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Fotografías para sanar las heridas de la guerra y documentar la ocupación rusa

El colectivo artístico Odesa Photo Days ha elaborado un proyecto para que jóvenes artistas ucranianos retraten su día a día en los territorios controlados por Moscú

La fotografía puede convertirse en un arma poderosa para dar testimonio directo de las guerras, cuyos frentes se extienden más allá de las trincheras y del campo de batalla. Es una herramienta de doble filo que puede reflejar la verdad, pero también construir las mentiras. Susan Sontag sentenciaba que “hay una agresión implícita en cada uso de la cámara”, y con este espíritu, la fotografía puede ser una herramienta de contraataque que sirva para dar testimonio de la vida diaria en un territorio invadido. Los miembros del grupo Odesa Photo Days quieren que la fotografía sea un mecanismo para reflejar las experiencias traumáticas de la guerra y documentar la situación de los ucranianos que desde marzo viven bajo la ocupación de las fuerzas de Rusia. Para ello han creado un proyecto educativo que rescate las historias personales envueltas en la niebla de invasión y el ruido del armamento.

El Festival Odesa Photo Days surgió con el inicio de la guerra de Ucrania y la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014. La situación política y social ucraniana se impuso en esta iniciativa, que desde su origen utilizó el lenguaje visual para registrar los profundos cambios que atravesó la sociedad ucraniana. Katerina Radchenko, artista y directora del Odesa Photo Days, decidió hace ocho años que debía que cooperar con la situación de su país y se decantó por utilizar las herramientas que ella domina: el arte y la fotografía. Consciente de que la propaganda sería una parte importante en el desarrollo del conflicto e inundaría los medios de comunicación quiso buscar un mecanismo para dar la batalla contra la manipulación. Las principales metas de este proyecto eran enseñar a leer las imágenes y distinguir aquellas que están manipuladas de las que no. Este festival también se configuró para ser una plataforma desde la que se impulsaría la formación de los fotógrafos ucranianos ante la falta de educación académica formal.

Los miembros de esta organización trabajan de forma voluntaria y el equipo está compuesto por unas seis personas. Aunque no contaban con ningún tipo de apoyo institucional consiguieron establecer conexiones con fotógrafos internacionales y colaboraron con el Festival Internacional de Busan, en Corea del Sur. Entre las distintas actividades que realizaron durante este tiempo destacan las formaciones con profesionales de la fotografía de otros países y las exposiciones de las creaciones de artistas ucranianos fuera de las fronteras del país. Tan solo en los dos primeros meses primeros meses de la guerra realizaron exposiciones en Georgia, Estonia, Finlandia, Suecia, Grecia, Reino Unido y Hungría y más de 10 publicaciones en medios internacionales.

Ante el temor de que la histórica ciudad costera ucraniana pudiese ser objetivo de Rusia en el futuro, las primeras ediciones del Festival se realizaron de forma conjunta en Odesa y Batumi, en Georgia. “Era muy complicado organizar el Festival en las dos ciudades, pero si algo pasaba en Odesa el proyecto podría seguir funcionando en Georgia”, afirma la directora del Festival, destacando la similitud en la situación territorial de ambos países. Fue precisamente una muestra sobre la Historia de la fotografía en Odesa el tema de la primera edición que se celebró en 2015. Katerina enfatiza la importancia de reivindicar a los artistas ucranianos que durante años “fueron considerados rusos o soviéticos en una suerte de apropiación cultural”. Otro de los temas importantes fue explorar mediante las fotos el complejo problema espacial y territorial de Ucrania, especialmente en las regiones de Donetsk y Lugansk. Tres años después de la primera edición decidieron crear un concurso fotográfico para adolescentes en la ciudad de Odesa. Querían dar soporte a los jóvenes talentos del país y ofrecerles formación.

Odesa es una metrópoli muy importante en el imaginario ruso y hasta allí se trasladaron grandes escritores como el gran poeta Alexander Pushkin. Su busto sigue encabezando el bulevar Prymorsky, un paseo peatonal desde el que se podía ver el Mar Negro. Ahora el acceso está restringido, por motivos de seguridad, debido a su cercanía al puerto más importante bajo control de Kiev. No lejos del monumento a Pushkin se encuentra la estatua de la emperatriz rusa Catalina II que sostiene una bandera de Ucrania mientras está custodiada por barricadas.

La situación en torno a Ucrania fue escalando tras el despliegue de las tropas rusas en las inmediaciones de las fronteras de este país en abril de 2021. La tensión aumentó al inicio del 2022 y durante el mes de enero, los miembros de Odesa Photo Days decidieron buscar alguna alternativa si finalmente se desataba una invasión al país. La situación geográfica de Odesa y la vinculación cultural de Rusia con esta ciudad fueron motivos más que suficientes para decidir suspender el Festival de este 2022.

