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Insurgencia y contrainsurgencia en Chechenia

Un hombre ondea una bandera separatista chechena en Grozni, la capital de la región, en 1995. | Sergei Shakhijanian / EPA

Emplazado en el Cáucaso, Chechenia es un ejemplo más del carácter claramente heterogéneo que caracteriza a la población que vive dentro de Rusia. Un Estado compuesto por más de 190 nacionalidades reconocidas y donde cerca de un 23% de la población posee una cultura distinta de la rusa. De este modo, atendiendo a la composición étnica de la República Chechena, con una población de aproximadamente 1,4 millones, el 94’7% de la población es de origen checheno[1].

Lo anterior, por un lado, sitúa a los chechenos como el quinto grupo étnico más grande de Rusia y, por otro, refleja un claro contraste en contraposición a la generalidad rusa. Mientras la población rusa es mayoritaria a nivel estatal, en Chechenia apenas supone un 2% del total de la población que habita esa zona. Asimismo, no sólo existe un claro contraste cultural, sino religioso en cuanto que la gran mayoría de chechenos profesan la fe islámica y la misma es pilar fundamental en la construcción de la identidad chechena. Elemento de fundamental importancia considerando el papel que la propia religión juega dentro de la estructura y organización social chechena, influenciando y determinando sus modos de vida.

En este sentido, esta mencionada diferencia cultural y la pervivencia de códigos culturales propios de una organización social estructurada en clave patriarcal[2] fueron base del éxito inicial de la insurgencia chechena, así como también en ellos se haya la respuesta a su derrota una vez el Estado ruso comprendió el papel que la diferencia cultural jugaba en la articulación de la insurgencia.

Mapa de lenguas del Caúcaso | Jake Coolidge / GeoCurrents

La fuerza de unos códigos culturales propios

El abismo entre Rusia y Chechenia en términos culturales implicó la existencia de unos códigos socioculturales que provocaban una asimetría entre insurgente y contrainsurgente que favorecían a los primeros. Unas diferencias que devinieron en una suerte de correas de transmisión informales entre la insurgencia y la sociedad chechena, permitiendo a aquella movilizar y obtener apoyo de esta.

En este sentido, en Chechenia junto cuestiones de carácter ideológico, político y económico, el uso de esta asimetría cultural, dada la ausencia de una estructura estatal centralizada en la región, permitió a los insurgentes socavar la capacidad de actuación del Estado ruso durante el periodo en el que las fuerzas prorrusas fueron asociadas con fuerzas invasoras y extranjeras.

Profundizando en ello, si se atiende al reclutamiento entre la población por parte de la insurgencia chechena, este encuentra gran parte de su éxito en el código cultural denominado como la venganza de sangre, el cual se articula sobre la importancia atribuida al honor familiar y su defensa dentro de la cultura chechena.

De tal modo, la venganza de sangre se manifiesta como una herramienta fundamental para promover la movilización de la sociedad allí donde existe tal tipo de asimetría cultural. Un fenómeno, de una parte, que no es específico de las Guerras Chechenas, sino que generalmente es una de las principales causas de violencia en las sociedades con una estructura tribal donde se produce este tipo de conflicto. De otra parte, a diferencia de la mera venganza, la venganza de sangre alude a un acto individual de venganza contra quien ha realizado una ofensa -sea su autor individual o colectivo- sobre un miembro familiar.

Además, la venganza de sangre debe ser tanto recíproca, como selectiva y equivalente en la medida que se lleva a cabo contra quien ha ofendido y buscando causar un daño similar al ocasionado. En Chechenia, este fenómeno entroncó con la rivalidad entre clanes y núcleos familiares de carácter tribal, produciendo una espiral de represalias violentas entre los clanes afectados e implicando a un cada vez mayor número de familias. Una situación producto de la forma de respuesta violenta dada que en ambas cuestiones enlazaron directamente con la defensa del honor familiar e individual y donde el segundo era dependiente del primero.

Por otro lado, en la medida que del éxito de la venganza de sangre depende el honor individual y familiar, las tradiciones sociales funcionan como aliciente en el logro de la misma, siendo el fracaso respondido con una pérdida de la reputación familiar en su conjunto e incluso la expulsión de la familia de dentro la comunidad tribal en la que habitan. De esta manera, ninguna ofensa puede quedar sin respuesta.

