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Las bases estadounidenses en Okinawa: una cuestión polémica

La presencia militar norteamericana en la isla japonesa de Okinawa constituye uno de los puntos clave de la estrategia de Estados Unidos en el océano Pacífico. Su historia se retrotrae al final de la Segunda Guerra Mundial y constituye un tema no exento de polémicas. En este artículo hacemos un análisis de la cuestión y su trasfondo histórico.

Una aproximación histórica

El archipiélago de las islas Ryukyu pasó a formar parte de Japón en 1879, integrándose en el sistema de organización territorial nipón como la Prefectura de Okinawa. Esta situación se mantuvo sin cambios hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. En abril de aquel año las fuerzas estadounidenses desembarcaron en la isla de Okinawa, comenzando una sangrienta lucha que duraría tres meses y que terminó con la victoria americana. El archipiélago de las Ryukyu se encuentra situado en una posición estratégica, a medio camino entre el Japón metropolitano y la China continental. No tardó mucho tiempo en que Okinawa se convirtió en una importante base militar de los Estados Unidos.

Tras el final de la guerra las islas Ryukyu pasaron a quedar bajo administración militar estadounidense, de forma separada a la administración que se instauró en el Japón metropolitano. De facto, esto significó que Okinawa quedase desgajada del territorio nacional japonés. En 1950 la administración militar fue sustituida por otra de carácter civil, pero igualmente bajo estricto control norteamericano y sin participación de la población local. La situación no cambió cuando en 1952 terminó la ocupación militar del Japón metropolitano por los EEUU y el país recuperó su plena autonomía. Tanto la población como los dirigentes políticos japoneses mantenían la idea de que Okinawa debía volver a la jurisdicción nacional, si bien el problema de la presencia militar era una cuestión sin aclarar.

Instantánea de una calle de Okinawa durante la visita que el presidente Dwight D. Eisenhower realizó en 1960.

Efectivamente, las fuerzas norteamericanas disponían en el país del Sol Naciente de una gran presencia militar, entre los que se contaban efectivos de tierra, aviación y la marina de guerra. Esto se traducía en la existencia de numerosas bases militares por todo el territorio nipón. No sería hasta 1960 cuando los gobiernos de Tokio y Washington suscribieron un acuerdo estratégico (el conocido como «Tratado de Cooperación Mutua y Seguridad») que vino a formalizar la situación existente hasta entonces.

Sobre el estatus de Okinawa todavía hubo de pasar algún tiempo hasta que se acordara una solución definitiva. Hasta entonces no habían sido pocos los conflictos entre la población local y las autoridades norteamericanas. En 1971 estos terminaron aceptando devolver a Japón la administración de todas las islas Ryukyu, si bien la presencia militar se mantendría como hasta entonces. Finalmente, un año después, el control del archipiélago regresó a la jurisdicción civil japonesa y se restauró la antigua prefectura de Okinawa.

La presencia militar estadounidense

Desde 1945 hasta la actualidad la presencia militar estadounidense en la isla de Okinawa ha ido variando en su composición y tamaño, si bien su tamaño nunca ha dejado de ser considerable.

La Base aérea de Kadena vista desde el cielo.

A fecha de 2018, en Okinawa existían un total de treinta y una instalaciones militares de uso exclusivo norteamericano. De todas ellas, las principales son la Base aérea de Kadena, la Estación Aérea de Futenma y el Campamento Base «Smedley D. Butler». Mientras la primera pertenece a la Fuerza Aérea, las dos últimas bases acogen a diversas unidades del Cuerpo de Marines. Además, existe toda una red de bases auxiliares dependientes de las instalaciones principales, dedicadas a acoger tropas o a labores como campos de maniobras, campos de tiro, depósitos de armamento o equipo, etc. Además, algunas zonas del espacio aéreo y marítimo de Okinawa están reservadas en exclusiva para las fuerzas armadas norteamericanas.

Vista de las instalaciones de la Base de Futenma desde el cielo.

A mediados de la década de 1990 los gobiernos de Washington y Tokio firmaron el llamado Special Action Committee on Okinawa (SACO). Mediante este acuerdo se buscaba reducir el impacto de la presencia militar sobre el territorio de la isla, en un contexto en que algunas áreas de Okinawa se encuentran densamente pobladas. Una decena de instalaciones fueron desmanteladas y su territorio liberado para otros usos. El caso más significativo fue el de la Base aérea de Yomitan, que sería clausurada en 2006 y desmantelada. Dentro de lo recogido en el SACO, está previsto que en el futuro la Estación Aérea de Futenma sea trasladada a nueva ubicación, con la correspondiente liberación del terreno que ocupa. Como consecuencia del proceso emprendido en el último cuarto de siglo, a fecha de 2018 un 14,6% del territorio de la isla de Okinawa está ocupado por las bases e instalaciones militares.

