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Claves para entender el apoyo israelí al referéndum kurdo iraquí

Por María Fernández Collado

Introducción

Acontecimientos como la revolución islámica de Irán en 1979, la guerra contra Iraq en la década de los 80, el colapso del régimen Baaz de Saddam Hussein tras la intervención de EEUU en Iraq en 2003, las comúnmente conocidas como primaveras árabes de 2011 y la guerra de Siria han determinado la coyuntura regional de la actualidad y han contribuido a la reconfiguración de las relaciones en un convulso Oriente Medio.

Es en este escenario, caracterizado por la existencia de dinámicas de conflicto, en el que el establecimiento de alianzas resulta imprescindible. Israel ha resultado ser el único país que ha respaldado el referéndum por la independencia de la Región autónoma kurda situada en el norte de Iraq, celebrado en 2017. Algunos de los factores que explican su apoyo ponen sobre la mesa cuestiones culturales y relaciones históricas desde el siglo pasado, así como motivaciones o intereses económicos, militares y geopolíticos en relación al petróleo o a la creciente influencia de Irán en la región.

Los antecedentes: desmembración del Kurdistán y asentamiento de Israel

A finales del siglo XIX en la región se producen dos dinámicas políticas paralelas de distinta naturaleza. Por un lado, el nacionalismo árabe endógeno y, por otro, el movimiento nacional judío. Es así como surge el sionismo como un plan para la construcción de un Estado que garantice la proteccion y el desarrollo de la cultura judía. Se trata de dos proyectos nacionales distintos, disputados en el mismo territorio. No fue hasta los Acuerdos de Sykes Picot y la Declaración Balfour en 1916 y 1917 respectivamente, cuando la región fue delimitada territorialmente por Francia y Reino Unido según zonas de influencia, y la Palestina histórica fue dividida para la creación de un “hogar nacional judío”. Este fue finalmente establecido en 1948 tras la retirada británica después de la Segunda Guerra Mundial y la declaración unilateral de independencia del Estado de Israel.

Mientras tanto, en la región kurda se afrontaban las decisiones recogidas en el Tratado de Lausanne de 1923, que además de configurar a Turquía como Estado-nación moderno, también supuso la división del Kurdistán en los cuatro estados en los que se encuentra fragmentado el Kurdistán en la actualidad: Turquía, Iraq, Irán y Siria. Previamente, se había contemplado el reconocimiento de un Estado kurdo en el Tratado de Sèvres de 1920, que planteaba la división del Imperio Otomano y reconocía el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Pero este no entró en vigor, y fue finalmente en Lausanne cuando se impusieron las condiciones de la repartición del territorio.

La división del territorio por El Tratado de Sèvres y el Tratado de Lausanne. Vía: L’Histoire.

El pueblo kurdo está conformado por aproximadamente 30-40 millones de personas, repartidos en los cuatro estados y la diáspora kurda establecida, principalmente, en Europa occidental. Es el pueblo más grande del mundo sin estado. Su relevancia geoestratégica se debe a la existencia de reservas de agua y minerales, ya que en su geografía se localizan importantes ríos como el Tigris y el Éufrates, que fluyen a través de sus montañas; y de grandes reservas de petróleo y gas, de donde se extrae prácticamente la totalidad del petróleo nacional de los estados en los que se sitúa.

Mapa de presencia del pueblo kurdo. Vía: The Kurdish Project

El referéndum kurdo iraquí en un contexto regional e internacional desfavorable

La caída del gobierno baazista de Saddam Hussein en 2003 dio lugar a la construcción de un Iraq federal que, mediante su Constitución de 2005, reconoció y fortaleció la autonomía de la región kurda situada al norte del país: “se consagra como región federal la región del Kurdistán y sus autoridades regionales y federales”, según el artículo 117. Desde entonces, la región autónoma del Kurdistán, con capital en Erbil, funciona como un estado de facto, con gobierno -denominado Gobierno Regional del Kurdistán (por sus siglas en inglés, KRG)-, población, control del territorio y relaciones con otros estados; pero cuyo despliegue de instituciones, administración e implementación de políticas públicas, no es suficiente para conseguir el reconocimiento internacional y acceso a organizaciones internacionales.

