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[A Debate] El futuro de la crisis iraní

El pasado de 14 septiembre, a las 3:53 de la mañana hora local, se produjo un ataque masivo contra dos instalaciones de la empresa estatal saudí Aramco. Por ser más concretos los ataques se produjeron contra la refinería de Abqaiq, la mayor refinería de petróleo del mundo, y el campo petrolífero de Khurais. Tanto los medios como los autores de los ataques están siendo aún disputados. Pero lo que está claro es que este incidente es una escalada en las tensiones que afectan a la región y cuyo origen más próximo podría trazarse hasta la decisión del presidente estadounidense Donald Trump de retirar a Estados Unidos del Joint Comprehensive Plan of Action sobre el programa nuclear iraní también conocido como Iran Deal.

Estas tensiones no han parado de incrementarse, especialmente durante el último medio año con incidentes cada vez más graves, por lo que resulta necesario preguntarnos ¿dónde acabará esta situación? Entre los miembros del equipo de Descifrando la Guerra existe un cierto grado de consenso al respecto, pero mejor que os lo cuenten ellos mismos en este nueva entrega de [A Debate]. 

Última parada por Jorge González Márquez

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Si tuviera que acusar a un evento especifico, algo que siempre conlleva un considerable riesgo e imprecisión, sería a la Guerra de Iraq. La Guerra de Iraq alteró de manera definitiva el equilibrio geopolítico de la región. En la región existen un considerable número de potencias medias que compiten por la supremacía y que históricamente han aprovechado cualquier momento de debilidad percibida para avanzar sus objetivos. Tras la revolución iraní de 1979, Iraq creyó que el país persa estaba en un momento de debilidad y podría anexionarse la provincia de Juzestan. En 1982, Israel intervino en la guerra civil de Líbano creyendo que podría eliminar las amenazas que existían al otro lado de su frontera norte. Y en 1990 Iraq creyó que podría solucionar sus problemas económicos y reforzar su posición, dañada por su anterior guerra contra Irán, anexionándose Kuwait. Pero la guerra de 2003 fue algo diferente. Una fuerza suprarregional borró del mapa a una de las piezas que equilibraban la región y eso provocó una cascada de acontecimientos que llegan hasta nuestros días.

Pero la finalidad de este debate no es hablar del pasado, sino del futuro. Y para ello primero debemos hablar de la crisis actual y, con el fin de ser más precisos, de los ataques de Abqaiq y Kuwais del pasado 14 de septiembre de 2019.

La actual crisis iraní, asociada al programa nuclear de la nación persa, podríamos decir que se remonta a los años finales de la era Bush. Pero para una mayor comodidad nos centraremos en lo sucedido durante la era Obama, es decir la firma del acuerdo nuclear y sus consecuencias, y durante la era Trump, es decir la ruptura del mismo y sus consecuencias. Pero antes debemos aclarar que estos dos mandatos presidenciales de Estados Unidos están definidos en su conjunto por su existencia dentro de un proceso global que podríamos denominar un “cambio de era”.

Donald Trump firmando la retirada del JCPOA.

Después de la Guerra Fría, Estados Unidos obtuvo lo que algunos han venido llamando una posición de “hiperpotencia” a partir del llamado “momento unipolar” fruto de la caída de la Unión Soviética. Este periodo se ha caracterizado por la dominancia incontestada de Estados Unidos a nivel político, económico, cultural y tecnológica que le otorgaba capacidad de, hasta cierto punto, hacer y deshacer a placer sin pensar mucho en las consecuencias. Pero este periodo ha llegado a su fin y está viéndose sustituido progresivamente por lo que ha venido llamándose una nueva era de competición entre grandes poderes.

