Si todo va según lo previsto Uganda será el primer país africano cuya población pasará por las urnas este año 2021. Lo hará el próximo 14 de enero en medio de una gran tensión política y con una oposición más decidida que nunca a acabar con 35 años de Yoweri Museveni en la presidencia. El gobierno ha aprovechado la pandemia de Covid-19 como excusa para prohibir los actos electorales de los candidatos rivales, donde destaca la figura del cantante de reggae Robert Kyagulany Ssentamu, más conocido como Bobi Wine. Este se ha erigido en la esperanza de gran parte de la sociedad ugandesa para acabar con la violencia y la corrupción.
Estabilidad política tras años de guerra y dictadura
El actual jefe del gobierno llegó al poder en 1986 tras la guerra civil que desangraba el país desde 1981 y que acabó con la dictadura de Milton Obote. Este último gobernaba el país des de la independencia del Reino Unido en 1962, viéndose solamente interrumpida durante seis años por otra dictadura, la de Idi Amin Dada, quién en una muestra de su arrogancia decidió invadir Tanzania. El contragolpe tanzano llevó a su expulsión y al retorno de su antecesor.
Tras la vuelta de Obote, este decidió la convocatoria de unas elecciones en 1980 de las que salió como claro vencedor. Estas fueron consideradas como fraudulentas y llevaron al Movimiento Patriótico de Uganda liderado por Museveni a declarar la lucha armada. Lo que empezó como una guerra de guerrillas en zonas rurales se convirtió pronto en un conflicto abierto en el que las disensiones internas del gobierno oficial dieron ventaja a la insurrección. En este contexto se produce en 1985 un golpe de Estado del enésimo dictador que gobernará el país en estos años, Bazilio Olara Okello.
La toma de la capital, Kampala, en enero de 1986 por la guerrilla del Movimiento de Resistencia Nacional (MRN) comandado por Museveni y la huida de Okello, fueron vistas con esperanza por una población exhausta tras casi tres décadas de violentas dictaduras y de guerra civil. Uno de los primeros pasos tras su llegada al poder fue la creación de un gobierno de unidad nacional y la activación de un extenso programa que sentara las bases de un nuevo orden político que superará las divisiones territoriales, tribales y étnicas.
Sin embargo, la paz pareció ser un espejismo para la población ugandesa. Partidas armadas simpatizantes de los antiguos dictadores combatían al gobierno a lo largo y ancho del país, así como movimientos guerrilleros de diversa índole como la misteriosa secta del Espíritu Santo liderada por Alice Auma y que combinaba elementos del cristianismo y de religiones animistas. Esta daría paso a la creación del Ejército de Resistencia del Señor liderado por Joseph Kony, causante de multitud de actos atroces. La respuesta gubernamental contra todos estos grupos fue su persecución sin cuartel, dejando tras de sí centenares de muertos, incluyendo numerosas ejecuciones extrajudiciales.
El fuerte gasto en defensa, la dependencia de las exportaciones de café y una visible corrupción lanzaron al gobierno de Museveni a un grave endeudamiento y a su acercamiento al liberalismo económico promulgado por organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. Mientras tanto, en el plano político, los partidos siguieron estando prohibidos y no fue hasta 1996 que se celebraron las primeras elecciones presidenciales. Estas fueron ganadas por Museveni, quien según los observadores internacionales lo habría hecho de forma justa a pesar de que solo podían concurrir candidatos independientes. Esto respondía a que si bien no se pasaba por las mejores condiciones económicas ni se garantizaban todas las medidas democráticas si era palpable una cierta estabilidad de la que no habían gozado desde la independencia.
A pesar de ello fue en el plano internacional donde Museveni se hizo más conocido para la prensa internacional, interfiriendo en terceros países en busca de su propio beneficio. Especialmente relevante fue su apoyo a la etnia tutsi organizando y armando al Frente Patriótico Ruandés en su invasión contra el gobierno hutu de este país y que dará pie al conocido genocidio o participando en el derrocamiento del presidente hutu de Burundi, Melchor Ndadaye. El ejército ugandés también participó de forma activa en la sangrienta guerra del Congo que afectó a gran parte del continente, en una continuación de su lucha contra las guerrillas internas.
Democracia sin partidos y represión de la disidencia
En el interior del país siguió funcionando el insólito sistema de “democracia sin partidos”, consolidado tras un referéndum en el año 2000 que rechazó la implantación de un sistema pluripartidista. Desde su llegada al poder, Museveni se ha alzado con la victoria en cada una de las elecciones celebradas, aumentando en cada una de ellas las acusaciones de fraude. La prohibición de los partidos políticos se justificaba aduciendo que estos solo respondían a intereses tribales y sectarios.
