El siguiente artículo se plantea como una introducción al debate sobre el protagonismo creciente de la República francesa en la política exterior europea, tanto dentro como fuera de las fronteras de los estados miembros. Pero ¿esto ha sido siempre así? ¿Por qué ahora? ¿Qué hechos nos impulsan a plantear este debate en este momento político internacional?
La postura francesa sobre la integración europea no siempre ha sido favorable a ella. Recordemos, por ejemplo, el periodo gaullista y la Crisis de la Silla Vacía de 1965 como caso concreto. Esta crisis se produjo tras un boicot del gobierno de De Gaulle a la primera Comisión de la CEE, en el contexto de las negociaciones de la PAC. Un capítulo histórico más en la tensión entre estatalidad y supranacionalidad. Sin embargo, los distintos gobiernos franceses desde la presidencia de François Mitterrand, han buscado fortalecer su presencia y su poder político en Europa desde una lógica integracionista con diversos grados de entusiasmo.
La victoria electoral de Emmanuel Macron, tras una apuesta decididamente europea durante la campaña electoral de las presidenciales de 2017, tuvo su punto culmen en el sonado himno Europa, la Oda de la Alegría, delante de la pirámide de cristal del Museo de Louvre, probablemente uno de los museos más conocidos y más visitados de Europa y del mundo. Tal puesta en escena no fue casualidad. En el primer año de presidencia la apuesta del nuevo inquilino del Elíseo fue tratar de revitalizar el eje franco-alemán. Sin embargo, el contexto nacional alemán de auge del nacional-populismo y la prudencia de la Canciller alemana respecto a los acuerdos bilaterales con París, impulsaron al gobierno francés a dejar en segundo plano esta idea y reforzar su presencia en el club europeo a través de relaciones bilaterales con los Estados miembro. Desde entonces, paso a describir brevemente los hechos que hacen plantear este debate.
El ejército europeo
La existencia de la OTAN y la política exterior norteamericana han dificultado durante toda la segunda mitad del siglo XX y parte de los inicios de la década de los 2000, la idea de un ejército europeo, sepultada constantemente. Sin embargo, el cambio de administración en la Casa Blanca y las declaraciones del presidente Trump sobre el papel que los países pertenecientes a la Alianza Atlántica deberían empezar a tomar, impulsó al eje franco-alemán a reavivar con mayor decisión esta idea. Así lo manifestaron Macron y Merkel: “El tiempo en el que Europa ha delegado su seguridad se ha superado” decía la canciller, “Europa necesita un ejército real” espetaba el presidente francés.
Tal impulso se traduce (para algunos simbólicamente), en el nombramiento y elección de la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, ex ministra de Defensa de la República Federal Alemana, que se ha manifestado sobre la cuestión apostando decididamente por su impulso, a falta de ver en que se concreta durante los próximos cinco años. La revitalización de la idea, aunque aún no está en la agenda del Consejo Europeo, tiene como trasfondo la posibilidad de que algún día los europeos se encuentren solos para defender sus intereses.
Para materializar tal escenario (hasta ahora solo contamos con marcos de cooperación militar bilateral o multilateral, como la PESCO) parece inevitable que los intereses estratégicos (¿Cuales son las principales amenazas? ¿El este o el sur?), industriales (¿Pueden competir las industrias armamentísticas europeas con las estadounidenses, rusos y chinos?¿Cómo coordinamos la industria y producción?), presupuestarios (¿Cuánto gastamos teniendo en cuenta que muchos países no llegan al 2% del PIB en gasto militar?) y políticos (¿ejercito de Europa o ejército de europeos?¿Más Europa?¿Y los euroescépticos qué?) de los países miembros coincidan mínimamente con la perspectiva francesa.
Liderazgo (sin éxito) trasatlántico
El gobierno de Macron ha tratado de detener la escalada de tensión entre el país americano e Irán tras la reunión del G7, aunque hasta ahora solo ha habido fracaso tras fracaso. Pese a todo Macron pareció obtener el lado más constructivo del presidente Trump en un contexto de altas tensiones en Oriente Medio y en el Pacífico. Más allá de los conocidos y simbólicos apretones de mano entre los dos mandatarios, lo cierto es que el gobierno francés ha decido apostar por tratar de igual a igual a la todavía primera potencia mundial. El desacuerdo en materia climática es palpable como así lo reconoce la propia diplomacia francesa, a la vez que asumen que esto no parece suponer un riesgo para las relaciones bilaterales franco-estadounidenses. “No hay planeta B” señalaba el mandatario francés ante la retirada de EEUU de los Acuerdos de París. Pero por otro lado, desde principios de septiembre, EEUU y Francia lideran un acuerdo multilateral en el marco de la OCDE para la imposición de tasas a los gigantes tecnológicos o mejor conocida como Tasa Google a pesar del rechazo inicial de EEUU e incluso la amenaza de represalias económicas en julio de este mismo año contra el país galo.
Bilateralismo europeo para el refuerzo del multilateralismo
Dentro de la Unión Europea, Macron ha buscado aliados cercanos para su proyecto europeo al mismo tiempo que intentaba apaciguar y calmar las relaciones con los países del eje de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia).
