El 1 de noviembre de 1998 la guerrilla de las FARC inició la toma militar de Mitú, capital del Departamento suroriental de Vaupés en Colombia fronterizo con Brasil. Fue totalmente copada por la guerrilla y los cerca de 120 efectivos que defendían el cuartel central derrotados tras varias horas de arduos combates. Causaron 16 bajas a los miembros de la fuerza pública e hicieron prisioneros a más de 60. Se trató de una de las derrotas más estruendosas del ejército colombiano. Antes de esta toma la guerrilla solo aparecía en pueblos alejados de áreas capitales y con relativa baja vigilancia estatal.
Era una muestra clara de su avance vertiginoso y que estaba ganando terreno en lo militar, asediando incluso las comunas de ciudades clave como la propia capital, Bogotá y otras no menos importantes como Cali o Medellín.
Tan solo tres semanas después de la toma de Mitú, el Presidente Andrés Pastrana decretaba una zona de distensión de 42.000 Km2 (un área casi tan grande como Dinamarca o el territorio entero de Suiza) donde se agruparía la guerrilla sin presencia del ejército o policía en su interior para desarrollar conversaciones de paz. Pastrana no lo hizo por Mitú. Ese despeje estaba pactado porque fue una de sus promesas de campaña: lograr la paz con esta guerrilla y esta fue una de las primeras decisiones; una zona de distensión donde la guerrilla se pudiera agrupar y realizar negociaciones en relativa seguridad. Gracias a esta promesa, los colombianos no dudaron en respaldar la propuesta y le eligieron masivamente para el periodo 1998-2002.
En un acto osado y altamente publicitado, Pastrana, ya embestido presidente, viajó al corazón de la selva y se reunió con Manuel Marulanda Vélez o “Tirofijo”, produciendo una imagen icónica del conflicto colombiano: un mandatario que viajaba a una zona sin su guardia presidencial y se arriesgaba en una zona controlada por guerrilla en pleno conflicto con su gobierno.
Luego de tres años las negociaciones en el área de distensión fracasaron y entonces se llegó a la promesa de la mano fuerte. Con el ofrecimiento de acabar a la guerrilla por la vía militar apareció Álvaro Uribe Vélez en las elecciones del 2002. Del 2% en las encuestas al inicio del proceso electoral su popularidad creció como la espuma y llegó a la presidencia gracias a un discurso fuerte y con claras tendencias derechistas, aprovechando la desilusión de tres largos años infructuosos en la zona despejada.
Las FARC, otra vez, de manera indirecta, moldeaban las voluntades de los colombianos al vaivén de los fulgores de la guerra. Esta vez ya no por la paz sino que atraía votos a favor de la confrontación militar. El fracaso de las negociaciones se vendió muy bien como la falta de voluntad de las partes y que la única salida al conflicto era la vía armada. (La realidad es que recientemente se conoció que ambas partes usaron ese ‘respiro’ en la guerra para prepararse y armarse más eficientemente).
Uribe se mantuvo en el poder por dos mandatos (Periodo 2002-2010) y quiso mantenerse para un tercero, asunto evitado por una decisión de la Corte Constitucional que se lo impidió. Entonces propuso al actual mandatario Juan Manuel Santos su Ministro de Defensa y lo vendió como el único capaz de “continuar con el legado de la Seguridad Ddemocrática”. La “Seguridad Democrática” fue el lema con el que Uribe vendió al país sus estrategias militares aunque de democráticas tenían poco. Sus ocho años fueron época de persecución a periodistas, figuras de la oposición e incluso infiltración ilegal a las altas cortes que normalmente son contrapeso para el gobierno.
En sus 8 años de gobierno Uribe se dedicó a golpear militarmente y mediaticamente a la guerrilla, tanto con el ejército convencional así como con grupos paramilitares -Según algunas denuncias que aun cursan pero no probadas judicialmente-.
