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Brasil consuma un giro a la extrema derecha: Las claves de la victoria de Bolsonaro y su futuro gobierno

Por Néstor Prieto

Las encuestas no se equivocaron, el exmilitar en reserva de 63 años Jair Bolsonaro tomará posesión como presidente de Brasil el próximo día 1 de enero. Las elecciones celebradas el pasado domingo 27 de octubre suponen un giro a la extrema derecha del gigante suramericano, donde casi 58 millones de brasileños (un 55,1% del voto) se ha decantado por la polémica figura de Bolsonaro, considerado por muchos votantes como “un elegido de Dios”. 

La victoria de Bolsonaro no es la de una segunda vuelta reñida donde cada voto cuenta, no. Ha sido la crónica de una victoria anunciada en la que el ultraderechista nunca bajó de los 10 puntos de ventaja en las encuestas. Una diferencia de diez millones de votos sobre Fernando Haddad, cifras que recordaban a las mejores victorias electorales del PT de Lula, que en 2002 llegó a la presidencia y que con estas elecciones confirma su salida del poder tras el impeachment de Dilma Roussef en 2016.

Un PT en crisis

El Partido de los Trabajadores ha cosechado sus peores resultados presidenciales en segunda vuelta de la historia. Y en primera alcanzó un escaso 29,28% que no se veía desde 1994 (cuando Lula en la oposición se hizo con un 27,04% de los votos). Esta debacle tiene traducción en el parlamento, donde han descendido hasta los 56 de 513 diputados.

La victoria de Bolsonaro debe entenderse también como la derrota del PT, que ha perdido dieciséis millones de votantes en ocho años. La causa fundamental es sin duda la corrupción y el hastío del pueblo brasileño, que se ha preferido quedarse en casa o votar a otro candidato antes que hacerlo por los “ladrones de rojo”.

El PT llegaba a las elecciones presidenciales descabezado: la que fue su candidata en 2014, Dilma Roussef se encontraba revocada de su cargo por “maquillar las cuentas fiscales” en  el famoso impeachment, calificado por muchos como golpe blando. Mientras que el expresidente Lula da Silva fue encarcelado en plena precampaña por el escándalo Lava-Jato de corrupción en el seno de la petrolera estatal (Petrobas), acusado de haber sido sobornado y con una condena de siete años de cárcel.

Con esto, el candidato del PT, Fernando Haddad, que no se ha visto salpicado por ninguno de estos casos, ha atrrastrado una imagen de corrupción que le ha llevado a tener niveles de rechazo entre los votantes, mayores incluso que Bolsonaro.

Haddad tras la derrota electoral del 27 de octubre

Iglesia, Seguridad, Televisión y WhatsApp 

Otro factor clave determinante en el triunfo de Bolsonaro ha sido el apoyo de la Iglesia Evangélica, quien ha impulsado su candidatura públicamente. Quizá el caso más representativo sea el del obispo Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios, la organización evangélica más grande de Brasil con siete millones de fieles, catorce mil pastores y 7.200 templos. El religioso se posicionó a favor del exmilitar e hizo uso del aparto de dicha iglesia (que cuenta con televisión propia y partido político) para promocionar a Bolsonaro, quien no ocultó los intereses existentes al comenzar su entrevista del 8 de octubre en Globo con las palabras: “Muchas gracias a los líderes evangélicos y al hombre del campo, ya sea del agronegocio o de la agricultura familiar”.

Precisamente, otro pilar de su victoria ha sido el apoyo mediático. Si bien la todopoderosa cadena Globo, de la que ya hablamos en este artículo, no apoyó abiertamente a Bolsonaro, sí que colaboró de la demonización del PT de Dilma y Lula, que le han aupado a la victoria. Lo mismo puede decirse de otros medios brasileños cuya connivencia ante un candidato tan extremista, bien por interés o por oposición al PT, le ha dado un impulso clave en la campaña.

También saltó en la última semana de campaña el caso “WhatsApp”, desvelado por el diario La Folha de Sao Paulo, que vinculaba la campaña de Bolsonaro con la creación de fake news difundidas masivamente por WhatsApp para deslegitimar al PT y allanarle la victoria. La red social es usada en Brasil por más de 120 millones de personas, siendo el país más proclive del mundo a creerse la información falsa, según un estudio de Ipsos sobre 27 naciones. El caso está siendo estudiando por el Tribunal Electoral, pero tiene pocos visos de materializarse en algo que impida la llegada al poder de Bolsonaro.