Tras la crisis económica, el ascenso global de la República Popular China se hizo imposible de ignorar. En 2009, el crecimiento de China suponía casi el 15% del crecimiento económico global y ese porcentaje creció hasta alcanzar casi el 20% en 2012. Y la administración Obama anunció en consecuencia el llamado “Pivote hacia el Pacífico” a través del cual Estados Unidos pretendía redesplegarse desde Oriente Medio y Europa hacia la región Asia – Pacífico para afrontar las nuevas realidades internacionales. Pero las circunstancias en Oriente Medio y Europa rápidamente demostrarían que Obama sería incapaz de realizar su pivote hacia el Pacífico. En Oriente Medio fueron las guerras civiles surgidas de la primavera árabe, especialmente a partir de su rápida conversión en guerras proxi entre actores regionales. En Europa fue la respuesta rusa a la crisis ucraniana, con la anexión de Crimea y la guerra del Donbass. Pero que hubiese otras realidades a tener en cuenta no implicó que la necesidad estratégica de pivotar hacia Asia desapareciera, así que Obama trató de conseguir un acuerdo que garantizara un mínimo de estabilidad a Oriente Medio y así nació el JCPOA.

¿El problema? El JCPOA no logró ese objetivo. Su principal socio regional (Israel) vio todo el proceso prácticamente como una traición. Y como los problemas nunca llegan solos, otro socio prioritario para Estados Unidos en la región, Arabia Saudí, también decidió tomar una aproximación más directa al conflicto regional con Irán lanzando una operación militar en Yemen con el fin de decantar la guerra civil, en la que parecían estarse imponiendo los aliados de Irán, a su favor.

Pero ese ya no sería durante mucho más tiempo el problema de Obama, ya que en 2016 se produjeron unas nuevas elecciones presidenciales en Estados Unidos de las que salió victorioso Donald Trump, quien, con una importante presencia de asesores muy cercanos a Israel en su entorno, había prometido poco menos que deshacer todo el legado de la administración Obama. Y así fue. Tras una primera muestra de fuerza en Oriente Medio durante abril de 2017, quizá más destinada al presidente chino Xi Jinping con quien estaba cenando cuando ordenó la realización de los ataques, y una aparente primera aproximación hacia una posible renegociación del Iran Deal, Donald Trump anunció la retirada de Estados Unidos del Irán Deal el día 8 de mayo de 2018 y el regreso a una política de máxima presión a Irán a través de sanciones con el fin de corregir su política exterior.

Pero pasó prácticamente un año e Irán no solo no corrigió su política exterior, sino que se podría decir incluso que la “empeoró” incrementando su presencia en Siria y reforzando las capacidades de los houthis yemeníes, así que Estados Unidos designo a la Guardia Revolucionaria Iraní (IRGC) como grupo terrorista el 8 de abril. A lo que Irán respondería un mes más tarde, el 8 de mayo de 2019, anunciando que dejaría de limitar sus reservas de agua pesada y de uranio enriquecido. Lo que fue a su vez respondido por Estados Unidos con nuevas sanciones.

El carguero noruego Front Altair arde en el Golfo de Omán. 13 de junio de 2019.

Desde entonces se han ido produciendo incidentes que han incrementado progresivamente la tensión en la región con ataques a buques mercantes, derribo de drones, captura de petroleros y por último el ataque masivo del pasado 14 de septiembre.

El ataque a la refinería de Abqaiq, sin embargo, no puede interpretarse tan solo como un “mero paso más”. Existen límites, demarcados por las circunstancias históricas y temporales del momento, en cuanto al punto hasta el que puede escalar una crisis internacional sin que se llegue a un conflicto bélico abierto. El ataque de Abqaiq, es por definición un acto de guerra contra Arabia Saudí. Si fuera el caso de que, tal y como afirma el movimiento houthi, el ataque proviniera de Yemen, supondría “tan solo” una escala dramática de los efectos de una guerra ya existente y por lo tanto podría “resolverse” dentro de ese marco. Pero no es el caso. Tanto Estados Unidos como Arabia Saudí responsabilizan a Irán de los ataques afirmando que estos no provinieron de Yemen, sino del norte, sin mayores especificaciones hasta el momento, (Arabia Saudí) o directamente de Irán (Estados Unidos).

