Si vamos a analizar el primer partido de la ultraderecha europea que alcanzó una posición de tanta relevancia como hizo Jobbik en el 2014 al alcanzar los 23 escaños en la asamblea nacional húngara uno ha de entender un dicho común entre los húngaros:
“Hungría es el único país que tiene frontera consigo mismo”
¿Y esto a qué se debe? Para ello habríamos de remontarnos al 1920. Durante el siglo 20, Hungría formaba parte del conocido imperio Austro-Húngaro, junto a este partió a la Primera Guerra Mundial acompañando a los “Poderes Centrales”, con quienes fue abatido por la “Entente Cordial” del Reino Unido y Francia. Esta historia es conocida por la magnitud del conflicto y también se suele saber del “Tratado de Versalles” que arrebato gran parte de Prusia a Alemania siendo una de las causas del surgimiento revanchista que vivió Alemania y catalizo en la ascensión del NSDAP (Partido Nazi). ¿Pero qué pasó con Hungría tras esta guerra?
El Trauma Nacional
Tras la derrota, Austria firmó el tratado de Trianon, y en las conferencias de paz culpo a los jingoístas húngaros de ser los principales impulsores de la expansión hacia los Balcanes y las demás “fechorías” cometidas por el Imperio. Fue por esto, que las potencias vencedoras decidieron desmembrar Hungría y repartir las tierras de las que históricamente se había apropiado el “Reino de San Esteban” de sus vecinos.
Fue tal la cuestión que incluso Austria, una potencia derrotada en la guerra, se llevó parte del territorio húngaro (si bien, su recompensa fue la más pequeña). En todos los territorios repartidos, por las potencias aliadas, el derecho a referéndum sobre la permanencia o no fue negada (excepto en “Sopron”, el cual votó a favor de permanecer en Hungría). El resultado de esto fue que mientras que todas las zonas desmembradas poseían una mayoría étnica no húngara todas ellas sí que poseían zonas concretas con mayorías húngaras.
El resultado de esto fue catastrófico para el orgullo nacional húngaro. De hecho, en el 2020 dos tercios de la población húngara siguen considerando que los territorios perdidos deberían devolverse, la mayor cantidad de población abiertamente revanchista en un estado miembro de la OTAN. Comprendiendo pues, el sentimiento de derrota húngara, esto nos lleva a otra idiosincrasia particular del país: El “Turáni átok”.
La Maldición de la vieja sangre
En la mayoría de naciones nos encontramos con un mito fundacional que exalta el orgullo de la patria y su situación especial en el mundo. Los estadounidenses tienen el “Excepcionalismo” que promulga que el espíritu estadounidense es el perfecto para el desarrollo del país más próspero del mundo. Los mexicanos tienen la leyenda del “Huītzilōpōchtli” el Dios de la guerra que les guio hasta la fundación de la ciudad de México. Y los españoles tenemos la batalla de Covadonga, en la cual contaban se apareció la Virgen y ayudó a el Rey Pelayo a detener la ofensiva musulmana. Ciertos o no, todos estos mitos tienen en común una cosa, la épica. Todos ellos presentan a un pueblo que se une y a pesar de las dificultades consiguen perseverar y prosperar hasta crear una nación orgullosa y próspera. Entonces los húngaros tienen el “Turani átok”, o traducido, la maldición de Turan.
Es un secreto a voces que no suelen revelar a extranjeros si no les preguntas abiertamente. La mayoría lo toman entre risas y suspiros. ¿Qué implica este mito? No es otra cosa que la creencia de que Hungría siempre acaba fallando en todo lo que se propone porque cuando se convirtió al cristianismo, los antiguos paganos maldijeron a San Esteban y su patria en la eternidad. Es por ello que nada importa, pues al final, el húngaro habrá de ser cínico ya que al fin y al cabo ha perdido la lotería vital. Actualmente, Hungría es el 25 país con la mayor tasa de suicidios del mundo y la tercera esperanza de vida más corta de todo el antiguo bloque socialista. ¿Pero qué tiene que ver todo esto con Jobbik? Pues bien, querido lector, he aquí donde se inicia el partido que va estrechamente relacionado con este mito. Gábor Vona, fundador de Jobbik, era un adherente estricto del Pan-Turanismo. Como muchos otros movimientos de ultraderecha Jobbik tiene ciertas raíces en el misticismo fascista, la idea de que la única manera de recuperar la dignidad húngara es recuperando sus territorios perdidos y reencontrándose con su nación hermana, Turquía. Pero ahora vamos a lo sustancial, al presente: ¿Cómo han llegado estos a ser la segunda fuerza política?
