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Guinea-Bissau o cómo sobrevivir entre golpes de Estado

Palacio de Gobierno de Guinea-Bissau. Fuente: LUSA.

Por Alejandro López.

El fracaso del golpe de Estado en Guinea-Bissau durante el día 1 de febrero se convertía en el primer gran acontecimiento internacional del mes, exactamente un año después del golpe que en 2021 triunfaba en Myanmar. Lejos de ser intrascendente, los sucesos de Bissau tenían el potencial para remover la fuertemente convulsa región del África Occidental.

Golpe fallido

La poca información ofrecida desde Bissau, la capital guineana, arrojaba la presencia de varias muertes durante un intenso tiroteo alrededor del Palacio Presidencial primero, y en su interior después. Un gabinete extraordinario habría tenido lugar y con él, se confirmaría la presencia en el palacio del Presidente Umaro Sissoco Embaló, el Primer Ministro, Nuno Gomes Nabiam, y los ministros del gobierno. Poco después de su reclusión, fuentes locales asegurarían que la radio pública había confirmado la captura de todos ellos.

Sin embargo, después de 5 horas de combates, se confirmaría la realidad: aunque, efectivamente, se habían registrado muertes entre las fuerzas de seguridad –incluido el guardia presidencial-, el golpe había fracasado. Sissoco Embaló publicaba una imagen junto a los militares, pero se trataba de sus fieles, tras imponerse a los golpistas. La imagen de Guinea-Bissau contrastaba notablemente con la registrada por Alpha Condé en la vecina Guinea (Conakry). Sissoco Embaló aseguró estar bien, haber restaurado la calma y confirmó que el ejército ya se había puesto en marcha con las detenciones y a investigar lo sucedido. Además, señaló que no se trataba solo de un intento de pronunciamiento militar sino un intento por asesinarle a él y a los demás líderes, un magnicidio. El saldo serían 11 muertes durante los tiroteos en otras zonas de la capital y el asalto al Palacio Presidencial. Además el Presidente trató de desvincular a los estamentos militares de la intentona golpista, dada su cercanía desde su llegada al poder en 2020, por lo que no está claro qué sector podría estar detrás del mismo.

La nueva Guinea-Bissau

El Presidente de Guinea-Bissau, Sissoco Embaló, mantiene un perfil polémico por su tono de refuerzo de la autoridad presidencial en el país. La pulsión interna con los militares parecía relajada desde la interminable crisis política desde antes de 2015. El golpe de Estado de 2012 fue sucedido por el gobierno de José Mário Vaz desde 2014 hasta 2019, logrando terminar el mandato siendo el primero en 25 años en no resultar asesinado durante su mandato o derrocado por un golpe. El sector militar se consideraba apaciguado en parte gracias a la presencia de las misiones de la ONU y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO).

Umaro Sissoco Embaló, Presidente de Guinea-Bissau. Fuente: Inforpress.

La misma CEDEAO fue una de las instituciones que más rápido condenó el golpe en curso en Bissau, junto al gobierno de Portugal. La retirada de las fuerzas de la ONU y la CEDEAO se fue posponiendo hasta 2020, pero el riesgo de que tras su salida se crease un vacío era creciente. Sissoco Embaló tuvo que clarificar las palabras de su jefe de gabinete, Biaguê Na N’Tan, en octubre de 2021 sobre la existencia de un complot golpista durante el viaje de Sissoco a Brasil. Sus declaraciones habrían sido malinterpretadas, según declaraciones a Jeune Afrique, por su traducción del criollo –lengua de Bissau con influencia mixta portuguesa- y realmente irían en la dirección de llamar a que Guinea-Bissau no volviese a épocas pasadas, en referencia a los golpes de Estado que habían azotado su política.

El golpe de 2020

La política del expresidente Vaz también habría profundizado las divisiones internas en el antaño partido único, el Partido Africano por la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC). En las elecciones de 2019 se presentó como independiente mientras que el PAIGC fue encabezado por su dos veces líder, Domingos Simões Pereira, Primer Ministro destituido por Vaz para ser sucedido desde 2015 por 7 gabinetes distintos, entre ellos uno fue el propio Sissoco Embaló. Las distintas propuestas alternativas al partido oficialista venían de escisiones del mismo que, como el mismo Sissoco, le acusaban de “marxista”, a pesar de que tras décadas de cambio de coyuntura internacional ninguno de los partidos socialistas representaba ya esta corriente.

