Las identidades religiosas son muy importantes en Medio Oriente, teniendo gran peso al estallar conflictos en la región. Un conflicto entre dos identidades religiosas en un país repercute en otro. Seguidores de una religión pueden tomar represalias contra los seguidores de otra por algo sucedido a kilómetros de distancia.
En esta ocasión se hablará de cómo el sectarismo del conflicto en Siria repercutió sobre Líbano. Una parte hablará del impacto político y otra del social. Es importante mencionar que la guerra tuvo un importante componente sectario. La oposición siria vio el conflicto como una “resistencia sunita” contra una “opresión alauita” u “ocupación chiita”. Esto se debió a que el gobierno de Bashar al-Assad invitó a grupos chiitas no estatales de Iraq y Líbano, y a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, a luchar contra los rebeldes. Por su parte, combatientes extranjeros de todas partes del mundo se unían a los rebeldes para luchar junto a sus hermanos sunitas. Conforme la guerra escalaba, varios refugiados entraban en Líbano. A la larga, esto generó descontento contra ellos. Sin embargo, los refugiados no fueron el único blanco de la molestia. Hezbollah y la comunidad chiita también fueron focos del enojo. Así fue como grupos afiliados a al-Qaeda y más tarde el ISIS, vieron la guerra en Siria como una batalla más entre el sunismo y el chiismo.
Líbano tenía una población de 4.3 millones de personas en 2011. Si bien el censo ya no es actual, sirve para explicar las cosas al inicio de la guerra. Veintisiete por ciento eran sunitas; veintisiete por ciento chiitas; un veintiuno por ciento católicos maronitas; ocho por ciento cristianos greco ortodoxos; un cinco punto seis por ciento drusos; cinco por ciento greco católicos; y finalmente, un seis punto cinco por ciento restante eran de grupos católicos más pequeños.
Inicialmente, la Primavera Árabe no afectó directamente a Líbano, sino hasta el estallido del conflicto en Siria. La mayoría de los observadores temía que el país se viera arrastrado a la guerra, o que hubiese una partición. La crisis en el país vecino dividió a Líbano en tintes sectarios de sunitas contra chiitas, representándose esto en las Coaliciones 8 y 14 de Marzo.
Estando tan cerca de Siria, y con un componente religioso similar, la gente no tardó en identificarse con alguno de los bandos. Lo mismo con los políticos, aunque intentaron mantener la neutralidad. Fruto de tantos años de interferencia Siria en Líbano, grupos, individuos y partidos políticos terminaron apoyando al gobierno u oposición. La guerra presentó una oportunidad para varios líderes o facciones políticas para alcanzar determinados objetivos. Esto aliándose con algún bando o involucrándose directamente en el conflicto.
Se tiene que resaltar que el conflicto de sunitas contra chiitas en Líbano venía desde antes de Siria, con la caída de Saddam Hussein. Dicho evento hizo sentir a los sunitas en desventaja frente a la comunidad chiita. Esta percepción creció con el asesinato de Rafic Hariri en 2005. Finalmente, la toma de Beirut y otras áreas sunitas por parte de Hezbollah también contribuyó a esto.
El recuerdo de la guerra civil aún permanece en las mentes libanesas. Por eso, está la idea de que la intervención exterior agrava los conflictos interconfesionales. En consecuencia, ninguno de los grupos políticos quería ser lo suficientemente abierto de su apoyo a algún bando, ya que daría la idea ante los habitantes de estar sirviendo a intereses extranjeros.
En esta entrega se verá cómo fue que estas divisiones repercutieron en la política libanesa, con los distintos grupos apoyando a cualquiera de los dos bandos.
¿Cuál fue el impacto político?
Lo que para unos grupos políticos en Líbano era una pesadilla, otros lo consideraban una bendición. Pese a estar en bandos encontrados, todos buscaban evitar un conflicto abierto llevado a cabo en territorio Libanés. Temiendo represalias de Damasco, el gobierno libanés primero buscó ser neutral (Berti, 2015). Esto lo reflejó negándose a adoptar sanciones en la Liga Árabe, o a afiliarse con el gobierno u oposición. Sin embargo, la realidad los golpearía por las debilidades institucionales. Poco a poco, gran parte de Líbano se veía como una extensión del conflicto en Siria.
Los temores de un posible conflicto en Líbano llevaron a la Declaración de Baadba. En esta, las distintas facciones se comprometían a ser neutrales respecto a Siria. También ponía un plazo para el retorno de los milicianos de Hezbollah de Siria. Otro punto de la declaración era el llamado a mejorar las capacidades de las Fuerzas Armadas Libanesas. Esto se debe a que gracias a ellos, el caos de Siria no golpeó tanto a Líbano. El grupo de Nasrallah también había firmado la Declaración de Baadba, por lo que su movimiento de entrada en Siria fue considerado irracional. Esta acción minó la declaración, y se les exigió retirar a sus elementos de Siria.
