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El desafío africano a Boko Haram

Escrito por Pablo López

Las disposiciones culturales y psicológicas de Nigeria, las desigualdades asociadas a las diferentes etnias, la corrupción desmesurada, la ausencia de legitimidad de la administración, la inexistencia de políticas asistenciales y la presencia extranjera por el control del crudo, son algunos de los factores que dificultan combatir a Boko Haram

Nigeria es un país del Sahel africano situado entre Benín, Níger, Chad y Camerún. Es uno de los más ricos en recursos naturales y la primera economía subsahariana del continente a pesar de contar con un paro juvenil que roza el 40%. También es uno de los países del mundo con más conflictos internos, estos avivados por la gran diferencia étnica que acoge. El norte, de mayoría ganadera, integra a una mayoría musulmana que trabaja de forma precaria y que es más vulnerable a la amenaza y unión – por falta de educación – al grupo terrorista Boko Haram, uno de los más mortíferos del continente. En el otro lado, al sur, se asientan las comunidades cristianas, estas con más recursos, pero no por ello libres de la inestabilidad que domina el país.

Hasta 2018, según el analista y escritor del IEEE, José Manuel Santé Abal, un total de “20.000 muertos, más de dos millones de desplazados, entre 200.000 y medio millón de refugiados, cerca de cinco millones de personas en riesgo de hambruna, más de 10 millones de personas necesitadas, cerca de medio millón de menores sufriendo por malnutrición, unos tres millones de menores que han perdido la escolarización, alrededor de 1200 escuelas destruidas…” El conflicto del Delta de Níger, la piratería en el Golfo de Guinea y la lucha por el crudo son otros de los motivos por los que Nigeria no alcanza la paz duradera y total.

Dejando a un lado la raíz etimológica de la palabra, Boko Haram significa algo similar a libro prohibido, refiriéndose a la enseñanza occidental – a la que quieren derrocar por el islam más radical, ese que defiende la ley sharía y los principios más retrógrados de esta religión –. Su origen se remonta a 1995 de la mano de Abubakar Lawan, líder que se inspiró en movimientos anteriores de los que tomó referencia y que propagó hasta 2002, más que un grupo terrorista – como es actualmente – un grupo pacífico promotor del islam hasta su último capítulo.

El líder de Boko Haram Abubakar Shekau /Vía The Defense Post

La radicalidad comenzó a partir de ese año con la llegada de Yusuf al mando del grupo, quien implantaría una idea religiosa – aún más radical – que fomentaría la rivalidad entre cristianos y musulmanes, además de la actuación mediante la fuerza, con atentados terroristas o secuestros, por ejemplo. Por otra parte, el modus operandi de las Fuerzas de Seguridad nigerianas generaría aún más odio – no solo en Boko Haram – en los civiles, al haberse catalogado como indiscriminada, excesiva y denigrante para los derechos humanos de las víctimas e inocentes. Esto facilitaría la ruptura de la famosa trinidad de Clausewitz (población, Gobierno y Fuerzas Armadas) en Nigeria.

Con Yusuf en el poder, el clima de violencia y los territorios en los que el terrorismo actuaba crecían incesantemente. Hasta su muerte en 2009, Boko Haram extendió su influencia por los tres estados limítrofes, reclutó jóvenes que difundieran sus valores excluyentes por todo el país y promovió arrebatar el poder al Estado nigeriano a base de violencia. Ante esto, la respuesta de las FSN fue desproporcionada y sin planificación, lo que dejó aún más desplazados, aumentando su descontento estatal. A partir de este momento, el conflicto pasa a ser transnacional y toma gran protagonismo Maiduguri, la capital del estado de Borno – al noreste del país –, conquistada por los rebeldes.


