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Estados Unidos frente al COVID-19, la superpotencia en jaque

El COVID-19 ha sido clasificado como pandemia global por la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo no todos los países la están sufriendo en la misma magnitud ni en los mismos tiempos. Algunas voces clamaban que los países desarrollados podrían controlarla con relativa facilidad y no serían necesarias políticas demasiado estrictas. El tiempo ha demostrado la falsedad de esta creencia, ya que una de las mayores potencias mundiales, Estados Unidos, ha pasado a ser el mayor foco a nivel mundial.

 La potencia americana anunciaba en enero el primer caso de COVID -19 en el país. Entonces, el presidente Trump lanzaba un mensaje de tranquilidad desde el canal CNBC declarando que solamente se trataba de un ciudadano proveniente de China y se había controlado rápidamente la situación. Para el Gobierno era impensable imaginar que cuatro meses después se convertirían en el país con más casos activos.

Durante los primeros días  se nombró al vicepresidente Mike Pence como jefe de un grupo de trabajo encargado de determinar las medidas que se tomarían. Sin embargo, este grupo no llegado a aportar ninguna propuesta. El Gobierno restaba importancia a la situación, declarando que la problemática se encontraba totalmente bajo control. Esta perspectiva influyó en la lentitud con la que se tomaron las medidas de contención, lo que ha provocado el elevado número de infectados a los que se enfrenta actualmente la potencia americana.

A principios del mes siguiente tenían los primeros paquetes de medidas de contención con la prohibición de entrada en el país a cualquier persona que hubiese estado los últimos 15 días en China.

Mientras tanto la cadena de contagios estaba ya descontrolada. El 12 de marzo el Gobierno prohibía los vuelos procedentes de Europa en un intento de detener los casos importados. En Nueva York los casos se multiplicaban con extraordinaria rapidez, llegando a albergar la mitad de los casos registrados en todo el país.

En Estados Unidos no se ha dado un proceso de centralización en la gestión de la crisis. En la llamada de Trump a los gobernadores, éste les aseguró que no debían esperar ayuda del gobierno federal: “Los respiradores, ventiladores y todo el equipo deben tratar de conseguirlos por sí mismos”. Los estados comenzaron de manera sucesiva a declarar el Estado de Emergencia y no sería hasta el 13 de abril cuando, por primera vez en la historia, se declarase el Estado de Desastre en todo el país.

Labores de limpieza durante el estado de desastre ( Vía Market Watch)

El terreno político estadounidense se vio rapidamente afectado por la crisis sanitaria.La administración de la emergencia por parte del Gobierno ha sido calificada de “irresponsable” e “insuficiente”. A pesar de ello, la popularidad de Donald Trump no ha dejado de crecer hasta situarse en el punto más elevado desde que se puso al frente de la Casa Blanca. La aceptación del presidente norteamericano se ha incrementado un 5% desde principios de año hasta situarse en el 84%. Esta dinámica ha resultado sorprendente pero no única, ya que los gobiernos que en un primer momento no implantaron medidas contra el COVID-19 han asistido a un amento de su popularidad, como el caso de Angela Merkel y Boris Johnson.

Las tensiones entre Estados Unidos y la Organización Mundial de la Salud han sido una constante desde el inicio de la crisis sanitaria. Desde un primer momento la potencia norteamericana ha tratado de mantenerse al margen de las indicaciones y procedimientos de esta organización internacional. El presidente Donald Trump se muestra muy escéptico con la organización y durante estos meses se han sucedido las acusaciones acerca de su posible complicidad con China. Estas declaraciones  rápidamente se convirtieron en amenazas de una posible retirada de la financiación estadounidense.  En febrero el país ya realizó una reducción parcial de su aportación, pasando de 122.6 millones a 57.9 millones. Sin embargo el mayor golpe vendría el 14 de abril, cuando el presidente de Estados Unidos anunciaba oficialmente la retirada de la financiación a la Organización Mundial de la Salud. Esta situación merma considerablemente la capacidad de actuación de una organización ya sobrepasada por la situación actual.

