Rodeado de paramédicos, policías y testigos que grababan con sus teléfonos. Así moría Naël, un adolescente de 17 años y vecino de Nanterre, después de haber recibido un tiro en su abdomen por parte de un agente de policía. Pero esta muerte que ha levantado ira e impotencia, si bien es atípica, apunta a progresivo endurecimiento de la ley francesa.
Naël se encontraba conduciendo un coche alquilado, sin permiso al ser menor de edad, cuando a primera hora del día un grupo de agentes motoristas lo pararon en un control de carretera en la misma ciudad. Según recoge el diario Libération, ante la negativa de cooperar en el control, y presumiblemente ante un agravamiento de la situación, ambos agentes apuntan con sus armas al menor. El joven decide acelerar y es allí donde uno de los policías dispara a escasos centímetros de su cuerpo, hiriéndole fatalmente. Naël condujo unos metros más hasta chocar con mobiliario público, ya desvanecido, momento en el que los sanitarios intentan reanimarle, sin éxito.
A primera hora de la mañana del martes, el canal BFMTV exponía una primera versión de los hechos obtenidas a través de sus fuentes policiales, la cual indicaba que el agente que disparó se encontraba delante del coche y que el conductor pretendía embestirlo. Horas después, sale el primer video a redes sociales grabado por una testigo. En él se desmiente dicha versión, viéndose al policía a un lado del coche y no delante. Además, se aprecia en dicho vídeo como el agente le dice al conductor “Bouges pas ou je te mets une balle dans la tête” –en castellano, “no te muevas o te meto un tiro en la cabeza”– y, acto seguido, cuando el adolescente arranca, el policía realiza un tiro que acaba en su abdomen.
Esta muerte ha suscitado una polémica qué ha ido creciendo a lo largo del día. En redes sociales, diputados como Louis Boyard (NUPES) recriminaba que, como ha ocurrido en Nanterre, la policía aún “mata”. Por otro lado, el ministro del interior, Gérlad Darmanin (Renaissance) mencionaba como se ha recurrido a la Inspección General de la Policía Nacional (IGPN) para esclarecer el caso.
Y es que, ante este caso, se han abierto dos investigaciones. Una contra el fallecido, por negativa a cooperar en control de carretera e intento de homicidio a agente depositario de la autoridad pública, llevada por la fiscalía de Nanterre. Y contra el agente, por homicidio voluntario por parte de agente depositario de la autoridad pública, llevada por la IGPN. La IGPN, recordemos, es el órgano independiente pero propio de la Policía Nacional Francesa encargado de investigar malas praxis policiales.
A medida que ha pasado el día, más revuelo iba causado el suceso, llegando a pronunciarse Killian Mbappé, futbolista del PSG, expresando su decepción con su país y dando su apoyo a la familia de Naël. Un revuelo y una indignación que se plasmó materialmente al atardecer primero en Nanterre y después en los alrededores. Unas protestas que rápidamente se convirtieron en disturbios. Quema de contenedores, de las zonas contiguas a la línea del RERA o quema de vehículos.
Durante la larga noche, se estos disturbios se fueron contagiado por los banlieues –suburbios–, llegando a Colombes, Argenteuil o Mantes-la-Jolie. En esta última ciudad, llegaron a prender fuego al ayuntamiento anexo del barrio de Val Fourré. Durante la noche, los CI y los CRS han estado actuando, sin por ahora ningún incidente humano muy destacable, pero que ha dejado a primera hora las ciudades como escenarios de lo que ayer fueron disturbios importantes.
Y es que a diferencia de lo que podamos estar acostumbrados a ver, los disturbios en los suburbios se dan en la oscuridad y acostumbran a ser más violentos y peligrosos. Y esta mayor hostilidad viene dado por un perfil de barrio popular, donde la prensa muchas veces no es bienvenida por ninguno de ambos lados. Es común el uso de fuegos artificiales para atacar a la policía, aparte de fuego y piedras, mientras que estos responden con gas lacrimógeno y balas de goma.