El 24 de febrero la realidad dio un vuelco con la invasión a gran escala de Rusia y todos los ámbitos de la sociedad ucraniana tuvieron que adaptarse forzosamente a la nueva situación. Katerina destaca que durante los primeros compases del conflicto -que en pocos días entrará en su quinto mes- se centraron en el apoyo de los fotógrafos que trabajan en primera línea para poder subsanar sus necesidades más urgentes. Pasaron varias semanas hasta que consiguieron contactar con todos los adolescentes que habían participado en las diferentes ediciones del concurso fotográfico: “Algunos se habían ido del país, otros estaban desplazados en diferentes ciudades de Ucrania, pero muchos de ellos se quedaron en territorios ocupados por Rusia”, como en la vecina región de Mikolayiv y Jerson. Cuando un conflicto armado se desarrolla el futuro no abarca más que el día siguiente, y a veces ni eso, dice Katerina. Por este motivo decidieron transformar su trabajo e idearon un programa educativo para que los jóvenes usen la fotografía como medio para superar los traumas de la guerra y documentar su propia experiencia viviendo en zonas no controladas por el gobierno de Ucrania. Este proyecto vinculará a los profesionales ucranianos y adolescentes para reflejar la experiencia de la guerra en su propio país: “Queremos enseñar a los jóvenes a contar sus propias historias mediante la fotografía”.  Hacer un trabajo de documentación en las zonas ocupadas entraña riesgos, por eso hay que cuidar mucho los lugares públicos que se fotografían, “debe hacerse con una seguridad extrema”. La directora del Festival reconoce que los propios profesores también deben aprender a contar las historias “cuando no se pueden tomar imágenes directas de lo que está ocurriendo”.  Los mejores fotógrafos de Ucrania están invitados a participar en este proyecto: “es una forma de trabajar conjuntamente en nuestra historia traumática”.

Documentar la guerra de tu país

“Los fotógrafos ucranianos, independiente de tipo de fotografía que hiciesen, se convirtieron en fotógrafos de guerra en una sola noche” manifiesta Valeria Shevchenko, la coordinadora de medios del Festival. Aunque los profesionales de la fotografía de Ucrania cuentan con ciertas ventajas a la hora de abordar la cobertura de este conflicto -hablar el idioma, ser parte de la sociedad y llegar a historias más profundas- también sufren la presión emocional de ver su país invadido. Para los fotógrafos extranjeros es diferente, asegura Valeria, pues “ellos saben que sus familias están a salvo y que cuando acaben su trabajo volverán a su país en paz. Eso les permite enfocarse solamente en su trabajo”. Sin embargo, los fotoperiodistas de aquí deben lidiar con la guerra y con todos los problemas derivados de este conflicto: “no tienen descanso”. Hay ventajas y desventajas, pero desde este colectivo han decidido que su principal objetivo tras la invasión ha de ser el apoyo a los fotógrafos ucranianos, “a medida que la atención mediática disminuye, los que se quedarán a cubrir esta guerra van a ser precisamente los fotógrafos del país”.

La invasión rusa de Ucrania atrajo una atención mediática amplísima durante meses, pero esta guerra ya no goza de ese lugar privilegiado en los medios. El juicio entre el actor Johnny Depp y Amber Heard “generó en abril y mayo 6 veces más atención que la tragedia ucraniana”. “Hace ocho años pasó lo mismo con la cobertura mediática en el este del país”, destaca Maksim Finogeev, fotógrafo y miembro del proyecto Odesa Photo Days, reconvertido en fíxer para sus colegas de la prestigiosa Agencia Magnum.

Cuando se habla de los periodistas que han muerto cubriendo este conflicto pocas veces se menciona a los profesionales ucranianos que perdieron la vida acompañando a los medios occidentales. Maksim reconoce que no se había planteado llegar a hacer esta labor. Entiende la enorme oportunidad de trabajar con grandes fotógrafos, pero no puede disfrutar del éxito profesional mientras su compatriotas mueren. Ahora comprende el gran papel que los fíxer juegan en los conflictos armados: “Yo pensaba que el fotógrafo llegaba al lugar, tomaba la foto y listo. Nunca es tan sencillo. Muchas veces la vida se arriesga para conseguir un buen reportaje”, asegura.

Odesa Photo Days cambió con la guerra y sus principales tareas ahora son el apoyo a los comunicadores ucranianos, mostrar la cultura y la fotografía de este país en el exterior y “aumentar la conciencia mundial sobre lo que está sucediendo en Ucrania”.

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