Lo cierto es que el país volvió a una relativa calma ya que las guerrillas pasaron de estar en casí todas las comunas de las principales ciudades colombianas, ha ser expulsadas a lo profundo de las selvas y montañas, donde tampoco estaban a salvo de los aviones espías con detectores de calor bombas de precisión, que caían especialmente por la noche (tecnología adquirida precisamente durante los 3 años que duró la zona de distensión con Pastrana). Las muertes y las deserciones producto de la incertidumbre de una bomba sobre su cabeza diezmaron a la fuerza guerrillera desde unos 25.000 hombres a unos 6 o 7 mil. Y ya no en posición ofensiva, sino defensiva.
Elegido Santos, protegido y auspiciado por Uribe Vélez como continuador de su política, en muy breve tiempo se desmarcó de los lineamientos de su jefe político y empezó negociaciones, al principio secretas, para acordar la paz con las FARC y después con el ELN. Había sido elegido para continuar el legado de Uribe y ahora cometía ‘traición’ al intentar resolver el conflicto por una via diferente a la militar. Esto causó una enemistad casi a muerte entre ambos líderes, que persiste hasta hoy en día y que intentó solucionar hasta el propio Papa Francisco, sin éxito.
Para las elecciones de Colombia en 2014, con las conversaciones que llevaban ya un par de años y apenas si llegaban a un 50% de los puntos acordados, Santos se propuso para la reelección mientras Uribe contraatacó con su candidato Jorge Iván Zuluaga que en su promesa de campaña pretendía acabar esas conversaciones y retomar la vía militar. Para lograr ganar a Jorge Iván Zuluaga -el candidato patrocinado por Uribe- se hizo una gran coalición de todos los partidos de centro izquierda para salvar los acuerdos. En esa ocasión muchos sectores políticos manifestaron que votaban la reelección de Santos “con la nariz tapada”, aludiendo la aversión que les producía elegirlo pero hacían el sacrificio en aras de salvar el recién nacido y todavía débil proceso de paz. El resultado: por un escasísimo margen Juan M. Santos logró la victoria, montado sobre su única bandera que le aseguraba su re-elección: continuar los acuerdos de Paz y que a la postre le significaría un premio Nobel.
Una vez más, las FARC, ya en el 2014, eran determinantes en la política colombiana, no como actores políticos sino como el centro de discusión de la campaña: Unos pedían bala a gritos. Otros, más espacio para la conversación.
Elecciones en 2018: otra vez las FARC
Las elecciones de este 11 de marzo son para elegir el Congreso de la República y el Senado, responsable de legislar y hacer control político al gobierno central. Por primera vez desde su creación en 1964, las FARC incursionan en la política ya no como hombres armados sino como actores políticos solamente. El acuerdo entre el gobierno colombiano representado por Juan Manuel Santos se firmó finalmente, después de años de arduas negociaciones y lucha constante contra la oposición política de sus contradictores, en noviembre de 2016.
Los acuerdos suponen la viabilidad de la participación en política de este grupo ex insurrecto posterior a la entrega de armas, acto que se dio a cabalidad con la desmovilización de cerca de 7.000 hombres que entregaron todo su armamento bajo la atenta verificación de la ONU y de otros países garantes del proceso.
Los acuerdos garantizan a las FARC su participación en el congreso con 5 senadores y 5 congresistas. Hay que recordar que el congreso Colombiano es bicameral, (senado y cámara de representantes). A esos 10 pueden sumarse otros que logren sacar con sus propios votos y que sólo conoceremos después de las elecciones de este domingo 11 de marzo. ¿Serán capaces las de aumentar ese número de escaños con votación propia? La respuesta se conocerá este domingo.
Así pues que estas elecciones del domingo son históricas por dos razones: es la primera elección de senado donde intervienen y en segunda instancia porque ya desmovilizados, la discusión se sigue centrando en no aceptar y modificar los acuerdos y este sigue siendo “el caballito de campaña” de la oposición.