Si el ataque provino de Irán, la lógica subyacente a este sería la de provocar un incremento del coste del statu quo actual para Arabia Saudí y tratar de forzar la situación, buscando establecer una disuasión a partir de la cual rebajar las tensiones eliminando la presión hacia todas las partes. El problema de tomar esta medida es que se asumen dos pretensiones, la primera es que supones que la otra parte no está dispuesta a resistir, manteniendo el statu quo, o incluso escalar más la situación. Y la aplicación de sanciones contra el Banco Central y el Fondo Nacional de Desarrollo iraníes y el anuncio del despliegue de más personal militar estadounidense en Arabia Saudí hacen pensar que esta última respuesta es la correcta.  La segunda presunción sería que incluso si la otra parte está dispuesta a escalar, no lo hará hasta el punto de iniciar una guerra debido a los costes materiales y de oportunidad asociados a un conflicto armado que adquiriría una escala considerablemente superior a nada de lo que hemos visto hasta el momento en el presente siglo.

Si el ataque provino de Irán, estas presunciones implican que probablemente se llevará a cabo un nuevo ataque. De hecho, ya parece haber indicios de que este será pronto. Y si este se produce nos enfrentaremos al hecho de que el umbral de escalada ha llegado a tal punto que en estos momentos no existe prácticamente margen de maniobra para que la otra parte (Estados Unidos/Arabia Saudí) pueda responder sin recurrir a una acción militar. Esto nos lleva a que, si la segunda presunción es errónea, Abqaiq haya sido la última estación en la que podíamos bajarnos de un tren cuyo destino final aparente es un conflicto bélico a escala regional en Oriente Medio cuyas consecuencias, y esto me permito afirmarlo sin ninguna duda al respecto, provocarán cambios descomunales a escala global. 

¿Esta Oriente Medio ante su 1914? Por Àngel Marrades

Parte de los daños producidos a las instalaciones de Aramco.

Esta pregunta flota en el aire tras un ataque devastador que ha paralizado el 50% de la producción petrolera saudí, y no por intentar evocar una referencia baladí que impresione, sino porque realmente la Crisis de Abqaiq dependiendo de cómo se resuelva puede llevar a un conflicto que envuelva a toda la región. Esto se debe a que el incidente supone un cambio en el “status quo” que parecía se llevaba asentando desde abril con una progresiva escalada, pero este paso no lo es, este paso supone un escalón abrupto que deja a Arabia Saudí ante una decisión que puede suponer el mayor cambio para la región desde 2003.

La delicada situación que deja Abqaiq se debe a su propia naturaleza, ya hayan sido los Houthies o Irán (quienes han ejecutado el ataque) el mensaje de Teherán es ojo por ojo como vino diciendo: si no pueden exportar petróleo nadie podrá. Además, esto tiene otras implicaciones, que Irán está convencida de que Estados Unidos no está dispuesto a iniciar un conflicto ante las elecciones de 2020 y que los costes de rendirse ante la estrategia de “máxima presión” son mayores que las de provocar una escalada militar dramática en el Golfo.

Por lo tanto, en su acervo ideológico Irán asume que debe tomar una posición de poder si quiere una salida satisfactoria a la actual crisis, para ello necesitaba de un ataque que dejará a Arabia Saudí ante una decisión que supusiera claudicar o responder militarmente para intentar restaurar la disuasión. Frente a la segunda opción Irán ya tiene su respuesta: “Tendríamos que disuadirlos de que vuelvan a golpear, lo que significa infligir un daño significativamente mayor”.