Este escenario delineado, en un contexto de enfrentamiento militar con fuerzas consideradas como invasoras y extranjeras, permitió a los insurgentes chechenos movilizar a amplios sectores de la población chechena que buscaban vengarse de las tropas rusas por haber deshonrado o asesinado a un familiar sin realmente tener la insurgencia que plantear un mecanismo de reclutamiento estructurado y coordinado. Dada la caracterización del Estado ruso como invasor y ante la ausencia de una autoridad central chechena que asegurase la supervivencia y satisficiese las necesidades de la población local, la mencionada venganza de sangre se presentó el medio más eficaz para mantener el honor y resolver ciertas disputas familiares.

En cuanto al papel jugado por los clanes y la identidad de pertenencia aparejada a ellos, estos siguen una compleja estructura de subdivisiones de tal manera que desde el clan hasta la forma de organización más básica, la familia nuclear, existe una vasta red de formas de organización familiares. Sin embargo, es a partir de estos clanes desde donde queda establecido una suerte de derecho consuetudinario el cual, articulado sobre el papel del hombre, rige las relaciones entre los diferentes individuos y familias dentro de la comunidad chechena.

Chechenia, celebración del 3er aniversario de la independencia de la República de Chechenia | Ilya Pitalev / RIA Novosti

Por otro lado, una acción destinada a recuperar el honor de una familia que exija del derramamiento de sangre puede derivar en una nueva ofensa por parte de la familia objeto de esta acción. La situación puede desembocar en un círculo vicioso de violencia que perdure durante generaciones debido a que en la cultura chechena la ofensa familiar no expira hasta que el honor es restaurado.

De igual modo, junto al papel activo que la venganza de sangre desempeñó en la movilización de la población chechena, los llamados código de silencio y de hospitalidad deben igualmente ser considerados a la hora de analizar el éxito de la insurgencia chechena durante la primera contienda y su derrota tras el uso de fuerzas locales por parte de Moscú a partir de 2005. Los dos mencionados no debido a su capacidad para movilizar combatientes, sino dado su papel coadyuvador en la creación de estructuras de apoyo a la insurgencia chechena.

Atendiendo al primero, el código de silencio, vinculado también profundamente al concepto de honor, significa un rechazo absoluto por parte de la población chechena a la colaboración con las autoridades rusas, así como a tratar con extraños, en tanto que los chechenos tradicionalmente han evitado en todo momento de inmiscuir a extraños en aquello que es considerado como asuntos privados. Ello, reflejo de la historia chechena y su rechazo hacia cualquiera ajeno a la propia comunidad tribal en la medida que su presencia ha sido asociada con la humillación histórica y desprecio cultural al que los chechenos se han visto históricamente sometidos por parte de fuerzas extranjeras.

Por último, con respecto a los códigos de hospitalidad, del huésped se espera incluso que ofrezca hasta a su enemigo seguridad, refugio y protección frente a amenazas externas, así como todo aquello que necesite. En unión con el código de silencio, el código de hospitalidad aseguró inicialmente que todo aquel que ofreciera refugio a insurgentes chechenos no fuera delatado ante las fuerzas rusas.

De igual manera que la sociedad chechena otorga mayor importancia a este código que al de venganza, así fue también para los insurgentes en cuanto a beneficios obtenidos de los tres códigos mencionados. Ante la ausencia de apoyo externo, el apoyo local fue un factor decisivo no sólo en el éxito de la actividad armada chechena, sino en su simple continuación dado los recursos obtenidos gracias al apoyo social checheno.

Así las cosas, los elementos a considerar dentro de la comunidad chechena que coadyuvaron a una movilización masiva y ofrecieron soporte a la insurgencia durante el conflicto fueron la identidad tribal, el concepto de honor y los códigos culturales propios, destacando particularmente la venganza de sangre, el código de silencio y el código de hospitalidad.

Al fin y al cabo, a diferencia de aquellos conflictos de motivación ideológica, la asimetría de valores, dado el papel de la cultura en la sociedad y su profundo arraigo en la misma, posee un carácter estático que difícilmente puede ser modificada por cambios inmediatos. He aquí por tanto la importancia capital de estos elementos en un escenario de conflicto asimétrico.

Las claves del éxito de la insurgencia chechena

Como se ha ido señalando, la pervivencia de las tradiciones tribales mencionadas en el anterior apartado y que hasta muy recientemente se han mantenido intactas fueron el principal resorte utilizado por los insurgentes chechenos para lograr derrotar a las fuerzas armadas rusas durante la primera guerra del conflicto e infringirles grandes daños durante buena parte de la segunda contienda.

