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Así funciona la red global de materias primas

Frente a la escasez inmediata de varias materias primas, del neón al níquel, del paladio al petróleo, la solución oscila entre el acaparamiento y la autosuficiencia. El fluido comercio internacional marítimo ha condicionado la percepción de una globalización líquida, pero se ha vuelto más material que nunca cuando las mercancías dejaron de circular como antes lo hacían. A largo plazo, hay otras estrecheces a la vista: las tierras raras. No son consecuencia de la guerra, pese a que sirvan para librarla.

Principales países proveedores de materias primas fundamentales a la UE. Fuente: Comisión Europea 

Información y neón

En 1986, tres autores estadounidenses publicaron un texto en la revista Scientific American en el que pronosticaban el advenimiento de un tiempo que estaría más allá de la era de los materiales. En “Beyond the Era of Materials”, Eric D. Larson, Marc H. Ross y Robert H. Williams destacaban que las naciones industrializadas se encaminaban hacía una nueva era, la era de la información, en la que el uso y consumo de materiales dejaría de ser un indicador fundamental del progreso económico. La era de la información exigiría un menor consumo de materias primas. Treinta y seis años después, en 2022, somos testigos de que el mundo no se volvió ni más etéreo ni inmaterial. Como mucho, la era de la información pasó a demandar nuevos materiales, metales raros, y un gas inodoro, subproducto de la fabricación del acero, fundamental para la producción de semiconductores, esas piezas minúsculas imprescindibles para el flujo de la información. El neón.

El gas de neón es un componente imprescindible del láser empleado en los procesos de litografía ultravioleta con los cuales se imprimen los microchips. Ucrania, a través de empresas como Cryoin Engineering e Iceblick -ambas con plantas en Odesa-, es responsable de más de la mitad del suministro mundial de gas de neón. Pero lo más riguroso sería decir que Ucrania y Rusia, juntas, son responsables del 50 % de las exportaciones mundiales de neón. Por ser un subproducto de la fabricación del acero, el neón purificado por las empresas ucranianas procede, casi en su totalidad, de Rusia. Rusia que, a su vez, es el quinto productor mundial de acero, el tercer productor mundial de aluminio, el principal productor -junto con Sudáfrica- de paladio y el tercer principal productor de níquel.

Lo anterior explicaría que el precio del gas de neón, por ejemplo, en China, a principios de marzo duplicase el valor que registraba a mediados de febrero. O que el precio del níquel subiera un 29,40 % entre finales de 2021 y principios de marzo de 2022. Pero el problema no es solo el precio -hay una asunción generalizada de que la inflación va a subir-, sino el acceso a las materias primas. Un acceso dependiente de la interconectividad propiciada por el denominado sistema internacional de libre comercio. También llamado globalización, que está adquiriendo un nuevo diseño como consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania.

A corto y a largo plazo

Para determinar el impacto de la guerra sobre las cadenas de suministro globales, la variable más importante es el tiempo, mensurable en dos escalas: corto y largo plazo. Estas escalas están relacionadas con la duración del conflicto: si va a ser rápido -lo que parece no ser el caso- o si va a ser prolongado -la característica más común de la mayoría de los conflictos armados contemporáneos-. La duración del conflicto es clave porque la estrategia de Rusia pasa por asumir, como inevitable, daños, pérdidas y sacrificios a corto plazo, con la perspectiva de poder superar los efectos de las sanciones -siempre que estas no afecten a su sector energético- a largo plazo. La admisión de que vienen tiempos duros y difíciles también es compartida por los países occidentales, desde EE.UU. hasta España, pasando por Alemania, con la prometida recompensa, a largo plazo, de no depender más de las importaciones de energía de Rusia.

A corto plazo puede afirmarse que Michelin ha anunciado la paralización de la producción de cuatro plantas en Francia, que JP Morgan y Goldman Sachs están comprando bonos de Gazprom y RZhD (la empresa estatal de ferrocarriles rusos), que FESCO, una de las más importantes compañías de transporte y logística de Rusia, anunció que sus clientes pueden empezar a pagar con yuanes chinos, que el sistema UnionPay -de uso exclusivo en el mercado chino- prepara su implantación en Rusia o que el SPFS -el acrónimo de System for Transfer of Financial Messages– desarrollado por el Banco Central de Rusia puede sustituir el SWIFT.