Esta mañana, una vez pasadas las protestas, Nanterre se levantaba con varios destrozos en mobiliario urbano y varios vehículos calcinados. Y es que la ciudad es el epicentro de todo al sentirse más implicada, pues Naël, la víctima, era un local notorio. Naël trabajaba como repartidor y muchos lo conocían. De hecho, uno de los sanitarios que lo atendió, después de los hechos, arremete agresivamente contra los agentes, recriminándoles lo sucedido y diciendo al que presuntamente es el agente responsable: “vais a ver esta noche” y “no vas a vivir [nunca] más tranquilo”. El conductor fue posteriormente detenido por amenazas e incitación al odio.
También, Froilán, un trabajador de la villa con el que hemos podido hablar, comentaba mientras retiraban uno de los coches quemados cómo lo había visto más de una vez corriendo con bicicletas y motocicletas y “haciendo el caballito” por la ciudad con sus amigos. Como imitando a la franquicia Fast&Furious, alquilaban coches de alta gama para conducirlos por la zona.
En general, la sensación ahora mismo es la de un país polarizado, donde ante estos casos solo hay maniqueísmos acerca lo positivo o negativo de la actuación del agente investigado. En todo caso, la gravedad de este hecho, al tratarse de un menor de edad, pone en cuestión un trabajo policial que los últimos meses ya ha sido ampliamente criticado, tanto dentro como fuera del país. Una actuación, más precisamente, amparada por el artículo L435-1 de la ley 2017-258 “relativa a la seguridad pública”, con la que se permite el uso de armas de fuego en estos controles, ante casos de “no cooperación susceptible de perpetrar, en la huida, ataques a la vida o la integridad física de los agentes o de cualquier otro”.
Una ley polémica en su momento y aprobada por el gobierno de François Hollande, que modificó el régimen al que los policías se acogían. Se pasó de la tradicional respuesta ante ataques reales y de manera proporcionada y simultánea, el concepto de legítima defensa que todos los ciudadanos disfrutan, a la propia interpretación del agente para el uso del arma en lo que ellos consideren posibles ataques futuros a la vida.
Emmanuel Macron se ha pronunciado, expresando su “dolor” con la familia de Naël y pidiendo “respeto y tranquilidad”. No obstante, las declaraciones del presidente no han conseguido calmar la ira que se ha vivido en las últimas horas en Francia.
Nuevos disturbios por la muerte de Naël
El jueves 29 de junio, fue convocada en Nanterre una marcha “blanca” hasta el edificio de la prefectura del departamento de Hauts-de-Seine, capitaneada por la madre de Naël. La marcha tuvo un desarrollo pacífico con motivo reivindicativo en memoria del joven. Pero apenas una hora después, el ritmo del paso se rompió. Pues, era previsible viendo el avance de las dos últimas noches, máxime teniendo en cuenta que era la única marcha convocada en toda la región. En la villa natal de Naël.
Pronto los policías lanzaron gases lacrimógenos para contener los incendios que se estaban dando en el bulevar 17 d’octobre de 1961, una gran y nueva avenida que mantiene el recuerdo de la Masacre de París, en el contexto de la crisis de la guerra de Argelia, en esa misma fecha, donde un grupo de argelinos que protestaba fueron abatidos por la policía ante una manifestación convocada por los miembros del FLN como respuesta al toque de queda impuesto por el gobierno contra solo ese sector de la población.
Es en ese bulevar donde empezó la que sería otra jornada, y quizás una de las más complicadas hasta hoy. Era palpable el ambiente tenso, que dejaba entrever como todos los presentes, tanto policías como manifestantes, sabían lo que pasaría. Y pasó.
Ya desde el primer momento, flashball –balas de goma– y lacrymos por parte de los agentes y morteros hechos con fuegos artificiales y piedras por el otro lado, eran los proyectiles que constantemente cruzaban las fronteras imaginarias que se iban desplazando a medida que la policía recuperaba terreno. Y así siguieron, empujando a la muchedumbre hacia el parque André Malraux. Pero fue en esa esplanada donde se presentó uno de los primeros puntos de atrincheramiento de ambos bandos. Los policías coparon todas las entradas que daban a la zona de la prefectura, y los manifestantes lanzaban proyectiles en un terreno medio boscoso que estaba a su merced.
Unos manifestantes jóvenes, visiblemente menores de edad, algunos de ellos niños que, de forma desorganizada, eran un enjambre de frenesís. Unos jóvenes que expulsaban toda su alma a través de la violencia, sin plan alguno, pero con convicción. Unos jóvenes que iban perdiendo terreno pero que no sucumbían ante la fuerza de todo un Estado. Unos jóvenes desamparados, que veían también a la prensa como sus enemigos. Unos jóvenes que si bien actuaban solos, se difuminaban en una catarsis colectiva que nunca antes habían vivido.