Irán, al igual que sus rivales, entiende que cualquier conflicto limitado no es posible, que cualquier escenario de esas características llevará necesariamente a un conflicto regional que envolverá a Iraq, Yemen, Siria, Israel, Líbano, Palestina, en definitiva, que inevitablemente afectará a todo Oriente Medio. Así al golpear Abqaiq el mensaje es doble, a sus enemigos les muestra que están desprotegidos y Estados Unidos no es capaz de imponer la disuasión, e impulsa al Eje de Resistencia con la idea de que son capaces de imponer sus términos en el terreno.

La posición de Irán está pasando de “paciencia estratégica” a “ofensiva estratégica” desde el comienzo de la escalada con Estados Unidos en abril, esta última acción marca ese paso. Aunque los Reformistas (el Presidente Rouhani y el Ministro de Exteriores Zarif) están en el poder y son más favorables a un acuerdo frente a la escalada militar están siendo seducidos por la idea de que un acuerdo no es posible, y el inicio de la campaña presidencial estadounidense en 2020 es ya el punto muerto marcado para terminar de liquidar el JCPOA. La cuestión no es tanto que los Principalistas estén tomando mayor influencia, que está ocurriendo y es algo que se ve en el Líder Supremo Khamenei, sino que los Reformistas se están convenciendo de que un acuerdo no es posible, lo cual es mucho más peligroso pues implica una posición conjunta en política exterior, algo por lo que las dos facciones han disputado el poder desde las elecciones de 2009. Si no hay acuerdo antes de las presidenciales de 2020 entonces ya no solo Irán se negará a volver al status quo de 2015, es que no aceptará tampoco una reforma del JCPOA en la que obtenga una mejor posición, buscará ser reconocida como potencia nuclear.

Reunión entre Javad Zarif y Emmanuel Macron en la víspera del G7 de Biarritz.

En esta situación Francia entra como único negociador que puede hacer de puente entre las partes y lleva liderando los esfuerzos por conseguir una reunión desde antes del G7 en Biarritz, donde también fracasó. Estos días durante la Asamblea General de Naciones Unidas también intenta impulsar algún tipo de acuerdo, sin embargo, el reciente comunicado junto a Alemania y Reino Unido acusando a Irán de ser responsable del ataque de Abqaiq posicionan al resto de integrantes occidentales del acuerdo de nuevo en la idea de que no se puede confiar, que no hay acuerdo viable, se ve aquí y en el INSTEX, que es el método de pago para evitar las sanciones estadounidenses, al no haber sido usado para el petróleo, lo único que importa a Irán.

En mi opinión por lo tanto las opciones en este momento una vez concluyan las investigaciones de Arabia Saudita en el ataque y termine la Asamblea General de Naciones Unidos son tres:

  • Una respuesta militar de Riad para evitar mostrar debilidad ante la presión de Estados Unidos, que solo apoyaría diplomática y logísticamente, intentando restaurar la disuasión sobre Irán y que provocaría una respuesta de Teherán.
  • Que los Saud intente mediante sanciones y medidas diplomáticas evitar la humillación regional que supondrá claudicar ante las acciones de Irán, respondiendo en escenario secundarios como Iraq o Yemen, con la consecuencia de imponer un nuevo status quo en la relación con Irán que tomaría una postura más agresiva.
  • Una negociación en el marco de la Guerra de Yemen que permita ceder a ambas partes y obtener ganancias que vender a su público y pueda conducir a restaurar la situación sin necesidad de escalar militarmente.

Una bala que nadie quiere disparar por Andrea Chamorro

La carrera por la hegemonía regional entre Irán y Arabia Saudí abarca los terrenos económico, político y cultural ya que ambos países tienen como objetivo ser el actor hegemónico de Oriente Medio. Sin embargo, en una competición de poderes, la guerra nunca deja de ser una posibilidad. Ninguno de los dos países posee un especial interés en un conflicto abierto a corto plazo, ya que no tiene suficiente capacidad como para asegurar una victoria rápida sumando el peligro de implicar a terceros países como Estados Unidos o Israel.

