Las políticas árabe e iberoamericana desplegada por el Franquismo fueron claves tanto para conseguir romper el aislamiento internacional al que fue sometido el país tras la guerra mundial como para la supervivencia del propio régimen. Por lo tanto, estas políticas durante los años 1945-1959 fueron uno de los pilares de la política exterior del primer Franquismo. Esta política estuvo rubricada principalmente por cierto antioccidentalismo y por un imaginario propio de España hacia el mundo árabe e iberoamericano. Con esto se trataba de situar a España fuera del marco de las potencias coloniales y de la influencia angloamericana, destacando las particularidades que vinculaban a España con estas regiones. El régimen franquista se promovía de esta manera con una política independiente y como un país con el que podían entablar relaciones para diversificar su diplomacia. El Franquismo pretendía con esta idea situarse de puente entre Europa y estas regiones, promoviendo su rol de mediador neutral tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo. Esta política vino a llamarse diplomacia de sustitución. Como indica la propia palabra su propósito principal era el de servir de recambió mientras las relaciones con Occidente se mantuvieran estancadas.
Sin embargo, el Franquismo carecía del peso diplomático en la arena internacional para hacerse valer como tal país mediador. Además, su economía estaba profundamente maltrecha por la posguerra, el autarquismo económico y el aislamiento internacional impuesto desde 1946 con la Resolución 39 (I) de la Asamblea General de Naciones Unidas; era impensable por lo tanto plantear proyectos de inversión extranjera en los países donde se buscaba apoyo diplomático ni rivalizar en proyectos de cooperación con las potencias francesa y británica. Esto explica el fracaso inicial de estas políticas regionales que no impidieron la condena al régimen franquista y que se planteara la “cuestión española” en los primeros años de la posguerra, pero finalmente el cambio de la situación internacional sumado a las relaciones cultivadas durante esos años terminaron por dar sus frutos en los años 1948 y 1949.
La relación especial con Argentina
Los primeros éxitos vinieron de la relación especial con la Argentina de Juan Domingo Perón gracias a la victoria presidencial de este en 1946. Argentina fue durante esos años el valedor de los intereses y derechos de España en la escena internacional, situándose en favor de levantar el aislamiento internacional y con líneas de crédito muy favorables para la compra de cereales a la Argentina que fueron un salvavidas para el régimen, especialmente en 1948 por la mala cosecha por el frío invierno, y por los que Buenos Aires gano concesiones en el puerto de Cádiz para la distribución de mercancías en Europa. Aunque el gobierno de Perón siempre recalcó que no defendían al régimen franquista, sino a España como Madre Patria de toda Hispanoamérica por encima del gobierno del que quisiesen dotarse los españoles.
Es decir, los motivos que guiaron a Perón a mantener la relación con España se debieron principalmente a razones de corte económico y por el ánimo de tener mayor autonomía política en la escena internacional: “la presión de Estados Unidos que limitaba el espacio de la política económica de la Argentina en la arena internacional en momentos en que los tradicionales lazos comerciales con Gran Bretaña se debilitaban seriamente”. Las justificaciones hispanistas, que se debían a la nueva conciencia nacional que buscaba promover el peronismo, eran el medio por el que Perón trataba de vender esta política al público, que era poco favorable. Con lo que no es un mérito exclusivo de la diplomacia franquista, sino una conjunción del interés común que mantenían Perón y Franco.
Esta férrea postura de defensa de Argentina a España por el vínculo histórico y cultural venía reforzada desde Madrid por la idea de España como “«padre patria» en el centro de «la familia» para preservar la «unidad hispanoamericana»” que el propio régimen buscaba proyectar. Este acercamiento a Iberoamérica de corte principalmente nacionalista e ideológico pudo recoger apoyos, especialmente con algunas de las dictaduras militar y el anticomunismo. Pero a largo plazo no generó un marco para una política regional efectiva, que en la década de los ’50 ya tuvo que ser reformada por el Ministro de Exteriores Castiella (1957-1969) para quitarle carga ideológica ante la caída de gobiernos autoritarios.
La relación con el mundo árabe
En el mundo árabe España trato de promover una imagen de cercanía enraizada en la historia de Al-Andalus y como puente con Occidente. El principal contacto fue con Egipto como punto de referencia, tratando de dar un apoyo alternativo a las potencias coloniales británica y francesa. Por lo que Franco siempre trató de mantenerse al margen en los conflictos ideológicos entre el panarabismo de corte republicano y socialista y las monarquías tradicionales y conservadoras. Durante los primeros años España no cosechó muchos éxitos pues el factor colonial en el Protectorado de Marruecos obstaculizaba cualquier avance. Especialmente debido a la presión de los nacionalistas magrebíes que tenían sus cuarteles en el Cairo, entre los que se encontraba el líder revolucionario rifeño Abd el-Krim que proclamó la República del Rif levantándose en armas contra la administración colonial española. Una muestra de las limitaciones de esta política fue la crisis del Canal de Suez, donde España intentó presentarse como mediador en el conflicto y fue rechazado por los propios egipcios.
