Los intentos del presidente Kabila por mantenerse en el poder, unidos a las demandas de una intransigente oposición espoleada por las potencias occidentales, han llevado a la República Democrática del Congo a una situación de bloqueo institucional, que ha venido a unirse a los numerosos problemas que arrastra el país africano desde hace años.
El 19 de diciembre de 2016 concluía el segundo y último mandato constitucional del presidente Joseph Kabila. La constitución congoleña no permite la reelección presidencial por más de dos mandatos. Dicha medida se debe al temor a que pueda repetirse un régimen dictatorial como el de Mobutu Sese Seko, quien, bajo una apariencia republicana, se mantuvo en el poder desde 1965 hasta su derrocamiento en 1997, en el marco de la Primera Guerra del Congo. Para impedir que esta situación se repitiese, se introdujo la limitación de dos mandatos de cinco años, establecidos en el artículo 80 de la constitución.
En principio, la constitución parece ser muy clara en este aspecto, por lo que el presidente Kabila debía abandonar el poder y convocar elecciones para finales de 2016. A pesar de esto, el mandatario congoleño no las convocó, mientras que se extiendendió entre la clase política congoleña la idea de que Kabila pretendía reformar la constitución para poder presentarse a un tercer mandato. De hecho, el contexto político regional también apuntaba a esta posibilidad, ya que los presidentes de la República del Congo, Ruanda y Burundi ya optaron por similares reformas para mantenerse al frente de sus países. Sin embargo, Kabila no logrará llevar a cabo dicha reforma debido a la presión internacional y la negativa de la oposición. Esta oposición a la reelección de Kabila se puso de manifiesto en enero de 2015, cuando se produjo una multitudinaria manifestación en la capital que se saldó con la muerte de 42 personas. En un intento por frenar estas movilizaciones, organizadas por los opositores a Kabila, el gobierno congoleño llegó a cortar la conexión a Internet y la mensajería móvil.
Entre las presiones internacionales contra la reelección de Kabila, la más destacable sería la de EEUU. En el mensaje enviado por Obama a Kabila con motivo del 56 aniversario de la independencia del país africano, el presidente estadounidense ya señalaba su apoyo a un “traspaso de poder pacífico y democrático del poder, inminente”. A pesar de las buenas palabras del presidente estadounidense, el escrito no deja lugar a dudas, EE.UU. quiere a Kabila fuera del poder.
La imposibilidad de llevar a cabo esta reforma ha llevado a que las elecciones sean pospuestas varias veces alegando diversas causas, en un intento por prolongar el mandato de Kabila. Entre estas causas para el retraso de la cita electoral estarían la falta de fondos y la necesidad de realizar un nuevo censo electoral, petición histórica de la oposición congoleña, ya que dicho censo data de 1984. La petición de Kabila fue aceptada por el Tribunal Constitucional de la República Democrática del Congo en mayo de 2016, permitiendo que el mandatario congoleño siguiese en el poder hasta que pudiesen celebrarse unas elecciones democráticas.
Joseph Kabila lleva al frente del gigante congoleño desde 2001, año en el que sucedió a su padre, Laurent-Désiré Kabila, un histórico opositor a la dictadura de Mobutu que llegó al poder, con el apoyo de Ruanda, Uganda y gran parte de la oposición al régimen, tras el derrocamiento de Mobutu en la Primera Guerra del Congo. Tiempo después, en enero de 2001, en el marco de la Segunda Guerra del Congo, también llamada ‘Guerra Mundial Africana’, Kabila padre sería asesinado a manos de un joven miembro de su guardia. Desconocemos aún las motivaciones del asesino, ya que este fue ejecutado inmediatamente. La noticia de la muerte del líder congoleño fue ocultada durante dos días y su cuerpo fue llevado a Zimbabwe, tratado de aparentar que estaba recibiendo atención médica, mientras se preparaba el ascenso al poder de Kabila hijo. Tras este mandato provisional, en el cual logró vencer a muchos de sus enemigos y firmar los Acuerdos de Pretoria, que ponían fin al conflicto, Kabila se presentó y ganó dos procesos electorales, en 2006 y 2011. Aunque estos siempre han sido puestos en cuestión por gran parte de la oposición.