No será hasta el 2006 cuando la población ugandesa apruebe en referéndum la legalización de otros partidos más allá del MNR, gobernante hasta entonces como partido único. Sin embargo, esto no será la causa de una mayor apertura democrática, ejerciéndose una dura represión contra el activismo político. La Ley de Gestión del Orden Público del año 2013 vino a legalizar las prácticas represivas contra las organizaciones políticas y a prohibir las asambleas, mientras la libertad de expresión en los medios de comunicación se vio fuertemente reducida.
Especialmente grave ha sido su persecución del colectivo LGTBIQ que tuvo su máxima expresión en el proyecto de ley presentado en 2009 y conocido como “ley antihomosexual”. Entre otras cosas esta ley promulgaba la pena de muerte para los “actos homosexuales reincidentes” en personas con VIH positivo. La fuerte presión internacional llevó a la anulación del proyecto e hicieron visibles la falta de libertades en el país de los Grandes Lagos, que sigue criminalizando a este colectivo y practicando, según denuncia Human Rights Watch, exámenes rectales forzados y denigrantes a las personas transexuales.
Una población joven que no se ve representada en sus gobernantes
Todo lo anterior, no ha impedido que Museveni sea junto al presidente camerunés Paul Biya y el Jefe de Estado de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang, uno de los líderes africanos con más tiempo en el poder. Kizza Besigye, detenido en 2016 tras acusar al gobierno de fraude electoral, y el Foro para el Cambio Democrático han perdido las elecciones en las últimas cuatro ocasiones, y no han conseguido aglutinar el descontento de la población-
El crecimiento demográfico de los últimos años ha provocado que la población ugandesa sea mayormente joven, calculándose que aproximadamente la mitad de la población es todavía menor de edad. Especialmente relevante es el dato de que el 80% de la población no había nacido cuando Museveni llegó al poder. Este consiguió en 2017 una reforma constitucional con la derogación del artículo que impedía ser candidato electoral a las personas mayores de 75 años, permitiendo su reelección para las siguientes elecciones.
La anulación de este artículo se consiguió tras la aplicación de diversas artimañas como la expulsión de los parlamentarios contrarios o el asedio de la institución por las fuerzas de seguridad del estado. Sin embargo, este cambio en la carta magna provocó una oleada de protestas en todo el país, convirtiendo su defensa en un símbolo de la lucha antigubernamental. El gobierno respondió con la represión de las manifestaciones, el asesinato de diversos activistas y el cierre de diversos medios de comunicación.
Bobi Wine, su edad y su origen humilde como aglutinante de las reivindicaciones de cambio
Uno de los líderes de las protestas fue el carismático cantante y activista Bobi Wine, quién desde hacía poco ejercía también como diputado. Nacido en un suburbio de Kampala no ha escondido nunca sus orígenes humildes y ha conseguido empoderar a la gente del “gueto” que se identifica con él. Su declaración “el gueto ha llegado al Parlamento” consiguió unir las reivindicaciones de las clases más desfavorecidas del país mientras que su edad, 34 años en aquel momento, hizo lo propia con una juventud que no veía representados sus intereses en los “ancianos gobernantes”.
Sus letras, desde siempre caracterizadas por un fuerte trasfondo social y de lo que el propio Wine calificaba como “entretenimiento educativo”, fueron incluyendo cada vez con más frecuencia reivindicaciones políticas que no dudaban en señalar sin tapujos a los actuales gobernantes como los culpables de las desigualdades que empobrecían a gran parte de la población. Su canción “Freedom”, tuvo que ser publicada mientras se encontraba en el extranjero y rápidamente fue prohibida en el país.
Sin embargo, internet y las redes sociales provocaron su rápida difusión en todos los rincones del país y sus conciertos se convirtieron pronto en multitudinarios mítines políticos que en ocasiones acababan en disturbios. Wine, ha sufrido en diversas ocasiones arrestos por parte de la policía e incluso su casa fue atacada con granadas en plena campaña contra el cambio constitucional.
En 2018, Bobi Wine fue detenido y acusado de tenencia de armas mientras su chofer fue asesinado a balazos, en lo que se creyó era un intento de asesinato contra el propio Wine. Su acusación en un tribunal militar provocó una movilización popular sin precedentes cercanos y la campaña #FreeBobiWine fue reconocida en diversas partes del mundo, obligando al gobierno ugandés a retirar parte de los cargos y a decretar su libertad bajo fianza.