Hezbollah apoyó al gobierno sirio, ya que si este triunfaba, sus perspectivas e intereses resistirían. La posibilidad de la caída de este era peligrosa para el grupo, principalmente por las armas que recibía de parte de al-Assad. Sin embargo, inicialmente estuvo distante del gobierno. El apoyo era moral, no material. Se limitó a proporcionar entrenamiento de contrainsurgencia a las fuerzas del gobierno sirio. El conflicto tenía tintes personales para Hezbollah. La mayoría de los rebeldes eran sunitas radicales, y veían en cualquier amenaza a al-Assad, una amenaza a Irán, su principal patrocinador. Otro grupo chiita que también apoyó al gobierno fue el partido Amal, que también recibe apoyo iraní
La Coalición 8 de marzo, representando a los chiitas y a varios cristianos, también apoyó al gobierno. Dicha agrupación compartía la cosmovisión de Hezbollah acerca de la Primavera Árabe, pintándola como una excusa occidental para intervenir. El apoyo fue en términos de armamento y abastecimiento de equipo. Michel Aoun afirmaba que la posibilidad de la caída de Bashar al-Assad sería “la caída de la democracia”, y los cristianos serían las primeras víctimas. Más allá de su alianza con Hezbollah, su posición representaba la de varios cristianos, temerosos de un posible empoderamiento islamista sunita. Varios miembros sunitas de esta Coalición perdieron la confianza de sus correligionarios, que les acusaron de espiar para el gobierno. De igual manera, afirmaban que colaboraban con al-Assad y el Partido Árabe Democrático para bombardear mezquitas salafistas en Tripolí.
Por su parte, la Coalición 14 de Marzo, también compuesta por cristianos y sunitas, simpatizaba con la oposición. Sin embargo, esto se trasladó de ser un tema pro o anti Assad, a ser un tema de sunitas contra chiitas. Temía que si el gobierno de Bashar al-Assad sobrevivía, el poder se transferiría a la comunidad chiita. Además, era una oportunidad de vengarse de un régimen hostil, responsable del asesinato de Rafic Hariri. Los sunitas también temían que el gobierno sirio regresara sus tropas a Líbano en caso de victoria. De igual manera, sus orientaciones pro occidentales les llevaron a favorecer a los rebeldes. Lo consideraban una oportunidad de revertir sus fortunas políticas. Varias de las facciones políticas del gobierno libanés vieron una oportunidad de eliminar la influencia de los al-Assad en Líbano. El Movimiento Futuro, de Saad Hariri, incrementó el apoyo en armamento a los rebeldes. Esto para no perder apoyo entre sus aliados salafistas. Además, era algo personal para él, teniendo la oportunidad de deshacerse del régimen que había eliminado a su padre, y de debilitar a Hezbollah. Condenaron los movimientos de Hezbollah en el país vecino, y se acusó al ejército libanés de colaborar con ese gobierno. El apoyo de la milicia chiita al régimen hizo que aumentaran las presiones en la comunidad sunita para apoyar a los rebeldes.
Los oponentes de Hezbollah se envalentonaron por la guerra de Siria en un momento en el que la milicia perdía aliados. Sin embargo, el incremento de los ataques de extremistas sunitas les hizo cambiar de opinión. El incremento de los ataques yihadistas en el país llevó a que Nohad Machnouk, de la 14 de marzo, decidiera colaborar con Hezbollah.
La guerra en Siria paralizó políticamente a Líbano. El gabinete se dividió en líneas pro y anti Assad, provocando un vacío político. El gobierno de Najib Mikati supo relajar las tensiones con su política de disociación del conflicto. Siendo que también era sunita, no deseaba atizar el sectarismo. Si bien el presidente Michel Suleiman terminó su mandato en mayo de 2014, el conflicto hizo que se pospusieran las elecciones hasta noviembre. Este retraso era una excusa para obtener más meses y ver al bando ganador en la guerra. De esto, dependería la victoria para el grupo confesional respectivo. Hubo una vacante presidencial por largo tiempo, debido a los desacuerdos entre Hezbollah, los cristianos y los sunitas. La entrada de Hezbollah en Siria también retrasó la formación del gobierno. Conforme la guerra escalaba, Michel Suleiman se comprometió a trabajar con Damasco para restablecer el orden interno.
