Unas elecciones con miras al futuro
Desde que la República Islámica de Irán fue fundada en 1979 que los comicios electorales, celebrados cada cuatro años, han evidenciado la existencia de un gran poder político en la figura del líder supremo (elegido de forma vitalicia) y un contrapoder menor representado por los presidentes de gobierno. Una dualidad que podría tener los días contados.
Tras más de cuarenta años de pulso con los EEUU y sus aliados en la región, y más de treinta de la elección de Ali Jamenei como líder supremo, el destino de la República Islámica sigue pendiendo de un hilo; por ello el máximo mandatario del país dio, a las últimas elecciones, una orientación clara y sin ambages para el futuro. Las turbulentas relaciones con la administración del presidente saliente Rohani le instaron a ello.
Aunque existían candidatos electorales con cierto potencial, a pesar del llamado al boicot electoral de buena parte de la oposición y el desencanto de los reformistas, el Consejo de Guardianes (Shura Negahban) los vetó dejando el camino expedito a la presidencia a Ebrahim Raisi. Este clérigo de probada lealtad a la Revolución, que con 19 años ya actuaba de fiscal y juez, era responsable de la fundación Astane Qods Razavi, encargada de administrar el complejo religioso de Mashad (una de las ciudades santas del chiismo que recibe cada año medio millón de peregrinos); y recientemente había asumido la máxima posición en la judicatura del país.
El líder Jamenei tiene 82 años y está enfermo de cáncer, por lo que, en previsión de fallecer en esta legislatura, puede haber tomado los pasos necesarios para que la transición sea más aparente que real. A diferencia de otros clérigos notables del establishment, Raisi tiene una relación muy positiva con la Guardia Revolucionaria (Sepah-e Pasdaran Engelab-e Eslami), el ejército más potente del país y dueño de las principales compañías comerciales de Irán; por ello el próximo líder, sea Moshtaba (el hijo del actual Líder) o el mismo Raisi, tendrá la fuerza necesaria para no realizar concesiones a otros grupos.
Prioridades de la administración Raisi
La transición política, garantizada con la investidura de Raisi este 5 de agosto, debe afrontar una serie de problemáticas que lastraron considerablemente el último mandato del presidente Rohani: desde las dificultades para encontrar un comprador de su crudo a los altos índices de contagio del Covid-19. Las sanciones de EEUU, dirigidas contra sectores estratégicos de la economía nacional, así como sobre los principales grupos responsables de los mismos (especialmente la Guardia Revolucionaria), han contribuido a que la inflación ascienda hasta más de un 43% y que la tasa de crecimiento económico en el decenio 2010-2020 ha sido cero.[1]
En 2019 el encarecimiento del precio del petróleo provocó una serie de movilizaciones con repercusiones en partes del país tradicionalmente apolíticas, contribuyendo en las presentes elecciones a una baja participación. El 15 de julio de este año, a raíz de los continuos cortes de agua y de electricidad en la provincia sureña de Juzestán, surgió una nueva oleada de protestas tanto dentro como fuera de un territorio que, paradójicamente, es el principal proveedor de petróleo (80%) y de electricidad (70%) del país.
Desde hace décadas, una mala planificación sobre el territorio y una obsesión política por megaproyectos modernizadores, contribuyeron a un ya grave proceso de desertificación común en Oriente Medio, que en Irán ya se había podido apreciar en la extraordinaria reducción del lago Urmía.[2] A pesar de la mala situación, en los debates electorales la problemática medioambiental no fue mencionada.
Respecto a la pandemia, tanto el líder supremo como buena parte del establishment iraní trataron con escepticismo las consecuencias del Covid-19, rechazando ofertas de compañías farmacéuticas internacionales e insistiendo en elaborar su propia vacuna. Aunque oficinas públicas redujeron su actividad, en general la política del anterior y del actual gobierno ha sido poco intervencionista, permitiendo las grandes celebraciones religiosas y no castigando la ausencia de mascarillas.
Sin embargo todos los rumores apuntan a que la máxima prioridad de la nueva administración es transformar el actual sistema presidencial (semejante a EEUU o Francia) en uno de elección indirecta, donde los miembros del parlamento (Majles) elegirán al jefe de gobierno. De este modo, el sucesor del líder supremo no tendrá hipotéticamente un contrapoder presidencial demasiado autónomo, asegurando así el éxito de la transición controlada.