El entonces presidente del Kurdistán iraquí y actual líder del Partido Demócrata del Kurdistán (PDK), Masoud Barzani, comunicó a mediados de 2017 vía Twitter la decisión de celebrar un referéndum con el objetivo de consultar a la población su postura ante la hipotética independencia de la Región Autónoma del Kurdistán iraquí.

La pregunta reflejada en el referéndum, y redactada en cuatro idiomas, kurdo, turcomano, árabe y asirio, era la siguiente: “¿desea que la región del Kurdistán, así como las áreas kurdas situadas fuera de la región administrativa kurda, se constituyan en un Estado independiente?”.

 La papeleta en cuestión, traducida en cuatro idiomas y que planteaba la independencia del Kurdistán iraquí. Fuente: http://www.khec.krd/dreje_about_en.aspx?jimare=314

Finalmente, el 25 de septiembre de 2017 se celebró el referéndum, supervisado por Kurdistan Independent High Elections and Referendum Commission (KHEC) y que resultó positivo a la independencia. Se impuso el “SI” con un 92,73% sobre un total de 3,305,925 participantes, frente a un 7,27% que votaron en contra, según datos publicados por la comisión. Todos los países de Oriente Medio se opusieron a la consulta, mientras que Israel se consagró como el único país del mundo que respaldó la causa kurda iraquí de manera pública. Así lo hizo el presidente Benjamin Netanyahu a través de un comunicado oficial publicado el 12 de septiembre de 2017 en la página oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel. En esta declaración, Netanyahu también comunica el rechazo rotundo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), partido político kurdo asentado en la parte turca, y sostiene el apoyo a “los esfuerzos legítimos del pueblo kurdo para lograr su propio Estado”.

Por su lado, el gobierno central de Bagdad mostró su firme oposición al referéndum kurdo, al considerarlo una amenaza a la supervivencia del país. De hecho, el ministro de Defensa iraquí, en 1966, culpó a los kurdos de Iraq y al Estado de Israel de tratar de crear estratégicamente un “Segundo Israel” en el norte de Iraq. Otros países, como Siria, Turquía o Irán se posicionaron en contra del referéndum a riesgo de alentar reacciones internas de las minorías kurdas que residen en sus respectivos países.

Tanto las potencias como la comunidad internacional en general se opusieron a la decisión unilateral de independencia del Kurdistán iraquí por atentar contra la unidad de Iraq y potenciar la desestabilidad de la región, según declaraciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o de la misma Unión Europea, y subrayaron la necesidad de optar por un diálogo entre el gobierno soberano de Iraq y la Región Autónoma del Kurdistán iraquí. Por su lado, Estados Unidos expuso que “el referéndum distrae a los kurdos de sus esfuerzos por derrotar al Estado Islámico y estabilizar las zonas ya liberadas”, además de atentar contra la unidad de Iraq, según comunicado publicado por la Casa Blanca. Sin embargo, Israel, uno de los principales aliados de la potencia norteamericana en Oriente Medio, afirma que Iraq ya está fragmentado. Peter W. Galbraith dice: “Why lose all of Iraq, when you could save part of it?”.

Factores explicativos del apoyo de Israel al referéndum kurdo iraquí

Según datos aportados por The Kurdish Project, a principios del siglo XX se calculaba que vivían unos 20.000-30.000 judíos kurdos en los territorios de Irán e Iraq que, tras la Segunda Guerra Mundial, se trasladaron a Israel, convirtiéndose así en una de las diásporas kurdas más antiguas del mundo. En Israel hoy viven alrededor de 200.000 judíos kurdos.