Actos electorales prohibidos y brutal represión antes de las elecciones
“En nombre del pueblo de Uganda, le desafió a usted (Museveni) a unas elecciones libres e imparciales en 2021”. Con esta declaración, Bobi Wine anunciaba el 24 de julio de 2019 su intención de presentarse como candidato presidencial para las siguientes elecciones. Su candidatura ha conseguido aglutinar la demanda en defensa de los derechos de las mujeres o de los colectivos a favor de la diversidad sexual así como las reivindicaciones de las clases más desfavorecidas y de la juventud.
Esta capacidad de unión de diversas luchas sociales ha conseguido poner en aprietos una victoria del candidato presidencial que hasta hace poco se consideraba inamovible y ha provocado la movilización de todo el aparato estatal para impedirlo. Este ha encontrado en la pandemia su mayor aliado y ha utilizado el argumento de la distancia social para prohibir los actos electorales. La propia Comisión Electoral se ha hecho eco de las protestas de los candidatos electorales y tuvo que hacer un llamamiento a garantizar la libre celebración de actos políticos.
En este contexto, Bobi Wine fue detenido el pasado 18 de noviembre tras la celebración de un mitin. Esta fue la mecha de multitudinarias y combativas protestas que se saldaron con al menos 54 muertos en manos de la policía y de otros agentes de seguridad, así como más de 800 detenidos. El gobierno no tuvo más remedio que salir a dar explicaciones, reconocer el uso de munición real por parte del cuerpo policial y declarar el inicio de una exhaustiva investigación de los hechos.
El propio presidente Museveni afirmó que “compensará a aquellos que perdieron sus vidas y propiedades, pero no a los que murieron y formaban parte de los alborotadores”, mientras su ministro de Seguridad afirmaba que “la policía tiene derecho a dispararte si alcanzas cierto nivel de violencia”. Estas afirmaciones no han hecho más que caldear los ánimos de parte de la población y provocar más tensión en el caldeado ambiente electoral.
Tras ser puesto en libertad bajo fianza y proseguir con su campaña, Wine denunció hace unos días en Twitter que el vehículo en el que se dirigía a un acto electoral fue bloqueado y posteriormente acribillado a balazos por la policía, afirmando que al menos cuatro miembros de su equipo habrían resultado heridos en un acto anterior. Tras esto decidió suspender su campaña declarando que “nuestra vida está en riesgo”, mientras aprovechó para hacer un llamamiento a la comunidad internacional a romper relaciones con Uganda, asegurando que las ayudas que recibe sirven “para oprimir a los ugandeses”.
En los últimos días, uno de sus mítines en una iglesia fue dispersado con gases lacrimógenos causando al menos tres heridos graves mientras uno de sus guardaespaldas falleció tras ser atropellado por la policía. Poco después la cuenta del propio candidato anunciaba una nueva detención tanto de él como de su equipo de campaña, declarando la policía que se trataba de información falsa y que simplemente lo estaban trasladando a su vivienda.
Durante la campaña han sido varios los candidatos que han denunciado de una u otra forma la vulneración de sus derechos. Esto incluye a Patrick Oboi Amuriat, candidato del Foro para el Cambio Democrático, que a finales de diciembre aseguró haber sido detenido y liberado a las pocas horas. Este fue considerado el único con alguna posibilidad de derrotar al actual presidente, hasta que la aparición de Bobi Wine eclipsó por completos sus posibilidades. De ideología liberal y sucesor del fundador del partido Kizza Besigye, segundo en las últimas cuatro elecciones, destaca por un marcado discurso anti pobreza, apareciendo descalzo en sus mítines como un símbolo de solidaridad con las personas cuyos “recursos han sido robados por sus gobernantes”.
Como ya ha demostrado, Museveni, pondrá todo de su parte para impedir una derrota que acabe con más de tres décadas de gobierno y ya está preparando a su hijo para que se haga con las riendas del país y evite un vacío de poder cuando fallezca. Hace unos días, anunciaba una gran remodelación de los cuerpos de seguridad y ponía a su hijo al mando de las Fuerzas Especiales encargadas de la seguridad del presidente, mientras colocaba a algunos responsables en las operaciones durante la campaña electoral en los más altos cargos.
Habrá que ver si las nuevas generaciones consiguen finalmente un cambio en uno de los regímenes más longevos del continente, uniéndose así a otros países africanos que ya lo han hecho en los últimos años. Una figura carismática como la de Bobi Wine ha conseguido unir las esperanzas de todos los descontentos con un gobierno que dura ya más de tres décadas. Sin embargo, Museveni no parece estar por la labor de dejar el poder y no duda en utilizar su control sobre los organismos estatales para impedirlo.
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