Militares brasileños junto a las fabelas

Por último, la seguridad ha sido un tema estrella en la campaña de Bolsonaro, quien ha asegurado que “Brasil está en guerra”. Las cifras hablan por sí solas, las muertes violentas no han parado de crecer en los últimos años, alcanzando en 2017 el récord de 63.880 homicidios, uno cada siete horas. La inseguridad, es junto con la corrupción una de las mayores preocupaciones de los brasileños, y el discurso de “mano dura” y de facilitar la adquisición de armas ha calado entre un electorado exige urgentemente medidas.

Un gobierno para “prohibir a los rojos marginales de nuestra patria”

En esos términos se expresó Bolsonaro en los últimos compases de la campaña, como tampoco ha dudado en asegurar que si gana Haddad acompañará a Lula en la cárcel o que calificará al Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) como terroristas. Unas declaraciones que demuestran el oscuro periodo que se abre en Brasil. A falta de ver como materializará todo ese discurso belicista una vez en el gobierno,  ya han trascendido los primeros datos sobre su gabinete y las políticas que busca desarrollar.

En el ámbito económico, Bolsonaro ya ha hecho pública su apuesta por el ultraliberal Paulo Guedes como Ministro Economía. Perteneciente a la rama ortodoxa de la Escuela de Chicago, actualmente se encuentra investigado por Fraude por la Fiscalía brasileña. Guedes aseguró en su primera intervención que el Mercosur (espacio de cooperación económica y libre de aranceles entre sus integrantes) “no es una prioridad” ya que es “demasiado restrictivo”, lo que deja entrever el unilateralismo que regirá la política económica brasileña. Por otro lado, ya se ha anunciado un programa acelerado de privatizaciones y de control del gasto público, como receta para “reactivar a un país”.

No menos polémico sería el nombramiento del Ministro de Justicia, cargo ofrecido por Bolsonaro a Sérgio Moro, el magistrado del caso Lava Jato que condenó a Lula a siete años de cárcel por corrupción y quien ha declarado la guerra al PT. Si bien, en un inicio Moro se mostró distante, ha terminado aceptado el cargo para ponerse al frente del nuevo “Superministerio de Justicia”, que gestionará también seguridad y carreteras entre otros.

El ejército ha sido otro pilar clave: los militares ostentarán de tres a cinco ministerios en el Gobierno de Bolsonaro, entre ellos el de Denfensa, además de la Vicepresidencia, que recaerá sobre el general Hamilton Mourão. Nunca desde la dictadura un gobierno brasileño había tenido tantos militares; ello sin olvidar que una de las promesas estrellas de Bolsonaro ha sido colocar a un militar al frente de Petrobras para “frenar la corrupción”.

El perfil del ejecutivo que dibuja Bolsonaro tiene una vertiente ultraliberal en lo económico y autoritaria en lo que a política interior y exterior se refiere. Con un gran peso de los militares y la iglesia evangélica y eminentemente blanco y masculinizado.

Política Exterior

No menos preocupante es la apuesta en política exterior y medioambiental de Bolsonaro. Su primera gira internacional le llevará por Chile, EEUU e Israel, toda una declaración de intenciones.

Siguiendo la estela de Trump, Bolsonaro da un giro a la política exterior brasileña acercando posiciones con Israel. El país suramericano reconoció a Palestina como un Estado soberano en 2010, pero las recientes declaraciones del exmilitar ya han adelantado que bajo su mandato la embajada brasileña en Israel se moverá a Jerusalén.

En las últimas semanas trascendió la posibilidad de que Colombia apoyase a Brasil ante una eventual invasión de Venezuela. Esta información, filtrada supuestamente por un alto funcionario colombiano, ponía contra las cuerdas a Bolsonaro después de que durante la campaña su vicepresidente asegurase que “nuestra próxima fuerza de paz será en Venezuela”. Finalmente, este martes 30 de octubre Bolsonaro ha descartado la invasión al país vecino, aunque no duda en calificarlo como la “tiránica Venezuela” que “mata de hambre a sus ciudadanos”.

El dirigente venezolano Nicolás Maduro pide a Bolsonaro retomar las relaciones diplomáticas con respeto mutuo.

En plena campaña también propuso crear campos de refugiados para los migrantes venezolanos y aseguró que su nación “no puede ser un país de fronteras abiertas”. La oposición venezolana ya ha felicitado públicamente su victoria y ha trascendido que en la llamada mantenida entre Bolsonaro y Mike Pompeo, secretario de Estado de los EEUU, se ha hablado sobre Venezuela.

Las asociaciones ecologistas y de protección del medio ambiente ponen el acento por su parte en la promesa de Bolsonaro de abandonar los acuerdos en materia de cambio climático del Acuerdo de París. Este abandono iría acompañado de una serie de medidas que permitiesen la explotación de recursos naturales en zonas actualmente protegidas de la Amazonia para impulsar el desarrollo económico del país, algo que tendría gravísimas consecuencias sobre flora, fauna y población indígena.

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