Si bien algunas interpretaciones destacan la historia e identidad nacional como factor cohesionador entre ambos pueblos, otras tantas señalan razones principalmente políticas, en relación a la búsqueda de alianzas periféricas de Israel y la cercanía al entorno de Irán; económicas en base al acceso a la energía y a los recursos minerales de la región norte de Iraq; y militares, que podrían responder a intereses en debilitar el gobierno central de Iraq para evitar la expansión del eje de influencia chií.

  • Las implicaciones de una hipotética identidad nacional compartida

Algunos analistas consideran que la intención de Israel de establecer alianzas con el pueblo kurdo responde a una historia compartida de persecución por los mismos países, una lucha por preservar la identidad nacional y establecer sus correspondientes proyectos estatales en una zona geopolíticamente disputada. Por su lado, la identidad nacional judía articulada por el sionismo, se convierte en razón de ser del proyecto estatal israelí asentado definitivamente en la región en 1948.

Entender el discurso judío es esencial para comprender la postura de Israel ante la cuestión de un Estado kurdo independiente, pues el inicio de las relaciones bilaterales entre estos actores podría deberse al hecho de que Israel apoya y promueve, por su experiencia individual, que la creación de Estados se ampare en procesos estatales basados en identidades étnicas. Ayub Nuri, periodista de origen kurdo iraquí, afirma que Israel, como única democracia de Oriente Medio se ha convertido para los kurdos de Iraq en una fuente de inspiración en el sueño de construir un país independiente.

Esta dimensión es cuestionada por otras facciones kurdas. El hecho de que en el seno del pueblo kurdo existan divisiones internas en base a cuestiones idiomáticas, territoriales, políticas o incluso en torno a la religión, ha supuesto que en ocasiones los pueblos kurdos se vean involucrados más en alcanzar la autonomía dentro de cada Estado en el que se encuentran divididos, que en abogar por un gran Kurdistán unificado e independiente. La existencia de distintas agendas políticas implica también diferentes posturas frente a Israel. Mientras que algunas facciones se oponen a establecer relaciones con Tel Aviv en respuesta al conflicto palestino-israelí (como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, PKK), el PDK del Kurdistán iraquí ha desarrollado mecanismos de cooperación militar, económica y cultural con Israel.

  • Transformación de las relaciones

No fue hasta la década de los 60 cuando los contactos oficiales entre ambos actores ganan visibilidad. Sus relaciones, aunque cordiales y discretas se desarrollan en múltiples vías: cooperación en materia de seguridad y defensa (que incluye colaboración de los servicios especiales israelíes, abastecimiento de armas, entrenamiento militar a las fuerzas kurdas iraquíes peshmergas y formación en inteligencia militar), cooperación económica y negocios (en materia de energía, construcción, tecnología agrícola y comunicaciones) y cooperación humanitaria y cultural.

Desde entonces, las relaciones oficiales entre ambos actores se han transformado. Los acercamientos públicos difieren del modo en que procedían en sus orígenes. En un principio, estas se daban de manera discreta para no alterar los equilibrios regionales, perturbar las relaciones con Bagdad ni enfrentarse a aliados estratégicos de Israel que sí abogan por la unidad de Iraq, como Estados Unidos. Pero ahora, el apoyo al referéndum kurdo iraquí por parte de Israel ha sido un acontecimiento público difundido en todo el mundo.

La evolución de sus relaciones ha conducido a considerar no sólo la cercanía histórica y cultural entre los dos pueblos, sino también a observar la posible relación con otras motivaciones e intereses regionales. Por un lado, se contempla la posibilidad de que el apoyo israelí a la causa kurda iraquí se explique atendiendo a los deseos de establecer un estado propio a pesar de las hostilidades regionales de la zona, la centralidad de la lucha e identidad nacional. Mientras, otros analistas aseguran que las relaciones entre ambos actores se deben no a sentimientos de amistad hacia el pueblo kurdo, sino principalmente a “motivaciones económicas y geoestratégicas”, todas ellas, definidas en términos del interés y la seguridad nacional de Israel.