Fue una situación desconcertante. Y es posible que la corta edad y un espontáneo sentimiento de hermandad de “banliueue” no hiciera pensar en la gravedad de sus actos. O a lo mejor se sentían parte de la historia asumiendo el coste. Pues es una afirmación atrevida, pero que guarda sus raíces en décadas de heridas mal cicatrizadas, de las que el mínimo golpe las haría sangrar como nunca antes habían visto. Un sector que siempre se ha visto a la sombra del Estado, que se han sentido lo menos de la nada y que creen que estando en su campo, pueden contra él.
No obstante, la policía consiguió redirigir a los jóvenes hacia el final del parque. Estos se acomodaron en la zona del barrio Picasso, donde la manifestación había empezado. Los antidisturbios aguantaron la posición más o menos una hora, pero avanzar no era una opción. Dirigirse al entramado irregular de calles del barrio era peligroso, pero también lo era empujarles hasta la zona que tenían detrás: La Défense. El mayor distrito empresarial del país, fundado encima de una gran placa de hormigón rellena de túneles y galerías, sede de grandes multinacionales y visitado por infinidad de turistas cada año. Quedaba claro que allí no podían llegar.
Entonces, desprovistos de mucha munición, los policías fueron retrocediendo, terreno que ganaron de nuevo los jóvenes. Un retroceso hasta la prefectura, que dio paso a un relevo a los CRS 8, conocidas como las fuerzas “especiales” del cuerpo de antidisturbios. Más militarizados, más contundentes. A medida que fue cayendo la noche, las columnas de humo volvieron a resurgir por el cielo. Varias ciudades como Clamart impusieron un toque de queda, aunque eso no evitó los destrozos. Según FranceBleu, 2.000 vehículos fueron incendiados solo durante la noche de ayer, superando con creces a los 1.400 de la noche más caótica en los disturbios en los suburbios de 2005.
Y es que des de la segunda noche, los manifestantes actúan en todo el banlieue. Pero la situación también llegó al centro de la ciudad. Valérie Pécresse, la presidenta de la región Île-de-France –región parisina–, anunció la supresión de los servicios de bus y tranvía de toda la región de 21h a 6h. Supresión que desde ahora es hasta nuevo aviso. Esta medida no pretendía eliminar la movilidad, si bien muchas personas han sido afectadas al suprimirse el servicio de buses nocturnos de toda la región. Esta apuesta ha querido atajar el ataque a personal y transportes de la región, que durante las dos noches dejaron imágenes como las de un convoy de la línea T6 quemada, de la cual habían podido huir los operarios que en ella se encontraban.
Si bien se ha podido evitar que vuelvan a arder los buses –aunque han quemado un depósito de ellos–, el tren y el metro siguió activo con normalidad. Y es este transporte el que permitió a un grupo numeroso de jóvenes fueran hasta el centro de la ciudad, en Chatêlet, donde realizaron pillaje contra, al menos, la tienda de la marca deportiva Nike. Un saqueo, que también han podido ser incendios, que se han dado sin dejar ningún patrón claro, en todo tipo de establecimientos como restaurantes, comisarías, supermercados, escuelas o bibliotecas.
Las redes se han nutrido de videos salidos de Snapchat, que han ido moviéndose, en los que puede parecer que se hace proselitismo de dichas acciones. Pues no hay una organización. No obstante, si al inicio en las noches reinaba el caos absoluto, en cuestión de días parece que las actuaciones ganan un mínimo de organización. Acciones de día consistentes en ir a centros comerciales en equipos numerosos de golpe, para no dejar tiempo a la respuesta policial.
Pero en redes siguen viéndose imágenes a veces cómicas. De padres llevándose a sus hijos a los que han pillado en las protestas, a gente entrando en un McDonalds para servirse helados o gente robando materiales de un camión de bomberos. Habrá tiempo más adelante para una mayor investigación que nos haga entender todos los factores adyacentes a estas protestas. Pero algo que se repite en casi todos los vídeos que estos días corren por las redes es el compartir una acción lo más increíble o inusual, para que el entorno sepa hasta donde son capaces de llegar.
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