Desde el pasado 4 de noviembre el acceso a internet y todas las comunicaciones con el exterior están cortadas en la región etíope del Tigray, haciendo muy difícil el conocimiento de todos los detalles de lo que está ocurriendo allí. Ese día el ejército lanzó una ofensiva contra el Ejército de Liberación del Pueblo Tigray (TPFL), a la vez que el Gobierno de Abiy Ahmed declaraba el estado de emergencia en toda la zona durante seis meses. Desde entonces se reportan enfrentamientos entre ambos bandos que hacen pensar en un más que probable conflicto a gran escala en lo que muchos consideran ya como una guerra civil.
El motivo inmediato de la ofensiva gubernamental ha sido el ataque a la base del ejército en la ciudad de Mekelle en la que, según fuentes oficiales, el TPFL habría intentado robar artillería y equipamiento militar. Sin embargo, las autoridades del Tigray lo han negado. Tras este supuesto hecho, Abiy Ahmed declaraba en un comunicado que: “La última línea roja se ha cruzado con los ataques de esta mañana, el Gobierno federal se ve abocado a un enfrentamiento militar”. La respuesta práctica fue el envío de numerosas tropas a una zona limítrofe tanto con la región etíope de Amhara como con los estados de Eritrea y Sudán. Este último decidió el sábado el cierre de la frontera que la separa de Etiopía.
El viernes 6, la Fuerza Aérea etíope bombardeaba Mekelle, la capital de Tigray, destruyendo depósitos de armamento del gobierno regional. El mismo día, el gobierno federal declaraba haber tomado el control de la ciudad de Dansha. La respuesta del TPFL no se hizo esperar y movilizó a toda su fuerza disponible. Su presidente Debretsion Gebremichael, afirmaba en rueda de prensa que: “Estamos librando esta guerra para preservar nuestra existencia. Estamos preparados para ser mártires”. Sin embargo, ninguno de los bandos ha ofrecido hasta el momento un balance de víctimas pudiendo conocer por fuentes informales que los muertos y heridos se contarían ya por decenas.
Las fuerzas dispuestas a intervenir en combate son muy numerosas en ambos bandos, llevándonos a pensar que los enfrentamientos serán largos y cruentos. Tigray es la sede de la Comandancia del Norte del ejército federal, que cuenta a su vez con numerosos oficiales tigriña, mientras que, según el International Crisis Group, el gobierno regional podría movilizar una milicia de hasta 250.000 combatientes. A pesar de ello, el Primer Ministro etíope, afirmaba en Twitter: “Las operaciones de las fuerzas de defensa federales en marcha en el norte de Etiopía tienen objetivos claros, limitados y alcanzables”, mientras que el jefe adjunto del Estado Mayor Berhanu Jula reconocía en rueda de prensa que el mayor objetivo es que la guerra no se traslade al centro del país y se limite al norte.
Este sábado por la mañana el Parlamento etíope aprobaba la disolución del Gobierno regional y declaraba ilegal la actual legislatura que había sido elegida en septiembre, estableciendo una administración provisional. Con este paso, el gobierno de Abiy Ahmed pretende legitimar legalmente su intervención a la vez, que deslegitimar al TPFL, que, de facto, seguirá gobernando la región.
Posible internacionalización del conflicto
La comunidad internacional teme que el conflicto se extienda y pueda afectar a una ya muy convulsa región del Cuerno de África. Organizaciones como las Naciones Unidas o la Unión Europea han hecho llamamientos a la desescalada sin haberse posicionado en ningún bando hasta el momento. Estas se muestran inquietas por una inevitable nueva oleada de refugiados en una zona que cada año se encuentra entre los principales focos de población desplazada. Además los países del entorno ven con preocupación una más que posible internacionalización de un conflicto que puede desestabilizar a una región que había despertado muchas esperanzas en los últimos años. Hasta ahora, movimientos como el proceso de paz entre Eritrea y Etiopía o la progresiva retirada del grupo yihadista Al-Shabab de Mogadiscio, capital somalí, hacían pensar en la pacificación de esta zona históricamente conflictiva.
Precisamente, el gobierno etíope ha decidido desmovilizar gran parte del contingente militar destinado a la lucha contra este grupo insurgente vinculado a Al-Qaeda para destinarlo al Tigray. Etiopía ha sido hasta ahora uno de los líderes de la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM) que en los últimos meses habría obtenido grandes victorias contra la insurgencia y consiguiendo un acercamiento de posturas entre las diversas facciones políticas que se enfrentan por el poder en el país. El enfrentamiento dentro de las fronteras de Etiopía puede ser un paso atrás en la estabilización del somalí.