Tras estos dos mandatos, Kabila debía convocar nuevas elecciones, a las cuales no podría presentarse. Esta sería la primera sucesión presidencial democrática y ordenada que tiene lugar en la República Democrática del Congo.
El incumplimiento del calendario electoral llevó a que se produjesen varias movilizaciones contra el gobierno, las cuales dejaron numerosas víctimas mortales, con el consiguiente cruce de acusaciones entre el gobierno, la oposición y la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MONUSCO).
Un acuerdo para salir del bloqueo
En un intento por encontrar una salida dialogada a este conflicto y poner fin al bloqueo institucional, el gobierno inició una ronda de contactos con algunos de los principales agentes políticos del país. Dichos contactos culminaron el 18 de octubre de 2016 con la firma de un acuerdo que vino auspiciado por la Unión Africana, que participó en las negociaciones mediante la presencia del togolés Edem Kodjo como mediador. Este acuerdo sería suscrito por la mayoría presidencial y un sector minoritario de la oposición dirigido por Vital Kamerhe. Kamerhe es un antiguo colaborador de Kabila y ex-miembro del gobernante Partido del Pueblo para la Reconstrucción y la Democracia (PPRD), del que llegó a ser secretario general. Entre la documentación desvelada por Wikileaks referida a la RD Congo destaca un cable diplomático del ex-embajador estadounidense en el Congo, William Garvelink, fechado en 2009, que ya habla de la lucha por el poder entre el presidente Kabila y Vital Kamerhe, en el cual incluso se recoge la acusación de que Kamerhe estaría alimentando los conflictos en el este del país para minar la posición de Kabila. Aunque no podemos afirmar que estas informaciones sean completamente ciertas, si resulta evidente el enfrentamiento por el poder entre los dos mandatarios, el cual se puso de manifiesto en las elecciones de 2011, para las cuales Kamerhe fundó su propio partido y pretendió, sin éxito, unir a toda la oposición contra Kabila.
El acuerdo de la Unión Africana establecía que el presidente, los gobernadores y los diputados seguirían en sus cargos hasta la celebración de elecciones, cuya fecha fue fijada en abril de 2017. Con esto se lograba evitar un vacío de poder y se cumplía lo dispuesto en mayo por el Tribunal Constitucional. Se establecía también la formación de un Gobierno de unidad nacional a cuyo frente se situaría un primer ministro elegido entre los líderes opositores firmantes del acuerdo.
Aunque este acuerdo suponía un importante paso para salir del bloqueo institucional que vivía el país, aún faltaba un importante sector de la oposición agrupado en la coalición Rassemblement des forces politiques et sociales acquises au changement, a cuyo frente se situaba Étienne Tshisekedi, un histórico líder la oposición congoleña y líder del partido Unión por la Democracia y el Progreso Social (UDPS). Tshisekedi, a quién sus seguidores consideran el “padre de la democracia congoleña”, es un viejo conocido de la política nacional, comenzó sus andanzas en política en el momento de la independencia siendo asesor de Patrice Lumumba, a quién pronto abandonará, durante la dictadura de Mobutu ocupó diversos cargos de importancia, destacando su papel en la época final del régimen, durante los fallidos intentos de reforma en los noventa. Bajo este régimen destacó por su denuncia de la corrupción generalizada propia de la dictadura. Al ser derrocado Mobutu por Kabila, Tshisekedi se negó a participar en los gobiernos de los Kabila e incluso llegó a tratar de boicotear las elecciones de 2006, a las que no concurrió al considerar que estaban amañadas. Si participaría en las presidenciales de 2011, en las que debió de enfrentarse no solo a Kabila sino también a otros líderes opositores que no habían logrado alcanzar un acuerdo, resultando finalmente derrotado por el presidente. A pesar de la derrota, la UDPS y sus aliados del Rassemblement siguen teniendo un enorme peso institucional y una destacable representación en el parlamento, lo que la convierte en la principal fuerza de la oposición.
