Asesinato, torturas, embarazos forzados, esclavitud, violaciones o destrucción de bienes son solo algunos de los 61 delitos a los que fue condenado el exguerrillero Dominic Ongwen. Perteneciente al Ejército de Resistencia del Señor (Lord Resistance Army, LRA) fue juzgado por la Corte Penal Internacional (CPI) en febrero de 2021, siendo la primera condena contra este grupo que durante tres décadas ha aterrorizado a la población ugandesa con innumerables atrocidades.
Ongwen, capturado cuando era un niño para combatir en el grupo rebelde, vio crecer su ambición hasta llegar a ser uno de los comandantes con más poder en la organización, llegándose incluso a especular sobre su capacidad para suceder a su fundador, Joseph Kony. Fue en 2005 cuando la CPI dictó una orden de arresto contra los cinco principales líderes del LRA por crímenes de guerra y contra la humanidad y fue diez años después cuando Ongwen se entregó en la República Centroafricana (RCA). A tres de ellos se les considera actualmente muertos mientras que Kony sigue en paradero desconocido.
El LRA, culpable de al menos 100 mil asesinatos y del secuestro de cerca de 60 mil niños según datos de las Naciones Unidas, se encuentra actualmente en horas muy bajas y sus combatientes repartidos por Sudán, Sudán del Sur, República Democrática del Congo y la RCA. Formado en 1986 con el objetivo de derrocar a Museveni y fundar un régimen teocrático inspirado en los Diez Mandamientos de la Biblia desembocó muy pronto en una guerrilla extremadamente violenta y sin un ideario político claro que desangró el norte de Uganda.
La persecución a la etnia acholi y los antecedentes del LRA
Los antecedentes a la creación de este grupo armado cabe situarlos en la convulsa época que siguió a la independencia de Uganda del Reino Unido y que, como en tantos otros países africanos, creó las condiciones para futuros enfrentamientos de carácter étnico, siendo especialmente relevante en la creación del LRA la situación de la etnia acholi. Los miembros de esta etnia fueron favorecidos durante los mandatos de Milton Obote, pero fueron duramente perseguidos tras el golpe militar y la posterior dictadura del sanguinario Idi Amin, conocido como el “carnicero de Uganda” y cuyas brutales tácticas y excentricidades fueron llevadas a la gran pantalla en la película “El último rey de Escocia”.
El derrocamiento de Idi Amin por una coalición de diversos grupos armados con la colaboración del ejército tanzano trajo consigo la instauración de nuevo en el poder de Milton Obote, quien inició una política de venganza por parte de las víctimas del régimen de terror instaurado por Amin. Fueron muchos los grupos guerrilleros que surgieron en todo el país con la intención de derrocar al régimen represivo de Obote y que darán paso a una cruenta guerra civil donde adquirirá especial relevancia el Ejército de Resistencia Nacional (NRA) liderado por Museveni. Tras un paréntesis en los que militares acholi capturaron Kampala y colocaron en el poder por muy breve tiempo al general Tito Okello, fue finalmente Museveni quien será nombrado presidente de Uganda en 1986, poniendo el punto final a la guerra civil e iniciando un mandato que dura aún en la actualidad.
La temprana represión contra los acholi y su marginación social, política y económica frente a la región sureña de Buganda crearon el caldo de cultivo perfecto para la insurrección en el norte del país. Fue en este contexto donde surge el Movimiento del Espíritu Santo liderado por la profetisa acholi Alice Auma, quien tomó el sobrenombre de “Lakwena” (mensajera). Esta afirmaba que Dios había establecido un plan para ella, y este no era otro que el de purificar su tierra a través de la guerra. Mezclando creencias animistas con citas bíblicas esta organización imponía a sus seguidores normas estrictas de conducta como la castidad o la abstinencia de alcohol.
El descontento general en el norte contra el gobierno central consiguió que gran parte de la población se uniese al movimiento o al menos simpatizase con él, y fueron miles los que respondieron a la llamada de la toma de las armas para, con la ayuda de Dios, capturar la capital Kampala. El fracaso de la insurgencia y su casi total aniquilación por el ejército ugandés llevó a Auma al exilio en Kenia y al movimiento a prácticamente desaparecer.
Del fundamentalismo católico a su huida a Sudan
Fue esta derrota junto a los acuerdos de paz que el Ejército Democrático Popular de Uganda (UPDA), formado en Sudan por antiguos soldados acholi y uno de los mayores intentos de derrocar a Museveni, pretendía firmar con el gobierno, los que llevaron a Kony a fundar el Ejército de Resistencia del Señor, al que se unieron un gran número de disidentes del UPDA descontentos con los acuerdos.
Joseph Kony, quien decía ser primo de Auma, buscó en el catolicismo la seña de identidad del grupo. Esta creencia practicada por el 60% de la población de Acholiland (región norteña de mayoría acholi) había sido marginada por los distintos gobernantes, todos ellos pertenecientes a la iglesia anglicana con la excepción de Amin, practicante del Islam. De esta manera, Kony, consiguió que la religión se convirtiese en un eje cohesionador del hartazgo contra el poder establecido. Los espíritus por los que decía estar poseído eran los que guiaban el camino a Kony, quien trasladaba a su vez el mensaje a sus seguidores.