El otro país que puede verse envuelto en el conflicto es Eritrea. Tras décadas de conflicto, la firma de la paz bajo el gobierno de Abiy Ahmed le valió a este ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Este acuerdo provocó las quejas del pueblo Tigray, que cuenta con más de cuatro millones de personas en Eritrea, ya que consideraban que no se los había tenido en cuenta, a la par que dividía sus comunidades. Las buenas relaciones actuales del presidente eritreo Isaías Afewerki con el Primer Ministro etíope han hecho temer al TPFL por la involucración eritrea en el conflicto. Por su parte, las autoridades etíopes han denunciado el uso de indumentaria muy parecida a la del ejército eritreo por parte tigriña, con el objetivo de crear tensiones entre ambos países.
Fracaso del centralismo de Abiy Ahmed
Para muchos, esta ofensiva de Adis Abbeba es considerada como una venganza hacia la región norteña por las elecciones no autorizadas que celebraron el pasado septiembre. Los comicios fueron la respuesta del TPFL a la postergación sin fecha de las elecciones estatales que debían celebrarse este año, pero que el gobierno decidió retrasar a causa de la pandemia de Covid-19. Esto provocó las quejas de la oposición en todo el Estado y llevó a al gobierno de Tigray a no reconocer a ninguna autoridad federal desde el 5 de octubre, fecha en que debía terminar el mandato de Abiy Ahmed.
Esto se une a un creciente interés de la población tigriña (también llamada tigray o tigré) hacia la secesión. Los tigriña, a pesar de contar sólo con el aproximadamente 5% de la población total etíope, fueron durante años la etnia dominante en el país bajo el gobierno de Meles Zenawi, y ocupan actualmente la que muchos consideran como la región más rica y próspera del país, además de la más beneficiada por el fuerte crecimiento económico de Etiopía en los últimos años. Además, este pueblo se considera descendiente directo del mítico Reino de Saba. Todo ello ha provocado la animadversión de parte de la población etíope e incluso el propio Primer Ministro los ha llegado a considerar como “arrogantes”.
Durante el pasado año, el gobierno regional del Tigray lanzó una intensa campaña de desprestigio del gobierno federal en todos los medios de comunicación. El TPFL decidió su escisión de la coalición gobernante tras la disolución del Frente Democrático del Pueblo Etíope (FDRPE) que gobierna el país desde 1991, y la creación del nuevo Partido de la Prosperidad con el Primer Ministro a la cabeza. Esto fue considerado la puntilla de las intenciones centralizadoras del gobierno.
Etiopía se rige desde 1991 por un federalismo étnico en que cada una de las etnias mayoritarias gobierna cada una de las nueve regiones administrativas. El TPFL fue en su inicio una de las numerosas guerrillas que surgieron en todo el país para luchar contra la junta militar gobernante conocida como el Derg. Su unión con otras guerrillas de carácter étnico como la Amhara o la Oromo en el FDRPE contribuyó a la expulsión del régimen, pasando la coalición a convertirse en un partido que desde ese momento será liderada por el TPFL.
La llegada al poder en 2018 del Oromo Abiy Ahmed, volteó esta situación, iniciándose una purga de los tigriña que ocupaban altos cargos administrativos o militares. Esta situación no es nueva en Etiopía, acostumbrada a las tensiones étnicas y a las venganzas de las élites cuando se produce una alternancia en el poder. Sin embargo, con Abiy Ahmed esta situación parecía estar cambiando. Las intenciones del Nobel de la Paz de 2019 han ido más encaminadas a promover un sentimiento de unidad nacional por encima de las particularidades comunitarias.
Las políticas encaminadas a la centralización del poder y a la recuperación de un nacionalismo estatal de reminiscencias imperiales han chocado frontalmente desde un buen principio con un sentimiento de pertenencia étnica muy arraigado en el país. Pueblos como el tigriña se han negado a participar en ello creciendo en el interior de la región un sentimiento de indefensión tras su expulsión del poder, y viendo peligrar sus particularidades históricas. También otros pueblos como el Oromo, a pesar de la pertenencia de Abiy Ahmed a esta etnia, han salido a la calle durante los últimos meses para protestar contra las intenciones gubernamentales, iniciándose en junio una revuelta tras el asesinato del músico y activista Oromo Hachalu Hundessa que dejó centenares de muertos y detenidos.
Nos encontramos pues ante lo que podemos considerar ya como una guerra civil. Muchos analistas lo consideraban con anterioridad como un escenario más que probable en un país muy marcado por los conflictos étnicos. El sentimiento comunitario de la región de Tigray y la desafección hacia el centralismo de Abiy Ahmed han llevado a un conflicto de difícil solución que puede verse agravado si los países vecinos se deciden a intervenir. La desinformación provocada por el cierre de las telecomunicaciones hace temer una escalada cada vez más violenta de los acontecimientos y un difícil seguimiento del conflicto para la opinión internacional, lo que puede llevar a profundizarlo y a dificultar su solución.
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