En el lado de las amistades cómodas, Macron ha encontrado en Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español y en Antonio Costa, primer ministro de Portugal, dos fuertes aliados respecto a los asuntos europeos. Con los países ibéricos podemos destacar el acuerdo en materia de política económica y fiscal con respecto a los países de la Liga Hansetica (estos son los países del centro y norte de Europa reticentes a una política fiscal más integrada y a una política económica expansionista) con ello ha buscado el apoyo de los países del sur de Europa más afectados por las políticas “austericidas” lideradas en el Consejo Europeo por Alemania y Países Bajos, por ello también ha procurado mantener una relación de cercanía con el nuevo primer ministro griego Kyriakos Mitsotakis, a pesar de pertenecer a los conservadores de Nueva Democracia. Por supuesto, cuidar el eje franco-alemán aunque tomando sus riendas y siendo políticamente más modesto que en su apuesta por aglutinar a los países del mediterráneos.
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En el lado de las amistades incómodas, y en coherencia con su propuesta de política económica, fiscal y monetaria para UE, tras la caída del gobierno de La Lega y el M5S en Italia, los gobiernos de ambas naciones han decidido “reconciliarse” y limar asperezas creadas por la gestión de la inmigración irregular por los países centroeuropeos y los por los presupuestos presentados que superan ampliamente la regla de gasto establecida por Bruselas. Al igual que con Viktor Orban, admitiendo fuertes desencuentros, pero también puntos de encuentro, en la última visita del presidente húngaro al Palacio del Elíseo en París.
Juego de tronos en las instituciones europeas
Tras unas elecciones europeas en 2019 que mostraron un cambio en la correlación de fuerzas parlamentarias, y de nuevo, la tensión entre el integracionismo y el estatalismo. Macron jugó inteligentemente sus cartas para nombrar a unos altos cargos muy afines a Francia, incluyendo el nombramiento de Von Der Leyen. Para empezar, se puso fin al proceso de Spitzenkandidaten con la propuesta del Consejo Europeo de una candidata a la presidencia de la Comisión Europea distinta a los candidatos principales de los grupos parlamentarios europeos, tal y como era la pretensión francesa. En segundo lugar, los intereses de París respecto a la alta burocracia europea se basaron principalmente en tres elementos: la nacionalidad, la lengua y la afinidad ideológica.
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Como resultado, el nombramiento de Christine Lagarde para la presidencia del Banco Central Europeo, el exprimer ministro belga y liberal, Charles Michel como presidente del Consejo Europeo, y la ya citada Von Der Leyen como presidenta de la Comisión. Estos exitos no parecen haberse visto menoscabados por el rechazo del Parlamento europeo a Sylvia Goulard, candidata a comisaria de Mercado interno y ministra de los Ejércitos de la República francesa. Brevemente, estos nombramientos pueden suponer un sintonía geopolítica entre Francia y la COmisión, así como un política económica y monetaria más cercanas a las tesis francesas.
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¿En busca de una Entente Continental con Rusia?
El acercamiento de posturas entre el Kremlin y el Eliseo se constató con la reunión entre Putin y Macron cinco días antes de la reunión del G7 de este mismo año. En él se abordó la cuestión ucraniana con el objetivo de buscar una solución al conflicto y reducir las tensiones en la región y apaciguar el conflicto militar en la frontera ruso-ucraniana. Después de la expulsión de Rusia del G8 por la anexión de la península de Crimea en 2014 y la imposición de sanciones por parte de la Unión Europea, el líder europeo se desmarca de esta política con Rusia y plantea el acercamiento de los 28 a Rusia. EN la mesa de aquella reunión Macron declaró su apuesta por recuperar la confianza mutua después de los conflictos de la última década. Aunque, al igual que con Trump existen diferencias entre los intereses de ambos países, por ejemplo, respecto a la marcha del conflicto en Siria.
Conclusiones
En estos párrafos hemos podido observar una política exterior francesa orientada a expandirse por todo el mapa occidental en términos de influencia, ser un interlocutor válido para Europa en el exterior por delante de la Comisión y del presidente del Consejo, así como un faro ideológico y político dentro de las fronteras de los 28. Sin embargo, durante estos dos años también se han podido observar aciertos y fracasos, más allá de la intencionalidad. El ejército europeo, siendo una apuesta decidida del ejecutivo francés, teniendo cobijo en la nueva Comisión Europea y como horizonte general en el Consejo, está aún lejos de materializarse más allá de la cooperación entre unos pocos países debido a las diferencias entre industrias, intereses estratégicos y políticos.
El fracaso como mediador e interlocutor transatlántico ha dejado en segundo plano los casi nulos momentos de tregua conseguidos por el presidente francés entre Irán y EEUU. Su mayor éxito sin duda y por ahora, ha sido la política europea. Ha sabido acercar a los aliados ideológicos como España, Portugal y Alemania, pero también encontrar puntos de encuentro para no excluir a sus oponentes políticos, como los países del Eje de Visegrado. EL éxito se acrecienta en los nombramientos de altos cargos europeos más afines en términos de política económica y geopolítica, tras las elecciones europeas. Por último, recientemente, desmarcándose de la política exterior europea, ha decidido emprender un acercamiento con Rusia y re-tender puentes estratégicos en Europa occidental y Europa oriental.
La pregunta final y que dejaré para reflexión del lector es: ¿Es europeísmo o realpolitik liberal? En definitiva, Francia como gran potencia regional e internacional y faro del multilateralismo cada día más en decadencia. Sin embargo, esta luz de esperanza para el multilateralismo liberal no puede verse con las gafas del idealismo, pues no podemos descartar que estemos ante la cara amable de la realpolitik francesa. Una realpolitik liberal.
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