  • Alianza periférica

Considerar que el apoyo israelí está vinculado y radica en el hecho de que el país se encuentra aislado y requiere de aliados para sobrevivir en la región es un error. Aunque en sus inicios las relaciones pudiesen resultar de la identificación mutua entre ambas naciones en un contexto geopolítico y social hostil; parece ser que en la actualidad responde a más factores. Los tratados de paz firmados en 1975 y 1994 con Egipto y Jordania respectivamente, junto con los recientes acuerdos que normalizan las relaciones entre Israel, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos, muestran comportamientos regionales a favor de Israel en Oriente Medio, que ponen en duda el estado de aislamiento en el que creíamos que se encontraba desde su establecimiento en la región en 1948.

A pesar de que una gran parte de estados de la región no reconocen a Israel como estado legitimo – entre ellos, Iraq-, la imagen de un Israel amenazado por sus vecinos árabes, falto de aliados y con dificultades para sobrevivir, no responde a la realidad. Israel podría querer establecer una alianza periférica con el Kurdistán iraquí, término diseñado por David Ben-Gurion, para hacer referencia a las alianzas de Israel con los estados no árabes de la región (Turquía o Irán antes de la Revolución islámica), ahora con el objetivo de evitar el crecimiento de la influencia regional de Irán, fragmentar los esfuerzos centralizadores de los estados, y solventar su crisis de legitimidad.

  • El petróleo como moneda de cambio

Otra de las interpretaciones del apoyo de Netanyahu al referéndum pone sobre la mesa la cuestión energética. El control del campo petrolero de Kirkuk ha sido motivo de enfrentamientos entre la región autónoma y el gobierno central de Iraq desde hace años. Las extracciones de Kirkuk proporcionan la mayor parte de los ingresos de la región autónoma, y, de ellas dependen las relaciones comerciales, cada vez más potenciadas, con Israel.

El Kurdistán iraquí se ha convertido en el principal suministrador de petróleo de Israel. En 2015 el periódico británico Financial Times reveló que el 77% del petróleo importado por Israel procedía de la región autónoma del Kurdistán iraquí. Las cifras habían sido analizadas de acuerdo con datos de embarque, fuentes comerciales y rastreo de buques petroleros por satélite. Así, podría considerarse un juego de intereses recíprocos que, en especial, entiende de intereses económicos para Israel en torno al acceso a la energía de la zona kurdo-iraquí y para el KRG por ser el estado judío uno de sus principales socios económicos.

  • Preocupación por el eje chií

Los objetivos militares trazados alrededor de esta alianza observan posibles intereses en contener el eje chií de Teherán a través de la desintegración de Iraq. “Israel podría ver en el nuevo estado kurdo, si es que algún día se conforma, una zona-tapón contra Irán e ISIS”, según Sal Emergui, corresponsal en Jerusalem.

Irán supone una amenaza para Israel en Oriente Medio por su avanzado programa nuclear y objetivos militares, sus declaraciones contrarias a la presencia de Israel y su proyectada y creciente influencia chií en la región. Por estas razones, el apoyo israelí al referéndum kurdo de la zona autónoma de Iraq podría tener un objetivo claro: balcanizar (desmembrar) Iraq para desequilibrar el eje de influencia encabezado por Irán en Oriente Medio.

Si bien los lazos históricos entre ambos pueblos son innegables, resulta de gran peso analizar también las condiciones políticas, económicas y militares que pueden conducir a Israel a ser el único defensor de la consulta kurdo-iraquí de septiembre de 2017. En un contexto inicialmente hostil para el Estado judío, aunque cada vez más alineado a sus intereses, un Kurdistán independiente podría significar para Israel un socio estratégico ideal para legitimar su presencia, afianzar sus relaciones comerciales y diluir las potenciales amenazas regionales que se pudiesen cernir sobre su seguridad nacional.

Fotografía de un mitín kurdo en Erbil, se observa bandera israelí. Créditos: Ivor Prickett para The New York Times. Fuente: Halbfinger, 2017.

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