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10 años de la caza de Osama bin Laden (I): Los inicios.

Escrito por José Ignacio Contreras.

Introducción

La madrugada del 2 de mayo de 2011, un grupo de helicópteros desplegaba comandos pertenecientes a los Navy SEAL (la élite de las fuerzas especiales estadounidenses) en una finca a las afueras de Abbottabad, al noroeste de Pakistán. El objetivo de aquellos comandos consistía en entrar en el edificio principal de la finca, y, una vez dentro, localizar y acabar con el enemigo público número 1 de Occidente: el líder yihadista saudí, Osama bin Laden, fundador de la organización terrorista Al-Qaeda. Después de perder un helicóptero en el patio de la finca por un accidente, el comando logró introducirse en el edificio, donde finalmente lograron abatir al hombre más buscado en los últimos 15 años. Se ponía fin así a la vida de uno de los mayores adversarios de Estados Unidos, adalid del yihadismo internacional. Su yihad acababa muy cerca de donde había comenzado, más de 30 años atrás. Casi diez años después de su muerte, ¿qué ha cambiado?

Osama Bin Laden. Vía Wikimedia Commons

El camino hasta ser el más buscado

Osama bin Mohammed bin Awad bin Laden nació en Riad, capital del Reino de Arabia Saudí, el 10 de marzo de 1957. Su familia es una de las más adineradas y mejor posicionadas de Arabia Saudí. Su padre, Mohammed bin Laden, de origen yemení, había emigrado al reino wahabbita y había amasado una importante fortuna con la construcción, gracias a sus estrecha relación con la familia real saudí. Osama fue su decimoséptimo hijo, fruto de su undécimo matrimonio. Mohammed murió en un accidente aéreo en 1967, cuando Osama contaba con solo diez años.

La pertenencia a una familia tan bien posicionada sería muy útil para Osama en el futuro, permitiéndole tejer una vasta red de conexiones y contactos que le sería de gran ayuda en su futura actividad yihadista.

La rigurosa interpretación del islam que se practica en Arabia Saudí (una monarquía teocrática), así como su educación, contribuyeron al radicalismo religioso de Bin Laden. Pese a que varios miembros de su familia demostraron en varias ocasiones el gusto por el estilo de vida y la cultura occidentales, Osama fue, desde sus inicios, profundamente religioso. Pronto rechazó cualquier atisbo de influencia occidental, desde escuchar música a ver películas.

Bin Laden abrazó el salafismo, movimiento islámico radical de carácter ultraconservador, que defiende la interpretación literalista y tradicionalista de la religión musulmana. El salafismo preconiza la vuelta a las tradiciones del salaf, es decir, de las tres primeras generaciones de musulmanes (Mahoma, sus sucesores y los sucesores de sus sucesores), a las que considera como las verdaderamente puras, rechazando cualquier “contaminación” de la religión. Esta corriente religiosa rechaza otras corrientes del islam u otras culturas musulmanas, tachándolas de “no-islámicas”, al considerar que se han “desviado” de las prácticas del Profeta, y, al igual que el wahhabismo de Arabia Saudí, solo aceptan la aplicación estricta de la sharia o ley islámica, y la severidad en la interpretación del islam

Durante un tiempo, trabajó para la empresa familiar de construcción, hasta que, finalmente, se decidió por emprender la yihad islámica. El contexto en el mundo islámico había favorecido a una todavía mayor radicalización: las humillantes derrotas de los países árabes ante Israel en las guerras de 1967 y 1973 habían sido interpretadas por ciertos círculos religiosos como un castigo divino contra las naciones árabes por dar la espalda a los principios islámicos para abrazar el socialismo árabe. La animadversión hacia Israel desembocó también en el odio hacia los Estados Unidos, principal patrocinador del Estado hebreo. Bin Laden creía que una conspiración sionista mundial no buscaba otra cosa sino la destrucción del islam: “Los líderes en América y otros países han caído víctimas del chantaje sionista. Han dirigido a su gente contra el islam y los musulmanes”, decía, años más tarde, en una entrevista.