Aunque ya se había alcanzado el acuerdo con el sector de Kamerhe, la situación política del país hacía necesario incluir a las fuerzas del Rassemblement, que alegaban que el acuerdo violaba la Constitución. Para alcanzar un nuevo acuerdo se hizo necesaria la participación de un importante agente social del país, la Iglesia Católica. La Conferencia Episcopal Nacional del Congo (CENCO) ya había participado en las conversaciones políticas anteriormente, pero se levantaron de la mesa de negociación con motivo de los actos violentos del 19 y 20 de septiembre de 2016. A finales del mes de octubre, el propio Kabila solicitó que fuese la Conferencia Episcopal la que mediase en el nuevo acuerdo entre la mayoría presidencial y el Rassemblement. Tras arduas negociaciones, el 31 de diciembre de 2016 se alcanzaba el llamado Acuerdo de San Silvestre, el cual se marcaba como objetivo la continuidad del Estado y de las instituciones. El acuerdo establecía la celebración de elecciones en diciembre de 2017, el reconocimiento de la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI) y el nombramiento de un primer ministro elegido de entre la oposición.
A pesar de las esperanzas despertadas por este acuerdo, los retrasos y la falta de entendimiento entre las partes han hecho que el país siga abocado al bloqueo institucional. El principal problema que presenta la puesta en funcionamiento del acuerdo es la designación del primer ministro. En un primer momento, la mayoría presidencial solicitó a la oposición la elaboración de una lista de tres candidatos para que de ellos se eligiese al más favorable al presidente, oferta que fue rechazada por la oposición.
Todos contra Kabila
El Acuerdo de San Silvestre no establecía ningún nombre en concreto ni de que formación política debía provenir el nuevo primer ministro. Dada la relación de fuerzas en las instituciones congoleñas, el candidato más lógico era Étienne Tshisekedi, quien contaba con el apoyo de una gran parte de la oposición y habría permitido unir el país. Pero, tras un mes de discusiones entre el gobierno y la oposición, el 1 de febrero de 2017, Tshisekedi fallecía a causa de una trombosis pulmonar en Bélgica donde se había trasladado para lo que su hijo definió como un “chequeo rutinario”.
La muerte de Étienne Tshisekedi suponía un duro golpe para la oposición del Rassemblement, ya que con esta se iniciaba una lucha por el liderazgo del UDPS, primer partido de la oposición y segundo en número de diputados. Tras un mes de debate interno, el Rassemblement elegía, junto a Pierre Lumbi del MSR, a Félix Tshisekedi, hijo del difunto líder, como su co-presidente. Félix ha desarrollado la mayor parte de su carrera política a la sombra de su padre, en las elecciones de 2011 salió elegido diputado por la UDPS, pero, a pesar de ésto, no cuenta con mucha experiencia, al margen de este escaño y algún cargo interno en su partido, Félix no ha ocupado cargos políticos de importancia.
Pero la elección de Félix Tshisekedi no fue bien recibida por toda la oposición, de hecho esta dejó al Rassemblement dividido y muy debilitado. Ante esta situación, Kabila trató de dar un golpe de gracia a la oposición eligiendo como primer ministro a Bruno Tshibala. Tshibala fue uno de los principales colaboradores de Étienne Tshisekedi, siendo uno de los fundadores de la UDPS, partido en el que llegó a alcanzar altas cuotas de poder. Al iniciarse la lucha por el poder en el seno del partido, Tshibala se opuso a la elección de Félix Tshisekedi, lo que le valió ser apartado del partido. Con esta decisión Kabila pretendía un doble objetivo: fragmentar a la oposición y aparentar haber cumplido el Acuerdo de San Silvestre. La estrategia de Kabila no es que pueda considerarse como exitosa, ya que gran parte de la oposición se opuso al nombramiento de Tshibala, mientras que la comunidad internacional no considera que Kabila haya cumplido su parte del acuerdo.
A los rivales de Kabila ha venido a sumarse otro nuevo, Moïse Katumbi. Hijo de madre congoleña y de un judío de origen griego que llego al Congo huyendo del fascismo, Katumbi ostenta una de las mayores fortunas del país, hasta el punto de que The Economist consideró que era “el segundo hombre más poderosos de la RDC después de Kabila”. Katumbi, quien siempre se ha presentado como un empresario “hecho a sí mismo”, cuenta con un gran apoyo popular, este en buena medida proviene de su actuación como presidente del TP Mazembe, el principal equipo de fútbol del país. Katumbi comenzó su carrera política de la mano de Kabila, en cuyo partido militó hasta 2015 y a quien apoyo en las elecciones de 2006 y 2011. Resultaría elegido diputado de la Asamblea Nacional en las elecciones de 2006, para, más tarde, pasar en 2007 a ser gobernador de la provincia de Katanga, la provincia más rica del país debido a sus recursos naturales.