La emergencia sanitaria ha coincidido con las primarias del Partido Demócrata. Cada estado las realiza de manera independiente a los demás. Los estados de Ohio, Kentucky, Luisiana, Georgia y Maryland fueron los primeros en posponer la elección del nuevo líder del partido con motivo de la creciente pandemia. No obstante, las elecciones primarias no se suspendieron en todo el país. El 7 de abril se celebraban los comicios en Wisconsin entre estrictas medidas sanitarias. Antes de la suspensión de las campañas, los candidatos remarcaron la difícil situación sanitaria a la que se enfrentaría el país y que el sistema de salud, aunque insuficiente, será clave para solventarla.

Ruedas de prensa de Donald Trump adaptadas a los tiempos de pandemia ( via AFP)

La sanidad estadounidense está siendo puesta a prueba y la dificultad aumenta a cada hora que pasa. Es importante recordar la situación actual del sistema de salud estadounidense, marcado por su carácter privado. Desde la llegada de Trump, el sector sanitario ha sufrido mayores privatizaciones ya que actualmente no es obligatorio tener seguros de salud y las empresas no tienen obligación de proveerlos a los empleados. Según el censo realizado por la oficina de comercio, el 66% de los estadounidenses no tiene ningún plan privado y el 34% no tiene ningún seguro público, en conjunto el 9% de los estadounidenses se encuentra totalmente desprotegido. Los inmigrantes indocumentados no tienen derecho a seguro médico ya que no pueden ser contratados de manera legal al no tener papeles.

Sin embargo, aunque gran parte de la población esté asegurada, los datos revelan que los usuarios lo califican como insuficiente ya que no se cubre la totalidad de las enfermedades y muchas aseguradoras no cubren las enfermedades calificadas como “pandemias”. Estos elementos influyen en que una parte importante de la población se niegue a ir al médico ya que su seguro no cubre este tipo de situaciones o las visitas a centros de salud, por lo tanto, es extremadamente complicado contabilizar los casos y aplicar aislamientos a las personas que lo necesiten. Esta desprotección sanitaria genera un enorme drama social. Mientras buscaba testimonios de personal sanitario tropecé con un artículo de la CNN en la que una enfermera relataba que las últimas palabras de un paciente fueron ”¿quién va  pagar esto?”.

Los medios de comunicación preguntaron al gobierno insistentemente acerca de esta cuestión durante semanas, a lo que le Donald Trump respondía que esta cuestión se resolvería en otro momento. Esta cuestión queda resuelta el 4 de abril cuando el Secretario de Salud anunciaba que el Gobierno cubrirá los costes sanitarios de los pacientes que carezcan de seguro médico.

Para ampliar A nurse revealed the tragic last words of his coronavirus patient: ‘Who’s going to pay for it?’

El sistema carece de recursos económicos, materiales y humanos para hacer frente al número creciente de casos. En diversos hospitales se han habilitado plantas y se anima a los estudiantes recién licenciados y a personal sanitario residente en el extranjero a incorporarse a unas plantillas cada vez más diezmadas. En los últimos días los hospitales de Nueva York han quedado colapsados y ha sido necesario el despliegue de barcos-hospital de la Marina Estadounidense como el USNS Comfort  en Nueva York.  Como ya mencionábamos, cada estado está abordando la crisis sanitaria de manera descentralizada, por lo que la gestión se ha vuelto caótica y el recuento de infectados y fallecido tiende a ser tan inexacto que hasta el gobierno federal lo ha reconocido. En la primera semana de abril Estados Unidos ha sido el primer país en registrar 2.000 fallecimientos en un solo día.