Otra de las dificultades que encontró el Franquismo aquí fue la división entre el socialismo árabe y las monarquías conservadoras en la Liga Árabe, pero el Caudillo veía a Nasser principalmente como un nacionalista, visión bastante acertada pues socialismo en boca de estas burguesías nacionales sólo significaba independencia de las potencias coloniales e industrialización. Pero Nasser y el panarabismo se inclinaba hacia la URSS mientras las monarquías eran prooccidentales, lo cual ponía en duda las credenciales anticomunistas de Franco ante los Estados Unidos, por lo que para mantener una buena relación con ambas partes siempre se intentó mantener cierto equilibrio. Y lo cierto es que desde el Franquismo también se temió el avance soviético en el mundo árabe a partir de 1957.
El punto clave de la relación con los países árabes vino a partir de 1947 por los debates en torno al Mandato de Palestina. El giro definitivo en la región que cambio por completo las circunstancias vino cuando no se encontró una solución negociada y se fundó unilateralmente el Estado de Israel en 1948. España que no se apresuró a reconocer a Israel entendió la importancia que la cuestión palestina tenía entre los países árabes, que pronto agradecieron la postura adoptada por el Franquismo, al mismo tiempo la cuestión marroquí perdió importancia. Al tiempo esta decisión coyuntural se convirtió en toda una política del régimen: España no reconocería al Estado Israel hasta que no lo hicieron los países árabes. Y esto no impidió que el gobierno tomará una posición en favor de la comunidad sefardí, pues siempre hizo una clara diferenciación entre la cuestión judía y la cuestión israelí o entre el problema hebreo y el problema sionista.
La política puente
España además comenzó a aplicar una política puente entre el mundo árabe e Iberoamérica, facilitando que los delegados iberoamericanos votaran en favor de Palestina en las resoluciones de Naciones Unidas. A cambio consiguió los apoyos para que los países árabes dejasen de abstenerse en las resoluciones sobre la cuestión española y en 1950 se votó la resolución 386 (V) que levanto el aislamiento diplomático impuesto sobre España. A partir de ese momento el régimen pudo acceder a otros organismos subsidiarios de la ONU como la FAO o la UNESCO. Sin embargo, no es menos cierto que esto fue posible gracias a otro cambio de la política internacional, el inicio de la Guerra Fría, el impacto de esos apoyos fue limitado y se necesitó la abstención del bloque Occidental. Por lo tanto, aunque España plantó las semillas y trabajo para conseguir los votos, romper ese aislamiento no habría sido posible si en los Estados Unidos no hubieran considerado que la España anticomunista de Franco era un activo necesario.
Con esta postura proárabe el Franquismo consiguió establecer una importante sensibilidad del mundo árabe hacia España, pero esta política tuvo sus limitaciones por la posición de potencia colonial de España sobre el Protectorado de Marruecos. La independencia del reino alauí en 1956 y la cesión del Rif por el Franquismo eliminarán un importante obstáculo. Pero la descolonización pendiente de otros territorios aun lastró la imagen de España, pero consiguió mantener apoyos moderados incluso cuando estalló la guerra de Ifni y se recrudeció el contencioso con Marruecos por la cuestión saharaui. Otra cuestión que también fue fundamental en este periodo del Franquismo fue la independencia de Argelia en 1962, pues España dio su apoyo para conseguir un contrapeso a Marruecos y añadió mayor complejidad a las relaciones hispanoárabes.
El Franquismo consiguió hacer perdurar ese vínculo mediante la política hacia Israel y siempre se resaltó esta amistad hispanoárabe con beneficios notables como evitar los embargos petroleros durante la guerra de Yom Kippur, a pesar de la creciente occidentalización de las relaciones. Esta política de sustitución también sirvió para normalizar las relaciones con Occidente, que paso a ser el objetivo prioritario del ministro Castiella a su llegada en 1957. Desde que se dio ese cambio de política el tono no volvió a ser el mismo, y el irredentismo marroquí siempre marco en cierto modo la capacidad del gobierno franquista de maniobrar.
Pero ello no impidió que se mantuvieran las relaciones especiales forjadas por el ministro Artajo (1945-1957), muestra de esto es que España se encargó de la representación de los intereses de Jordania y Líbano en la República Federal Alemana cuando estos rompieron relaciones diplomáticas por el reconocimiento de Israel, y que durante años la diplomacia española ayudó a facilitar contactos entre distintas capitales europeas y gobiernos árabes, como contraparte este bloque regional mostró mayor comprensión en la cuestión colonial española. Castiella se preocupó principalmente por asentar estas relaciones con nuevos acuerdos de ámbito cultural y económico. Además, la diplomacia española rescato los apoyos árabes para la cuestión de Gibraltar en Naciones Unidos.
En definitiva la política exterior del Franquismo durante el periodo de 1945 a 1959 estuvo marcado por el intento del régimen por romper el aislamiento internacional, para lo cual cultivó un tipo de relaciones tradicionalmente periféricas. Aunque el propósito principal de estas políticas en el corto plazo era que España recuperase su estatus en la arena internacional y cerrar la “cuestión española” en Naciones Unidas, también se revelaron en el largo plazo como el vehículo del Estado español para normalizar su relación con Occidente e insertarse de nuevo en el bloque atlantista del que hoy es parte en un momento de incertidumbre política. A pesar de ese resultado estas relaciones dejarían una marca importante en la diplomacia española que estaría presente durante todo el Franquismo y que se hace notar hasta en la actualidad.
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