Cambios en las relaciones internacionales
Al igual que con respecto al envío de vacunas contra la Covid-19 (presuntamente aplazado), por las redes sociales iranís circulan rumores que hablan de la negativa sistémica del Líder a resolver la crisis diplomática con EEUU hasta que Raisi no hubiera tomado posesión del gobierno. La elección de Biden para la presidencia norteamericana posibilitó el retorno a los acuerdos del JPCOA, sin embargo en los últimos meses la delegación persa apenas habría hecho avances por los mencionados factores internos.
La costosa apuesta por el programa nuclear tenía como objetivo garantizar que no se produjera una invasión extranjera (como sucede en Israel, Pakistán o Corea del Norte), sin embargo pocos en la administración Biden creen que el objetivo del establishment iraní sea otro que restaurar los acuerdos JPCOA del 2015. Parte del éxito de la diplomacia persa se debió al trabajo de su ministro de exteriores Zarif, quien fue creíble ante los equipos negociadores del resto de signatarios del acuerdo (Rusia, China y la UE) a pesar de sus desavenencias con el Líder y la Guardia Revolucionaria.
Sin embargo uno de los temas más espinosos, ligado a los acuerdos nucleares, está relacionado con el rol de Irán en la región. Tradicionalmente el hegemón de Oriente Medio, a pesar del estancamiento económico Irán ha jugado bien sus cartas: ha bloqueado a los sauditas en Yemen, garantizado la presencia de gobiernos “amigos” en Irak y Siria, así como alcanzado acuerdos globales con Turquía respecto a la cuestión kurda.
Desde hace años que la política exterior de la República ha basculado más hacia un perfil militar dominado por la Guardia Revolucionaria, sin olvidarse del lenguaje anti-imperialista presente en las críticas a EEUU como generadores de inseguridad regional.[3] El nuevo presidente Raisi, más complaciente con la Guardia Revolucionaria que su predecesor, podría condicionar la firma de los acuerdos al fin de las sanciones sobre aquel ejército.
Por el momento Jamenei no ha anunciado un cambio de orientación en la estrategia política del país, por lo que es poco probable que ni Raisi ni la Guardia Revolucionaria alteren sus planes. La normalización de las relaciones con Araba Saudita posibilitaran un acuerdo de paz en Yemen, mientras el envío de pertrechos a Siria y Líbano se mantendrá a fin de asegurar represalias contra Israel en caso que este llevara a cabo una escalada militar; por su parte en Afganistán y el Cáucaso mantendrán un perfil moderado con el que poder asegurar las fronteras del país.
Conclusiones
La elección de Raisi cumple el objetivo del líder Jamenei de garantizar tras su muerte que la Guardia Revolucionaria sostenga los principios básicos de la República Islámica (en lugar de instaurar un gobierno militar) y que el siguiente Líder Supremo forme parte de su círculo de confianza, con lo que las reformas políticas y sociales serán poco profundas.
En política exterior el establishment iraní ha estado unido en la idea de retornar al acuerdo nuclear con los EEUU en las condiciones de 2015 y en mantener la ayuda a los aliados de la región, si bien esto último genera mucha oposición en las calles e irritación en las cancillerías internacionales. Los retrasos y errores serán achacados al anterior gobierno Rohani, permitiendo al nuevo presidente Raisi mantener el rumbo político y beneficiarse de los posibles éxitos.
Por su parte, la tremenda crisis económica y episodios como la sequía de Juzestán seguirán creando tensión en un país agotado y, por lo general, poco movilizado en favor del nuevo presidente. Al desechar reformas políticas (más allá de un presidente votado por el parlamento) y cerrar el acceso a cuotas de poder de personajes como el ex presidente Ahmadinejad, la transición orquestada por Jamenei corre el riesgo de cojear.
- Armanian, N. 2021. El acuerdo nuclear entre la “no-diplomacia” de Raisí y el dilema de Biden. Diario Público.
Mirzavand, M.; Bagheri, R. 2020. The water crisis in Iran: Development or destruction? World Water Policy (Vol. 6-1) p.90
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El 25/3/2021 el presidente del parlamento Galibaf mantendría esta postura respecto a la aportación de los EEUU en Afganistán, país donde Irán también estaría contribuyendo militar y económicamente (Majles. 2021. Consultado el 4-4-2021 en https://www.parliran.ir/majles/fa/Content/articles/%D8%A7%D8%B9%D9%85%D8%A7%D9%84-)
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