El 12 de julio de 2020 estalló una escaramuza fronteriza entre las fuerzas armenias y azeríes, un incidente que, al menos por sí mismo, no resulta particularmente destacable ya que, al fin y al cabo, los enfrentamientos entre las fuerzas armadas de ambos países son algo relativamente habitual debido a sus conocidas disputas territoriales. Lo sorprendente de este incidente es que se produjo 100 km al norte de la principal zona en disputa, el conocido como Alto Karabakh o Nagorno-Karabakh, donde se han concretado los choques en los últimos años incluyendo la conocida como “Guerra de los 4 días” de 2016.
Más sorprendente aún resultaría el hecho de que los combates no solo continuaron más allá de la escaramuza inicial, sino que incrementaron su intensidad durante los días siguientes alcanzando su pico el 16 de julio tras un intento fallido de alcanzar un alto el fuego. Los días siguientes verían una progresiva disminución en la intensidad de los enfrentamientos, pero, al menos a fecha del 7 de agosto, estos aún no han llegado a detenerse por completo.
Una larga historia
La rivalidad entre Armenia y Azerbaiyán tiene unas profundas raíces históricas, aunque los propios países, al menos en su encarnación actual, no puedan decir lo mismo. La región del sur del Cáucaso ha sido históricamente un hervidero cultural, religioso y étnico cuya evolución ha quedado marcada por las acciones y designios de los grandes imperios que rodean la región por el norte (Rusia), el sur (Persia/Irán) y el oeste (Otomanos/Turquía).
El origen inmediato de la actual disputa territorial lo encontramos en la aparición de la Primera República de Armenia y la República Democrática de Azerbaiyán durante el colapso del Imperio zarista fruto de las revoluciones de 1917. Me detendré aquí un breve momento para señalar algo que considero de gran importancia: el periodo 1917 – 1921 es increíblemente convulso el sur del Cáucaso, incluso dentro de los estándares de la revolución y de la guerra civil, y en consecuencia merecería por si mismo un largo artículo explicativo pero el objetivo de este texto es otro así que tan solo le daremos unas breves pinceladas al respecto.
Toda la región del Cáucaso sur estaba controlada, desde su anexión por parte del imperio a comienzos del siglo XIX, por una única autoridad: el Comisionado del Cáucaso. Con la llegada del siglo XX, el Comisionado se enfrentó a varios brotes de violencia interétnica, siendo el más importante de ellos el de 1905, que darían importantes indicios de lo que estaba por venir. Tras la Revolución de febrero de 1917 se establecería una nueva administración, el Comité Especial Transcaucásico, que tendría que enfrentarse a una nueva oleada de violencia interétnica y política, conocida en Azerbaiyán como los días/eventos de marzo, y que tan solo un año después de su creación declararía su independencia dando lugar a la formación de la República Federal Democrática Transcaucásica, una entidad de muy breve duración que colapsaría en tan solo un mes. En el caos de los años posteriores, culminado por la conquista del territorio por parte de la incipiente Unión Soviética, se producirían enfrentamientos por el control de cuatro territorios: Zanghezur, Nakhchivan, Karabakh y Kazakh-Shamshadin.
La disputa territorial quedaría aplacada y controlada durante la mayor parte de la existencia de la Unión Soviética, aunque hubo pequeños brotes en 1963 y un notable movimiento político a favor de la unificación de Armenia y el Alto Karabakh entre 1965 y 1977, pero la disputa resurgiría con todas sus fuerzas en la década de los 80 con la llegada de Mikhail Gorbachev. En febrero de 1988 la región autónoma de Karabakh solicitaría su incorporación a Armenia provocando movilizaciones en Yerevan, a favor, y en Baku, en contra que poco después evolucionarían en una nueva oleada de violencia interétnica con diversos progromos produciéndose por el territorio de ambas repúblicas. La violencia se iría incrementando con la formación de milicias, el progresivo colapso de la URSS hasta su disolución y la declaración de independencia de la República del Alto Karabaj, en enero de 1992, convirtiéndose en ese mismo año en una guerra abierta entre Azerbaiyán y Armenia, ahora independientes, que continuaría hasta 1994 cuando, tras la victoria de las fuerzas armenias, se alcanzaría un acuerdo de alto el fuego auspiciado por Rusia.