Los comienzos de su yihad

1979 fue un año convulso para el mundo islámico, y, definitivamente, el año decisivo para la futura actividad yihadista de Osama Bin Laden. En febrero de aquel año el mundo presenció como un grupo religioso organizado podía alcanzar el poder: tras meses de multitudinarias protestas que acabaron con la caída de la monarquía del Sha, el Ayatolá Ruhollah Jomeini ascendía al poder en Irán.

Por si fuera poco, en noviembre, cientos de yihadistas del Grupo Salafista para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio (GSPVPV) asaltaron la Gran Mezquita de La Meca, capturándola y tomando 130 rehenes. El asedio se prolongó durante dos semanas, finalizando con el asalto de fuerzas saudíes y francesas, que se saldó con más de 200 muertos. Entre los implicados en el complot (si bien más tarde salió indemne) se encontraba un hermano de Osama, Mahrous, acusado de facilitar camiones de la empresa familiar para introducir las armas con las que se realizó el asalto.

Muyahidines en Afganistán. Vía Wikimedia Commons

En diciembre, tropas soviéticas cruzaban la frontera con Afganistán para intervenir contra la insurgencia muyahidín. El gobierno socialista afgano había llegado al poder en 1978, durante la Revolución Saur, y había instaurado una serie de medidas que enfurecieron a los líderes tribales y religiosos afganos: derechos para la mujer, prohibición de la usura, etc. El vecino gobierno pakistaní, en cooperación con su aliado estadounidense, había comenzado en mayo de ese año a brindar suministros a los rebeldes afganos, suministros que se doblaron una vez los soviéticos se hubiesen desplegado por completo en el país.

Miles de jóvenes venidos de varios países se unieron a la insurgencia muyahidín, encontrándose Bin Laden entre ellos. Animado por un profesor de su Universidad, Abdulá Azzam, el joven Osama Bin Laden se estableció en la ciudad de Pesawhar, en Pakistán,a 15 kilómetros de la frontera con Afganistán. Desde allí, Bin Laden utilizó su fortuna personal para reclutar, financiar, adiestrar, armar, transportar y acoger a voluntarios extranjeros en la guerra contra los soviéticos. Su organización, Maktab al-Khidamat (MAK), fundada junto a Azzam, se convertiría en el germen de la futura Al Qaeda.

Si bien Bin-Laden poseía una fortuna significativa gracias a su familia de origen, su organización recibió multitud de donaciones desde varios países. Al mismo tiempo, Estados Unidos aprovisionaba con fondos y armamento a los muyahidines, mientras que Pakistán les proveía de adiestramiento. Pese al enemigo soviético común, las alegaciones de su financiación por parte de la CIA son hoy todavía un motivo de debate, siendo negadas por los servicios de inteligencia estadounidense y pakistaní, y por el propio Bin Laden. Según el decano de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, Steve Coll, para quien sí trabajó Bin Laden fue para los servicios de inteligencia saudíes, sirviendo de enlace entre ellos y los líderes muyahidines afganos.

Por aquella época, decidió establecer sus propios campos en Afganistán, entrando en combate personalmente, y conoció al que se convertiría en su segundo y principal aliado, el egipcio Ayman al-Zawahiri. Al mismo tiempo, comenzaba a distanciarse de Azzam, debido a sus diferencias en la concepción de la yihad. Mientras que Azzam creía que la yihad se debía librar cuando el enemigo atacase países musulmanes, así como para buscar la reconquista de antiguos territorios islámicos, Bin Laden y Zawahiri apostaron por extender la yihad y utilizarla contra los Estados Unidos y sus aliados en los “regímenes apóstatas en los países musulmanes”. En agosto de 1988, Bin Laden fundó Al Qaeda (“La Base”), cuya finalidad era llevar la yihad allá donde considerasen necesario. Tras el misterioso asesinato con coche bomba de Azzam, la nueva organización absorbió el MAK, por lo que Bin Laden se hizo con el control absoluto de todo el entramado construido durante una década. Tras la retirada soviética de Afganistán, Bin Laden retornó a su país natal, donde volvió a trabajar para la empresa familiar.