En la medida que Rusia y la estrategia militar adoptada derivó en el asesinato de centenares de chechenos por parte de sus fuerzas armadas, la búsqueda de venganza se estableció como un catalizador para encuadrar de forma efectiva a sectores sociales chechenos dentro de la insurgencia.

De esta forma, debe entenderse, como se mencionaba al inicio, que la venganza de sangre ha perdurado especialmente en las sociedades que carecían de una autoridad política centralizada, es decir, de una estructura estatal -en cualquiera de sus concreciones- que sirva como control social y procure cierto equilibrio entre los individuos. Bajo estas condiciones, los insurgentes dispusieron de un mecanismo espontáneo de movilización en masa que, sumado a los códigos de hospitalidad y de silencio, proveyó a la insurgencia de recursos vitales a la hora de hacer frente a las fuerzas rusas.

Asimismo, pese a que la venganza de sangre exige que esta sea selectiva, de forma que sea llevada a cabo directamente contra quién realizó la ofensa o sus familiares, la imposibilidad de identificar a soldados rusos cambió esta situación. Las fuerzas armadas rusas en su conjunto se convirtieron en objetivos de los chechenos de manera que las fuerzas armadas rusas en su conjunto fueron vistas como potenciales objetivos.

De tal modo, la venganza de sangre devino en un mecanismo de movilización efectivo, indistintamente de la postura política individual, contra las fuerzas rusas ante el excesivo uso de violencia por parte de estas y que, dado el escenario de conflicto, desbordaba el propio ámbito familiar, combinándose con motivaciones políticas relativas a la independencia de Chechenia. Con ello, incluso quienes se mostraban recelosos del objetivo político de la insurgencia chechena podían ser objeto de la venganza de sangre al asumirse que apoyaban a las fuerzas rusas y sus actuaciones.

Por otro lado, el código de silencio favoreció indirectamente a la insurgencia chechena hasta el despliegue de fuerzas locales por parte de Rusia en tanto que la población local rechazaba cualquier forma de colaboración con las autoridades rusas. Ante esta situación, las fuentes de inteligencia rusas se vieron incapaces de reunir información sobre el paradero y actividad de los insurgentes, obstaculizando notablemente la actividad militar de las fuerzas contrainsurgentes y obligando al empleo de violencia indiscriminada contra la población civil.

Un soldado ruso inspeccionando cuerpos de civiles en una fosa común en Chechenia en 1995 | Alexander Nemenov / AFP

En su conjunto, no sólo el uso indiscriminado de la violencia benefició a las fuerzas insurgente por lo ya comentado, sino que también el código de silencio dotó a las anteriores de la posibilidad de moverse libremente por el territorio y realizar acciones de hostigamiento contra las fuerzas rusas sin que fuesen descubiertos y reconocidos sus participantes.

Finalmente, el último código cultural desde el que se explica en gran medida el éxito de la insurgencia chechena hasta el empleo de fuerzas paramilitares por parte de Rusia es el denominado como código de hospitalidad. Tal era la importancia de este código para los chechenos que este había sido priorizado sobre la propia venganza. Por tanto, en orden de jerarquía, antes que la venganza de sangre estaba el código de hospitalidad y así debía ser respetado.

Los beneficios obtenidos de este últimos permitieron a los insurgentes encontrar firmes fuentes de apoyo entre la población chechena en forma tanto de refugio como apoyo logístico, incluyendo hasta información sobre las tropas rusas y sus movimientos. Así pues, no sólo las tropas rusas desconocían los movimientos de los insurgentes chechenos, sino que, además, las fuerzas insurgentes, en cambio, controlaban de forma bastante precisa las actividades realizadas por las fuerzas contrainsurgentes.

Sin embargo, debe señalarse que en modo alguno los códigos culturales chechenos fueron el único catalizador usado por la insurgencia chechena a la hora de ganarse el apoyo de la población y reunir fuerzas. Más bien, los códigos culturales funcionaron esencialmente como forma primeriza de incorporación a la insurgencia, para, posteriormente, los individuos asumir los ideales propios de la insurgencia, pasando los códigos culturales a un segundo plano y disolverse entre los principios ideológico-políticos sobre los que la insurgencia se articulaba.

Esta situación, aplicable a ambas contiendas militares, hace ver los códigos culturales como factores iniciales de socialización dentro de la insurgencia, pero incapaces por sí solos de fidelizar a aquellas bases sociales que únicamente veían en la insurgencia un medio a través de cual restaurar el honor familiar.