El alto fuego nunca llegó a convertirse en un acuerdo de paz por lo que el Alto Karabakh se ha mantenido como un país no reconocido, ya que ni siquiera Armenia lo reconoce oficialmente, y una región en disputa durante más de 30 años. En este periodo se han producido numerosos choques armados entre las fuerzas de ambos países a lo largo de la “Linea de Control”, una franja de 257 kilómetros que sirve de frontera entre Karabaj y Azerbaiyán, siendo el más importante de estos choques el de 2016, conocido como “la Guerra de los 4 días”, en el cual las fuerzas azeríes consiguieron capturar territorio de Karabakh por primera vez desde el alto el fuego.
Tambores de guerra en Baku
La Guerra de 2016 se detendría, nuevamente, tras una intervención de Rusia que daría lugar a una nueva iniciativa política para la resolución pacífica del conflicto. Pero esta, al igual que todas las anteriores, se quedaría estancada provocando una gran frustración en los gobiernos de ambos países que si bien tenían claras sus líneas rojas y demandas no habían conseguido llegar a ningún tipo de acuerdo sobre un mecanismo de resolución del conflicto.
La situación sufriría un cambio en 2018 al producirse en Armenia la llamada Revolución de Terciopelo, que llevó a la caída del gobierno de Serzh Sargsyan y a la llegada al poder de Nikol Pashinian, ya que se creyó que un gobierno de nuevo cuño en Armenia podría llevar a un desbloqueo en las negociaciones, una percepción que poco después quedaría claro que había sido un claro ejemplo de excesivo optimismo. Sin embargo, hay algo que si cambió con la Revolución de Terciopelo, la relación entre Armenia y Rusia comenzaría a deteriorarse progresivamente dando lugar a una serie de incidentes diplomáticos que debilitarían notablemente el apoyo prestado por el Kremlim a Yerevan.
Mientras que Armenia se mantiene más distraída con la resolución de sus problemas internos, el fracaso de estas nuevas iniciativas políticas tendría dos importantes efectos en Azerbaiyán: por un lado, desmoronaría la ya debilitada confianza del gobierno de Baku en el proceso de paz y en su cuerpo diplomático lo que llevaría a la caída del Ministro de Exteriores, Elmar Mammadyarov, quien había permanecido en el cargo desde 2004. Por otro, envalentonaría a las nuevas elites políticas del país, más beligerantes, y que se encuentran enzarzadas en una lucha de poder con la vieja guardia.
La suma de estos dos elementos llevaría al crecimiento de un movimiento social desorganizado a favor de la resolución militar del conflicto que se vería canalizado en la protesta multitudinaria de la noche del 14 julio cuando miles de personas se concentraron frente al parlamento nacional para reclamar el despliegue del ejército y una guerra abierta con Armenia. Esta protesta, que incluiría un asalto al parlamento al grito de “Dadnos Karabakh o dadnos muerte”, se convertiría en una manifestación clara del frágil equilibrio interno del país al que le resulta difícil contener a algunos de sus elementos más nacionalistas y en los días siguientes a la protesta más de 20.000 personas se presentarían como voluntarias para ingresas al ejército azerí.
En este sentido resulta particularmente interesante destacar la clara ventaja económica que ha obtenido Azerbaiyán sobre Armenia en las últimas décadas, pasando de tener un PIB PPA 3’75 veces superior en 1994 a uno 5’56 veces mayor (al menos según las previsiones de marzo del FMI para el año 2020) y como esta podría haber servido como un importante revulsivo para el nacionalismo azerí. Esto queda aún más claro cuando analizamos las cifras de gasto militar de ambos países que a lo largo del año 2020 tienen previsto gastar 2266 millones de dólares (Azerbaiyán) y 634 millones de dólares (Armenia) lo que equivale a un presupuesto 3’5 veces superior para el gobierno azerí.
Conclusiones
Sin embargo, pese a los claros indicios de agitación en la sociedad azerí, resulta difícil de achacar a una sola razón el, al menos mediante un análisis superficial, el porqué de este reciente estallido de violencia tan virulento, puesto que ha provocado la muerte de al menos 17 combatientes, y alejado de la zona en disputa habitual. Esto hace que haya otras muchas posibilidades que sean señaladas como culpables, exclusivos o parciales, de la reciente escalada incluyendo la necesidad de distraer a la población de los problemas internos (especialmente de los efectos de la pandemia de COVID19), la evolución de la política energética regional o un incremento en las tensiones entre Rusia y Turquía, las principales potencias involucradas en la región, que podrían estar buscando abrir un nuevo frente en su conflicto proxy regional.
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