Los primeros ataques del grupo consistían principalmente en entrar en pequeñas bandas en aldeas para después dispersarse. En las ocasiones en que se recurría a ataques a gran escala se llevaba a cabo una característica formación en forma de cruz y cuyos miembros se rociaban con agua bendita. Estos primeros años fueron dominados principalmente por las tácticas propias de guerra de guerrillas, secuestrándose a miles de aldeanos que eran usados como cargadores de los suministros que saqueaban. Sin embargo, la dureza de las acciones represivas llevadas a cabo por el ejército hicieron que el LRA mantuviese cierto apoyo de la población civil.
Fue en 1991 cuando el gobierno lanzo la “Operación Norte”, con la finalidad de acabar de forma definitiva con las bases de apoyo del LRA. Paralelamente se crearon grupos locales de autodefensa que armados con arcos y flechas no podían hacer nada contra el bien armado ejército de Kony. Tras el fracaso de la operación, la venganza del LRA contra la población fue brutal recurriendo al asesinato y a las amputaciones de miembros como manos u ojos. Esta represión hizo desaparecer gran parte de las simpatías que el grupo aún mantenía entre la población, teniendo que recurrir desde entonces al reclutamiento forzado de niños soldado, mientras a las niñas se las convertía en esclavas sexuales.
La ministra acholi Betty Oyella Bigombe tuvo el rol de mediar en las primeras conversaciones que se producirán entre el LRA y el gobierno, pero fueron muchas las voces que criticaron cualquier posible acuerdo de paz haciéndolo inviable. Además, luego se supo que el LRA participaba de las conversaciones mientras buscaba un acuerdo con Sudan para que apoyara su insurgencia. El fracaso de los acuerdos hizo que Museveni lanzara un ultimátum a los combatientes de Kony, llevando a miles de ellos a cruzar la frontera norte e instalarse en Sudan.
Estos combatientes fueron bien recibidos por el gobierno sudanés de Omar Al-Bashir que buscaba de esta manera la venganza contra el gobierno de Uganda que apoyaba al Ejército de Liberación del Pueblo de Sudan en la guerra civil que se libraba en el país vecino. Museveni inició entonces la táctica de crear “villas protegidas” en las que se concentraba a la población rural y se instalaban guarniciones militares en su interior con la supuesta intención de protegerla, pero convirtiéndose de este modo en el centro de la diana de la guerrilla mientras eran utilizados por el gobierno como muralla defensiva.
Internacionalización del conflicto y su aparente final
Es a inicios de siglo cuando este conflicto merece la atención internacional y se cursan las primeras órdenes de arresto mientras países como los Estados Unidos se deciden a enviar algunos asesores militares. Esto y la fuerte presión del ejército ugandés consiguieron dispersar a los combatientes por los países limítrofes mientras las deserciones aumentaban diariamente. Estos desertores se encontraron pronto con el problema de ser aceptados en unas comunidades tras haber sido secuestrados cuando eran solo unos niños y encontrarse fuertemente estigmatizados por haber sido obligados a realizar un gran número de atrocidades contra los que ahora debían ser sus vecinos.
Desde entonces la estrategia del grupo se ha basado en la búsqueda de su propia supervivencia y los ataques se han visto fuertemente reducidos, limitándose a pequeñas incursiones en aldeas, secuestros y los ataques a explotaciones mineras. La guerra en la República Centroafricana le permitió hacerse fuerte por un tiempo en pequeños grupos diseminados en la selva y estableciendo contactos puntuales con los combatientes del Seleka.
La pérdida progresiva del apoyo sudanés según se acercaba el final de la guerra y la independencia de Sudan del Sur fue una de las puntillas al LRA. En la actualidad, a pesar de encontrarse instalados en una gran área que abarca el este de la RCA, el norte de la República Democrática del Congo, y el oeste de Sudán del Sur, su área de actividad se limita casi exclusivamente al enclave de Kafia Kingi. Desde esta zona fronteriza controlada por Sudan, este grupo armado sobrevive gracias al comercio ilegal de marfil, enfrentándose a bandas locales por su control.
A pesar de que en 2016 pareció vivirse un recrudecimiento de las acciones violentas por parte de este grupo con el aumento del número de asesinatos y secuestros, estos parecieron deberse a un último intento de recuperar parte del control que habían tenido. En su contra juega el hecho de que el ejército ugandés es actualmente uno de los mejor armados y preparados de la región, y su abundante presencia en países con graves conflictos internos como la RCA o Somalia y su participación en las operaciones de la Unión Africana, convierten al régimen de Museveni en un actor imprescindible para la estabilidad de estos países.
Sin embargo, aunque las estimaciones gubernamentales consideran que el número actual de miembros del grupo se reduce a entre 200 y 300 combatientes no se le puede considerar muerto. Son cada vez más los disidentes que crean grupos reducidos en el interior de la selva y es cada vez menor el control que Joseph Kony tiene sobre estos.
Es difícil predecir cuándo se producirá el final definitivo del Ejército de Resistencia del Señor mientras no exista un acuerdo de paz vinculante que parece muy lejos de firmarse, pero es un alivio para una población cansada del conflicto conocer que las enormes crueldades cometidas por este grupo empiezan a ser juzgadas. Las aspiraciones de igualdad por parte de la población del norte de Uganda empiezan a canalizarse por otras vías, y el régimen de Museveni se está viendo obligado al uso de tácticas alternativas para enfrentar a la disidencia y no ver caer un régimen que dura ya treinta-y-seis años.
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