a Miraflores seguirá siendo simplemente eso, un sueño.
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