La “Adolescencia” de Jobbik
Jobbik, nacido oficialmente como partido político en 2003, empezó como un grupúsculo neonazi más. Con una curiosa mezcla de fascismo esotérico, etnonacionalismo pantúrquico y a su vez profundamente cristiano pasó sus primeros 8 años como la mayoría de los fascistas europeos, manteniendo pequeña presencia pública como partido político y dedicándose en su lugar a cultivar su grupo de skinheads particular. La Magyar Gárda (Guardia Húngara) en paralelo a otros grupos neonazis europeos como “Democracia Nacional” en España o los “Nacionales Demócratas” en Alemania
A diferencia de los mencionados anteriormente, la Guardia Húngara sí que tuvo cierto éxito a la hora de reclutar elementos entre la juventud húngara. Debido principalmente al empeoramiento de vida que se sucedió en el país durante la primera década de los 2000, el cinismo prevalente en la cultura popular y la sensación de revanchismo que se respira en todo el país. Pues a diferencia de España (con el Rosellón o Gibraltar pues en España no existe una ambición real y constante de recuperar estos territorios como si ocurre en Hungria con Transilvania, que como mínimo exige que se les de autonomía) o incluso Alemania, que como Hungría perdió gran parte de su territorio nacional, en Hungría jamás ha habido un proceso “expeditivo” como si lo hubiera en el país teutón. Es relativamente común ver en las zonas de trabajo o diversos monumentos por la calle lamentando el tratado del Trianon, que forma parte indispensable del currículo escolar, y las relaciones con la vecina Rumania (que posee la mayor minoría húngara en su territorio) son un elemento decisivo a la hora de apoyar a uno u otro partido. Por tanto, en un país que sufrió la mayor crisis política de su historia cuando el reinante MSZAP (Partido Socialista Húngaro) sufrió su mayor colapso interno al publicarse un vídeo interno en el cual se veía al secretario general del partido Ferenc Gyurcsány admitiendo, en un lenguaje bastante vulgar, lo siguiente:
“Evidentemente hemos estado mintiendo al pueblo húngaro durante estos dos años”
Estas declaraciones de Gyurcsány, que había sido recién reelegido primer ministro de Hungría, produjeron, evidentemente, la caída del gobierno húngaro y el posterior reinado de “Fidesz” con Viktor Orban, el cual lleva gobernando Hungría sin prácticamente oposición desde el 2010.
Tras la devastadora revelación, el campo de juego estaba servido. La Izquierda en Hungría había perdido toda su credibilidad desapareciendo de la noche a la mañana, dejando una juventud enfervorecida sin ningún lugar al que dirigir su descontento. Pues es por norma general esta juventud la que, para canalizar el descontento con el sistema, acaba tornándose a movimientos “radicales” normalmente situados en la izquierda política. Pero claro, en Hungría esto ya no era una opción. La Guardia Húngara de Jobbik comenzó a crecer de manera exponencial, su ala juvenil comenzaba a verse en todas las ciudades. Ya no eran un puñado de radicales que añoraban a Miklos Horthy (ex-dictador húngaro) y fantaseaban con una nueva guerra de épica reconquista en la que Hungría seria grande de nuevo. Ahora eran un movimiento de masas.
Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar el mainstream
Tras las elecciones de 2010, Jobbik se vio en una posición con la que antes jamás había soñado. Eran la tercera fuerza política del país y tenían una gran masa de jóvenes sin futuro en busca de un líder fuerte que les dirigiera. Desde luego, la crisis económica que devastó el mundo occidental no contribuyo a la moderación política de la juventud húngara. En un inicio, Gábor Vona, cometió multitud de errores. Trato de darle un toque oficial a la Magyar Garda, convertirla en una fuerza de seguridad al mismo nivel que la policial. Pero claro, uno no puede darle un palo a un perro y esperar que no lo muerda. La Guardia cada vez estaba más radicalizada, llevando a cabo campañas en contra de la apariencia de “normalidad” que desde las nuevas alas del partido se quería mostrar a la sociedad húngara. Llegando incluso a realizar una campaña de propaganda prometiendo que Jobbik se libraría de la “plaga que asola Hungría”, en referencia a la minoría gitana del país.