Aunque Embaló quedó segundo en la primera vuelta, logró ganar la segunda vuelta y se desató una crisis post-electoral que derivaría en una impugnación. La Asamblea Nacional decidió nombrar a su portavoz, Cipriano Cassama, como presidente interino a pesar de la victoria de Sissoco Embaló por 7 puntos frente a Pereira. A falta de que el Tribunal Supremo se pronunciase para darle la victoria a Sissoco Embaló o anular los resultados por “fraude”, el propio Sissoco tomó el poder con apoyo de militares tomando el Palacio, la radio y televisión pública y otras instituciones, así como instalando un nuevo gobierno.

Ante el riesgo de una guerra civil, Cassama se retiró de la presidencia interina paralela y Sissoco se pudo proclamar de manera oficial como presidente. Técnicamente se podría considerar que Sissoco, aunque había ganado las elecciones, llegó al poder mediante un golpe de Estado pero esta disquisición está disputada. El Primer Ministro fue nombrado por Sissoco a pesar de que Guinea-Bissau sea un país semipresidencial donde la Asamblea debe elegir esta figura. El mencionado Primer Ministro, Nuno Gomes había sido tercero en las elecciones presidenciales, por lo que fue clave su alianza con Sissoco para el vuelco en la segunda vuelta, por lo que su entrada en el gobierno era algo esperable. La tensión entre presidencia y legislativo podría ser un factor a tener en cuenta en caso de escalada. Sissoco defendía el sistema que representaba de las críticas por autoritarismo diciendo que en la práctica funcionaba igual que el de Francia, donde el legislativo elige al Primer Ministro pero el Presidente mantiene grandes poderes y puede rechazarlo.

Inestabilidad en Guinea-Bissau

Pocos meses antes de este intento de golpe, que podría haber roto la frágil estabilidad de Vaz –en múltiples crisis políticas y con apoyo de la ONU y la CEDEAO- pero Sissoco confiaba en alejarse de las dinámicas de Guinea y Malí para compararse con Senegal y Cabo Verde, países situados en una estabilidad muy diferente a lo que vive Guinea-Bissau. Aunque en Senegal se han vivido protestas durante 2021, Macky Sall mantiene la fortaleza y se ha visto reforzado tras la vitoria oficialista en las locales de enero de 2022, incluyendo la capital, Dakar. De hecho, el medio LSI Africa señala precisamente a Sall como uno de los garantes de la supervivencia de Sissoco al golpe de Estado del 1 de febrero, junto al líder de la República del Congo, Denis Sassou Nguesso.

Pero a pesar de lo deseado por Sissoco, Guinea-Bissau tenía un largo recorrido golpista y se encontraba bajo sanciones internacionales desde el golpe de Estado de 2012, el cuarto desde su independencia. El Presidente confiaba en la retirada de sanciones por la ONU tras la transición del gobierno de Vaz, buscando mostrarse como un gabinete democrático, capaz de terminar el periodo presidencial sin un golpe ni un magnicidio. Una de sus apuestas para recuperar la normalización de Guinea-Bissau en la arena internacional fue mantener una intensa agenda diplomática en 2021. Dos de los principales problemas de Guinea-Bissau habían sido la corrupción y el narcotráfico. Ante lo primero, Sissoco señaló cómo Estados Unidos le había recomendado potenciar su seguridad porque la lucha contra la corrupción podía granjearle enemigos internos; pero ante lo segundo, Estados Unidos reclamaba la extradición de un exjefe de gabinete guineano, a lo que Sissoco se negaba en cumplimiento de la Constitución, considerando como “secuestro” la posibilidad de extradición. “Si tienen pruebas, que nos las den, será juzgado y encarcelado. Mientras yo sea jefe de Estado, no habrá secuestros en mi país. Es una falta de respeto. No hay estados pequeños, solo estados”, decía Umaro Sissoco Embaló a Jeune Afrique.

La rivalidad entre la etnia balanta por ganar posiciones entre los militares también es destacable. Este grupo ha formado parte relevante de la política guineana desde que lograron desplazar a los caboverdianos tras la independencia de Portugal en 1974, siendo el segundo más relevante después de los fulani, grupo al que a su vez pertenece el Presidente Sissoco y de extensión sahelina.

Guinea-Bissau en la crisis de África Occidental

En las mismas declaraciones, Sissoco Embaló calificó al nuevo líder guineano, Mamady Doumbouya, y al nuevo líder maliense, Assimi Goïta, como sus “hermanos”. Sin embargo, rechazó la posibilidad de sumarse a esa ola contraria a los cauces constitucionales en África Occidental. Esto se demostraba por tres vías.

Países miembro de la CEDEAO. Fuente: Africa News Agency.

En primer lugar Sissoco Embaló fue el primer Presidente de Guinea-Bissau en visitar Francia en casi 30 años. Para poder realizar estos despliegues diplomáticos desde uno de los países más pobres del mundo y de apenas 1,5 millones de habitantes está contando con la ayuda de otros vecinos como Mauritania y Nigeria, así como se están fomentando las aperturas de embajadas en Bissau. Francia también condenaría el intento de derrocarle en 2022, señalando que se trataba de uno de los golpes que no contaban con el beneplácito tácito de Francia, a diferencia de lo ocurrido en Chad.