Desconocemos cual fue la verdadera causa de la ruptura de Katumbi con Kabila, para quien solo tenía buenas palabras hasta, al menos, otoño de 2015, cuando dijo a Reuters que si Kabila cumplía con los plazos estipulados por la constitución se convertiría en “el padre de la democracia congoleña”. A falta de informaciones sobre el funcionamiento interno y las luchas de poder en el seno del gobernante PPRD, podemos señalar que la ruptura entre ambos líderes se produce por la oposición de Katumbi a que Kabila pretendiese tener un tercer mandato mediante una reforma constitucional. En septiembre de 2015, Katumbi presenta su dimisión como gobernador de Katanga después de que un grupo de siete partidos que formaban parte de la Mayoría Presidencial fuesen expulsados de esta por pedir en un carta abierta al presidente que no aspirase a un tercer mandato y convocase elecciones. Tras su dimisión, Katumbi anunció su intención de concurrir a las elecciones presidenciales como candidato, recibiendo el apoyo de estos siete partidos agrupados en el conocido como G7.
En represalia por la traición se inicia un proceso judicial, que será muy cuestionado, en el que se pretendía investigar las irregularidades en los negocios del empresario. Dicho proceso llevará a que Katumbi sea condenado a tres años de prisión por la venta ilegal de unas propiedades en Lubumbashi, capital de Katanga. A este proceso se unió la acusación de que Katumbi había contratado mercenarios extranjeros para desestabilizar el país, acusación basada en la detención de un ex-militar estadounidense durante una violenta manifestación contra Kabila en Lubumbashi en abril de 2016. Katumbi y sus seguidores alegaron que todo el proceso era una estrategia para minar su candidatura a las presidenciales. Finalmente, la condena por las ventas ilegales obligó a Katumbi a exiliarse a Europa, lo que ha debilitado sensiblemente su posición.
La lista de enemigos de Kabila se cierra con Jean-Pierre Bemba. Al igual que muchos sectores de la oposición, Bemba proviene de la dictadura de Mobutu, aunque a diferencia de otros líderes, como Tshisekedi o Tshibala, Bemba se mantuvo siempre leal al dictador. En los años finales de la dictadura, Bemba se enriqueció considerablemente mediante su participación en diversos negocios, entre los que destacan las telecomunicaciones y la aviación. Al tomar el poder Laurent-Désiré Kabila en 1997, Bemba se marcha al exilio, fundando al año siguiente el Movimiento de Liberación del Congo y el Ejercito de Liberación del Congo, que contará con apoyo de Uganda. Además de sostener actividades de guerrilla contra Kabila, Bemba también pretenderá influir en la vecina República Centroafricana, donde apoyará al presidente Ange-Félix Patassé. Tras la firma de los Acuerdos de Pretoria en 2002, Bemba se convierte en vicepresidente del Gobierno de Transición presidido por Joseph Kabila, etapa en la que serán numerosos los enfrentamientos entre ambos mandatarios. Finalmente, sería vencido por Kabila en las elecciones de 2006. En 2010, se inicia el proceso judicial contra Jean-Pierre Bemba en el Tribunal Penal de La Haya, proceso que se saldó con la condena a 18 años de cárcel por crímenes de guerra y contra la humanidad. Bemba recurrió esta condena, logrando su absolución en junio de 2018. En el mes de agosto regresó al país para presentar su candidatura.
