La victoria de Lula, con 48.4% de los votos, ante Jair Bolsonaro, con 43.2%, en la primera vuelta de las elecciones en Brasil obliga a una segunda vuelta –a celebrarse el próximo 30 de octubre– para elegir al próximo presidente del gigante sudamericano. Estas elecciones dejan grandes titulares, porque el desempeño del actual presidente ha sido muy superior al esperado.
Anunciada victoria de Lula y sorpresivo rendimiento de Bolsonaro
Lo primero que es importante mencionar es el desacierto de las encuestas en líneas generales. Si bien se esperaba una victoria de Lula con una cifra cercana al 50% de los votos necesario para ser elegido en primera vuelta, y en efecto eso sucedió, los sondeos no captaron el nivel de apoyo que tendría Bolsonaro. El militar retirado y candidato del Partido Liberal ha obtenido entre 6 y 9 puntos más de lo que la mayoría de los relevamientos le otorgaban. Lógicamente, esto configura un escenario de mayor paridad a la esperada y una concentración de más del 90% de los votos entre los dos principales candidatos.
La primera conclusión que se puede sacar de esto es la consolidación del bolsonarismo como una potente fuerza política en su país. Pese a sus declaraciones incendiarias, sus polémicas medidas, la nefasta gestión del COVID o la cuestionada política económica, Bolsonaro ha sido apoyado por aproximadamente 2 millones de personas más que en la primera vuelta de 2018 (aunque por los cambios en el tamaño del electorado y la participación, obtuvo un 3% de votos menos que en ese año). Además, vemos que una fuerza esencialmente de extrema derecha ha perdido por solamente 5 puntos de diferencia contra una amplia coalición que aglutina a la mayoría de las fuerzas políticas desde la izquierda hasta la centroderecha, encabezada por Lula y Alckmin. Podemos dar cuenta de un espacio político que es cualitativamente distinto a lo que era en 2018, pues ahora posee una identidad propia más sólida, que no es el mero anti-petismo. Bolsonaro y sus aliados también obtuvieron resultados favorables en las gobernaciones y los cargos legislativos. De triunfar el día 30, Lula no contaría en su gobierno con una composición del Congreso en la que pueda apoyarse.
La cuestión de la distribución geográfica del voto cobra particular importancia en un país de la magnitud de Brasil. En relación a esto, se ha mantenido un esquema similar al que se refleja desde las elecciones del año 2002, con el Partido de los Trabajadores haciéndose fuerte principalmente en el nordeste del país. El gran bastión de Lula fue el estado de Piauí, en el que alcanzó un 74.3%. Por su parte, Bolsonaro obtuvo sus mejores resultados en Roraima: 69.6%. Dicho estado limita con Venezuela, y aunque muchos analistas se han apresurado en considerar que esos resultados son causados por la crisis migratoria en el país vecino, lo cierto es que se ha convertido en uno de los lugares con mejores resultados para las distintas expresiones de la derecha brasilera desde los años 90. Esto no significa que el factor Venezuela no pueda influir, pero es deseable evitar las simplificaciones.
En Sao Paulo, el estado más poblado (para tomar magnitud, tiene una población similar a la de toda Argentina), Bolsonaro ganó 47.7% a 40.9%. En Minas Gerais, el segundo más poblado, históricamente reconocido como un estado clave en lo electoral, Lula ganó con cifras muy similares a las del total del país. Y en Río de Janeiro, el tercero con más habitantes, Bolsonaro quedó en primer lugar, reafirmando lo hecho en 2018 y confirmando un cambio de tendencia en un estado en el cual el PT triunfó en las elecciones de 2006, 2010 y 2014.
El voto clave de los otros candidatos
Es de importancia analizar las posibilidades de los contendientes de cara al balotaje. Allí es donde entran a jugar los votos de quienes ocuparon el tercer y cuarto lugar el día 2 de octubre, es decir, Simone Tebet y Ciro Gomes, respectivamente. La primera obtuvo un 4.2%, mientras que el segundo obtuvo un magro 3%. Al cierre de esta nota, los candidatos no explicitaron a quién apoyarán entre Lula y Bolsonaro. Sin embargo, hay herramientas para buscar intuir qué anunciarán y, lo que es más importante, qué harán sus electorados pues no hay transferencia directa de votos y no todos seguirán verticalmente las indicaciones de la candidatura que hayan apoyado hasta aquí.