 

 

Personal sanitario estadounidense ( via Washington Times)

El caso de Nueva York merece especial atención ya que actualmente se posiciona como el mayor foco de todo el país. El estado tardó mucho tiempo en identificar los primeros casos de contagio entre personas, lo que hizo que el virus se propagase con gran rapidez. A mediados de abril, Nueva York registraba 159.937 casos confirmados y cerca de 10.000 fallecidos, llegándo a contabilizarse 1.000 muertes en un solo día. A pesar de la elevada cifra, el gobernador de Nueva York ha declarado que probablemente la cifra real sea más alta ya que no se contabiliza la gente que ha sido tratada en sus casas o que no ha sido sometida a un test de diagnóstico antes de fallecer. La estructura sanitaria es totalmente insuficiente para atender a un número de casos tan elevado ya que en la ciudad existen solo once hospitales, deficiencia reconocida por el propio gobernador. El estado ha tratado de tomar medidas recientemente como la obligación de taparse la boca y la nariz para salir a la calle o la fabricación de test de diagnóstico.

Las morgues de la ciudad se encuentran saturadas y la administración se ha visto obligada a recurrir a medidas que causaron una gran consternación. La isla de Hart está siendo utilizada para cavar fosas comunes y enterrar los cadáveres que no hayan sido reclamados. Se prevé que la situación empeore ya que se tiene previsto que en caso total del colapso de las morgues se entierren es esas fosas a todos los fallecidos por COVID-19.

Para ampliar:Hilo de Descifrando la Guerra sobre la crisis sanitaria en Nueva York

Fosas comunes en la ciudad de Nueva York

Estados Unidos trató de fabricar sus propios test del COVID-19 en lugar de los homologados por la Organización Mundial de la Salud, lo que supuso un enorme retraso a la hora de diagnosticar ya que demostraron no ser fiables. Este incidente retrasó muchísimo la capacidad de detección del virus.

Los materiales sanitarios comienzan a escasear y ha habido denuncias acerca de que Estados Unidos habría requisado y redirigido a su país 200.000 mascarillas en el aeropuerto de Bangkok que habían sido compradas por Alemania. El gobierno alemán lo ha calificado como “un acto de piratería moderna” por el gobierno de Estados Unidos. La problemática internacional con la gestión de material también ha salpicado a sus países vecinos. A raíz de esta actuación se sentó un precedente muy peligroso ya que poco después comenzaron a darse retenciones de material sanitario entre países, lo que ha tensado las relaciones diplomáticas. El gobierno tomó la decisión de intervenir y comenzaron las requisas de material médico a empresas estadounidenses que tenían encargos a otros países a través de la “Ley de Producción de Defensa” que permite obligar a priorizar al gobierno federal. Esa política ha supuesto el impedimento de exportación de mascarillas a Canadá. El primer ministro ha manifestado su indignación al respecto y anunciaba que si este comportamiento era continuado Canadá dificultaría el paso de su personal sanitario al país vecino. Las tensiones también se han trasladado al terreno nacional. A mediados de abril se reportaban compras secretas de material sanitario a China por parte de los estados. El motivo del secretismo se daba en el miedo a que el gobierno federal se apropiase de dichos suministros ya que diversos estados han denunciado que se trata de una práctica continuada.

Reunión entre Donald Trump y Justin Trudeau ( via Bloomberg)

 El impacto de la crisis sanitaria se ha trasladado al terreno económico. Durante los primeros momentos de la crisis sanitaria no faltaron las personas que trataron de sacar provecho del abismo al que se estaba precipitando el país. Según medios estadounidenses, hubo senadores demócratas y republicanos que utilizaron información clasificada sobre el COVID-19 para vender acciones antes de que la crisis llegase a EEUU, tras celebrar una reunión a puerta cerrada sobre el coronavirus el pasado 24 de enero.

Desde principios del mes siguiente, los mercados financieros han sufrido una caída libre, llegando a resultados financieros más bajos que en 1929. En diversas ocasiones se tuvo que recurrir al cierre del mercado de divisas para su posterior reanudación. Cabe destacar la situación de uno de los productos clave de la economía norteamericana, el petróleo.