en Kinshasa (febrero, 2018). / AFP PHOTO / John WESSELS
A esta variopinta oposición ha venido a unirse la Iglesia y los grupos católicos. La Iglesia católica es, probablemente, la institución con mayor credibilidad y capacidad organizativa del país. Inicialmente, la Iglesia adoptó una postura mediadora en la crisis política que atraviesa el país africano, pero, desde finales de 2017, la posición de ésta y de los grupos católicos, encabezados por el Comité Laico de Coordinación, ha pasado a ser de una mayor belicosidad hacia el gobierno de Kabila, exigiendo el cumplimiento del acuerdo de San Silvestre y la celebración de elecciones en diciembre de 2018. Este cambio de postura se evidenció en diciembre de 2017 cuando, debido al incumplimiento del Acuerdo de San Silvestre, estos grupos de laicos católicos organizaron grandes manifestaciones en las principales ciudades pidiendo la celebración de elecciones, manifestaciones que se caracterizaron por varios incidentes violentos y el enfrentamiento con las fuerzas policiales.
El duro camino hacia las elecciones
Otra de las polémicas emanadas de este proceso electoral es la ocasionada por la compra de unas máquinas para votar, esta decisión ha sido criticada por gran parte de la oposición y algunos países, como Estados Unidos, ya que consideran que estas pueden favorecer el fraude electoral. Se considera también que esta tecnología no sería apropiada para las votaciones en las zonas rurales, donde la población no está muy habituada a la tecnología.
En enero de 2018, la CENI anunció haber concluido la elaboración del censo electoral, lo que resuelve uno de los problemas históricos de la política congoleña.
A lo largo de 2018, las principales dudas acerca del proceso electoral han sido las relacionadas con el futuro político del presidente Kabila. A lo largo del año, cada intervención pública del presidente, cada discurso, ha sido observado con lupa tratando de hallar en las palabras del mandatario alguna pista sobre sus planes. Sus discursos en este periodo se centraban en la defensa de la soberanía nacional del Congo y en criticar las presiones internacionales sobre el país. Las intervenciones de otros políticos afines a Kabila tampoco aportaba mucho, algunos de ellos afirmaban que respetaría la Constitución, mientras otros trataban de justificar una posible reelección del presidente. Al margen de grandilocuentes discursos y dubitativas justificaciones, los actos del gobierno se muestran más reveladores, en el mes de junio el parlamento congoleño aprobaba una ley que otorga protección legal a los expresidentes, dado que Lumumba, Mobutu y Laurent-Désiré Kabila están muertos, esta ley estaría creada expresamente para garantizar una salida segura a Kabila.
Finalmente, el 8 de agosto de 2018, día en que terminaba el plazo para la presentación de candidaturas a las elecciones, Kabila, tras reunirse con los líderes de su partido en Kigakati, anunció que no se presentaría a un tercer mandato. En su lugar, se anunciaba que el candidato de la coalición oficialista Frente Común por el Congo será Emmanuel Ramazani Shadary. Se trata de un personaje de la plena confianza de Kabila, desde los años 90 lleva a su lado, participó en la fundación del PPRD, del cual es Secretario Permanente desde febrero de 2018. También ha ocupado varios cargos de importancia en los últimos años, siendo vice-primer ministro y ministro del Interior hasta el mes de febrero.
La última polémica de este proceso electoral ha sido la imposibilidad de Moïse Katumbi de desplazarse hasta el país para poder presentar su candidatura. Katumbi llevaba desde 2016 en Europa a causa del proceso judicial iniciado contra él por las autoridades congoleñas. Durante los últimos meses, el opositor congoleño llevaba anunciando una pronta vuelta al país con el fin de presentar su candidatura, pero estos intentos siempre se encontraban con la negativa de las autoridades. Ante la necesidad de regresar al país dada la cercanía del final del plazo para presentar las candidaturas a las presidenciales, Katumbi optó por acceder al país desde Zambia a principios de agosto. Este plan acabó en fracaso al ser frenado por las fuerzas de seguridad de la República Democrática del Congo, conocedoras del plan debido a que Katumbi lo había anunciado previamente. Al no lograr acceder al país, Katumbi queda fuera de la carrera presidencial, por lo que se prevé que opte por apoyar a otro candidato de la oposición. Debemos tener en cuenta que, según las encuestas, Katumbi era uno de los favoritos en estas elecciones, por lo que contar con el apoyo de éste puede resultar fundamental ahora para los líderes opositores, a la vez que facilita la posibilidad de una mayor unión de la oposición. Las últimas informaciones apuntan a la posibilidad de que se apoye a un único candidato opositor, ya que las elecciones serán de una única ronda en la que saldrá elegido el candidato más votado.