Ahora bien, a pesar de que la tarea de adoctrinamiento y fidelización recaía sobre la propia insurgencia, esta fue desdeñada ante el constante flujo de militante movilizados por los códigos culturales descritos. Únicamente aquellas organizaciones adscritas a la vertiente islámica que prosperó durante la II Guerra Chechena se plantearon realmente cohesionar y estructurar los procesos de reclutamiento y fidelización entre la población chechena. En este sentido, el uso del islam como catalizador se presentó como un mecanismo alternativo para cohesionar la insurgencia.

No obstante, la entrada de las organizaciones fundamentalistas con objetivos diferentes de aquellas que podrían ser catalogadas por sus objetivos como nacionalistas desembocó en una creciente desconfianza recíproca entre ambos sectores dentro de la insurgencia. En cualquier caso, como en el apartado correspondiente se verá, este desprecio inicial por la consolidación de mecanismos de reclutamientos formales, así como la incapacidad del sector fundamentalista de conectar formalmente con la sociedad chechena se evidenciaron como un gran problema una vez Rusia comenzó a desplegar fuerzas paramilitares rusas sobre el terreno a partir de 2005.

Contrainsurgencia rusa y uso de fuerzas locales

La chechenización del conflicto en cuanto estrategia planteadas por Moscú a partir de 2005 significó un punto de inflexión en el desarrollo del mismo. Desembocando en una guerra civil entre la población chechena, las fuerzas rusas desplegadas sobre el terreno fueron sustituidas mayoritariamente por fuerzas paramilitares de origen checheno. De tal modo, las autoridades chechenas promoscovistas y sus familiares se vieron envueltos en un círculo vicioso de venganzas de sangre con respecto a los insurgentes.

Así pues, el uso de fuerzas locales para el desarrollo de la campaña contrainsurgente no solo posibilitó aumentar el número de fuerzas paramilitares rusas, sino también dotar su actividad militar de cierta legitimidad a ojos de la población local. Como resultado, las actividades contrainsurgentes dejaron de ser vistas por la población afectada como las desarrolladas por unas fuerzas extranjeras e invasoras.

Ahora bien, no es la simple acción de desplegar fuerzas locales como medio de apoyo a la estrategia contrainsurgente lo que confirió legitimidad a la anterior, sino que deben considerarse una serie de factores que afectaron al éxito de tal estrategia. De esta manera, si previamente se argumentaba que las diferencias culturales permitieron a los insurgentes derrotar a Rusia durante la I Guerra Chechena, el uso de fuerzas locales compensó esta inicial ventaja, deviniendo en un obstáculo para la propia insurgencia a la hora de movilizar a la población y, por contraposición, en una ventaja para las fuerzas armadas rusas, quienes ahora podían aprovechar en su favor las mismas diferencias culturales.

La formación de cuerpos paramilitares chechenos desplegados tanto en combates contra los insurgentes como en misiones de represalia socavó las estructuras informales de reclutamiento desde las que la insurgencia chechena se había asegurado nuevos reclutas conforme la venganza de sangre pasaba a ser empleada también contra la propia insurgencia. Además, el uso de fuerzas chechenas locales con conocimiento de la población sirvió igualmente como elemento disuasorio para con quienes se planteaban unirse a la insurgencia chechena o apoyarla de algún otro modo en la medida que se ponía potencialmente en riesgo a sí mismo y a sus familiares.

De esta forma, como se anunciaba al inicio, lo que en un principio fue una ventaja de los insurgentes para combatir a las tropas rusas, se transformó en la causa de su derrota al perder gran parte de sus bases sociales y mostrarse como ineficaces aquellos mecanismos que inicialmente habían permitido encuadrar a la población chechena dentro del radio de actuación de la actividad insurgente chechena. Es decir, el uso de fuerzas locales por parte de Moscú de forma sostenida permitió un cambio en el equilibrio de fuerzas el cual favorecía a Moscú, aunque ello fuera a costa de establecer una situación de guerra civil dentro de Chechenia.

El líder regional de Chechenia, Ramzan Kadyrov, en el centro, camina con otros comandantes chechenos en un estadio en la capital chechena de Grozny, Rusia, en diciembre de 2015. | Musa Sadulayev / Associated Press

Situación similar ocurrió con respecto al código de silencio. El despliegue de fuerzas paramilitares chechenas durante la II Guerra Chechena por parte de Moscú le permitió beneficiarse de la cultura chechena en cuanto que ya no eran extranjeros los que combatían a los insurgentes, sino los propios chechenos. En este sentido, ambas partes del conflicto se beneficiaron de la información proveída por la población local al entre ella encontrarse familiares de las fuerzas paramilitares.