Las tensiones entre naciones no suelen estar estancadas largos periodos de tiempo: si no se solucionan, la escalada bélica es el futuro más probable. La situación cambió radicalmente cuando la empresa petrolera saudí Aramco fue atacada con misiles, dando como resultado que el 50 % de la producción petrolera nacional y un 7% de la mundial se paralizasen.

Inmediatamente se culpó a los houties yemeníes de dicho ataque, sin embargo, esa versión no acabó de convencer a Estados Unidos y Arabia Saudí. Iraq inmediatamente desmintió su participación en dicho ataque e Irán hizo lo propio, aunque de este último se tenían reservas.

Imágenes satelitales publicadas por Estados Unidos del ataque a la refinería de Abqaiq.

Unos días después, Estados Unidos publicó imágenes del estado de la planta. Los proyectiles  utilizados habían sido extremadamente precisos y sofisticados como para que se tratase de un ataque Houti. El pánico cundió entre las élites política y militar saudí “¿alguien tenía la capacidad para destrozar el 50% de la producción de nuestro bien económico más preciado? Y más importante “¿cómo no hemos podido evitarlo?

Estas cuestiones dejaban al descubierto otros hechos: alguno de los países vecinos es más poderoso de lo que parece y los saudíes no son tan militarmente fuertes como creían, lo que fue un gran golpe a la moral del gobierno de Riad. Las sospechas sobre Irán se intensificaron, pero seguía sin haber pruebas fehacientes de su autoría.

La comunidad internacional condenó el ataque y Estados Unidos mostró una gran predisposición a ayudar en la actual crisis de petróleo y sus consecuencias, anunciando poner utilizar la reserva petrolera nacional para paliar la crisis de producción, el despliegue de tropas adicionales y sistemas antiaéreos en Arabia Saudí.

La rueda de prensa saudí supuso un punto de inflexión. En ella se mostraron diversos fragmentos de drones y misiles de crucero y se planteo acusar directamente a Irán de la autoría del ataque, lo que fue tajantemente desmentido por la nación persa. Acto seguido los saudíes comenzaron una investigación con el fin de esclarecer la autoría del ataque, a la que invitaron a investigadores internacionales.

Rueda de prensa saudí mostrando drones y misiles de crucero de supuesto orígen iraní.

En este momento llegamos al punto ¿qué ocurrirá a continuación? Evidentemente, este ataque no puede quedar sin contestación. Arabia Saudí daría una imagen de debilidad: trasladando el mensaje de que se pueden atacar sus instalaciones estratégicas sin que haya represalias y eso sería fatal para una nación que aspira a la hegemonía regional.

El ataque a infraestructuras vitales se convertiría en un punto de presión para futuras tensiones. No dar una respuesta adecuada originaría también consecuencias a nivel interno, ya que la imagen del gobierno saudí se vería seriamente perjudicada.

Llegados al punto de que una respuesta por parte de la potencia saudí es inevitable, surge a la siguiente cuestión: ¿qué tipo de respuesta? Debe ser acorde al daño causado, pero si es excesiva tendría como consecuencia una escalada de tensiones o incluso una guerra. Se han propuesto varias soluciones que podrían no dar paso a un aumento de las tensiones, pero que resultarían ineficaces, Por ejemplo: ¿más sanciones? Ya no queda nada por sancionar. ¿Presión internacional? Irán ya está sometido a demasiada como para que le supusiese un problema.

Las únicas opciones viables conllevan una escalada de la tensión o un conflicto abierto. El gobierno estadounidense es partidario de que Riad dé una respuesta contundente a Irán, calificando el ataque a las instalaciones petroleras de acto de guerra. La agresión llega en un momento de escalada de tensiones entre Estados Unidos e Irán por la ruptura del Plan Integran de Acción Conjunta (JCPOA o Iran Deal), lanzando a este a una carrera de rearme nuclear que había abandonado al firmar del tratado.