Esto provocó las dimisiones de numerosos pesos pesados de Jobbik, que deciden o bien retirarse de la política por edad o sumarse a las filas del moderno Fidesz de Viktor Orban. Tras este incidente de pánico Gábor decide disolver la Garda como movimiento paramilitar y trata de darles un nuevo lugar como “fundación social” que proveería comida para los húngaros y demases. De nuevo en imitación a otros grupos neonazis como pudiere ser “Hogar Social Madrid”. Sin embargo, de nuevo, el clima de violencia implícito llevó a la organización a estar en constantes problemas con la ley. Fue entonces cuando a la víspera de las elecciones de 2014 y temiendo perder la popularidad alcanzada tras el 2010 Gábor da un golpe de efecto. Disuelve a la Guardia de la noche a la mañana y proclama el “Néppártosodás” (transición a partido del pueblo), una estrategia de “rebranding” como nunca antes se había visto en un partido de ultraderecha en Europa.
Gábor proclamo que Jobbik había abandonado su “adolescencia”. Abandonaron totalmente a la Garda, que acabó siendo disuelta por orden judicial. Se deshicieron de los Neonazis que repartían comida y proclamaron que habían abandonado la división de izquierda y derecha y comenzaron a centrarse casi en exclusiva en los jóvenes húngaros. Esta estrategia de abandono de la población envejecida, que tradicionalmente tiende a ser más conservadora y nacionalista, dio resultado. El acercamiento a los jóvenes húngaros sin perspectiva de futuro acabó con el resultado de que en 2016 el 53% de las personas entre 18 y 35 votarían por Jobbik. Su único error, en un inicio, fue que Gábor continuo la política tradicional de Jobbik de no participar en alianzas ni pactos electorales, pues en sus inicios como fuerza fascista querían desmarcarse del juego “parlamentario”. Tras no conseguir la mayoría absoluta en las elecciones Gábor dimitió y, tras un breve interludio, el ala moderada del partido triunfó en las elecciones internas y Péter Jakab se convirtió en el nuevo secretario general de Jobbik. La eliminación de Gábor del tablero se debía principalmente a que le consumió el propio proceso que él había iniciado. El lavado de cara al que sometió el partido acabó por eliminar todos los aspectos “manchados” que recordaban sus inicios cercanos al nazismo más radical. El último remanente del viejo Jobbik era el propio Gabór.
Péter Jakab es una cara nueva, se unió al partido en 2010 junto a toda esa generación de húngaros que habían quedado huérfanos ante el colapso del partido socialista. Continuando con el proceso anterior, Jobbik acabo por autodefinirse como un “Partido del Pueblo” que ya no portaba ninguna conexión a su viejo pasado fascista. Como novedad, y posible indicación de lo que les depara al resto de partidos de ultraderecha que ahora surgen en el oeste de Europa en un estilo similar al que empleó Jobbik cuando comenzó a virar al “centro”, el partido marcó la siguiente línea: Jobbik es un partido conservador, de centro derecha y profundamente cristiano. Esto probablemente no nos resulte extraño viviendo en occidente. ¿Pero qué quería decir realmente? Implicaba una figura que si desconocemos en países como España. Jobbik continuará con su papel socialmente conservador, es decir, continuará su línea antiinmigración y a favor de la promoción de la cultura católica en Hungría, pero con la distinción de que en el plano económico se desmarcan de las políticas neoliberales usuales en la derecha europea. Es decir: Serán los proponentes de un estado del “bienestar” a la húngara, con un fuerte componente intervencionista y un énfasis en la procuración de subsidios para la población nativa húngara. Esta nueva línea será probada en el 2022, cuando se sucedan las siguientes elecciones parlamentarias húngaras. Por el momento, Jobbik permanece como segunda fuerza parlamentaria a una cómoda distancia del resto de partidos. Quedará ver si esta “nueva derecha” marca el hito de destronar al Fidesz del mandato que llevan ostentando por más de una década, pues como ya sucedió anteriormente, si Jobbik triunfa con esta táctica, la derecha europea la seguirá. Como en el caso del antiguo Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, que ha optado por imitar la retórica antiinmigración de Jobbik y su rechazo al “neoliberalismo” en favor de una política económica que tradicionalmente se asociaba a los partidos socialistas nacionales. Queda ver que nos deparará el viento de la estepa húngara.
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