Al igual que ocurría con la venganza de sangre como mecanismo de movilización, la ventaja inicial de los insurgentes chechenos desaparecía tras el empleo de fuerzas locales por parte de Rusia, quien con el empleo de estas pasó no sólo a poder reunir información acerca de los movimientos insurgentes, sino también realizar operaciones más precisas contras los anteriores gracias al uso de la información recabada.

En cuanto al último elemento que también sirvió de resorte desde el que la insurgencia se articuló, el código de hospitalidad, este fue igualmente contrarrestado por parte de Rusia al igual que ocurrió con lo anteriores.

El acceso a información sobre el paradero y actividad insurgente derivó en un menoscabo del comportamiento de la población chechena según lo planteado por el código de hospitalidad dado el miedo a represalias por parte de algunos de los dos bandos. De esta forma, la capacidad de actuación de los insurgentes se vio negativamente afectada ante la pérdida de apoyo local y la reducción de parte de su base social originaria como consecuencia del uso de fuerza paramilitares chechenas por parte de Moscú.

En suma, con el despliegue de fuerzas chechenas sobre la región y dándoles a ellas la iniciativa, Rusia logró ganarse el apoyo de un sector de la sociedad chechena lo suficientemente amplio como para socavar el que la insurgencia chechena había estado recibiendo y minar de esta manera las redes de apoyo existentes. Igualmente, a este cambio de estrategia ha de sumársele que el viraje de ciertos sectores insurgentes hacia posiciones fundamentalistas generó cierto rechazo entre los sectores más conservadores chechenos que veían como el aspecto nacional quedaba diluido entre la retórica y los objetivos fundamentalistas.

Conclusiones

Como se ha visto a lo largo de este trabajo, en un contexto de conflicto armado de carácter asimétrico, la existencia de códigos culturales específicos puede jugar un papel fundamental en la articulación de un movimiento insurgente como fue el caso de ambas guerras en Chechenia. Aunque si bien es verdad que el factor cultural bajo ningún concepto puede ser absolutizado a la hora de analizar el decurso de un conflicto armado, incluso en aquellos casos donde existe una asimetría de valores culturales, esta diferencia sí posee el impacto suficiente como para determinar el fin de la contienda. Excelente muestra de esta afirmación es la diferencia de resultados entre la Primera y la Segunda Guerra Chechena.

En este sentido, la chechenización del conflicto a través del despliegue de fuerzas locales por parte de Rusia posibilitó anular las ventajas de las que los insurgentes chechenos disfrutaban al inicialmente desarrollarse una guerra contra tropas extranjeras caracterizadas como invasoras y que desconocían las dinámicas sociales propias de Chechenia.

Asimismo, el empleo de fuerza paramilitares chechenas no sólo permitió a Moscú compensar la asimetría de valores culturales, sino también aprovecharse de los mismos, tal y como previamente lo habían hecho los insurgentes chechenos, a la par que también era socavado el apoyo social que las fuerzas chechenas insurgentes habían recibido de la población local y, en consecuencia, debilitada la insurgencia.

Soldados de las tropas federales en uno de los pueblos de la República de Chechenia. | Igor Mikhalev / RIA Novosti

Una alienación del apoyo social que fue resultado tanto del mencionado empleo de fuerzas paramilitares chechenas, como de la fragmentación de la insurgencia y la deriva de un sector de la misma hacia posiciones fundamentalistas en las que el factor nacionalista quedaba casi totalmente subsumido. Pues como se ha comentado, aunque la identidad cultural chechena se articulaba sobre el islam, la interpretación realizada respondía a una visión ciertamente particular que difícilmente podía encajar con la sostenida por los grupos fundamentalistas.

Es decir, no sólo la contienda bélica se vio afectada por las características culturales chechenas, sino que estas, también se vieron modificadas antes el desarrollo del conflicto y la necesidad de emplear a cada vez mayores sectores de la población en una guerra que pasó de ser una guerra contra las tropas rusas invasoras a una guerra fratricida entre la propia población chechena.

Bibliografía

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  1. Los datos demográficos utilizados fueron recogidos en 2010 tras el último censo oficial publicado. Aunque en 2020 debería haberse publicado un nuevo censo oficial, debido a problemas logísticos y técnico, según informaba TASS, el nuevo censo no podrá ser llevado a cabo hasta la segunda mitad de 2021.
  2. Entendiendo este concepto desde el punto de vista antropológico de familia patriarcal y no según el uso que el feminismo le ha atribuido históricamente.

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