La alianza de grupos armados de República Centroafricana conocida como la “Coalición de Patriotas por el Cambio” (CPC) atraviesa una gran crisis. La ofensiva de las fuerzas progubernamentales, iniciada en el mes de febrero, ha reducido enormemente la presencia rebelde en el oeste del país y sus avances, aunque ahora sean más lentos, continúan en el este y el norte del territorio nacional.
Lo cierto es que el desgaste militar está afectando gravemente, más allá de la pérdida del control territorial, a algunos de los grupos armados que conforman la alianza. El caso más destacado en este sentido es el del grupo “Retorno, Recuperación, Rehabilitación” (3R) que recientemente anuncio la muerte de su líder, Sidiki Abbas, debido a las heridas sufridas durante los enfrentamientos con el ejército centroafricano en la localidad de Bossembele.
Esta presión militar está provocando que surjan importantes grietas en los frágiles lazos que unían a estos grupos armados. La prueba más clara y contundente de esto ha sido el reciente comunicado publicado por la “Unión por la Paz en Centroáfrica” (UPC), uno de los mayores grupos armados de República Centroafricana, en el cual el grupo anuncia su intención de abandonar la CPC y su apoyo al proceso de paz de Khartoum de 2019.
Esta creciente debilidad de la CPC probablemente continúe agravándose gracias a los recientes avances de las fuerzas pro-gubernamentales que en los últimos días han capturado localidades como Niem-Yelewa, uno de los bastiones de 3R ubicado cerca de la frontera con Camerún, o Kaga-Bandoro donde el gobierno asegura haber combatido contra mercenarios chadianos.
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