Variación de los precios del cobre y aluminio. Fuente: GPF

La prolongación de la guerra -bajo la forma convencional o híbrida- supone que los daños asumibles y previsibles a corto plazo pueden volverse crónicos. Es decir, a largo plazo, el presente puede ser bastante peor. Frente a la amenaza de la escasez, la tendencia, a corto plazo, es acaparar; a largo plazo se tratará de encontrar alternativas de abastecimiento. Cambiar las actuales redes de suministro, por ejemplo, de gas natural, exige inversiones suntuosas, además de tiempo. Y esta premisa es válida tanto para la construcción de terminales portuarios de gas natural licuado en Europa como para la reorientación de las infraestructuras rusas hacia la exportación de gas natural a China. Las conjeturas que teorizan y especulan sobre el giro de Rusia hacia el Oriente, por lo que respecta al suministro de gas natural, no son lineales ni inmediatas. Porque no es fácil que el gas que Rusia deje de vender a los países europeos sea canalizado, por lo menos de momento, a China.

Por eso, de la misma manera que el banco estatal alemán KfW y la empresa de energía holandesa Gasuine firmaron, el pasado 7 de marzo, un memorando de entendimiento para la construcción de un terminal de gas licuado en Brunsbüttel (Alemania) -que entrará en funcionamiento en 2024-, también Rusia y China estaban cerca, en enero de 2022, de acordar la construcción del gasoducto “Power of Siberia 2” que permitiría duplicar las exportaciones de gas de Rusia a China, complementando así los envíos a través del “Power of Siberia 1”, inaugurado en 2019. Es decir, acabar con la globalización, al menos con la globalización tal como la conocemos, va a exigir grandes dosis de capital.

Es cierto que China importa mucho petróleo ruso, especialmente a través del oleoducto ESPO (Eastern Siberia Pacific Ocean) -que une Taishet al puerto de Kozmino-, así como mucho carbón -el 15% del total de sus importaciones procede de Rusia-, pero a principios de marzo empresas chinas empezaron a reducir las compras de carbón ruso mientras buscaban asegurar el financiamiento de los bancos estatales preocupados por las sanciones. China necesita petróleo y carbón de Rusia, pero también soja y maíz de Estados Unidos: a principios de marzo se ha dado a conocer que compradores chinos adquirieron 20 cargamentos de soja y 10 cargamentos de maíz con origen estadounidense. Normalmente, China importa sus granos de Brasil.

De ahí que no deba asumirse como un hecho consumado que la primera consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania sea el fortalecimiento de las relaciones sino-rusas. Habría que interpretar las declaraciones del ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, en el ámbito de la 5ª sesión del XIII Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, para saber si son una llamada de atención o una llamada al acercamiento: EE.UU. y China necesitan reemplazar su relación competitiva y de confrontación por una basada en el respeto mutuo, la coexistencia pacífica y la cooperación. Además, Beijing tiene demasiado interés en la zona del conflicto: la puerta de entrada de sus exportaciones a Europa, por ferrocarril, es Bielorrusia. A través de la frontera con Polonia. En 2021, los Ferrocarriles Bielorrusos operaron un promedio de 25 trenes euroasiáticos por día y más de la mitad del volumen de mercancías transportadas tiene como origen o destino China.

Oleoductos y gasoductos usados para el suministro de petróleo y gas natural entre Rusia y China. Fuente: alchetron.com

Tierras raras: la alianza entre EE.UU. y Australia

Desde el punto de vista económico, el planteamiento de Rusia asienta en dos premisas: que no haya sanciones a sus importaciones de gas y petróleo; y que, replicando el efecto de las sanciones impuestas desde 2014 -que tuvieron un impacto positivo en su sistema productivo al conseguir la autosuficiencia en una serie de sectores-, la falta de competencia de empresas multinacionales lleve a un aumento de beneficios de las pequeñas y medianas empresas rusas.

