Las elecciones presidenciales en Colombia tuvieron un ganador esperable, un desempeño sorpresivo, y resultados que requerirán una segunda vuelta para elegir al nuevo mandatario. Nos aproximamos a lo sucedido y a lo que puede suceder con una pregunta de fondo: ¿la derecha continuará en el gobierno o la izquierda ganará por primera vez?
El pasado domingo 29 de mayo, el pueblo colombiano acudió a las urnas para elegir a su nuevo presidente. El ganador de los comicios fue el candidato de la amplia coalición de izquierdas Pacto Histórico, Gustavo Petro, con 40,3% de los sufragios. Sin embargo, por el funcionamiento del sistema electoral del país, al no alcanzar el 50% del voto tendrá que medirse en balotaje. La segunda posición fue sorpresiva: mientras lo esperado era que ese lugar sea ocupado por Federico “Fico” Gutiérrez, candidato de Equipo por Colombia (la coalición de la derecha tradicional, con el apoyo del uribismo), lo que sucedió fue que Rodolfo Hernández se colocó en esa posición. Hernández, un populista caracterizado como “outsider”, con un programa con elementos de derecha -aunque se posicionó como alternativa al uribismo-, obtuvo un 28,1%, mientras que Gutiérrez cosechó un magro 23,9%. El cuarto lugar quedó para Sergio Fajardo, la opción centrista, que hacia fines del año pasado llegó a tener cifras cercanas al 20% de intención de voto en las encuestas, y terminó consiguiendo un escaso 4,2% en la elección. Otro dato a tener en cuenta es la participación electoral, que fue de alrededor de 55%, muy similar a la que se dio en las presidenciales de 2018.
Respecto de la distribución territorial del voto, resulta importante decir que Gustavo Petro se posicionó en el primer lugar en la mayoría de los grandes centros urbanos de Colombia. En Bogotá, capital y ciudad más poblada del país, donde fue alcalde, lo hizo con un 47%. También se impuso en las costas -regiones donde la participación fue menor-, destacando cómo lo hizo en el departamento de Chocó, donde su porcentaje se ubicó en 72,4%. Por su parte, la sorpresa de la jornada, Rodolfo Hernández, triunfó principalmente en el centro del territorio colombiano. Sus mejores desempeños, en líneas generales, se dieron en aquellos departamentos en los cuales solía irle bien al movimiento político encabezado por Álvaro Uribe. Obtuvo su mejor resultado en su Santander natal, donde cosechó un 67% del voto. Federico Gutiérrez ganó un solo departamento, Antioquia -uno de los históricos bastiones del uribismo y de donde es oriundo-, con un 48,8%.
La segunda vuelta se celebrará el domingo 19 de junio, y en ella se enfrentarán Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. Federico Gutiérrez declaró su apoyo al candidato de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, Hernández, mientras que la Coalición Centro Esperanza, de Fajardo, dio libertad de voto a las distintas sensibilidades de la coalición. Así las cosas, el escenario parece complicarse para Gustavo Petro, que pese a su victoria del pasado domingo ve como se configura un frente contra su persona entorno a una figura no emparentada con la clase política tradicional y que también exige un cambio para Colombia. Disputar la bandera del cambio es el escenario menos deseable para Petro, que había hecho de la transformación una de sus señas de identidad. La elección está completamente abierta y son varios los factores que determinarán el resultado final.
Petro y la pelea por quebrar su techo electoral
Existen varias claves para el candidato del izquierdista Pacto Histórico de cara al balotaje presidencial. Por un lado, hay que considerar que, en principio, es ínfimo el número de votantes de Federico Gutiérrez que podrían inclinarse por él antes que por Hernández. Esto va más allá del apoyo expresado por Fico; Petro se ha establecido como una opción anti-uribista y de izquierda, con lo que resultaría altamente inviable que su estrategia se centrara en conquistar a la derecha. Dicho esto, los votos que sí puede salir a disputar son los de Fajardo. El problema es que la fractura interna del Centro augura una división del voto; además este menguado espacio electoral no cuenta con los apoyos suficientes para garantizar por si mismo la victoria de Petro. En esos términos, con vistas a la segunda vuelta, Petro tendría a priori su techo de votos bastante cerca de su piso establecido por el resultado de la primera vuelta.
Otro elemento importante es el de la participación: con 55% que hubo el domingo, existe un margen importante para el crecimiento de la misma. De esa manera, Gustavo Petro podría intentar conquistar a millones de colombianos que no quisieron votar en la primera vuelta. De hecho, desde el equipo de campaña del Pacto Histórico se ha dicho que esa será una de las apuestas. Hay antecedentes varios en ese sentido. En 2018, la participación se mantuvo prácticamente intacta entre la primera y la segunda vuelta. En 2014 -y esto podría esperanzar a Petro- creció casi 8%: con un incremento en la participación de una magnitud similar a esa, que tenga una buena proporción de votos hacia él, sus chances crecerían notablemente. En 2010, sin embargo, se dio lo inverso, con una caída de casi 5% entre la primera y la segunda vuelta. Los datos apuntan a que los sectores populares, afrodescendientes, juveniles y femeninos lideraron las cotas de abstención, y en todos ellos Petro debería imponerse a Rodolfo Hernández con facilidad.