Osama Bin Laden y Al-Zawahiri. Vía Wikimedia Commons

Surge Al-Qaeda

Bin Laden y Zawahiri dividieron a sus enemigos en dos: por un lado, estaría el “enemigo cercano”, representado en aquellos gobiernos de países musulmanes a los que consideraban como “apóstatas”; por otra parte, el enemigo “lejano”, cuyo máximo exponente serían los Estados Unidos. No obstante, Bin Laden se dio cuenta de que su estrategia de derribar directamente los llamados “regímenes apóstatas” podría causar división en el mundo islámico, por lo que decidió, en aras de catalizar la lucha yihadista, situar como principal objetivo a los Estados Unidos, al que ya veía de antes como un enemigo.

La intervención estadounidense en la Guerra del Golfo de 1991 supuso un punto de inflexión. La invasión iraquí del emirato de Kuwait supuso una amenaza para el rey Fahd de Arabia Saudí, rival de Saddam Hussein por la primacía en la región. Con tropas iraquíes en la frontera, el soberano autorizó el despliegue de tropas estadounidenses en su país, lo que enfureció enormemente a Bin Laden, que no podía aceptar la presencia de soldados “infieles” cerca de los santos lugares de La Meca y Medina. Incluso llegó a reunirse con el ministro de Defensa saudí, el príncipe Sultan bin Abdelaziz bin Saud, ofreciéndole su experiencia y sus hombres, curtidos en la guerra de Afganistán, para defender Arabia Saudí de Saddam en lugar de los soldados estadounidenses. Según asistentes a la reunión, pese a la determinación de Bin Laden, el príncipe no se dejó seducir:

-No hay cuevas en Kuwait. No podéis enfrentaros a ellos desde las cuevas y las montañas. ¿Qué haréis cuando os golpee con misiles con armas químicas y biológicas?

+Lucharemos contra él con la fe.

El gobierno saudí rechazó la propuesta de Bin Laden, lo que enfureció al líder de Al Qaeda. Sus continuas críticas a la monarquía saudí provocaron su expulsión del país en 1992, y sus cuentas, congeladas. Tras un breve retorno a Afganistán, estableció su base en Sudán, apadrinado por el clérigo Hassan al-Turabi. Seguido por multitud de sus seguidores, realizó inversiones en obras e infraestructuras y se embarcó en varios negocios. En 1994, tras presiones de países como Yemen, Argelia y Egipto (debido a la financiación de Bin Laden de insurrecciones en sus respectivos territorios), el rey Fahd le retiró la ciudadanía saudí, al tiempo que su hermano Bakr le repudiaba y cortaba el estipendio de siete millones de dólares anuales que percibía, tras años de vanos intentos para convencerle de que abandonase la Yihad y retornase a casa.

Bbin Laden durante una entrevista a finales de los 90. Vía Wikimedia Commons

El inicio de su actividad terrorista

La anterior presencia de tropas estadounidenses en Arabia Saudí, y el despliegue de más militares norteamericanos en Somalia en 1992 (operación autorizada por la ONU) que contaba con dos objetivos: por una parte, desarmar a los señores de la guerra locales, por otra, repartir alimentos para paliar la fuerte hambruna que azotaba el país. El operativo hizo que Bin Laden decidiese no solo luchar contra los “infieles” en territorios musulmanes, sino que además llevaría la guerra a territorio estadounidense. Con esta nueva estrategia, atacaría sus intereses para forzar su retirada de los países islámicos. Según su estrategia, al privarles de apoyo estadounidense, los “regímenes apóstatas” caerían como fichas de dominó. Producto de esa estrategia, Al-Qaeda lanzó, a lo largo de la década, una serie de ataques y atentados contra intereses y personal estadounidense. El primer atentado oficial de Al-Qaeda fue en diciembre de 1992, una bomba en un hotel de Adén, Yemen, que resultó en dos muertos. Un año después, un pakistaní que no pertenecía a la organización (pero que había recibido entrenamiento en campos de Al-Qaeda) colocaba un camión bomba en el párking del World Trade Center, en Nueva York, causando 6 muertos y casi 1500 heridos.