Incertidumbre con el Proceso de Paz al finalizar periodo presidencial de Santos
La campaña presidencial del 2018 (domingo 27 de mayo próximo) no está exenta de la discusión política en torno a los acuerdos de paz y, como cosa extraña, las FARC vuelven a estar en el centro de la discordia y serán, nuevamente de manera indirecta, los determinadores del triunfo en la contienda.
Los diversos aspirantes, en lugar de clasificarse de izquierda a derecha en el espectro político como en cualquier país, pueden diferenciarse claramente entre quienes quieren ‘hacer trizas los acuerdos’ y aquellos que en su campaña promulgan la continuación y profundización de los mismos. No ha sido fácil abordar el clima acaloradamente polarizado, donde incluso se ha visto comprometida su integridad. Finalmente las FARC han renunciado a participar en las elecciones presidenciales de mayo por problemas de corazón de su candidato ‘Timochenko’ sin embargo la elección seguirá ligada al proceso de paz con los exguerrilleros.
Candidatos Presidenciales 2018 y su posicion frente al acuerdo de paz
Estos son los cinco candidatos mejor posicionados para la Presidencia de la República de Colombia y que tendrán en sus manos el destino de los acuerdos.
Iván Duque: Es el candidato elegido para prorrogar ‘en cuerpo ajeno’ las tesis promovidas por Avaro Uribe, cuyo principal argumento y arma de campaña es criticar precisamente los acuerdos de paz. Alega una supuesta impunidad en los pactos acordados y pretende impulsar cambios legislativos para dejar sin pie lo firmado en la Habana y cambiarlos por penas efectivas de cárcel a los exguerrilleros, entre otras decisiones que dejarían sin piso jurídico los actuales acuerdos. Según los últimos sondeos, se encuentra entre los candidatos opcionados a la presidencia.
Gustavo Petro: Exguerrillero del M-19, movimiento alzado en armas y desmovilizado en 1991, lidera en muchas encuestas la intención de voto. Congresista por muchos años, exalcalde de la capital Colombiana Bogotá, promueve políticas progresistas de centro-izquierda y es uno de los que apoya la continuación de los acuerdos. Aunque su favorabilidad actual es alta, en caso de llegar a segunda vuelta hay dudas de que pueda soportar la campaña en su contra de querer ‘volver a Colombia como Venezuela’, campaña que desde el 2010 ha sido utilizada con mucho éxito por los sectores más conservadores de los colombianos y que han demostrado en las urnas que no son una despreciable minoría.
Sergio Fajardo: Exeducador universitario, exgobernador del departamento de Antioquia (con capital Medellín) ya tiene un largo recorrido en política. Apoya la continuidad de los acuerdos de paz. Enfatiza su discurso en propuestas de educación y en una estrategia anticorrupción. Hace muy poco anunció que su fórmula vicepresidencial sería Claudia López quien ha ganado cierta imagen anticorrupción a partir de su participación desde hace años en programas periodísticos donde ha destacado por sus denuncias graves sobre procesos críticos en Colombia como parapolítica y grandes escándalos de corrupción. Su buena imagen como figura anticorrupción se ve opacada por su condición sexual, pues convive en una relación de hecho con la también representante a la cámara Angélica Lozano. Al ser Colombia un país católico y cuna de muchas otras religiones ultraconservadoras, esta opción le puede diezmar el caudal de votos a Sergio Fajardo que figura como otro de los pesos pesados, en los primeros puestos de las encuestas.