¿Qué necesita Hernández para ganar?
En el último mes previo a la elección, las encuestas reflejaron como la intención de voto de Rodolfo Hernández se multiplicaba, pasando de rozar el 10% del voto a principios de mayo a rebasar el 20% en los últimos sondeos publicados. La irrupción de “el ingeniero” se gestó en la recta final de la campaña y ningún estudio de opinión llego a reflejar la magnitud de ese crecimiento. Su ascenso fue meteórico. Hernández ha sido considerado por importantes medios de comunicación como una suerte de “Trump colombiano” por su expresividad irreverente, su vinculación empresarial y su intención de desmarcarse de la política tradicional. Por eso y sus propuestas, podría caracterizarse como un candidato populista, que construyó una imagen de outsider y lleva adelante un programa ambiguo aunque con componentes de derecha. Por eso y sus propuestas, podría caracterizarse como un candidato populista outsider. Su campaña tuvo la anticorrupción como uno de sus ejes y se ganó el mote de “el viejito de Tiktok” por su amplia presencia en redes.
Una de las claves para él de cara a la segunda vuelta es no excederse en su performance de “persona común haciendo política”. Ciertamente, su perfil como candidato cercano le ha permitido alcanzar el segundo lugar de las presidenciales al contraponerse al desacreditado sistema político colombiano; pero a la vez, el simplismo y la ambigüedad sobreactuada puede convertirse en un hándicap. Su endeble programa de gobierno y la vagueza ideológica de sus propuestas han servido al petrismo para cargar contra el candidato. Aunque Hernández tendría garantizado el trasvase de votos de “Fico” Gutiérrez, por marcadas razones ideológicas, podría tener más difícil cautivar entre el voto blanco y los abstencionistas si no es capaz de articular un argumentario sólido que vaya más allá de promesas genéricas. El equilibrio que desde su equipo de campaña buscan es intentar captar los votos de quienes en primera vuelta acompañaron a Gutiérrez, pero sin llegar a parecerse tanto a la derecha tradicional, pues eso pudiera hacerle perder votos que inicialmente fueron propios.
Las encuestas realizadas en los primeros días luego de la primera vuelta posicionan a Hernández en cabeza para convertirse en el próximo presidente de Colombia. Además, el reciente trabajo de Noticias RCN y la consultora GAD3 reveló que el 63% de los votantes de Fajardo se inclinaría por el candidato de derecha en esta segunda vuelta. En el caso de los de “Fico” Gutiérrez, esa cifra alcanza el 86%. El escenario parece muy favorable para él, pero quedan dos semanas por delante. En los últimos días, las encuestas muestran que las distancias entre los dos candidatos se han estrechado, e incluso revertido en algunos sondeos. Puede ser mucho tiempo para alguien que, dos días después de la elección, consideró que era una buena idea declarar que “el ideal sería que las mujeres se dedicaran a la crianza de los hijos” como una suerte defensa a sus dichos previos en los que había sostenido que “la mujer metida en el Gobierno a la gente no le gusta”.
Algunas certezas, mucho por definir
Aunque aún queda por definir lo más importante, el proceso electoral colombiano fue arrojando algunas certezas. En primer lugar, el uribismo, actor político más importante de la historia reciente de Colombia, se encuentra seriamente debilitado y deslegitimado. Ha expresado un agotamiento. Sus candidatos presidenciales fueron siempre protagónicos entre 2002, año en que el propio Álvaro Uribe ganó las elecciones presidenciales por primera vez, y 2018. Sin embargo, en este 2022, el uribismo bajó a quien inicialmente era su candidato, Óscar Iván Zuluaga, que no era muy competitivo y dividía los votos de la derecha. Tras eso, se sumaron al equipo de Federico Gutiérrez, pero como vimos, tampoco le fue muy bien a él. No obstante, lo dicho no significa que el uribismo haya desaparecido o tenga una importancia nula: sus votos serán claves para Hernández en su aspiración presidencial, y suena lógica la posibilidad de que pudieran colaborar con él en su eventual gobierno. Aunque con una nueva configuración, la derecha puede seguir gobernando Colombia.
Por otra parte, la izquierda ha logrado un importante nivel de consolidación en Colombia de la mano del Pacto Histórico. En las presidenciales de 2018, Gustavo Petro obtuvo alrededor de 4.850.000 votos en la primera vuelta, y 8.000.000 en la segunda. En las de 2022, por su parte, obtuvo 8.500.000 votos en la primera vuelta. Además, a ese continuo se le suma el buen resultado que obtuvo su coalición en las elecciones legislativas de marzo de este año. Puede decirse que la izquierda es, hoy, la primera fuerza política de Colombia. ¿Le alcanzará para ser gobierno por primera vez en la historia del país?
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