Según un boletín informativo publicado por la Prefectura de Okinawa en 2018, el personal militar estadounidense en Okinawa es de 25.843 efectivos, los cuales constituyen un 70,4% de todo el personal militar de Estados Unidos desplegado en Japón. A ello habría que sumar el personal de carácter auxiliar, tanto japonés como americano, y a las familias de los militares que viven en la isla. De hecho, este último grupo cuenta con todo un entramado de infraestructuras: instituciones educativas, centros comerciales, espacios deportivos y culturales, etc.

De acuerdo con uno de los puntos del «Tratado de Cooperación Mutua y Seguridad» de 1960, el personal militar estadounidense destinado en Japón tiene un estatus especial. Durante muchos años esto significó en la práctica que los soldados de EEUU gozaban de un derecho de extraterritorialidad ante determinadas circunstancias, una cuestión que siempre ha traído mucha polémica por los privilegios que ello conllevaba. Por ejemplo, de cara a los delitos cometidos por americanos en suelo japonés y contra ciudadanos japoneses.

Los conflictos con la población civil

Desde el comienzo de la presencia militar de EEUU en el archipiélago, las denuncias por casos de abusos, violaciones sexuales y asesinatos de civiles por militares estadounidenses han sido un problema que se ha reiterado en el tiempo. Esto ha acabado lastrando la imagen de los norteamericanos, hasta el punto de asociarse la presencia militar con esta dinámica de violencia.

  Desfile de la Guardia de Seguridad de las Ryukyu, en 1960.
Desfile de la Guardia de Seguridad de las Ryukyu, en 1960.

Un caso que alcanzó un fuerte eco mediático y popular fue el llamado «incidente de Yumiko-chan», en septiembre de 1955, cuando una niña japonesa de seis años fue secuestrada, violada y asesinada por un militar estadounidense. Aunque no se trataba del primer caso de estas características, en aquella ocasión la indignación popular ante el crimen llevó a que se concretara una primera acción colectiva contra la presencia militar norteamericana. El hecho de que apenas una semana después del crimen de Yumiko tuviera lugar una nueva violación sexual de una menor evidenció la impunidad de la que gozaba el personal militar estadounidense.

Un accidente aéreo ocurrido en 1959 volvió a calentar los ánimos entre los okinawenses. En junio de ese año un caza F-100 de la Base aérea de Kadena tuvo un fallo durante el vuelo y se estrelló contra una escuela de primaria y varias viviendas. El piloto logró salvar la vida tras eyectarse, pero un total de diecisiete personas murieron como consecuencia del impacto, entre ellos un buen número de menores de edad.

Los casos de violencia física o sexual ejercida por el personal militar estadounidense contra la población civil solo constituían uno de los aspectos negativos de la relación entre ocupantes y ocupados. En su conjunto, esta realidad se extendía a otros ámbitos. Los okinawenses percibían un trato discriminatorio y racista por parte de la administración civil de los EEUU, y en particular por el personal militar. Entre muchos habitantes existía el sentimiento de ser tratados como asiáticos de segunda clase. Parte de este agravio colectivo se potenció por el hecho de que muchos agricultores de la isla hubieran de vender forzosamente sus tierras a los estadounidenses para el establecimiento o ampliación de bases miliares. Así mismo, cabe señalar que las nuevas autoridades impusieron en la isla el sentido de circulación por la derecha, al modo americano, cuando en Japón se hacía por la izquierda.

Imagen de los destrozos causados en una calle de la ciudad de Koza tras los disturbios que tuvieron lugar en septiembre de 1970.

La situación no mejoró en los años venideros y la desafección entre los civiles de Okinawa fue creciendo hasta crearse un caldo de cultivo de resentimiento. En septiembre de 1970 tuvieron lugar los llamados «disturbios de Koza», de origen espontáneo, que llevaron al enfrentamiento de varios miles de civiles okinawenses contra militares estadounidenses. Los disturbios duraron alrededor de siete horas y supusieron la destrucción numerosos vehículos y edificios de la administración estadounidense. El profundo malestar que ya existía entre la población no solo no remitió, sino que un año después se materializaría con la celebración de dos huelgas generales, durante los meses de mayo y noviembre. La participación en ambas llegó a ser de 100.000 personas, en una acción colectiva que no tenía muchos precedentes.