En segundo lugar, Sissoco aseguró en octubre que Assimi Goïta le prometió unas buenas relaciones entre Malí y Francia, así como calificó de especulativa la posibilidad del desembarco de los mercenarios rusos de Wagner. En apenas 3 meses se ha confirmado la presencia de los mercenarios rusos en Malí según se iban retirando los franceses tras los múltiples choques entre Bamako y París, así como un golpe de Estado en Burkina Faso en enero –con oferta de seguridad por parte de Rusia incluida-, protestas anti-francesas y un bloqueo a un convoy militar francés de la Operación Barkhane entre Níger y Burkina Faso. La región se ha convulsionado muchísimo en ese sentido desde octubre y muchas cosas han cambiado a pesar de lo que Sissoco anunció en relación a sus “hermanos”.

Por último, un tercer punto a tener en cuenta son las declaraciones que Sissoco usualmente realiza desde una posición de incorrección política sobre otros líderes. Aunque Sissoco apuesta por un reforzamiento de la firmeza de la CEDEAO para evitar que la ola de pronunciamientos militares siga contagiándose, valoró positivamente la relación que le ofreció Mamady Doumbouya reabriendo las fronteras de Guinea con Guinea-Bissau. El Presidente de Bissau se preocupó poco después del golpe en Conakry por que Doumbouya garantizase la integridad y seguridad de Alpha Condé, pero criticó que tanto él como Bah N’Daw –Presidente de Malí hasta el segundo golpe de Assimi Goïta- se habían buscado sus respectivos derrocamientos. La amistad con el gobierno de Guinea, su vecino del sur, estaba malherida desde la reelección de Alpha Condé, cuando éste rompió su buena relación con el Presidente de Níger, Mahamadou Issoufou. Issoufou cumplió sus dos mandatos y en 2021 entregó el poder a Mohamed Bazoum, sufriendo un intento de golpe un mes después que tuvo un corto recorrido antes de fracasar. Mientras tanto, Alpha Condé se presentó a un tercer mandato y sufrió un golpe exitoso también en 2021. La relación entre Alpha Condé y Sissoco Embaló también estaba rota desde que Sissoco acusó a Condé de querer financiar un golpe de Estado en Bissau contra él y Condé acusó a Sissoco de enviar armas a Guinea Conakry. Por su parte, Sissoco apuntó a cumplir sus dos mandatos sin “convertir[se] en un Mugabe”, en referencia al eterno líder de Zimbabue, y a no cambiar la Constitución hacia un sistema presidencial que reinicie el conteo de mandatos, siguiendo la estela de Issoufou frente a la de Condé. Esta cuestión será clave para analizar nuevas tentativas de golpes de Estado en Bissau, sobre todo sumado a los factores de empuje militar por la coyuntura regional, crisis del sector político dominante en Guinea-Bissau, aparente división entre los militares, crisis económica y rampante corrupción –a pesar de lo prometido por Sissoco-, debilitamiento de la CEDEAO –con 3 miembros muy cercanos suspendidos en apenas un año- y retirada de las fuerzas extranjeras sin levantamiento de sanciones. De materializarse un nuevo vuelco golpista, sería el quinto desde la independencia de Portugal, o el sexto si contamos el de Sissoco en 2020.

La frontera entre Guinea y Guinea-Bissau, por tanto, no sería reabierta hasta la llegada de los militares de Doumbouya. Contrastaba la aparente buena relación con las juntas militares de Guinea y Malí en relación con el apoyo que Sissoco pidió a la CEDEAO para no tolerar la transición de 4 años (hasta 2026) que se valoraba implantar en Malí y que en enero llevó rápidamente al anuncio de embargo de la CEDEAO contra el país. Este embargo, con cierre de fronteras se pudo suavizar gracias a que Guinea, también suspendido de la CEDEAO, mantuvo abiertas sus fronteras. También por la buena relación de Malí con Argelia y la posterior desestabilización de Burkina Faso. A pesar de que estos cierres encajaban con la política defendida desde Bissau, existía un balance entre la dureza de la CEDEAO y la mejoría de relaciones que Sissoco podría experimentar con los nuevos gobiernos, especialmente tras la reapertura de fronteras desde Conakry no solo con Bamako sino con Bissau.

Es extremadamente complicado que, entre todos los factores comentados, Guinea-Bissau logre estabilidad para evitar nuevas intentonas golpistas en el medio plazo e incluso que Sissoco logre terminar su mandato en 2025 o, como ha valorado, como máximo en 2030.

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