El 24 de agosto fueron invalidadas seis candidaturas por la Comisión Electoral Nacional Independiente alegando diferentes problemas que presentaban dichas candidaturas. Estas serían las candidaturas de Jean-Pierre Bemba, Jean-Paul Moka-Ngolo, Marie Josée Ifoku, Adolphe Muzito, Antoine Gizenga y Samy Badibanga, estos tres últimos antiguos primeros ministros bajo la presidencia de Kabila. La candidatura de Bemba ha quedado invalidada por la condena de este en la Corte Penal Internacional. Las de Marie Josée Ifoku y Samy Badibanga debido a problemas con la nacionalidad de los candidatos, ambos gozaban de doble nacionalidad y la CENI ha considerado que estos no son actualmente ciudadanos de la RD Congo. Por su parte, las de Antoine Gizenga y Adolphe Muzito se deben a la situación interna del Partido Lumumbista Unificado (PALU), del que ambos proceden. Muzito, quien había sido suspendido de militancia en el PALU y se presentaba por su propia plataforma, Nouvel élan, alega que él ya no es miembro del PALU, con lo que esta decisión carece de sentido. Por último, Jean-Paul Moka-Ngolo ha visto invalidada su candidatura por no haber realizado el pago que le era exigido para presentarse. Los seis candidatos dispondrán de 48 horas para apelar al Tribunal Constitucional, organismo que tendrá hasta el 11 de septiembre para dictaminar el futuro de estas candidaturas.
No podemos olvidar la importancia económica que tiene la República Democrática del Congo. Desde las primeras expediciones europeas en África, el territorio del Congo ha tenido la desgracia de contar siempre con aquellos recursos que eran ambicionados por las economías occidentales en cada momento: marfil en la época victoriana, caucho cuando comenzaron a proliferar los neumáticos, petroleo y, ahora, en plena revolución digital, coltán, tan necesario para la fabricación de diferentes aparatos electrónicos, destacando la telefonía móvil. La importancia de los recursos con los que cuenta el país ha quedado constatada en algunos acontecimientos en fechas recientes, como la entrada de la RD Congo como miembro de la OPEP o las nuevas explotaciones petrolíferas en territorios antes considerados parte de parques nacionales, como Virunga y Salonga.
Tradicionalmente esta riqueza en recursos naturales ha supuesto para el país una maldición más que una bendición, ya que se ha convertido en causas de muchos de los numerosos conflictos que hoy desangran al país africano. Durante las últimas décadas, la República Democrática del Congo se ha visto sacudida por una serie de conflictos armados en diferentes territorios, los cuales han estado motivados por la progresiva descomposición política del estado y por la voracidad consumista del mundo occidental, que requiere cada vez de más recursos para mantener su insostenible nivel de vida. De este modo, las compañías mineras que operan en África han estado alimentando los conflictos y armando a las milicias para asegurarse el control de las explotaciones mineras. Estas acciones se reflejan, por ejemplo, en los niveles de exportación de recursos como el coltán por países como Uganda o Ruanda, que, durante los graves conflictos en el este de la RD Congo, exportaban más de lo que realmente podía producir su territorio.
A estos tradicionales conflictos por los recursos se ha añadido recientemente un nuevo conflicto abierto en la región de Kasai, caracterizado por una extrema violencia y el flujo migratorio interno que ha provocado. Además de estos conflictos, la RD Congo se enfrenta a una grave crisis debido a un brote de ébola que se ha extendido por varias regiones del país.
A día de hoy, podemos concluir que el futuro del Congo depende de la celebración y resultado de estas elecciones. Unas elecciones que debían haberse celebrado hace dos años y en las cuales los congoleños deberán decidir entre mantener un gobierno del PPRD, en el cual no sabemos que papel ocupará Kabila, o por el contrario, entregar el gobierno a una oposición muy heterogénea cuyo único nexo de unión es su deseo de echar a Kabila. Sea cual sea el resultado, el próximo gobierno congoleño deberá esforzarse en volver a unir el país y hacer frente a los numerosos conflictos armados que desangran al gigante africano.
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