La candidatura a la presidencia de Simone Tebet ha sido apoyada por el MDB –su propio partido–, el PSDB, Ciudadanía y Podemos. Son fuerzas políticas que oscilan entre el centro y la centroderecha. El antecedente que puede servirnos es de los comicios del año 2018, en el que dichos partidos optaron por una posición de neutralidad en el balotaje entre Bolsonaro y Haddad. Sin embargo, el escenario actual no es una réplica de aquel, pues ya se cuenta con la experiencia de Bolsonaro gobernando (con todo lo que eso puede significar) y el binomio del PT no es tan “puro”: en 2018, la candidata a la vicepresidencia de Haddad era Manuela D’Avila, del Partido Comunista, mientras que hoy, el candidato a vicepresidente de Lula es el veterano liberal Alckmin. Todo parece indicar que quienes apoyaron a Tebet no se volcarán de forma masiva por uno de los dos candidatos, y sus votos serán un terreno de disputa para Lula y Bolsonaro.
Este espacio político ha sabido moverse con inteligencia para mantenerse en el entorno del poder. El MDB respaldó la candidatura presidencial de Dilma Roussef en 2018, siendo claves en su impeachment; sin los votos del MDB el PT habría continuado en la presidencia. Su jugada posibilitó la llegada de Michel Temer, quién tuvo que apoyarse en sus votos para acabar el mandato. La distancia política con la izquierda brasileña y su tacticismo político generan dudas sobre cómo se comportarán sus votantes en segunda vuelta, aunque con toda seguridad parte del electorado mirará a Bolsonaro, las encuestas sugieren que la mayoría optará por Lula.
Por otra parte, la candidatura presidencial de Ciro Gomes ha sido apoyada por su partido, el centroizquierdista PDT. Aquí, de cara a la segunda vuelta, hay que hacer una división de tres: el candidato, el partido, y los votantes. Ciro Gomes se ha caracterizado desde hace años por una postura de intransigencia anti-petista. En 2018, no llamó explícitamente a votar por Fernando Haddad contra Jair Bolsonaro, por lo que podría contemplarse la posibilidad de que sea evasivo de igual manera en este caso. Sin embargo, aquella actitud le trajo cuestionamientos internos, por lo que suena razonable que se vuelque a apoyar a Lula. Es importante decir que, en la anterior elección, su partido sí llamó a hacer un “voto crítico” por el candidato del PT. Por su tradición, sus ideas y su programa, es factible que vuelvan a hacerlo en 2022. Por último, aunque intuitivamente se podría pensar que estos votantes irán mayoritariamente con Lula, no está tan claro. Felipe Nunes, director de la consultora Quaest, ha considerado que el crecimiento no captado de Bolsonaro ha sido, en parte, gracias a la migración por “voto útil” de votantes de Gomes. La disputa para seducirlos, entonces, se encontraría abierta.
Un escenario hipotético pesimista para Lula y optimista para Bolsonaro en el que el 70% los votos de Tebet y Gomes fueran hacia el actual presidente no alcanzaría para evitar el retorno del líder del PT al Palacio de Planalto. Además, la participación electoral ubicada en 79% es similar a la que se viene dando desde 1994, y la tendencia indica que suelen votar menos ciudadanos en las segundas vueltas que en las primeras. Por otra parte, los votos en blanco y nulos en esta elección han sido mucho menores que en 2018. De esta manera, las formas por las cuales Bolsonaro puede conseguir votos se reducen, y deberá hacer un gran esfuerzo para crecer.
La campaña ya ha comenzado. Como vemos, Lula parte mejor posicionado, aunque con menos ventaja que la que esperaba. De todos modos, un mes es mucho tiempo, y más considerando que se enfrenta al actual presidente, con todo lo que implica tener el aparato estatal a disposición. Además, está estipulado que se dé un debate entre los candidatos, que Lula ha valorado como una oportunidad positiva. Es importante ver qué discursos articularán los candidatos a lo largo de los próximos días para seducir a quienes no los han votado. Serán semanas de alta intensidad política en Brasil, en la que aparece como una de las elecciones más trascendentales de la historia reciente del país. El escenario está abierto.
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