Los cristianos se vieron divididos en cuanto a Siria. Sin embargo, esto no se acentuó tanto, debido a la segmentación ya existente entre las coaliciones. Varios de los cristianos anti Siria se veían preocupados por la posibilidad de que cayera el gobierno sirio. “No hay nada más que odie que al gobierno sirio”, decía un cristiano alineado con la Coalición 14 de Marzo, “El día que caiga será el más feliz de mi vida, uno que he esperado por décadas. No acepto la idea que deberíamos evitar su caída por temor al caos. Pero debo aceptar que estoy preocupado. El mundo árabe está cambiando dramáticamente. Los islamistas están llegando al poder, y muchas veces son extremistas. Estoy preocupado por el destino de los cristianos en la región. Los cristianos son el eslabón más débil, y serán sus chivos expiatorios”. Los aliados cristianos de Hezbollah se preocuparon del aumento del apoyo a al-Assad. A los cristianos de la 14 de Marzo tampoco les iba mejor, incómodos por el crecimiento salafista. Por su parte, el partido de Nasrallah logró capitalizar esos sentimientos de angustia para atacar a sus oponentes. Combinó a la 14 de Marzo, el Movimiento Futuro, a Arabia Saudita, a los sunitas, a los salafistas, y a los terroristas yihadistas, en una sola gran amenaza.
También está la posición política de la comunidad drusa. Su supervisor, y líder del Partido Progresista Socialista, Walid Jumblatt, alternó su posición entre ser pro y anti Assad (Lund, 2013). Se limitó a observar cuando estalló la guerra. Cuando Arabia Saudita comenzó a aislar al mandatario sirio, apoyó su salida. Sin embargo, en 2013, criticó a la oposición.
Al percatarse los actores principales de la política libanesa de que no había un final cercano a la guerra, llevaron a cabo dinámicas que resultaron en la elección de Michel Aoun.
Los distintos grupos políticos se culparon entre ellos por los ataques yihadistas en el país. El Movimiento Futuro acusó a Hezbollah de atraer a este tipo de agrupaciones a Líbano con su intervención en Siria. Por otra parte, el grupo de Hassan Nasrallah se justificó en la lucha contra estas. Afirmaba que pretendía evitar su llegada a Líbano, y este país fuera víctima de su violencia sectaria.
Los líderes políticos llamaron a desescalar las tensiones en medio de numerosos ataques sectarios. Se cuestionaba cada vez más el rol de las autoridades para jugar algún papel importante en medio de un país que colapsaba. Esto creó un vacío de poder que se llenó con fuerzas desestabilizadoras con agendas sectarias, o intereses faccionales. Esto, yendo al margen o incluso en contra de los intereses nacionales.
En todo esto, puede verse que todos estaban interesados en evitar que llegara la violencia a Líbano. Sin embargo, los lazos con países externos les obligaron a alinearse con algún bando. En gran parte, los temores guiaron la manera de actuar de los distintos sectores.
Conclusiones
Primeramente, puede verse la intención de mantener a Líbano neutral en el conflicto. Para esto fue la Declaración de Baadba. Sin embargo, las alineaciones de los distintos grupos políticos imposibilitaron esta neutralidad. Así, el documento se convirtió en una declaración vacía. Siria estaba totalmente vinculada a los grupos políticos en Líbano, fuera a favor o en contra. Los temores en los distintos grupos político acerca de lo que pudiera venir al final de la guerra jugaban un rol muy importante a la hora de definir estos posicionamientos.
También se puede ver la influencia y poder de Hezbollah. Por ello, sus enemigos no fueron más allá de las palabras a la hora de criticarles. Se convirtió en el enemigo público número uno en varios sectores libaneses, que al inicio pensaban que finalmente había llegado la oportunidad de deshacerse de Nasrallah y sus hombres. De igual manera, puede apreciarse en ambos bandos el temor a los terroristas yihadistas. Esto es visible con el acercamiento de rivales para tratar este tema.
El vacío político y la posposición de las elecciones son ejemplos de la profundidad del impacto sobre el sistema político libanés. Estos desacuerdos impiden resolver asuntos muy importantes, como los refugiados.
No pueden desestimarse los temores de los cristianos acerca del conflicto. Muchos basaron su posición en el temor a la llegada del Estado Islámico y grupos similares. Varios cristianos anti Assad se alinearon con este gobernante y sus aliados de Hezbollah. Esto debido a que no veían una alternativa a estos para enfrentar a los salafistas-yihadistas. Además, no son los únicos que le temían al Estado Islámico. Los políticos pro Bashar al-Assad lo utilizaron como una especie de fantasma para sus ganancias políticas.
Finalmente, puede verse cómo el sistema político libanes se debilita a consecuencia de la guerra en Siria. Hay milicias campando a sus anchas e implementando sus agendas.
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