Arabia Saudí no es partidaria de una guerra abierta con Irán, ya que no es seguro que pudiese conseguir una victoria rápida. La potencia saudí es el quinto país mejor equipado militarmente, pero adolece de graves problemas internos. Además, todavía no se ha esclarecido de manera oficial la responsabilidad del ataque.

 Si los saudíes realizasen una ofensiva ahora, sin una sentencia oficial, le darían una buena narrativa a Irán para justificar un ataque de respuesta, ya que en teoría Arabia Saudí habría disparado la primera bala. Irán, por su parte, tampoco está demasiado interesado en iniciar un conflicto en este momento, ya que actualmente no posee las fuerzas necesarias como para estar seguro de una victoria. Por ese motivo, el gobierno de Riad ha anunciado que esperará el veredicto de la investigación iniciada por Francia para tomar las medidas adecuadas.

Esto nos deja un escenario que cambiará las dinámicas en Oriente Medio, ya que no hay apenas margen de maniobra para llegar a una distensión. Los conflictos no pueden mantenerse estancados eternamente sin que se resuelvan o corran el riesgo de derivar en acciones militares. En el caso de que estallase un conflicto entre estas dos potencias los demás países se verían arrastrados y una gran guerra en Oriente Medio sería probable.

Guerra por Pablo del Amo

Columnas de humo fruto del incendio en la refinería de Abqaiq.

El ataque a las refinerías saudí es el último episodio de la tensión en la región entre Estados Unidos y sus aliados e Irán, siendo esta quizás el episodio que tenga unas consecuencias más duras que puedan desembocar en una guerra, pero ¿por qué digo esto?

 Aunque no esté demostrado, todo apunta a que el ataque a Aramco ha sido obra de Irán (directamente o indirectamente) por varios motivos; la procedencia del ataque, la magnitud del mismo, el armamento utilizado… pero lo más destacable es el por qué de este ataque.

Actualmente nos encontramos a Teherán contra la espada y la pared debido a las fuertes sanciones económicas impuestas por Estados Unidos unido a los continuos bombardeos a sus milicias afines por parte de Israel. Tenemos por tanto a un Irán asediado.

Estados Unidos está aplicando en Irán una estrategia de presión máxima cuyo objetivo es sentar a Irán en la mesa de negociaciones en una posición de debilidad, sin embargo, han reactivado lo contrario. Han hecho que Irán responda contundentemente avisando de las consecuencias de un futuro conflicto armado, “si tú no me dejas exportar mi petróleo, nosotros tampoco”.

Ahora, ¿en qué situación nos deja esto? Este ataque supone una humillación en toda regla a Arabia Saudí. Riad tiene dos opciones ante este escenario; no responder al ataque, lo que demostraría su debilidad ante los persas complicando mucho su objetivo de ser la principal potencia regional, por tanto, juzgo que esta opción no está sobre la mesa (a esto hay que sumarle además las fuertes presiones estadounidenses para que los saudíes acusen a Irán del ataque). El golpe iraní ha sido demasiado duro para dejarlo sin responder, solo te queda una opción, contraatacar.

Aquí ya se complican las cosas, pues Irán ya ha advertido que cualquier ataque hacia su país será respondido contundentemente pudiendo ser el preludio de un conflicto. Es cuestión de tiempo que la mecha de la guerra se encienda, los acontecimientos de los últimos años nos han llevado a un punto en el cual no parece que ninguno de los bandos esté dispuesto a claudicar.

Está en juego en el caso de Arabia Saudí e Irán el liderazgo de la región, pero en el caso estadounidense seguir siendo el hegemón del mundo. China y Rusia están con los ojos puestos ante cualquier signo de debilidad de Washington, eso lo sabe Trump, tiene que conseguir como sea arrodillar a Irán, y si la guerra es el medio, que así sea

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