El Precio del petróleo intermedio de Texas (WTI en inglés) alcanzó un precio de 20 dólares por barril, el nivel más bajo desde 2003.Con el desplome de los mercados financieros llego la caída del mercado de trabajo. Durante un breve periodo de tiempo se lograron estabilizar los mercados financieros y Wall Street cerraba en positivo, pero a mediados de abril se volvió a los cierres en negativo debido a la prolongación de la crisis sanitaria.

El paro estadounidense alcanzó cifras record, posicionándose en los casi 16 millones de afectados, los cuales han pedido el subsidio por desempleo. El gobierno se ve incapaz de afrontar tal gasto y los expertos estadounidenses que predecían un crecimiento espectacular de la economía norteamericana se han visto obligados a cambiar de opinión drásticamente. Los elevados niveles de paro y el empobrecimiento de la población han hecho que se haya disparado la demanda de alimentos en los centros de beneficencia, con colas kilométricas de vehículos para obtener productos básicos. Con el fin de paliar el empobrecimiento de la población, el Congreso aprobó un plan de estímulos económicos que consiste en transferencias a los contribuyentes que ingresen menos de 9.000 dólares al año.

Los datos oficiales no son nada alentadores ya que la Oficina de Presupuestos de Gobierno prevé que los niveles de paro lleguen al 12% a finales del segundo semestre. La suspensión de la actividad económica causa estragos cada día y el gobierno federal planea reanudar la actividad económica en un fututo cercano. Sin embargo, diez estados coordinan de forma paralela al gobierno federal planes de reapertura de negocios cerrados por el coronavirus. El Presidente Donald Trump ha asegurado que Estados Unidos ha superado ya el pico de contagios por lo que no hay impedimentos para reanudar la actividad económica pero los datos no parecen sustentar estas declaraciones. El país se enfrenta a la difícil decisión de salvar la economía o tratar de disminuir el número de contagios.

Evolución del paro en Estados Unidos ( via Departamento de trabajo de Estados Unidos)

La situación caótica que está afrontando la potencia norteamericana ha afectado a la población. La cultura armamentística de Estados Unidos es conocida por todos: las armas son increíblemente fáciles de conseguir y los ciudadanos suelen tenerlas en caso de necesitarlas porque no tienen plena confianza en el estado para su protección. Casi 2 millones de personas compraron armas en el país desde el comienzo de la crisis del COVI19, siendo el dato más alto desde el 2012. La Administración Trump trató de restarle importancia y lo calificó como “servicio esencial al mismo nivel que los supermercados y las farmacias.

La pandemia del COVID-19 no afecta a toda la población por igual ya que la comunidad latina y afroamericana son las poblaciones con mayor mortalidad. Actualmente no existe una forma unificada de contabilizar los fallecimientos y algunos estados no desglosan los datos en función de la etnicidad, pero aun así se puede ver un impacto desproporcionado de la mortalidad en estas poblaciones frente a los blancos o los asiáticos. Esta alta mortalidad no es casual, ya que los expertos apuntan como causa a las graves desigualdades socioeconómicas que existen en el país. Estas comunidades viven en barrios más pobres con hospitales peor equipados. Además suelen realizar trabajos cara al público en los que no es posible el teletrabajo, por lo que la probabilidad de contagio se vuelve mucho más alta. El secretario de Salud norteamericano dejaba constancia de la existencia de esta crisis: “Hablemos acerca de las tendencias alarmantes que estamos observando en relación con el impacto del covid-19 entre negros e hispanos. Han oído las estadísticas en la ciudad de Nueva York: los hispanos representan la tasa de muertes más alta. En el condado de Milwaukee, los negros representan el 25% de la población, pero casi el 50% de los casos y el 75% de las muertes. ¿Qué está pasando? Es alarmante, pero no es sorprendente que estas minorías tengan una mayor carga de enfermedades crónicas”.

Estados Unidos se enfrenta a una pandemia que ha sacudido el país hasta los cimientos. Los expertos en salud piensan que en junio se podrá volver a la normalidad pero esta crisis sanitaria supondrá un punto de inflexión para la superpotencia tanto a nivel político como social. El tiempo y las acciones del gobierno marcarán la diferencia para evitar el colapso del país.

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