En 1996, Estados Unidos crea la llamada “Unidad Bin Laden”, encaminada a buscar y atrapar al saudí. Ese mismo año, el gobierno de Sudán fuerza la marcha del país del yihadista, tras recibir múltiples presiones de varios países. Sin embargo, Bin Laden, que retornó a Afganistán, fue un paso más en su campaña contra los Estados Unidos, al publicar la fatua “Declaración de Yihad contra los americanos que están ocupando la Tierra de las Dos Mezquitas”, toda una declaración de guerra contra su enemigo mortal.

Su declaración de guerra tuvo su primera gran consecuencia en agosto de 1998, cuando dos brutales atentados simultáneos contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania dejaban un trágico saldo de 224 muertos. Seis meses antes, Bin Laden y Al-Zawahiri habían declarado que “matar estadounidenses y sus aliados es un deber individual de cada musulmán”. 13 días después de los atentados, el presidente Clinton respondió ordenando el lanzamiento de misiles sobre los campos de entrenamiento yihadistas de Al Qaeda en Afganistán y sobre una planta farmacéutica en Sudán.

Tras ser frustrado un triple atentado simultáneo en Jordania, la India y EEUU con la llegada del nuevo milenio, Al Qaeda vuelve a golpear a su enemigo estadounidense en enero del año 2000, cuando una lancha suicida ataca el destructor USS Cole, matando a 17 marineros.

11 de septiembre y huida

No obstante, lo peor estaría por venir. En la mañana del 11 de septiembre de 2001, cuatro aviones que despegaban de los aeropuertos de Boston, Washington y Newark fueron secuestrados por 19 terroristas suicidas, con la finalidad de impactar contra varios objetivos en el noroeste de Estados Unidos. Dos de ellos, los vuelos American 11 y United 175, se estrellaron contra las torres del World Trade Center, en el corazón de Nueva York.

Impacto del segundo avión contra el World Trade Center. Vía Wikimedia Commons.

El tercero, el vuelo American 77, impactó contra el Pentágono. Por último, el vuelo United 93, destinado a estrellarse, según se cree, contra el Capitolio o la Casa Blanca, acabó cayendo sobre un campo en Pennsylvania después de que los pasajeros intentaran resistirse contra los terroristas. El trágico balance de estos brutales atentados fue de casi 3.000 muertos. Algunos de los terroristas, (15 de los cuales poseían nacionalidad saudí), se habían entrenado en escuelas de vuelo en Estados Unidos. Algunos habían obtenido pasaportes saudíes gracias a funcionarios corruptos saudíes. La Comisión que investigó los atentados determinó que, detrás de la financiación de Al Qaeda se encontraban ricos donantes de países del Golfo, especialmente saudíes, así como clérigos radicales que desviaban donaciones a la caridad para la organización terrorista. La Comisión también dejaba caer que era probable que organizaciones caritativas con patrocinio del gobierno saudí pudiesen haber financiado al grupo yihadista.

Inicialmente, Bin Laden negó cualquier implicación en los ataques. No obstante, la respuesta de Estados Unidos no se hizo esperar, y el presidente Bush lanzó la llamada Guerra contra el Terror. Apenas un mes después, en cooperación con el Reino Unido y otros países, Estados Unidos invade Afganistán, con el fin de capturar al terrorista y liberar al país del gobierno talibán. Sin embargo, Bin Laden logra escapar a las zonas tribales de Pakistán, cambiando constantemente de escondite hasta establecerse definitivamente en Abbottabad, a 120 kilómetros de la capital, Islamabad. Todavía quedarían largos años hasta que, finalmente, pudieran dar con él.

Un bombero en las ruinas del World Trade Center. Vía Wikimedia Commons

-Bibliografía

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-Descifrando la Guerra (2017) Wahabismo, Yihad y Petro-Islam. Recuperado del siguiente enlace.

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