Germán Vargas Lleras: Viene de ser el vicepresidente de Juan Manuel Santos durante todo el periodo donde se cuajaron las conversaciones de paz. Hábilmente evitó pronunciarse a favor o en contra de los acuerdos mientras estaba en el gobierno y prefirió enfocarse en una tarea que da más réditos políticos: entregar casas gratis e inaugurar grandes obras de infraestructura como vías, puentes y túneles. Dicha tarea, encargada por el presidente Santos, fue usada como plataforma de lanzamiento para su campaña política a la presidencia. Una vez renunció a su cargo e inscribió su candidatura, proclamó que los acuerdos de paz debían revisarse convirtiéndose en uno de los aspirantes que modificaría o incluso podría terminar los acuerdos alcanzados con las FARC. Aunque en las encuestas aun no repunta en los primeros puestos (es nieto de un expresidente colombiano Carlos Lleras Restrepo 1966-1970) hay que tener en cuenta que posee ‘maquinaria política’. En Colombia tener maquinaria política significa tener puestos, contratos y prebendas estratégicamente manejadas durante su vicepresidencia. Si bien estas estrategias no marcan en las encuestas, si está demostrado que colocan muchos votos, por lo tanto es un candidato a mantener en el repartidor.
Humberto De la Calle: Su gran mérito es haber sido el jefe negociador del gobierno durante los largos años que duraron las conversaciones de paz. Pertenece al tradicional partido liberal colombiano, aunque tiene ideas progresistas y en ciertos aspectos, de izquierda. Si nos dejamos guiar por los resultados de las encuestas, no se nota mucha acogida popular a su candidatura. Sin embargo aún el camino es largo y es un candidato que no se puede descartar.
Finalmente hay otros candidatos como Piedad Córdoba, Alejandro Ordoñez, Martha Lucia Ramírez, Juan Carlos Pinzón y otros, que si bien son relevantes, es poco probable que lleguen hasta la final. Así, todo parece indicar que la presidencia está entre 4 figuras principales: Iván Duque, Sergio Fajardo, Gustavo Petro y German Vargas Lleras. Dos a favor de proteger los actuales acuerdos (Petro-Fajardo) y dos a favor de reformularlos (lleras-Duque).
Finalmente, destacar que el ambiente político está demasiado polarizado y aunque no hace mucho cerca de diez mil fusiles se callaron, la gente en las calles demuestra su descontento con una u otra posición usando formas violentas. El pasado viernes 2 de marzo en la mañana el expresidente Álvaro Uribe Vélez hizo un acto de campaña en Popayán, ciudad al sur de Colombia, y fue recibido con fuertes protestas estudiantiles que finalizaron en disturbios y heridos.
https://www.youtube.com/watch?v=GQjGBV5bZ7k%20)
Ese mismo día, el candidato Gustavo Petro sufrió agresiones por una turba que impidió a la fuerza su mitin político e incluso dejó huellas en su camioneta blindada, en lo que se supone un claro atentado a su integridad.
Así pues, estas votaciones no son simplemente unas elecciones más en una república bananera y cafetera. En las posiciones políticas se enfrentan, todavía con odio, las mismas banderas que se izaban en la guerra civil española o durante la guerra fría. Un Sector que quieren ejército, presencia de Dios, curar a los gays, eliminar el aborto y la dosis legal de marihuana, proteger la inversión y la propiedad privada; se enfrentan a quienes abogan por la libertad individual, por el derecho a la mujer a decidir, quienes piensan que el estado debe asumir un rol más importante en la defensa de los derechos, especialmente la población vulnerable.
No sabemos cómo termine esta guerra de ideas que en no pocas veces toca los límites del franco enfrentamiento. Tal vez sea la última vez que las Farc, sin mover un solo dedo, son determinantes en la elección de presidencia de la República de Colombia.
Amanecerá y veremos. Todo depende de cómo voten los colombianos este domingo y el próximo 27 de mayo. Pocas veces vemos un grupo armado cambiar las armas por los votos. Descifrando la Guerra estará con personas en el terreno, atento al desarrollo de los acontecimientos de unas elecciones que pueden marcar el camino a la paz con el ELN o simplemente radicalizar la guerra provocando incluso que un sector de las FARC tenga que volver a las armas.
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