Obligado a la autosuficiencia alimentaria, que no termina de alcanzar, Irán vive al borde del agotamiento hídrico. Mientras empresas vinculadas al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica emprenden grandes proyectos de construcción de presas, el país va perdiendo sus aguas subterráneas, además de las superficiales de sus lagos de agua dulce y salada. Después de más de cuarenta años de sanciones, sus objetivos coercitivos se difuminaron en nuevas relaciones comerciales y financieras, envolviendo triangulaciones y desviaciones entre Irán y sus principales socios, no solo regionales, sino internacionales.
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