Después de que en 1972 se reinstaurase la administración civil japonesa, los abusos contra la población civil no han desaparecido. En la década de 1990 se produjeron nuevos casos que reactivaron la desafección de la población contra la presencia norteamericana. En 1995 alcanzó bastante eco mediático la violación de una niña de 12 años por parte de varios marines y reactivó las multitudinarias protestas que no se veían en dos décadas. A esto se sumaron varios atropellos o accidentes de automóvil ocurridos en 1996 y 1998 que resultaron en la muerte de varios civiles okinawenses, y que reabrieron nuevamente la desafección hacia los EEUU.

Protestas en Okinawa a raíz de la violación sexual ocurrida en 1995.

Presente y futuro

Durante la última década Japón ha asistido a un cambio del equilibrio de poder en Asia, con el progresivo ascenso de China como una gran potencia. En lo que se refiere a Okinawa, el rechazo popular a la presencia militar norteamericana ha recuperando terreno. Por un lado, la cuestión del traslado de la Estación Aérea de Futenma ha generado mucha polémica y oposición entre la población local por los daños medioambientales que ello provocaría. Por otro, la agresión sexual (y posterior asesinato) de una joven okinawense a manos de un contratista norteamericano en el año 2016 volvió a revivir algunos recuerdos trágicos del pasado.

En la actualidad, un porcentaje importante de la población okinawense rechaza la presencia militar norteamericana y abogada por su salida del archipiélago. Esta tendencia, con un arraigo histórico, se ha mantenido al alza durante los últimos años. Entre los argumentos esgrimidos por este sector, además de los tradicionales casos de abusos, se han introducido algunos nuevos. Por ejemplo, desde hace cierto tiempo han crecido las críticas a la presencia militar por la amenaza que supone para la naturaleza, habida cuenta de que la pesca o el turismo constituyen importantes motores económicos para la isla. Sin embargo, otro porcentaje significativo de la población rechaza el fin de la presencia americana por razones económicas. Las bases emplean como auxiliares a un número importante de civiles japoneses, y la economía local hasta cierto está interconectada con la presencia estadounidense.

Desde 1960 el gobierno japonés no ha abogado por una salida de las fuerzas militares americanas en Japón, ni tampoco ha planteado una revisión seria de la cuestión de Okinawa, si bien las autoridades de Okinawa mantienen una postura más crítica al respecto. La única excepción a esta tendencia la protagonizó Yukio Hatoyama, primer ministro entre 2009 y 2010 por el extinto Partido Democrático. En la campaña electoral de 2009 llegó a proponer una revisión del Tratado de Cooperación Mutua y Seguridad de 1960, así como la situación de las bases militares en Okinawa. El tema llegó a ser objeto de acaloradas polémicas, pero finalmente el gobierno japonés dio marcha atrás en este sentido. Ninguno de los sucesores de Hatoyama –que terminaría dimitiendo en 2010– ha vuelto a plantear esta cuestión. De hecho, el creciente ascenso de China como potencia militar ha dado argumentos a los partidarios japoneses de la presencia militar de Estados Unidos sobre suelo nipón.

Protestas en Okinawa contra la presencia de las bases norteamericanas.

Los Estados Unidos tampoco han mostrado voluntad por desmantelar sus acuartelamientos en la isla y poner fin a su presencia. A lo largo de toda la Guerra Fría las bases de Okinawa fueron empleadas como trampolín para diversas intervenciones militares, tanto en la Guerra de Corea como en la Guerra de Vietnam. Posteriormente, si la desaparición de la Unión Soviética llevó a una reducción a gran escala de la presencia militar de EEUU en Europa occidental, esto no ha ocurrido en Japón. En el actual contexto del enfrentamiento entre Estados Unidos y China, la posición estratégica de Okinawa ha reafirmado su importancia para los militares norteamericanos. Por ello, teniendo en cuenta estos antecedentes, a corto plazo es poco probable que cambie la posición de Washington en este aspecto.

A pesar de los esfuerzos del gobierno estadounidense, la construcción de las nuevas instalaciones que sustituyan a la histórica base de Futenma todavía no ha comenzado. En el actual contexto, no es descartable que se produzcan nuevas protestas multitudinarias por parte de la población local, ni tampoco que Beijing eleve el tono en esta cuestión.

Bibliografía

BEASLEY, W. G. (1995). Historia Contemporánea de Japón. Madrid: Alianza Editorial.

INOUE, M. S. (2007). Okinawa and the U.S. Military: Identity Making in the Age of Globalization. Nueva York: Columbia University Press.

TANJI, M. (2006). Myth, Protest and Struggle in Okinawa. Abingdon: Routledge.

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