Zona de actividad de Boko Haram, sobre todo en el estado de Borno, en Nigeria /Vía The Washington Post

Las escisiones comienzan a aparecer en 2012, dos años después de que Abubakar Shekau tome el poder tras la muerte de su antecesor. Al Ansaru fue el nuevo grupo al que muchos miembros optaron en detrimento de Boko Haram, considerado en ese momento más hostil tras la llegada de Shekau. En 2015, DAESH y BH se alían. Un año después, Al Barnawi es nombrado por el primero líder, lo que al grupo nigeriano enfada. Aquí se produce otra nueva escisión que tendrá como resultado: un primer grupo liderado por Shekau con actuación en el bosque de Sambisa; uno segundo – Islamic State West Africa (ISWAP) que apoya a DAESH – con menos efectivos provenientes de Boko Haram, que propaga el “yihadismo global” en las inmediaciones del Lago Chad.


Multinational Joint Task Force / Vía face2faceafrica

Las divisiones internas han causado hasta hoy más inestabilidad – al contar con un mayor número de frentes yihadistas – que solo puede ser diluida a través de políticas gubernamentales selectivas que desafíen, ya no solo al grupo, sino a su geo-estrategia y financiación. Las medidas contra la amenaza las inició el presidente Goodluck Jonathan en 2009, cuando crea la Joint Task Force (JTF), pero debido a la corrupción estatal acaba beneficiando a Boko Haram para infiltrarse en cuarteles y sustraer armas, uniformes y todo tipo de logística militar. Cuatro años más tarde – 2013 – surge el Combined Joint Task Forces (CJTF), esta vez compuesto por civiles, con el objetivo de evitar represalias mediante entrenamientos personalizados que alcanzan las 200 personas en muchas de las ciudades nigerianas próximas al noreste del país. Por último, la Multinational Joint Task Force (MJTF), operativa desde 1994, tiene como objetivo poner fin a la insurgencia del grupo terrorista Boko Haram.

Es obvio que las divisiones internas nacen de la incorporación de nuevos actores que discrepan del pensamiento colectivo, y que están dispuestos a sustituir en muchos casos su visión existencial por un importe económico al grupo o a cada individuo, quienes la protegerán y expandirán. Con la financiación de Boko Haram también ocurre esto. Se calcula que procede de al menos tres canales: sus principales líderes civiles, políticos y grupos terroristas afines – por ejemplo, AQMI y Al-Shabab en Somalia – y sujetos dedicados a la extorsión e intimidación.

Otro aspecto clave que el grupo tiene en cuenta es la comunicación. En 2010 comienzan a aparecer en vídeos reconociendo ser los autores de algunos atentados que estaban protagonizando sin compasión, sobre todo, en el noreste de Nigeria. En este vídeo explicativo del periódico The guardian es posible ver un resumen de lo anterior: https://www.youtube.com/watch?v=TrhawIAGbpM  

Expertos analistas afirman que BH luce una gran influencia de movimientos insurgentes y sectas, como la de Maitatsine, la del Califato Islámico de Sokoto o Imperio Fulani y la de los jóvenes salafistas de Izala. También, otros confirman que la Revolución Islámica de 1979, los atentados del 11-S y la actividad de los talibanes en Afganistán, han servido como refuerzo ideológico para los extremistas nigerianos.

Un pueblo atacado por Boko Haram cerca de Borno el 31 de octubre del 2018 /Vía channelstv

Este mes se cumplen 5 años del secuestro de las 276 niñas de la escuela de Chibok (en el estado de Borno) de las que aún 112 persisten bajo su mandato. Esto último, además de tratarse de una estrategia con la que amenazar a la población y con la que recompensar a los nuevos miembros a los que ellas acaban perteneciéndoles, es permitido debido a la gran impunidad con la que los rebeldes cuentan, pues en una ocasión el gobierno nigeriano afirmó haber intercambiado varias niñas secuestradas en Chibok por comandantes del grupo terrorista encarcelados.

En definitiva, a no ser que el gobierno nigeriano instaure medidas educativas, tanto para los civiles como para los exmiembros de BH que conviven en diferentes ciudades de Borno, y militares, para poder hacer frente armamentísticamente a los rebeldes, que destaquen por su transparencia – que castiga tanto al país –, la derrota de BH no llegará en los próximos años.

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