La primera premisa dejó de cumplirse parcialmente el pasado 8 de marzo, cuando Joe Biden anunció la prohibición de las importaciones rusas de petróleo, gas natural y carbón. En cuanto a la segunda, la economía rusa tiene bastantes puntos débiles: el neón purificado en Ucrania para la impresión litográfica de microchips puede proceder de Rusia, pero Moscú importa cerca del 70 % de los microchips que utiliza su industria tecnológica. En 2022, se estima que la contribución de las importaciones de productos no alimentarios como ropa, zapatos y electrodomésticos en la demanda cotidiana aumente del 76 % al 78 %. Pero también tiene fortalezas: mucho dinero en su Fondo Nacional de Inversión, cuya parte líquida asciende a casi 175 mil millones de dólares, de los cuales 9,34 mil millones de dólares serán utilizados en la compra de acciones de empresas rusas; una baja deuda pública -el 17,8 % del PIB-; y grandes reservas de oro –2.298 toneladas en septiembre de 2021-. Y el 10 % de las reservas mundiales de tierras raras, ese grupo de metales indispensables para la industria de defensa, telecomunicaciones y energías renovables. Son, por naturaleza y esencia, la magnificación de lo más a largo plazo.

En agosto de 2020, Rusia anunció que planeaba captar una inversión de 1,5 mil millones de dólares para desarrollar la actividad de minería de tierras raras con el objetivo de ser autosuficiente en 2025 y transformarse, en 2030, en el segundo mayor productor de estos metales. Obviamente, después de China, el país que concentra en torno al 60 % de la producción, tiene el 37 % de las reservas mundiales y acapara el 80 % de las exportaciones. Las reservas rusas están concentradas, prácticamente, en el depósito de Tomtor, situado en la República de Yakutia (también conocida como República de Sajá), en Siberia. Es una región remota, con una meteorología severa, conectada por autopista a la ciudad portuaria de Magadán, en la costa este de Rusia. Por lo tanto, vinculada al Paso del Mar del Norte que une China a Europa a través del Ártico, el contorno marítimo del Heartland, la masa territorial de Euroasia. Atendiendo a fuentes rusas, Tomtor sería la tercera mayor reserva del mundo de tierras raras, después de Kvanefjeld, en Groenlandia -la segunda-, y Mount Weld, en Australia -la primera-. Precisamente, Australia, el principal aliado comercial y militar de Estados Unidos en la explotación de tierras raras.

La única empresa realmente capaz de competir con las compañías chinas en el campo de la extracción y procesamiento de tierras raras es la australiana Lynas Rare Earths Ltd. En febrero de 2021, el Departamento de Defensa de EE.UU. concedió 30,4 millones de dólares a Lynas para construir una planta de procesamiento en Hondo, Texas. Un año antes, la misma Lynas, en asociación con la empresa estadounidense Blue Line Corp., recibió la financiación de 36 millones de dólares del Pentágono para construir otra planta de procesamiento de tierras raras pesadas, cuya utilización será, exclusivamente, para propósitos militares. Al fin y al cabo, los metales raros fueron descubiertos por un militar: el teniente del Ejército de Tierra sueco y químico Carl Axel Arrhenius. 

Depósitos de elementos de tierras raras en Australia. Fuente: ga.gov.au

La actividad de Lynas, que extrae los minerales de Mount Weld, en Australia, es complementada por MP Materials, una empresa estadounidense que opera la única mina integrada de tierras raras en América del Norte: Mountain Pass. El pasado 22 de febrero, el presidente Joe Biden anunció que el Departamento de Defensa financiará MP Materials con 35 millones de dólares para separar y procesar elementos pesados de tierras raras. El objetivo es crear una cadena de suministro completa, nacional y autónoma de la “mina a los imanes”. Sin embargo, en 2021, MP Materials seguía enviando a China sus concentrados de tierras raras para procesamiento, al margen de que un 10 % de la compañía pertenece a la empresa china Shenghe Resources.

La alianza entre EE.UU. y Australia -o la colaboración de una empresa privada australiana con el Departamento de Defensa de EE.UU.- pretende asegurar las redes de suministro de materias primas indispensables para la industria militar y tecnológica, pero no con un enfoque exclusivamente económico -en el sentido que lo económico tiene de ahorrar costes-, sino geoeconómico, ya que Canberra comparte con Washington intereses estratégicos en la región del Índico-Pacífico. Más que Estados Unidos, Australia es el único país que puede competir con China en la construcción de una autonomía estratégica en cuanto a las tierras raras: además de Mount Weld, cuenta con depósitos en Nolans, Charley Creek, Dubbo y la empresa Hastings Technology Metals Limited está llevando a cabo, con financiación del gobierno australiano, el denominado Proyecto Yangibana, en el este del país.

Tierras raras: golfo de Finlandia y poder marítimo

Como no podía ser de otra manera, las tierras raras ligeras y pesadas figuraban, en 2020, en el listado de materias primas fundamentales para la Unión Europea. Sin embargo, el 98 % de los concentrados de óxidos de tierras raras que importa la UE proviene de China. Es decir, la dependencia es total. Y crítica. En otro informe publicado por la misma UE, también en 2020, se pronosticaba una escasez de tierras raras a partir de 2025. Entre otras, del disprosio, neodimio y praseodimio, indispensables para la fabricación de vehículos eléctricos y generadores eólicos. Dado que la guerra es real y actual, las tierras raras son también esenciales para la fabricación de dispositivos de visión nocturna, sistemas de armas guiadas de precisión, equipos de comunicaciones, sistemas de navegación, drones, láseres de designación de objetivos, satélites de comunicaciones, aleaciones y superaleaciones de alto rendimiento para vehículos blindados y proyectiles.

Una de las medidas adoptadas por la UE para reducir su dependencia de tierras raras de China fue firmar un acuerdo de alianza estratégica, en 2021, con Ucrania. La Comisión Europea no especificó el volumen de materias primas criticas -litio, cobalto, manganeso y, obviamente, tierras raras- que esta asociación podría aportar. Ucrania tiene algunas reservas de tierras raras, en concreto, el depósito de Azov en el Óblast de Donetsk, pero tiene, principalmente, importantes reservas de litio y es uno de los principales productores (en 2017 era el tercer productor mundial) de galio, un metal raro, utilizado en la fabricación de transistores, fotoconductores y diodos láser. Sin embargo, el único centro de procesamiento de tierras raras de Europa está situado en Estonia. Pertenece a la empresa canadiense Neo Performance Materials. Recibe el mineral de arena de monacita enviado por la compañía estadounidense Energy Fuels extraído en Georgia (Estados Unidos).

Materiales usados en las diferentes partes de un avión de combate Rafale. Fuente: Comisión Europea 

En julio de 2021, ambas empresas anunciaron el envío del primer cargamento de carbonato mixto de tierras raras a Estonia, lo que supuso la creación de una nueva cadena de suministro de Estados Unidos a Europa. Una nueva cadena de suministro que desemboca en el golfo de Finlandia, donde se sitúa el puerto de Ust-Luga, el segundo más importante de Rusia, una infraestructura estratégica que albergará el terminal Lugaport, un complejo multimodal actualmente en construcción. También en Ust-Luga, China construirá aquella que es descrita como la mayor instalación petroquímica del mundo, el Complejo Químico Báltico, después de en 2019 haber firmado con Rusia un acuerdo por el valor de 13 mil millones de dólares. 

El libre comercio internacional -el continuado, permanente y fluido tránsito de mercancías- fue uno de los fundamentos de la tesis geopolítica del almirante Alfred Thayer Mahan. Una tesis que EE.UU. se empeña en poner en práctica desde finales de la Segunda Guerra Mundial y que convirtió a EE.UU. en la mayor potencia naval del mundo. Las famosas y ni siempre públicas FONOP (Freedom of Navigation Operations) realizadas por la armada estadounidense no tienen fines, exclusivamente, militares; sirven, también, para mantener las líneas marítimas comerciales abiertas. El eje de la tesis de Mahan puede resumirse muy abreviadamente: el comercio es la fuente del poder nacional, pero el comercio estable exige una armada para proteger los puertos y vigilar las líneas de comunicación. Para Mahan, la supremacía naval en el siglo XX sería ejercida por un consorcio transnacional que actuaría en defensa de un sistema multinacional de libre comercio. Es lo que EE.UU. viene haciendo desde que, después de la Segunda Guerra Mundial, sustituyó a Reino Unido como potencia naval mundial.

Siempre cabe la pregunta para que sirve tener el comando absoluto de los mares si el comercio marítimo es ahora un movimiento inercial inestable. Pese a que Mahan no descartase la importancia que las operaciones navales podrían tener en apoyo directo a las fuerzas terrestres, su tesis era clara: cualquier intento de proyectar el poder desde el mar hacia tierra arriesgaba los activos navales que se necesitaban para preservar el control general de los océanos. Es algo que hay que tener en cuenta en la guerra entre Rusia y Ucrania. Una guerra, en apariencia, terrestre y europea. Porque es muy probable que la próxima gran batalla naval no sea como la de Midway, en la alta mar, sino anfibia, en las costas de alguna isla. Como anfibios son también los puertos de Kozmino, Brunsbüttel, Ust-Luga y de la Nueva Ruta de la Seda.

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